No sé cuánta gente oirá mi programa. A veces sospecho que no está oyéndolo nadie, lo que se dice nadie: cero personas en total, y eso me produce una sensación de afantasmamiento: la voz inútil que suena en la noche vacía. Y entonces me siento como un turista belga que tocase el acordeón o similar en mitad del desierto de Nafud o similar. (Felipe Benítez Reyes)
martes, 31 de julio de 2012
RESCATE EMOCIONAL
La quinta y última edición de Buscando leones en las nubes con el protagonismo absoluto los Rolling Stones, con la que doy por cerrada definitivamente esta temporada, recoge una selección de mis canciones favoritas de entre las muchas de su amplísimo repertorio que aún no han sido emitidas en los programas precedentes. Se trata de catorce temas de distintas épocas del grupo, lo que nos permitirá analizar su variedad de registros estilísticos dentro, claro está, del mundo del rock y el rhythm and blues; catorce piezas que, pese a nacer en fechas muy separadas en el tiempo, tienen en común su calidad y el que, en la mayor parte de los casos, son muy conocidas y sin duda os sonarán y os trasladarán quizá, si tenéis ya una cierta edad, como ocurre en mi caso, a etapas significativas de vuestras vidas. Como ya he comentado en semanas anteriores, muchos importantes momentos de mi existencia se asocian en mi recuerdo a alguna canción de los Rolling, de modo que más que un ejercicio de arqueología musical, con el programa de esta noche completamos una nostálgica aventura de exploración emotiva y sentimental, un auténtico rescate emocional, como reza una de las canciones del grupo (aunque no sé si rezar es el verbo más adecuado para hablar de Sus Satánicas Majestades, tan amigas de Lucifer). Y como he querido que las canciones radiadas fueran muchas, y como, en consecuencia, ello no dejaba demasiado tiempo para casi nada más, y como además mi acostumbrada vagancia estival no me permite excederme en los esfuerzos, me he limitado, para conformar la parte literaria el programa, a recoger una frase, una estrofa, algunas palabras significativas de la letra de cada una de las piezas emitidas en las que, siendo benevolentes, pueden apreciarse el espíritu de la canción y, por extensión, el del grupo entero.
En la sección de vídeos, cómo no, Emotional rescue, en un playback descarado, sobre un fondo de llamativas (y algunas de ellas muy gamberras y provocadoras) grabaciones del grupo. En la foto que acompaña a esta entrada, una imagen actual de los cuatro miembros -ya sin Wyman- que integran la banda.
Con esta entrada interrumpo la actividad del blog hasta el mes de septiembre. Espero que, pese a ello, queráis seguir disfrutando de sus páginas en el mes de agosto. ¡¡Felices vacaciones a todos!!
Rescate emocional
martes, 24 de julio de 2012
ROLLING DEL AMOR HERMOSO
Esta semana os ofrezco la cuarta edición de nuestra serie de homenaje a los Rolling Stones, que en abril cumplieron los cincuenta años del inicio de su muy lograda existencia. Además, volveremos, por segunda ocasión consecutiva, a centrarnos en otra efeméride, la celebración de los treinta años del concierto que el grupo dio, el 7 de julio de 1982, en el Estadio Vicente Calderón de Madrid y que por sus muy especiales circunstancias ha quedado grabado en la mente de todos los que, como yo mismo, tuvieron la suerte de asistir enfervorizados a aquella colosal ceremonia de iniciación colectiva. El entusiasmo con el que analizo mis recuerdos de hace tres décadas, la dimensión legendaria que atribuyo a aquel acto de proporciones casi fundacionales (pues en él, de manera metafórica, puede cifrarse -ni más ni menos- el paso a mi vida adulta, la evolución de nuestro sistema político a la democracia consolidada, la llegada de todo un país a la modernidad soñada) se ve refrenado por el tono desmitificador, por la pluma ácida, por escepticismo algo cínico de Manuel Vicent, que en un artículo publicado en El País tres días después del evento, y con el que he conformado la parte literaria del programa, describe, en un territorio a caballo del reportaje periodístico y la ficción narrativa, el intenso, emotivo y apasionante acontecimiento. Bajo el título Rolling del amor hermoso sus mordaces comentarios suenan entre once de las canciones interpretadas en el concierto, que junto a las trece que emitimos hace siete días os permitirán completar la banda sonora íntegra de aquella actuación memorable. Una fotografía del concierto publicada en el diario ABC ilustra hoy esta entrada.
Os dejo también aquí el enlace a la página dedicada a los Rolling Stones en Radio Televisión Española. En ella, entre decenas de informaciones interesantes sobre el grupo, casi todas con su correspondiente y excepcional soporte de imagen o sonido, sobresale la ya legendaria y en alguno de sus fragmentos absolutamente surrealista entrevista que la periodista (admitiremos el término con una cierta renuencia) Pilar Trenas (lamentablemente fallecida en 1996) realizó a Mick Jagger cinco años después de su presencia en España en el concierto que ahora celebramos. Pese a la incompetencia de la entrevistadora, pese a su radical desconocimiento de los aspectos más relevantes del grupo, y, sobre todo, pese a su patente falta de sintonía con el muy “vivido” Mick Jagger, se trata de un documento extraordinario e inusual, pues no se sabe cómo la no especialmente idónea, aunque sin duda muy bien intencionada Pilar Trenas, pudo acceder a unos treinta minutos de encuentro cara a cara con el mito. Intercalado entre el ¿diálogo? de la bella y la bestia (no me queda muy claro quién desempeñaba cada uno de los roles respectivos), aparece un breve reportaje sobre la historia y la influencia del grupo.
