No sé cuánta gente oirá mi programa. A veces sospecho que no está oyéndolo nadie, lo que se dice nadie: cero personas en total, y eso me produce una sensación de afantasmamiento: la voz inútil que suena en la noche vacía. Y entonces me siento como un turista belga que tocase el acordeón o similar en mitad del desierto de Nafud o similar. (Felipe Benítez Reyes)
martes, 28 de diciembre de 2010
RECUERDOS DE ÁFRICA
Buscando leones en las nubes os presenta una edición especial de Navidad ciertamente peculiar. Se trata de un programa que no ha sido radiado y que se emite exclusivamente aquí, en internet, en las páginas de nuestro blog y teniendo como destinatarios sólo a vosotros, nuestros seguidores habituales, todos los que amablemente frecuentáis nuestro espacio.
La idea de esta emisión fuera de norma surgió cuando hace mes y medio, con ocasión del programa Voces africanas, algunos de los oyentes de Buscando leones en las nubes me sugirieron, tanto a través de los comentarios de la página como en persona, que debiera darle voz a aquellos recuerdos de mi primer viaje al África negra que acompañaron en el blog la entrada del programa de aquella semana. Entonces recogí la idea, que en seguida me gustó, -en realidad ya había pensado hacer un programa centrado en ese contacto inaugural con el África negra- y decidí ponerla en práctica de algún modo que en ese momento todavía desconocía. Ahora, ya articulada, convenientemente desarrollada, os la presento aquí, como personalísimo regalo de Navidad pensado para celebrar y agradecer vuestra fidelidad a Buscando leones en las nubes. Escucharéis, pues, mi lectura de ese largo texto que contiene lo esencial de mis recuerdos de aquella experiencia tan intensa y emotiva, tan arrebatadora y tan feliz. Entre los distintos fragmentos, aparecerá, casi completo, un disco espléndido que contribuirá, sin duda, mucho mejor que mis palabras, a trasladaros al continente africano. Se trata de Chamber music, una preciosa gema, delicada, mágica, intimista, envolvente, arrebatadora, bellísima, fruto de la colaboración del músico maliense Ballaké Sissoko, genial intérprete de kora, con Vincent Segal, un virtuoso violonchelista que antes de este disco de 2010 había colaborado con Sting, Elvis Costello, Cesaria Evora o Carlinhos Brown. Suenan en la emisión nueve de las piezas del disco, todas instrumentales, salvo la impresionante Regret à Kader Barry en la que encontramos la sensual voz de Awa Sangho. No os perdáis otros dos discos maravillosos de Ballaké Sissoko: uno, de 2003, con Ludovico Einaudi y titulado Diario Malí, ya fue la base de un programa de Buscando leones en las nubes, el primero de la serie dedicada a Cita en Tombuctú, la novela de Pep Subirós; el otro, anterior pero igualmente esplendoroso, New ancient strings, lo grabó Sissoko con Toumani Diabaté en 1999. Imprescindibles todos.
No son nueve sino diez, el disco entero, las piezas deslumbrantes que podéis degustar en los vídeos, de una magnífica calidad en imagen y sonido, que completan mi regalo. Contienen la grabación completa de un excepcional concierto ofrecido por Sissoko y Segal en 2009, en el íntimo y acogedor espacio del Rhino Jazz Festival. La filmación, como os digo de una impecable factura técnica, se debe al realizador François Goetghebeur y su visión -y sobre todo su escucha- constituye una experiencia conmovedora y deslumbrante.
Espero que mis evocaciones africanas asociadas a la maravilla de Chamber music os hagan disfrutar de unos momentos agradables en estas fiestas. Pasad unas excelentes vacaciones. ¡¡Feliz 2011!!
La entrada del blog correspondiente a esta semana, la última del trimestre, repleta para mí de obligaciones, será por ello escueta y breve. Una brevedad que, sinceramente, no merece la protagonista de nuestro programa de ayer, la magnífica Abbey Lincoln, fallecida hace unos meses y a la que hemos homenajeado en esta edición monográfica de Buscando leones en las nubes. A cambio, intentaré compensar lo exiguo de mi presentación de hoy con hasta cuatro enlaces a otras tantas interesantes páginas repletas de informaciones sobre la vida y la música de la genial intérprete.
Abbey Lincoln murió el 14 de agosto de 2010, a los ochenta años, en Manhattan, en donde llevaba tres años esperando la muerte tras una operación a corazón abierto que había sufrido en 2007. Por lo que a mí respecta, soy consciente de que nunca volveré a cantar, le había confesado a Chema García Martínez, el crítico de El País, en la que quizá fue su última entrevista a los pocos días de ser dada de alta tras la intervención quirúrgica.
