EL VIENTO DE LA LUNA
A pesar de que todo el mundo está aquí de vacaciones (yo mismo incluido), quiero ofreceros una nueva entrega (doble, además) de Buscando leones en las nubes, en parte por razones de oportunidad (como comprenderéis unas líneas más abajo), en parte porque no sé si podré reaparecer en el blog antes de septiembre (no descarto alguna recuperación agosteña de programas pasados) y seis semanas son muchas para dejar de alimentar a esta criatura que, como las plantas, se amustia y languidece si no se la provee de nutrientes con regularidad. Y ciertamente que resulta sustancioso, vigorizante y suculento el menú que ahora dejo aquí para solaz (eso espero) de los cuatro o cinco asiduos que seguís descargándoos programas pese a la tórrida y muy evidente desbandada estival.
El 20 de julio de 1969 el hombre pisó la luna (la prensa y los medios de comunicación nos bombardean estos días con reportajes variopintos sobre la efeméride). El crucial acontecimiento me sirve de excelente excusa para desempolvar un par de emisiones que salieron al aire en enero de 2007 y que tuvieron a la luna como protagonista principal. Se trata de dos programas, de una serie de cuatro dedicada a Antonio Muñoz Molina, centrados en El viento de la luna, la que hasta entonces era la última novela publicada (en la editorial Seix Barral) por el académico andaluz (se anuncia una nueva para el último trimestre de este año).
El viento de la Luna transcurre a lo largo de los días de julio de 1969 en los que la misión espacial del Apolo XI viajó a la luna, y que culminaron, el 20 de julio de ese mismo año, en aquel primer paseo de Amstrong y luego de Aldrin, por la superficie lunar. Recordaréis la famosa frase de Amstrong: Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad. Pues bien, en aquellos días, en Mágina, el inventado pueblo jienense en donde Muñoz Molina ha situado una gran parte de su obra, un chico de trece años, trasunto del propio autor, como lo es Mágina de su Úbeda natal, vive este suceso con la misma intensidad y apasionamiento con los que disfruta de las novelas de aventuras o los tebeos de ciencia ficción.
La novela juega en todo momento con el contraste entre dos planos. Por un lado se describe con precisión la atmósfera en la que se desarrollaba la vida gris, roma, sin expectativas, de un adolescente en la triste España franquista, un hijo de agricultores sin otra aparente perspectiva vital que la obediente reproducción de los esquemas de comportamiento marcados por su trayectoria familiar y por la mediocridad y las represiones de la vida provinciana. Por otro lado, ese adolescente sueña con las posibilidades -a las que la misión espacial y la conquista de la luna apuntan como metáfora- de una vida más plena, de una edad adulta y una madurez felices y logradas; una felicidad y un logro que el joven puede entrever, puede imaginar a través de la fascinación que encuentra en los libros y el cine. Y así, la expedición a la luna aparece como emblema de un futuro que -a los ojos del muchacho, casi un niño aún- se presenta como el advenimiento de una nueva era, no tanto para la humanidad entera, como señala el comandante Amstrong, cuanto para él mismo; una nueva era que sea a la vez clausura de un mundo antiguo y opresivo y apertura a una vida más verdadera, más intensa, más -podríamos decir- realizada. Hay a lo largo de la novela, pues, un juego constante entre la prosaica -y en ocasiones también poética- realidad adolescente y la fascinación por la aventura espacial como símbolo del sueño, del anhelo de libertad.
Me interesa resaltaros también que en El viento de la luna tiene un especial protagonismo el padre del autor, en otro rasgo claramente autobiográfico de la novela, y que el fallecimiento de su progenitor en los días de la escritura del libro llevó a Muñoz Molina a dedicárselo tiernamente a su padre. Y me interesa mencionaros este dato porque para mí, aún un niño en esos días, la llegada del hombre a la luna está también unida a la figura de mi padre que, entonces un hombre joven, más de lo que lo soy yo ahora, lleno de una inquietud, una curiosidad y un entusiasmo que hoy me resultan imposibles de asociar a su figura, intentó -vanamente, sin éxito alguno- convencer a sus hijos -yo, el primogénito, entre ellos- para acompañarlo a esas horas intempestivas en su presencia fascinada ante el televisor. No podéis siquiera imaginar (o quizá sí) la enorme fuente de reflexiones (sobre la dificultad de la existencia, sobre el sentido de la vida, sobre el paso del tiempo, sobre la desesperanza que nos trae la cercanía de la muerte, sobre la radical inutilidad de nuestros afanes) que supone para mí la nostálgica constatación del hecho de que mi padre, un anciano que parece haber dimitido de toda alegría e ilusión vitales, hubiera sido alguna vez un hombre lleno de estímulos, lleno de energía, lleno de vida, en el esplendor de su carrera, de su vida profesional y familiar… ¿he dicho esplendor?... sic transit gloria mundi.
La música que acompaña a los textos de Antonio Muñoz Molina la ponen unas cuantas canciones que hablan de la luna desde su mismo título. En algunas de ellas nuestro satélite ‘opera’ como referencia directa e inmediata, en otras se trata sólo de alusiones indirectas y más o menos metafóricas. En todos los casos, piezas preciosas, con ese tono lánguido y melancólico que tan bien se aviene con el estilo del programa y en esta ocasión, además, con la atmósfera del la novela del escritor andaluz. En la primera emisión los intérpretes fueron Billie Holiday, Celtic Fayre, Eels, Neil Young, Jazzamor, Grant Lee Phillips, Paul Simon, Tom Waits, Norah Jones y Sting. En el segundo programa, cantaron Alice, Lyle Lovett, Nick Drake, Nina Simone, David Gray, Petra Haden con Bill Frisell, Tindersticks, Ornella Vanoni, Sting (que recurrente, y al parecer algo obsesionado con la luna, repite), Mia Doi Todd, Nils Lofgren y Richard Hawley.
Mi poca disponibilidad de tiempo para confeccionar esta entrada (de hecho, lo esencial del texto que acabáis de leer repite lo que podréis encontrar en la introducción del primer programa) me impide ofreceros vídeos alusivos. Otra vez será (porque, os lo anticipo ya, habrá más ocasiones de hablar de la luna, de la noche en general en las emisiones de Buscando leones en las nubes del próximo curso).
Espero, vuelvo a insistir, tener ocasión de desembarcar aquí alguna otra vez a lo largo de este verano. En cualquier caso, y por si no es así, permitidme desearos a todos los que aún me leéis unas estupendas vacaciones. (También a los que ya no me leen, aunque ellos, sin duda, ya estarán disfrutando).
El viento de la luna I
El viento de la luna II
El viento de la luna I
El viento de la luna II