No sé cuánta gente oirá mi programa. A veces sospecho que no está oyéndolo nadie, lo que se dice nadie: cero personas en total, y eso me produce una sensación de afantasmamiento: la voz inútil que suena en la noche vacía. Y entonces me siento como un turista belga que tocase el acordeón o similar en mitad del desierto de Nafud o similar. (Felipe Benítez Reyes)
martes, 29 de junio de 2010
OSCAR WILDE. LA MAGIA DE LAS PALABRAS
Con el programa de esta semana Buscando leones en las nubes pone fin a su undécima temporada (no sé por qué me he obstinado hasta ahora, tanto en las emisiones radiadas como en el blog, en añadir inexplicablemente un año más al cómputo de nuestra modesta existencia). Once cursos ya ofreciendo buena música e interesante literatura, en un intento ilusionado y optimista, entusiasta y apasionado por construir una hora de belleza para las noches de los lunes.
En esta emisión de de despedida seguimos la pauta marcada desde hace un par de semanas, nos centramos en textos extraídos de El retrato de Dorian Gray, la magnífica novela de Oscar Wilde, en estos días en que se cumplen los ciento veinte años de su publicación. He escogido algunos fragmentos del libro, esta vez sin nexo argumental previo, caracterizados, como los presentados en las dos ediciones anteriores, por su agudeza, por su carácter provocador, por su brillante ingenio, por su tono anticonvencional, por su penetrante inteligencia, por su crítica de los lugares comunes, por la voluntad consciente y atrevida su autor por desmantelar las ideas recibidas, los valores de la sociedad biempensante. A falta de un elemento unificador que diera coherencia a los textos presentados, he titulado el programa La magia de las palabras a partir de una muy tenue alusión que aparece en el último fragmento seleccionado.
Acompañando a los textos aparecen catorce estupendas canciones, todas interpretadas por mujeres, manteniendo la tónica iniciada en el primer programa de esta serie sobre Oscar Wilde. Nuestras invitadas de esta noche han sido Allison Moorer, Natalie Merchant, Rosalia de Souza, Nnenna Freelon, Sitti, Patty Larkin, Basia Bulat, Caroline Henderson, Jude Abbott, una de las voces del grupo Chumbawamba, Tracey Thorn con The Style Council, Wanda Sá, Abbey Lincoln, Toni Childs y Clementine.
Para la sección de vídeos he escogido, en un alarde de moderación, tan sólo dos versiones en vivo de otras tantas canciones del programa. Una vez más no he podido resistirme a la poderosa presencia de la magnífica Natalie Merchant, que comparece aquí de nuevo, en esta ocasión con la espléndida The man in the wilderness. Y para cerrar, una rareza que os va a encantar, la no menos estupenda Pickle, en la voz de Jude Abbott al frente del grupo Chumbawamba.
Aquí despedimos, pues, las emisiones regulares de Buscando leones en las nubes por el curso 2009/2010. No será así, en cambio, con las entradas de este blog, que voy a seguir ‘alimentando’ al menos durante algunas semanas de julio antes de la definitiva pausa veraniega. Para evitar que la interrupción hasta el próximo mes de septiembre se le haga demasiado larga a los seguidores del programa, en las próximas entregas de esta bitácora os iré ofreciendo algunas emisiones antiguas, la mayoría teñidas por un tono algo menos melancólico de lo habitual, con la intención de acomodarnos así convenientemente al espíritu de la estación.
El penúltimo programa de Buscando leones en las nubes por esta temporada continúa la serie iniciada hace siete días que tiene a Oscar Wilde y a su obra mayor, El retrato de Dorian Gray, como protagonistas absolutos. He escogido esta vez algunos epigramas repletos de ironía y sofisticación, reveladores del ingenio algo cínico y deslumbrante, del gusto por la provocación de su autor, en los que Wilde canta las maravillas del amor y la pasión, critica las miserias y los padecimientos del matrimonio, rechaza las torturas a las que conduce la fidelidad y ensalza la irremisible atracción del adulterio, su perturbadora tentación.