La cantante de Chicago nos dejó tras una amplísima trayectoria de más de sesenta años sobre los escenarios y con un inmenso legado discográfico (os recomiendo Abbey is blue, Straight ahead, A turtle’s dream y, sobre todo, el último publicado, Abbey sings Abbey, del cual, como habréis podido comprobar tantas veces nuestros oyentes más asiduos, han aparecido bastantes interpretaciones a los largo de la modesta historia del programa). Su voz, profunda, intensa, introspectiva, potente, grave, íntima, recrea en esta edición especial de Buscando leones en las nubes con la que despedimos las emisiones oficiales (habrá una sorpresa ‘extraoficial’ la semana próxima) algunas de sus piezas más destacadas: Blue monk, Throw it away, Brother can you spare a dime, Bird alone, Time after time, The world is falling down, Down here below, Love has gone away, The music is the magic y And it’s supposed to be love.
Entre ellas han aparecido algunas breves reflexiones sobre el jazz, sentencias rotundas, casi aforismos, iluminadores pensamientos debidos a muy notables y conocidos músicos, clásicos todos de este género, que de esta manera se suman en el programa a la celebración del genio de Abbey Lincoln: Louis Armstrong, Chet Baker, Charlie Parker, Duke Ellington, Boris Vian, Count Basie, B. B. King, Miles Davis, Thelonius Monk y el inspirado y siempre imprevisible personaje de El perseguidor, el relato de Julio Cortázar que tiene al saxofonista Charlie Parker como referente último y del que se ofrece un significativo fragmento a modo de cierre.
Y, por supuesto, no podían faltar algunos estupendos vídeos de distintas épocas de carrera de la cantante. En primer lugar, jovencísima, con sólo veintiséis años, en 1956, cantando You came along from St. Louis. Luego Freedom day, con el que fue su marido, el batería Max Roach. A continuación, ya más recientemente, en 1999, la excepcional And it’s supposed to be love, que se disfruta pese a las deficiencias técnicas. Y acabamos con una larga grabación en el festival de jazz de Marciac en la que podemos escucharla interpretando Down here below y Bird alone.
Aunque siempre me he declarado stoniano (estuve en aquel concierto inigualable, más allá de la música, en el Vicente Calderón, en verano del 1982, y Aftermath, Their Satanic Majesties Request o Sticky fingers figuran entre mis discos preferidos de todos los tiempos), los Beatles han ocupado un lugar importantísimo en mi educación musical y aun sentimental. Entre mis catorce y mis dieciséis años escuché con devoción, con entrega casi religiosa, todos sus ‘elepés’ y su influjo, en las costumbres y en los valores, en lo trivial y en lo presumiblemente importante, en el modo de vestir y en el de ser -¡ay, aquella época hippie!-, formó mi personalidad, si es que la expresión no suena demasiado enfática (sí suena, pero es -pese a ello- verdad). Entenderéis, por tanto, que lleve preparando, desde hace meses, una edición de Buscando leones en las nubes vinculada al trigésimo aniversario de la muerte de John Lennon a manos de su disparatado seguidor Mark David Chapman. Os diré la verdad: Lennon siempre me cayó muy mal, con ese aire de santón laico, con sus opciones tan nítidas, tan obvias, tan sin claroscuros, tan -en el fondo- superficiales e infantiles en favor de la paz, el amor universal, todas esas causas nobles y vacías, su énfasis en los mensajes trascendentes, su Imagine insoportable -ese himno estomagante-, su estricta gobernanta japonesa. Siempre preferí la creatividad sin pretensiones de Paul, la ligereza gamberra de Ringo, el perpetuo segundo plano (o el tercero) de George, perdido en sus ensoñaciones místicas y orientalizantes. Otra confesión: desde su disolución como grupo, volví a comprar discos de cada uno de ellos por separado, el estupendo Ram de Paul y Linda McCartney, el Bangladesh de Harrison, el Photograph de Ringo y sus amigos, y tantos más... pero nunca pude con Lennon. Y ahora, el aniversario de su desgraciada y lamentable tragedia va a recuperar la versión más absurdamente beatífica de su figura, millones de fans babeando ante el mito elevado a los altares de no se sabe qué ridícula religión. En fin, de nuevo, mis filias y mis fobias; de nuevo, los recuerdos del pasado.
