martes, 24 de febrero de 2009

BRASIL SUSURRADO

Estamos en Carnaval. Buscando leones en las nubes se sumó ayer a los festejos de estas fechas con una muy peculiar celebración de las carnestolendas. Frente al jolgorio general, la alegría desenfrenada y la extroversión que parecen rasgos dominantes en este tipo de acontecimientos, y que los carnavales brasileños, el de Río de Janeiro en particular, tan bien ejemplifican (en la imagen podéis ver un Río entre nubes, no sé si se vislumbra algún león), la propuesta de la emisión de esta semana os ofrece notas de intimismo y relajación, de placidez y sosiego, de reposada dulzura y tierna melancolía.

He llamado Brasil susurrado a un programa que recoge la vertiente más delicada de Brasil: en lo musical, las melodías más lentas de su fecunda música popular: las lánguidas notas del samba, el conmovedor encanto y el ritmo pausado de la bossa nova, la tristeza del choro, estilos musicales tan próximos a las manifestaciones más suaves y deliciosas del jazz. En este Buscando leones en las nubes carnavalesco han sonado Márcio Faraco, el Quarteto Morelembaum, Djavan, Bebel Gilberto, Caetano Veloso, Zizi Possi, Marisa Monte, Gilberto Gil, Gal Costa, Vinicius Cantuaria, Adriana Calcanhoto y Chico Buarque de Holanda, en una mezcla de cantantes clásicos y músicos más modernos, espléndidos todos ellos, que demuestra la vitalidad y la potencia de uno de los universos musicales más interesantes del mundo.

En lo literario, he leído poemas de un excelente poeta, también músico -aunque esta faceta suya, por la que es sobre todo conocido, he preferido no mostrarla en el programa, reservándomela para alguna edición posterior-, Vinicius de Moraes. Poemas repletos de belleza, de mujeres, por supuesto de música, de amor, de deseo, de besos, de intensidad, de pasión, de vida. Algunos de ellos extraídos de su Antología poética editada por Visor en 2002, otros, de Para vivir un gran amor, un libro misceláneo, publicado en España en 2001 por la editorial Mondadori, que recoge crónicas periodísticas, colaboraciones en revistas, historias cotidianas, reflexiones varias… y también poemas.

En nuestra ya imprescindible sección de vídeos me he topado con un obstáculo casi infranqueable. Quería ofreceros algunas interpretaciones de los dos artistas más interesantes, a mi juicio, de la actual música brasileña, Márcio Faraco y Adriana Calcanhoto, ambos asiduos visitantes de Buscando leones en las nubes, pero la política comercial de su casa de discos, que impide la difusión de sus vídeos, ha complicado mi deseo de traerlos directamente a este blog (en sus respectivas páginas web encontraréis, no obstante, mucho ‘material’ de interés). Os dejo, no obstante, una pieza de Márcio Faraco grabada en un concierto y que sí he podido rescatar de entre la jungla de Youtube; también dos interpretaciones en directo de Marisa Monte: una vigorosa recreación del Eu te amo de Roberto Carlos y uno de sus éxitos, Eu sei; e igualmente un par de muestras de otros dos estupendos músicos brasileños que, además, no han podido aparecer en el programa: Celso Fonseca cantando (en un vídeo de muy pobre calidad) una fantástica Slow motion bossa nova, y Adriana Maciel, acompañada, entre otros, por el propio Fonseca en los dos vídeos de making of de su delicioso disco Poeira leve (sobreponeos a sus palabras en portugués, siempre por otra parte tan bonito y musical, para descubrir entre ellas preciosos fragmentos de sus canciones).
















Brasil susurrado

viernes, 20 de febrero de 2009

BABEL

Os ofrezco hoy, a muy pocos días de la entrega de los Oscars de este año, uno de los programas que Buscando leones en las nubes dedicó hace un par de cursos a la celebración hollywoodiense. Se trata de una emisión que tuvo a la muy nominada Babel como protagonista principal. Muy nominada aunque no tan premiada, pues sólo obtuvo un Oscar, el de Gustavo Santaolalla a la mejor música original. Sin embargo, a mi juicio, y más allá de la siempre algo discutible lotería de los premios, Babel, dirigida por Alejandro González Iñárritu y escrita por su guionista habitual Guillermo Arriaga (ahora enemistados y, parece, irremisiblemente separados) es una joya cinematográfica, una obra maestra que emociona, interesa y conmueve.