Para acompañar la irrefrenable cascada de agudísimos pensamientos que integran la parte literaria del programa he elegido de nuevo intérpretes femeninas, pues casi siempre es la mujer la destinataria preferida de los contundentes dictámenes de los personajes de Oscar Wilde, estando presente, además, en la mayor parte de los seleccionados esta noche. Podréis escuchar así, bellísimas canciones de algunas de nuestras cantantes favoritas que llevan apareciendo en las emisiones de Buscando leones en las nubes desde hace hasta diez años, en algunos casos. Natalie Merchant, Solveig Slettahjell, Gal Costa, Cat Power, Holly Throsby, Fiorella Mannoia, Claudine Longet, Skye Edwards, Heather Nova, Madeleine Peyroux, Heather Rigdon y Adriana Calcanhoto suenan en el programa que ahora os ofrezco.
Os dejo también, como ilustración que encabeza esta entrada, una fotografía de la tumba de Oscar Wilde en el cementerio del Père Lachaise de París, adonde peregriné (exagerando en el término), como os contaba la semana pasada, en el invierno de 1984, un invierno nevado y crudelísimo, con un propósito teñido de una absurda mitomanía, en busca del ya inencontrable rastro del irlandés, escondido su túmulo entre una nube de japoneses convenientemente pertrechados de cámaras fotográficas.
En la sección de vídeos os invito a recrearos en varias joyas. En primer lugar aparece aquí una vez más la espléndida Natalie Merchant, esta vez con su delicadísima versión del poema de e. e. cummings, Maggie and Millie and Molly and May. La canción pertenece a su último álbum, Leave your sleep, una maravilla absolutamente imprescindible. A continuación, otra pieza que rezuma dulzura y sensibilidad, December song, cantada por la noruega de nombre impronunciable, Solveig Slettahjell. En tercer lugar, otra favorita del programa, Cat Power, en una envolvente y eléctrica interpretación de Naked if i want to. La sigue otra de las asiduas de Buscando leones en las nubes, la brasileña Adriana Calcanhoto y su estupenda Mais feliz. Y cerramos con otra de mis debilidades, Heather Nova, cantando Beautiful storm.
A lo largo de las semanas que quedan hasta que llegue a su término la temporada regular de Radio Universidad, a finales de junio, Buscando leones en las nubes va a ofreceros tres programas con un mismo hilo conductor: el escritor inglés (su Irlanda natal pertenecía en la época al Reino Unido) Oscar Wilde, y más en concreto su obra maestra El retrato de Dorian Gray.
El retrato de Dorian Gray, la controvertida y sin embargo magnífica novela de Oscar Wilde, es un clásico de cuya publicación se cumplen en estos días de junio los ciento veinte años, uno de los libros de lectura obligada en cualquier educación literaria mínimamente solvente. Yo lo leí por primera vez, deslumbrado y jovencísimo, en aquella edición de bolsillo de Salvat Editores, en la colección RTVE, desconocida para quienes tengan menos de cuarenta años, y comprado en 1972 por veinticinco pesetas (0.15 euros en su traducción para los muy, muy jóvenes). Luego, algo más adulto, recuerdo una lectura más atenta y rigurosa en alguna colección de clásicos, de esos encuadernados en piel y con papel biblia que no podía faltar en ningún hogar burgués aunque sólo fuera como decoración con pretensiones de cultura más o menos seria. Pero ha sido la reciente tercera lectura la que me llevó a pensar en su emisión en Buscando leones en las nubes. Una tercera lectura nacida de un impulso ciego y a la postre algo insensato. Porque lo cierto es que no pude resistir la tentación (ceder a las tentaciones es una de las propuestas de Oscar Wilde en la novela, como luego veremos), no fui capaz de mantenerme firme frente al reclamo que desde los estantes de las librerías ejercía en mí una edición preciosa del libro, en un formato mínimo que cabe en un bolsillo, casi en una mano, un volumen muy manejable, al estilo de un breviario o misalito (vuelvo a suponer que los más jóvenes ni siquiera sabrán de qué estoy hablando), con cinta separadora, letra muy legible, formato cuidado, en definitiva, un objeto bellísimo que me atrajo como tal, más allá de su contenido, por otro lado, como os digo, ya conocido por mí. Desafortunadamente, esa edición que os comento, debida a la Editorial Treviana, es, en efecto, preciosa en su apariencia, pero desastrosa en los aspectos que atañen de modo estricto al texto: multitud de erratas, profusión de fallos tipográficos, algunas faltas de ortografía, en particular un hiriente ‘bisagras’ escrito con uve… De modo que, sí, un volumen muy atractivo y seductor, pero con un alma, por así decirlo, defectuosa y horrenda… una metáfora muy apropiada para El retrato de Dorian Gray, uno de cuyos temas principales es, precisamente, el del contraste y la lucha entre las bellas apariencias y las crueles realidades. Sabed, pues, a qué ateneos, si compráis la edición de Treviana traducida por Alejandro Caja. Si os interesan el texto y la buena traducción, más allá del encanto de las formas, os recomiendo la edición de Galaxia Gutemberg, que es también primorosa, y magníficamente ilustrada además por los hermanos MP & MP Rosado. No dejéis de visitar la espléndida página, repleta de informaciones, enlaces, vídeos y variados elementos de interés, que la editorial ha dedicado al libro.