Ese 8 de diciembre de 1980 (yo llevaba un par de meses trabajando, perdonad que vuelva a mi propia historia personal; jovencísimo, había obtenido mi primer destino como profesor en Salamanca; era aún un inocente muchacho, si exagero un poco, aunque no creáis que tanto. Recuerdo el estremecimiento, el impacto emocional que me produjo la noticia cuando de camino a mis clases, de buena mañana, uno de mis alumnos, compungido, me la comunicó), ese 8 de diciembre, decía, además de acabar una era, se hizo definitivo e irreversible lo que ya era un hecho desde diez años antes: los Beatles no existían como grupo y jamás volverían a estar juntos. He querido enfatizar ese hecho ofreciendo la voz autónoma de cada beatle, seleccionando doce canciones, tres por cada uno de los miembros de la banda de Liverpool, (incluyendo, cómo no, para cerrar la emisión, el inevitable y previsible tostón: la sólita Imagine) que no sólo me hicieron compañía y llegaron a entusiasmarme durante los setenta (no me refiero, por supuesto, a las canciones del ‘comprometido’ santo), sino que, mientras sonaban, en su arrebatada escucha, lograron hacer creer de modo benévolo a mi ya entonces intensa componente nostálgica que la irremediable desaparición de los Beatles no era del todo cierta y que aún cabría el milagro de su reagrupamiento.
En la vertiente literaria del programa os ofrezco, algo retocado para adaptarlo a su emisión radiofónica, un cuento escrito por Andrés Neuman, titulado Cómo maté a John Lennon, incluido en 22 escarabajos. Antología hispánica del cuento beatle. La versión íntegra del cuento, que incluye numerosos fragmentos en inglés de canciones de Lennon y los Beatles, muy oportunamente integrados en el texto y sin embargo extirpados sin contemplaciones por mí para lograr acomodarme a la hora de programa (objetivo no conseguido), podéis leerla en la página de Vuelta de tuerca, una revista literaria colombiana.
22 escarabajos es una recopilación, publicada por Páginas de Espuma, de veintidós relatos debidos a la pluma de otros tantos escritores españoles e hispanoamericanos, en los que de manera principal y expresa, o de un modo algo más lateral y menos evidente, los Beatles están presentes en la narración. Con la excepción de Leopoldo Marechal, que vino al mundo en 1900, todos los demás son escritores generacionalmente vinculados entre sí, nacidos entre 1961 y 1978, habiendo estado sometidos, por lo tanto, a una educación musical y sentimental, influida por los Beatles. La edición se debe al escritor español Mario Cuenca Sandoval, que además de incluir un cuento suyo en la antología, realiza un interesante estudio preliminar. Los cuentos se organizan en tres capítulos ordenados por un criterio más o menos temático. En el primero, de título Yesterday, se incluyen lo que el editor llama relatos sentimentales, que rezuman una evidente melancolía por los días del pasado que ya no volverán. Hipólito Navarro, Fernando Iwasaki o Marcelo Figueras forman parte de esta primera sección. En la segunda, Los Beatles posmodernos, las narraciones se desenvuelven en el territorio de la ficción a partir de la realidad: son cuentos, como los de Leopoldo Marechal, Xavier Velasco o Care Santos, en los que descubrimos, por ejemplo, a un robot en construcción con la apariencia de Ringo, o nos encontramos con un relato de fantasmas con aliento de ultratumba, entre otros futuristas experimentos similares. El tercer capítulo se presenta bajo la rúbrica Yo soy la morsa, título de una reveladora, aunque no demasiado conocida, canción de la última etapa de los de Liverpool. Aquí aparecen relatos apócrifos, es decir, se presentan algunos de los elementos del universo beatle, pero desplazados, ubicados en circunstancias hipotéticas, aunque verosímiles. Son los casos, entre otros, de Rodrigo Fresán o del propio Andrés Neuman. En fin, un libro indispensable para muy fanáticos y meramente curioso para quienes no lo sean.
Y si el leitmotiv de la emisión, que recoge su título, es el de los Beatles sin los Beatles, mantengo en cierto modo esa pauta en la sección de vídeos. Cuatro canciones, tres grabadas en vivo (el It don’t come easy de Ringo y su tropa algo freaky; Bangladesh, de George, entre terribles imágenes de la tragedia en el país asiático, en aquel impresionante concierto benéfico de 1971; Too many people -seguida de She came in through the bathroom window-, de Paul) y una versión de estudio, The ballad of John and Yoko, el último sencillo de los Beatles (aunque ni George ni Ringo intervinieron en él) que alcanzó el número 1 en las listas británicas y el último, creo, que compré del grupo (me parece recordar que un single costaba entonces -hablo de 1969 o 1970- 60 pesetas, no llega a 40 céntimos de euro); obviamente, dado el título, la canción se aviene perfectamente con el contenido del programa y constituye un cierre muy adecuado, a mi juicio, de la emisión.