El acercamiento que Buscando leones en las nubes hizo a la película fue el habitual en nuestra emisión, y se desarrolló en la doble vertiente literaria y musical que caracteriza al programa.

Desde el punto de vista de la literatura, todos los fragmentos leídos se extrajeron de un libro magnífico, íntimamente vinculado a la película, de la que es una especie de cuaderno de rodaje, que lleva su mismo título, Babel, y que ahora, desde aquí, quiero recomendar. Estamos ante un libro que carece de autor definido, pues contiene fotografías de diversos artistas y textos diversos del escritor cubano Eliseo Alberto, del propio director Alejandro González Iñárritu, e incluso una entrevista a éste, realizada por el también director y escritor mexicano Rodrigo García. Aunque en realidad es María Eladia Hagerman, la mujer del director, la responsable última del proyecto del libro. Es también mexicana como su marido, se desempeña profesionalmente en el mundo editorial y a ella debemos esta primorosa guía del rodaje de la película, excelentemente ilustrada con bellísimas fotos, que publicó en edición trilingüe, inglés, alemán y español, la Editorial Taschen en los últimos meses de 2006.

Cuatro fotógrafos ciertamente reconocidos y con una amplia trayectoria en diversos ámbitos de su profesión, la mexicana Graciela Iturbide, la documentalista americana Mary Ellen Clark, Miguel Río Branco, de la prestigiosa agencia Magnum, y Patrick Bard que, además de fotógrafo es novelista, se sumaron al rodaje de Babel, que como quizá recordáis se desarrolla en escenarios de distintos países del mundo, entre otros las soledades devastadas del desierto del Sahara en Marruecos y del de Sonora en México y la aglomeración frenética de las calles de Tokio, y dieron testimonio con sus cámaras de las peripecias del rodaje de la película, también de sus escenarios, de sus personajes, y aun más allá, de la vida de las gentes de las que Babel nos habla, transmitiendo en sus excepcionales fotos, no sólo la realidad material del rodaje del film sino también su atmósfera más auténtica, su espíritu más esencial. De modo que hojeando este libro, contemplando estas fotos, veréis, además de curiosidades sobre los actores y técnicos en las fotos de Brad Pitt, Cate Blanchett o Gael García Bernal, la expresividad de muchos personajes anónimos o desconocidos que elevan la película con sus intensas interpretaciones, veréis la miseria, el dolor, el sufrimiento, la pérdida, la soledad. Veréis, además, desiertos, discotecas, horizontes, vientos (sí, creo que hasta se pueden ver los vientos), calles, coches, tatuajes, neones, rascacielos, chabolas... veréis la vida de las gentes en algunas muy distintas zonas de este mundo actual, de este siglo XXI tan caóticamente globalizado. Y entre las fotos, los textos, algunos de los cuales elegí para el programa: apuntes del rodaje, curiosidades varias, historias personales del director, comentarios sobre el arte, la fotografía o el cine, explicaciones que complementan la película, reflexiones sobre la vida de los personajes, sobre la existencia en general… y además, como ya he comentado, una extensa y sustanciosa entrevista final con Alejandro González Iñárritu.

Este carácter abierto y cosmopolita de la película, que aparece también en las fotos del libro, esa voluntad de ofrecer una muestra de algunos de los diferentes escenarios por los que transcurre este mundo globalizado a principios del siglo XXI, sus interrelaciones, su complejidad, su diversidad, se refleja también en la banda sonora del film, llena de referencias a ambientes musicales inusuales. Buscando leones en las nubes quiso transmitir también esta enorme riqueza musical con una estupenda selección de canciones (algunas pertenecientes a la banda sonora de la película) recogidas de ámbitos variopintos en una aventura musical que, además de amena y atractiva para la escucha, pretendía ser una especie de fotografía fidedigna de la música, de la excelente música que hoy en día se hace en el mundo y que tan dificil es de encontrar en nuestros normalmente estrechos cauces radiofónicos. Son canciones interpretadas por Tama, un grupo multiétnico con miembros de Guinea Bissau, Malí y Gran Bretaña, acompañados por la anglo india Susheela Raman; por la francesa Charlotte Gainsbourg; por el brasileño Seu Jorge recreando un clásico de Bowie; por el grupo Capercaille de Escocia; por los australianos Dead Can Dance con un sonido con reminiscencias africanas; por el senegalés Youssou N’Dour; por Susumu Yokota de Japón; por Sevara Nazarkhan de Uzbekistán; por la tunecina Amina y por Los Tucanes de Tijuana de México.