En El retrato de Dorian Gray (por cierto, se estrena en estas fechas una película basada en la novela. Ha sufrido críticas inclementes; dejémosla pasar, pues) está todo lo mejor de Oscar Wilde: su esteticismo algo decadente, el retrato despiadado y algo malévolo de la vanidad de la sociedad de su época, las penetrantes reflexiones sobre el arte y la belleza, la reivindicación del refinamiento y el placer, de un cierto dandismo narcisista, la combativa apuesta por la singularidad, por lo excéntrico, por lo anticonvencional, las alusiones latentes a la homosexualidad, una considerable carga autobiográfica, la exploración de fuentes literarias variadas, singularmente el Goethe del Fausto y Shakespeare y, especialmente, Joris Karl Huysmans, cuyo libro A rebours es el insidioso libro amarillo que cambia la vida del protagonista. E impregnando todo ello, en El retrato de Dorian Gray descuella el genio de Wilde para las frases rotundas, para los aforismos penetrantes, ambiguos, desconcertantes, provocadores, esas perlas inspiradas, certeras, atrevidas, deslumbrantes, auténticos relámpagos de pensamiento que de un modo chocante, al modo de un koan zen, obligan al lector a repensar desde otra perspectiva, más abierta, más libre, las ideas preconcebidas. Sacrificarías a alguien por un epigrama, se lee en un pasaje de la novela, una frase que puede ser aplicada sin dificultad al propio Oscar Wilde; y así el libro está plagado de estas iluminaciones, muchas de las cuales son ya citas obligadas en muy distintos ámbitos y por ello muy conocidas, por ejemplo: Lo único que el matrimonio tiene de encantador es que convierte el engaño continuo en algo absolutamente necesario para ambas partes; o ésta: La única manera de librarse de la tentación es caer en ella; o las muchas otras, más de cuarenta, que he recogido para integrar la parte literaria de los tres programas. En concreto, en el de esta semana, os presento algunas que giran en torno a la idea de la belleza, de lo exquisito, del placer, de la perfección.
En el apartado musical he escogido canciones interpretadas por mujeres, por entender que su delicadeza se aviene mejor con el espíritu sensible y refinado de la novela de Wilde. De este modo, han sonado en esta primera emisión, Eliza Gilkyson, Vanessa da Mata, Shelby Lynne, Valérie Leuillot, Patty Larkin, Emiliana Torrini, Jill Sobule, Rokia Traoré, Natalie Merchant, Mary Gauthier, K.D Lang arropada por el proyecto One Giant Leap, Roberta Gambarini y la últimamente ubicua en Buscando leones en las nubes Sade Adu.
Para completar la oferta de esta semana, en la sección de vídeos, y alejándonos esta vez de las interpretaciones en directo, os dejo algunos de estudio, los clips oficiales de tres de las canciones que hemos emitido en el programa: Amado, de la brasileña Vanessa da Mata, L’eau du Gange, de la francesa Valérie Leuillot, y If no one ever marries me, de una de las favoritas del programa, la norteamericana Natalie Merchant.