Para cerrar la serie que Buscando leones en las nubes ha dedicado esta últimas semanas a Fernando Pessoa con ocasión del septuagésimo quinto aniversario de su muerte he elegido un programa plural, acorde a la multiplicidad de identidades que convivían en su compleja personalidad. Serán pues los heterónimos, esas personalidades de ficción, pero a la vez tan reales, de las que se valió Fernando Pessoa para expresar las distintas vertientes de su alma, los protagonistas de la emisión. Así, podréis escuchar poemas -algunos muy conocidos y hasta populares- de Ricardo Reis, Álvaro de Campos, Alberto Caeiro y del propio Pessoa, extraídos de algunos buenos libros que recogen la obra del melancólico maestro lisboeta: Poesía, publicado por Alianza Tres en 1983, con las traducciones de José Antonio Llardent; Poesías completas de Alberto Caeiro, en la editorial Pretextos, traducidas por Ángel Campos Pámpano en 1997; Un corazón de nadie, de Galaxia Gutemberg (y no de Pretextos como dije en el programa) y también con Ángel Campos Pámpano como traductor, en edición de 2001. He escogido estos tres estupendos libros de entre una muy amplia variedad de publicaciones sobre el poeta y de antologías de su obra porque son los que más cerca he tenido a lo largo de mi vida, los que están permanentemente al lado de mi cama, los que me han acompañado en viajes, los que he leído y releído con gozosa reiteración.
Os dejo aquí, para que os demoréis en sus atractivas páginas, hasta cuatro interesantísimas referencias sobre la obra de Pessoa: un breve estudio de una revista literaria uruguaya, una conferencia sobre los heterónimos pessoanos, dictada por Gonzalo Torrente Ballester en la Fundación Juan March, en un ya lejanísimo junio de 1981, un libro entero -que podéis descargaros- sobre poesía portuguesa del siglo XX, con sugestivos análisis y profusión de poemas, sobre todo de Pessoa, y, por último, un sitio excepcional, en portugués y castellano, en el que encontraréis todo lo que se os pueda antojar sobre la vida y la obra del lisboeta (entre otras cosas, la fotografía -ya un clásico- que ilustra mi entrada de esta semana).
Como la semana pasada, para complementar la escucha de los poemas he seleccionado algunas intimistas interpretaciones al piano, con un sesgo más jazzístico -más clásico- esta noche que la de hace siete días, que tuvo un tono quizá algo más minimalista, aunque las diferencias, de cualquier modo, son sutiles e irrelevantes porque en ambos casos, creo, la enorme calidad de todas las piezas es lo esencial. André Previn, Oscar Peterson, Marcus Roberts, Bill Evans, Enrico Pieranunzi, Hiroko Kokubu, Gonzalo Rubalcaba, Monty Alexander, Paul Bley y Eliane Elias han sido los artistas invitados. (Por cierto, hay algún disco con música creada a partir de los versos de Pessoa, en particular el interesantísimo A música em Pessoa, en el que intérpretes brasileños ilustran piezas escritas por el lisboeta. Os lo recomiendo vivamente, merece la pena que lo escuchéis, aunque yo lo haya desechado para su emisión radiofónica porque no encajaba demasiado bien en mi idea del programa).
Os dejo también, en el apartado de vídeos, una larga e ilustrativa conferencia sobre Fernando Pessoa impartida por el escritor chileno Arturo Fontaine en la Fundación La Academia imaginaria y que se emitió en un programa televisivo chileno en el seno de una serie titulada ‘La sensibilidad del siglo XX’. Os la ofrezco dividida en cuatro fragmentos en los que van apareciendo, en una sucesión muy fluida y pedagógica, la infancia, la vida, los libros, los heterónimos, las ideas religiosas y políticas y, sobre todo, la obra de Pessoa -fundamentalmente El libro del desasosiego- que el ponente analiza con penetración e inteligencia y describe con ese muy seductor acento del español de Chile (pese a su inexplicable pronunciación de Alberto Caeiro o Ricardo Reis).