Os ofrezco también, como de costumbre, algunos vídeos, esta vez con fragmentos significativos de la película en los que la banda sonora desempeña un papel destacado.










Babel

martes, 17 de febrero de 2009


AND THE OSCAR GOES TO…

Desde hace algunos años, casi todos los cursos, coincidiendo con la ceremonia de entrega de los Oscars de Hollywood, Buscando leones en las nubes dedica una emisión al cine, abordando el séptimo arte desde diferentes perspectivas literarias y musicales. Bandas sonoras clásicas, poemas con el cine como centro, homenajes a alguna película determinada (hace un par de años la protagonista fue Babel, con una edición del programa que recuperaré aquí dentro de unos días), han sido algunas de nuestras aproximaciones al mundo cinematográfico en temporadas anteriores.

En la emisión de ayer la referencia al cine se plantea como un juego con dos dimensiones. Por un lado, la vertiente literaria del programa se nutre de una serie de frases de películas, memorables la mayor parte de ellas, identificables muchas, bastantes con un punto de ironía y humor penetrante, algunas serias y profundas, todas magníficas, recogidas de entre las más de quinientas que incluye el estupendo libro Alégrame el día, escrito por Jesús Palacios y publicado en 1999 por la editorial Espasa. Jesús Palacios es un crítico de cine, con mucha y muy interesante obra publicada, tiene además toda la historia del cine en la cabeza, pero es, sobre todo, inteligente y divertido, y su selección de citas célebres, de líneas de diálogo inolvidables, de frases brillantes e ingeniosas es deslumbrante. En apenas doscientas cincuenta páginas, Palacios repasa el universo hollywoodiense, casi un siglo de cine, en una muestra muy completa y variada de las mejores perlas verbales que todos, por corta que sea nuestra memoria cinematográfica, hemos podido escuchar, y aún recordamos, en centenares de películas. Y así, en el programa se pueden encontrar citas de Cayo largo, dirigida por John Huston en 1948; El sueño eterno, de Howard Hawks, del año 1946; La casa de té de la luna de agosto, que dirigió Daniel Mann en 1956; Gigi, cuya realización, de 1958, se debe a Vincente Minelli; El padrino 3ª parte, con dirección, en 1990, de Francis Ford Coppola; Cómo matar a la propia esposa, de Richard Quine, estrenada en 1965; Operación Pacífico, que dirigió Blake Edwards en 1959; Tootsie, que, en 1982, realizó Sidney Pollack; Un lugar en el sol, que se debe a George Stevens, en 1951; Sopa de ganso, dirigida por Leo McCarey en 1933 y con la presencia, inequívoca a partir del tenor de la frase leída, de Groucho Marx y sus desternillantes hermanos; Las tres noches de Eva, que realizó en 1941 Preston Sturges; Fuego en el cuerpo, de 1981, con la dirección de Lawrence Kasdan; Confidencias a medianoche, de Michael Gordon en 1959; y Alma en suplicio, dirigida por Michael Curtiz en 1945.

La segunda vertiente del programa, la musical, gira también sobre el cine. Escogí para la emisión una serie de melodías, todas bastante populares, que obtuvieron el Oscar a la mejor canción original en diversas ediciones de los premios. (Por cierto, en la emisión radiada ayer me atreví a apostar por Bruce Springsteen para el premio a la mejor canción de este año, cuando, en realidad, pese a haber sido preseleccionado con The Wrestler, finalmente no pasó la última criba, que sí superó en cambio Peter Gabriel, otro de los favoritos del programa). Os ofrezco a continuación el listado de las doce canciones emitidas, con mención de su título, su intérprete, el nombre de la película en la que sonaban, el director de cada una de ellas y el año en el que obtuvieron el Oscar: Al otro lado del río. Jorge Drexler (Diarios de motocicleta. Walter Salles. 2004); The way we were. Barbra Streisand (Tal como éramos. Sidney Pollack. 1973); Raindrops keep falling on my head. BJ Thomas (Dos hombres y un destino. George Roy Hill. 1969); Mona Lisa. Nat King Cole (Capitán Carey. Mitchell Leisen. 1950); Things have changed. Bob Dylan (Jóvenes prodigiosos. Curtis Hanson. 2000); Moon river. Audrey Hepburn (Desayuno con diamantes. Blake Edwards. 1961); Up where we belong. Jennifer Warnes y Joe Cocker (Oficial y caballero. Taylor Hackford. 1982); I need to wake up. Melissa Etheridge (Una verdad incómoda. David Guggenheim. 2007); The shadow of you smile. Tony Bennett (Castillos en la arena. Vincente Minelli. 1965); I just called to say i love you. Stevie Wonder (La mujer de rojo. Gene Wilder. 1984); You’ll be in my heart. Phil Collins (Tarzán. Chris Buck y Kevin Lima. 1999); You must love me. Madonna (Evita. Alan Parker. 1996); Can you feel the love tonight. Elton John (El rey león. Rob Minkoff y Roger Allers. 1994); Falling slowly. Glen Hansard y Markéta Irglová (Once. John Carney. 2007).