Con el programa de esta semana, y tal como os anticipé hace algunas fechas, Buscando leones en las nubes llega a su edición número doscientos cincuenta. De entrada la cifra impresiona, y no creáis que me estoy poniendo estupendo… es tan sólo que... ¿sois conscientes de que se han emitido en torno a tres mil canciones (con muy pocas repeticiones) y otros tantos fragmentos literarios, poemas, microrrelatos y textos varios? Pero es también cierto que tras una reflexión más sosegada la cosa no es para tanto. Ésta que ahora llega a su fin es la decimoprimera temporada del programa, lo que arroja la ridícula cifra de veintipocas emisiones por curso. Las peculiaridades de Radio Universidad, la necesidad de acomodarse al calendario académico, la precaria infraestructura técnica de la emisora durante los primeros años que provocó que, en más de una temporada, no saliéramos al aire hasta enero o incluso febrero, justifican unas magnitudes que, analizadas desde esta perspectiva, se revelan más bien pobres.
En cualquier caso, humilde o meritorio el balance, aquí estamos, cumpliendo doscientos cincuenta encuentros con la audiencia. ¿Llegaré a ver otros tantos? No quiero ponerme melancólico, pero parece difícil poder prolongar tanto tiempo una iniciativa de este tipo… los cambios en la radio, el paso del tiempo, la edad y con ella mi propio cansancio, la vida en suma… En fin… no dejemos que la tristeza, que la nostalgia del futuro (también la del pasado que ya no volverá) empañe mi modesta celebración.
Y si de celebración hablamos, un formidable festejo os propone la emisión de esta semana. Festejo en lo musical y también en lo literario. En la vertiente sonora del programa he incurrido en un juego al que me entrego en ocasiones en Buscando leones en las nubes, el de las versiones. Vais a escuchar, si os decidís a adentraros en el programa, algunas estupendas recreaciones de canciones muy conocidas de las últimas cuatro décadas, grandes clásicos del pop y el rock, popularizados en su origen por músicos tan destacados como Björk, Neil Young, John Lennon, Simply Red, Genesis, Kylie Minogue, Sting, Annie Lennox (en solitario y no con Eurhytmics como equivocadamente señalé en la emisión), Sade, Peter Gabriel y David Bowie en las excelentes interpretaciones, con el tono intimista marca de la casa, de Corinne Bailey Rae, Ida Sand, Youssou N’Dour, Jimmy Scott, Denzal Sinclair, Helena Noguerra, Klaudia Salkovic al frente de Liquid blue, Sitti, Chris Botti, Kate Mc Garry y Prozak for lovers. Esta idea de las versiones, de la doble visión de las cosas, igual pero alterada, casi idéntica y sin embargo distinta, este juego siempre enriquecedor y sugestivo que consiste en el enfoque paralelo de una misma música, de una misma realidad, de una misma emoción, de unas mismas palabras, de una misma vida, se evoca en el espléndido cuadro, La reproduction interdite, de René Magritte, un pintor que me apasiona desde hace muchos años, y que sirve de encabezamiento a esta entrada. Los textos que acompañan las piezas musicales, decantados en su mayoría hacia la temática del amor y en general de la felicidad y el sentido de la vida, los escribieron Markus Orths, Orhan Pamuk, Luis Landero, Andrew Sean Greer, Inma Monsó, Martin Amis, Adolfo García Ortega, Philippe Claudel, Ann-Marie Mac Donald, Pedro García Montalvo y Antoni Casas Ros.