De estos últimos, precisamente, protagonistas indiscutibles de esa pequeña joya que es, a mi juicio, la independiente, austera, emotiva y bellísima, Once, os dejo varios vídeos con imágenes de la película: el de la propia canción premiada, la delicada Falling slowly; la secuencia (con baja calidad y subtítulos algo estrambóticos, pero, pese a ello, merece la pena) en la que Markéta Irglová canta la muy triste If you want me; otra secuencia, con la interpretación de la enérgica y también preciosa Where your mind’s made up; y por último, la romántica y algo almibarada Lies.












And the Oscar goes to…

martes, 10 de febrero de 2009


JULIO CORTÁZAR

El 12 de febrero de 1984, el próximo jueves se cumplirán veinticinco años, moría en París Julio Cortázar. El programa de ayer de Buscando leones en las nubes tuvo al genial escritor argentino como invitado principal en una emisión de homenaje a su gran personalidad humana y su enorme figura literaria. No voy a desarrollar aquí ninguna explicación sobre lo que Julio Cortázar ha supuesto para la Historia de la Literatura (así, con esas mayúsculas que tanto denostaba el escritor), me limitaré tan sólo a dejar algunos enlaces que os permitan indagar sobre su riquísima y fecunda trayectoria literaria. Ni siquiera voy a glosar mi peripecia personal (lo hago brevemente en la propia emisión), la trascendencia que Cortázar tuvo, sigue teniendo, sobre mi vida desde mi última adolescencia y primera juventud. Cortázar, y su obra mayor, la inmensa Rayuela, cambiaron mi vida de un modo aún más intenso del que lo hizo Constantino Cavafis, de cuya súbita y benéfica aparición en mi personalidad juvenil os hablaba hace siete días. Baste decir que la mayor parte de lo que soy actualmente (para bien y para mal, y más allá del poderoso influjo de los genes) se lo debo a Cortázar. Así de rotundo, así de tajante, así de verdadero.

En el programa de ayer la presencia del escritor argentino se manifiesta de un modo intenso y central. No sólo porque los textos que aparecen son fragmentos diversos de Rayuela, sino, y esto es una gran novedad en Buscando leones en las nubes, una agradable sorpresa después de diez cursos de emisión, porque, por una vez, la voz que lee esos textos no es la mía, siempre algo torpe y atropellada, sino la propia del escritor, esa voz envolvente, seductora, con las erres afrancesadas, con su deje musical, con su tono lento, con su cadencia algo lánguida, con su ritmo, con su poesía implícita, con su pasión, con su ternura, con su emoción. En la voz de Cortázar el programa ofrece en sus primeros fragmentos textos de Rayuela en los que el escritor hace hablar a Horacio Oliveira, el personaje principal de la novela que, en ellos, reflexiona sobre su algo caótica vida bohemia, sobre sus opciones existenciales, sobre París y, principalmente, sobre su relación con la Maga, ese personaje fascinante, ese arquetipo de todas las mujeres, de todos los amores, de toda la belleza, que irá asociado para siempre al nombre de Cortázar. (Permitidme una inocente y significativa confesión personal que da idea del influjo que la novela tuvo en mi vida y de la potencia ‘mítica’, diría, de la Maga. Cuando, creo que en 1975, visité París por vez primera, desconcertado y exultante, temeroso y deslumbrado, me sorprendió, en una esquina, una tienda -creo recordar que vendía prendas de lana- que se llamaba Maga. Impulsivo y atropellado, jovencísimo, ignorante y atrevido, ingenuo y entusiasmado, entré abruptamente y, sin saludar apenas, asalté a la dueña que se encontraba tras el mostrador: Vous aimez aussi Cortázar, n’est-ce pas? Vôtre boutique s’apelle Maga comme hommage á l’écrivain argentin, bien sûr? Mais non, dice ella, sorprendida y risueña, mon mari s’appelle Marcel et moi Gabrielle, c’est tout. En fin, miserias -y grandezas- de la juventud). En los cuatro últimos fragmentos de la emisión, el protagonismo lo toma precisamente la Maga quien monologa en una carta a su hijo, el bebé Rocamadour, cuya muerte en un capítulo central de la novela constituye uno de los momentos esenciales del libro.