En el apartado dedicado a los vídeos y aprovechando la celebración intento hoy una arriesgada y quizá inútil (porque nadie la mirará) vuelta de tuerca: os presento todas las canciones del programa pero en la voz de sus intérpretes originales en una nueva aproximación al tema del doble que esta semana permea las distintas manifestaciones de Buscando leones en las nubes. Así escucharéis, siempre en vivo, a la excéntrica Björk con su Venus as a boy; a un jovencísimo Neil Young, en 1971, cantando Heart of gold tras un largo (casi dos minutos) y prescindible speech introductorio; a John Lennon, en estudio, entre imágenes de actuaciones, con su tristísimo Jealous guy; a Mike Hucknall, líder de Simply Red, encarando, solitario y acústico, la emocionante Holding back the years; a Genesis, que aportan más emoción, al menos para mí, por lo que tiene de vínculo con mi propia vida el encanto de Follow you, follow me; a la inusual presencia aquí de Kylie Minogue con el 'llenapistas' Can’t get out of my head, en una muestra palpable de que en Buscando leones en las nubes carecemos de prejuicios (habrá quien piense que también de criterios estéticos fiables); a Sting con Fields of gold; a Annie Lennox con la estupenda No more ‘I love you’s’ (en realidad una versión ya desde el origen, pues no es ella su primera intérprete); a la sensual Sade con No ordinary love en una actuación diferente a aquella con la que apareció aquí hace algunas semanas; a un tímidamente italiano Peter Gabriel con la melancólica Mercy street; y a un David Bowie de 1985, con su himno Rebel rebel, en un concierto, el Live Aid, lleno también de recuerdos para mí, y al que asocio a una habitación de hotel en México desde la que, recién desembarcado y afectado por el jet lag, asistí alucinado a aquella interminable y fascinante sucesión de maravillas.
Confío en que aquellos que os atreváis con tan exhaustiva propuesta podáis sobrevivir al intento. Pero considerad, a modo de disculpa por mis algo insoportables excesos, que la ocasión lo merece... ¡no todos los días se llega a los doscientos cincuenta programas!
Mi tozuda y apasionada voluntad de daros a conocer al grupo Eels y a su líder Mark Oliver Everett (obviamente, para aquellos de vosotros que no hubierais oído hablar de ellos) tiene esta semana una segunda manifestación. El Buscando leones en las nubes que ahora os presento constituye la segunda entrega de la serie dedicada al muy singular músico norteamericano y a su proteica banda. Recordad que hace siete días, entre las canciones de Eels, os presentaba fragmentos del libro autobiográfico de su líder, titulado Cosas que los nietos deberían saber, en el que el muy poco convencional Mark Everett da cuenta de su algo torturada y sin embargo muy esperanzada existencia. De nuevo, pues, textos extraídos de este más que curioso libro, publicado en una muy cuidada edición por Blackiebooks, con traducción de Pablo Álvarez Ellacuría y prólogo entusiasta de Rodrigo Fresán. Es Rodrigo Fresán, precisamente, el que conecta, con una cierta distancia irónica, Cosas que los nietos deberían saber con los libros de autoayuda, en un paralelismo que, aunque atinado, no deja del todo en buen lugar al bueno de Mr. E. En cualquier caso, y como os relataba la semana pasada, la vida de Mark Oliver Everett, tal y como se narra en el libro, constituye una buena muestra de la supervivencia a través de la voluntad y el estímulo, de la superación de las adversidades a partir de la pasión, de la entrega intensa y entusiasmada a los propios sueños, en su caso particular gracias a la devoción (podríamos decir) por la música. Tenía veintitrés años, me sentía solísimo y estaba cada vez más harto de mi vida, o de no tener vida, llega a escribir. Pero la música, sólo la música, logrará salvarlo.
En la sección de vídeos, algunas de esas canciones ‘salvíficas’ de Eels interpretadas en directo: Love of the loveless (en dos partes), In my dreams, Ugly love, Bus stop boxer, la estupenda versión (pese al lastimoso sonido y la pésima imagen) de Can’t help falling in love, y para terminar, Things the grandchildren should know, la canción que da nombre al libro y que he elegido también para encabezar esta segunda y última entrada del blog dedicada a Mark Oliver Everett y su magnífico proyecto.
PD.- Si queréis disfrutar con Eels y sus vídeos, no dejéis de entrar en este enlace, aunque ya podéis prepararos: necesitaréis (casi) otra vida para agotarlo: http://www.youtube.com/profile?user=RockingEelscom&annotation_id=annotation_931580&feature=iv