Entre las palabras de Rayuela el programa ofrece música extraida del libro. Se trata de canciones citadas en la novela, piezas de jazz que los protagonistas escuchan o a las que el narrador se refiere a lo largo del texto. Para un mejor acercamiento a la presencia del jazz en Rayuela os recomiendo Jazzuela, un librito de Pilar Peyrats, editado por ella misma, que contiene valiosa información sobre el tema, aparte de incluir un CD con todas las canciones mencionadas (las que suenan en el programa y unas siete u ocho adicionales). Los intérpretes de las que os ofrezco en la emisión son Lionel Hampton, Coleman Hawkins, Bessie Smith, Louis Amstrong, Big Bill Broonzy, Benny Carter y The Chocolate Dandies, Champion Jack Dupree, Waring’s Pennsylvanians, Bix Beiderbecke, de nuevo Big Bill Broonzy, Earl Hines, Jelly Roll Morton, Lester Young, y otra vez Bessie Smith que finaliza el programa con la excelente Baby doll. (Por cierto, la emisión que salió al aire ayer y la que ahora ofrezco en el blog difieren en un elemento esencial. La que emitimos en directo debió ajustarse, por exigencias de la programación de Radio Universidad, a la ‘extensión’ habitual, una hora, de nuestro programa. Dejo aquí, en cambio, una versión ‘alargada’ de hora y cuarto de duración, mucho más completa y, a mi juicio, más ‘redonda’ y significativa).

Quiero ofreceros también, en la ya acostumbrada sección de vídeos, hasta cuatro fragmentos de entrevistas con Cortázar de protagonista. Tres, con Rayuela, Historias de cronopios y de famas, y el Boom latinoamericano, respectivamente, como temas principales, son extractos de la larga conversación del autor con Joaquín Soler Serrano en A fondo, el clásico de RTVE de hace treinta años. (A propósito de A fondo… ¿admitiría la mediocre televisión de hoy una propuesta semejante: más de una hora de diálogo demorado, de palabras inteligentes, de charla sosegada, de reflexión, sin alharacas técnicas, con un escenario austero, sin más protagonismo del presentador que su excelente criterio para elegir al entrevistado, su formidable capacidad de penetración intelectual y su pericia para hacer preguntas oportunas y para escuchar con atención y respeto las respuestas de alguien valioso que siempre tiene algo de interés que decir?). En el cuarto vídeo, Cortázar, en otro contexto, habla de París, de sus calles, de su luces, de los pasajes, de las galerías, del metro, y de la influencia de todo ello en su vida y en su obra.

¡¡¡Larga vida a Julio Cortázar (sí, larga vida) en el vigesimoquinto aniversario de su muerte!!!












Julio Cortázar. Rayuela

martes, 3 de febrero de 2009

CAVAFIS

Buscando leones en las nubes dedicó la emisión del lunes pasado a Constantino Cavafis, el formidable poeta griego (nacido sin embargo en Alejandría). Se trata de un poeta excepcional, inconmensurable, que ocupa por derecho propio un lugar preeminente en la historia de la literatura, pero que está, sobre todo, inscrito en mi biografía personal -permitidme un nuevo rasgo, uno más, de narcisismo desaforado: me pongo yo por delante de la Historia-, incorporado de un modo intensísimo a mi propia vida, una vida que, creedme, hubiera sido otra sin su presencia. Yo compré mi primer libro de Cavafis (la grafía de su nombre era, entonces, en aquel primer libro, Konstantino Kavafis) en 1976, en la edición algo heterodoxa de José María Álvarez para la editorial Hiperión (he mantenido para el programa, en general y pese a lo irregular de algunas de ellas, las traducciones de aquel libro ‘iniciático’: mí Cavafis siempre sonará con la música de entonces). Para mí, un entusiasta e inocente joven fascinado por la literatura, Cavafis era un completo desconocido (y ello pese a que ya circulaban en nuestro país algunas traducciones de sus versos). Sus poemas me resultaron deslumbrantes, conmovedores, emocionantes, me descubrían aspectos de la vida que yo, a mis pocos años, no alcanzaba a vislumbrar, no podía ni imaginar: la quimera en que siempre convertimos el pasado, la nostalgia de quienes fuimos en otros días, en otras vidas, el desgarro que provocan los sueños rotos, la tristeza y el dolor de la pérdida, la evocación de la juventud desaparecida, la fragilidad de la memoria, la melancolía del recuerdo y el irremisible y quizá salutífero olvido. Además, muchos de sus versos me hablaban de personajes históricos o mitológicos o literarios, habitantes del mundo clásico e igualmente ignorados por mí (o, si conocidos, identificados en otra dimensión diferente -más escolar, más académica, profundamente insustancial- a la que presentaba el poeta), y cuya aparición en aquellos poemas me desconcertaba y atraía a la vez, me sumía en una dolorosa confusión por mi ignorancia culpable y simultáneamente despertaba en mí ansias de conocimiento, de saber: Marco Antonio, Alejandro, Orofernes, Calístrato, Antíoco, Remón, los Ptolomeos, Augusto Constancia… Y me sorprendía también, y me apasionaba, la ambientación en un universo fascinante de evocaciones riquísimas, de referencias cultas, llenas de secretos y sensualidad, puertas abiertas, cada uno de esos poemas, a otros mundos rodeados de misterio, exóticos y desconcertantes, y por ello muy sugestivos y atrayentes: Bizancio, Alejandría, Persia y Roma, Antioquía y Capadocia y Éfeso y Siria y Jonia y tantos otros lugares excitantes y enigmáticos. Y en esos escenarios misteriosos... las calles, la furia y el bullicio de las ciudades comerciales, de la modernidad desbordante, de un Occidente que se imponía por doquier (Cavafis había nacido en 1863, el mundo cambiaba), aunque también la mezcla abigarrada, los aromas penetrantes, los burdeles, la suciedad, el esplendor y la miseria, el brillo y el declive y la magia y el dolor de las urbes orientales. Pero, de un modo principal, Cavafis era para mí, en aquellos días de 1976, el amor, la plenitud y la intensidad del amor, la procura siempre renovada de los cuerpos, la pasión erótica, el deseo, la búsqueda esperanzada, tras cada esquina, en cada recodo, en cada ocasión, del ser amado, el goce de la carne, el éxtasis del placer, la euforizante energía del sexo, el temblor de los encuentros imprevistos, el erotismo incipiente, la sensualidad que se insinúa tras una mirada apenas percibida, la sentimentalidad desbordada, el adolescente enamoramiento del mundo y sus azares, y por encima de todo la decidida apuesta, la terca apuesta, con la fuerza y el ímpetu y el empecinamiento ciegos que son signos distintivos de la juventud, por la belleza, esa aspiración de la belleza que aún está presente en mis deseos de madurez y de la cual Buscando leones en las nubes quiere ser -es, sin duda- una muestra.

Con el fin de ofrecer una representación variada de la obra del genial poeta griego he escogido para el programa poemas de las diferentes ‘categorías’, podríamos decir, de la obra cavafiana: algunos más o menos filosóficos o reflexivos, otros con referentes históricos o mitológicos y, otros, los más, con el amor y el deseo como protagonistas principales. Todos bellísimos, intensos, repletos de evocaciones y de emoción, muy íntimos, muy ‘verdaderos’. Y con esa misma voluntad plural y abarcadora he querido ambientar los versos profundamente mediterráneos de Cavafis con música de las riberas del Mare Nostrum, canciones preciosas interpretadas por la argelina Souad Massi, el tunecino Anouar Brahem, la israelí Yael Naim, la sarda Franca Masu, el turco Mercan Dede, la palestina Rim Banna, la egipcia Natacha Atlas, la griega Eleftheria Arvanitaki, la catalana Lidia Pujol y el grupo corso A Fileta.

Os dejo dos vídeos. El primero, un canción en directo de la magnífica cantante argelina Souad Massi, que me entusiasma y que, por ello, ha aparecido con reiteración en Buscando leones en las nubes. El otro, una versión sorprendente de El universo sobre mí de Amaral hecha por la griega Elefhteria Arvanitaki y también emitida con anterioridad en nuestro programa.









Constantino Cavafis