Para integrar la sección de vídeos he buscado, en su metraje íntegro, la magnífica y muy recomendable película Let’s spend the night together, dirigida en 1982 por Hal Ashby, que filmó la gira mundial de los Rolling Stones en la que se inscribe la actuación madrileña. Os la dejo aquí a través del sistema embedr que tantas dificultades (formales, estéticas, de fondo) me ha planteado últimamente. Espero que podáis verla sin problemas (sin demasiados problemas, ya he comprobado que la presencia aquí de los vídeos es accidentada y fugaz, siempre acaban eliminados por alguna fuerza incógnita), pues es espléndida. Por cierto, tampoco hoy podía dejar pasar la ocasión para regodearme en la nostalgia. Vi la película en Salamanca, en un cine -el España, creo que así se llamaba- que ya no existe, con una juventud -la mía- que ya no existe, en una sociedad -la española de 1982 o 1983- que ya no existe, y con un amigo, el querido Javier, que desde hace más de veinte años ya no sé si existe, aunque espero que siga vivo y coleando -siempre coleó mucho- en algún rincón de este mundo. Este programa va por ti, Javierito, que si lees esto no podrás dejar de sonreír al recordar tantas cosas... por ejemplo -y por centrarme sólo en la música- los viajes desde Salamanca, en tu destartalado 850 amarillo, a infinidad de conciertos en el Rock-Ola.
El tercer programa de la serie que Buscando leones en las nubes dedica a los Rolling Stones con ocasión de su quincuagésimo aniversario, se centra esta semana de manera exclusiva en el memorable concierto del 7 de julio de 1982 en el estadio Vicente Calderón de Madrid. Y digo memorable y hablo en sentido literal: digno de permanecer, como efectivamente ocurre, treinta años después, en la memoria de quienes allí estuvimos. Recuerdo (a lo que se ve, una de mis palabras favoritas), más allá del concierto, el inenarrable viaje de Vigo a Madrid en mi R5 recién comprado, una lata mínima en la que, soportando mi conducción temeraria, se apretaban mi novia de entonces (un beso, Belén, no sé si leerás esto), la dulcísima María (¿qué será de ti, hoy, con más de cincuenta años?) y dos simpáticas amigas, Mercedes y otra cuyo nombre no viene ahora a un cerebro que empieza a deteriorarse. En fin, ya véis cuánto me gusta deleitarme en la nostalgia...
A lo largo de esta edición y de la del lunes próximo vais a poder escuchar todas las canciones que los Rolling interpretaron en aquella legendaria sesión. Ello, esta exigencia, me obliga a dos precisiones aclaratorias. La primera es que, como consecuencia de esta constricción que me impongo, no queda más remedio que repetir un par de temas ya emitidos en ediciones precedentes, las dedicadas a los álbumes Aftermath y Sticky fingers. Del primero de ellos, volveremos a oír Under my thumb, con cuyos pegadizos sones comenzó, repleto de energía, el multitudinario concierto. Del segundo sonará, pero ya la semana que viene, Brown sugar. El resto, veintidós canciones más hasta completar el listado original de aquella noche mágica, serán piezas no emitidas en el programa y que por lo tanto podréis disfrutar por primera vez de un modo aún no explorado en Buscando leones en las nubes. Por razones de composición y estructura de la emisión, no respetaré, más allá de un hilo conductor más o menos fiel al original -y este es mi segundo aviso preliminar-, el orden en el que fueron interpretadas aquel ardiente -en todos los sentidos- siete de julio.
Los textos del programa remiten también a aquella fecha y a aquel acontecimiento. He escogido y entremezclado fragmentos de dos crónicas publicadas en El País al día siguiente del concierto, el 8 de julio de 1982. La primera, Leyendas vivas en una gran noche, la firma el que fue durante mucho tiempo crítico de música del periódico y de otros medios, José Manuel Costa. La segunda, Se puede tener alguna satisfacción, se debe a Juan G. Bedoya, otro clásico del rotativo madrileño al que aún nos podemos encontrar en sus páginas. De los reportajes del periódico madrileño procede también la foto que ilustra esta entrada.
La desbordante aparición del grupo británico en los escenarios madrileños fue un acontecimiento de obvia importancia musical, pero también de extraordinaria significatividad sociológica (y buena prueba de ello es la cantidad de aproximaciones al fenómeno que vieron la luz aquellos días, tanto en el periodismo como en los medios de comunicación en general e incluso en la reflexión teórica). Con el frustrado golpe del 81 aún en nuestras mentes, con el PSOE a punto de llegar al poder, en una atmósfera de cambio y libertad, Mick Jagger y su banda se sumaron a la explosión de energía democrática que inundaba España y ofrecieron una actuación inolvidable, pura y libre y fresca e intensa vida para quienes allí estuvimos... o quizá se trataba, sólo, de que todos éramos jovencísimos y teníamos la vida por delante y estábamos llenos de sueños y amábamos y viajábamos y reíamos y hablábamos y cantábamos como si el tiempo no existiera y nunca fuera a acabar devorándonos. Time is on my side, repetían, ingenuos, los Rolling. Y en fin, no sé si de verdad estaba de nuestra parte, pero han pasado treinta años, han pasado ya treinta años de casi todo...
De esa amplia variedad de facetas desde la que puede contemplarse la actuación del grupo británico pretendo dar cuenta con esta amalgama de las canciones originales del concierto y de las reseñas periodísticas publicadas al día siguiente. Con estos dos programas pretendo trasladaros, en un ejercicio que para mí está, como digo, lleno de nostalgia, a la atmósfera casi inefable que se vivió en aquella noche de leyenda. Y para que el “transporte” sea lo más completo posible, os dejo también un vídeo de la época, un Informe semanal escrito por Antonio Gasset que incluye imágenes y sonido (muy defectuosos pero pese a ello extraordinariamente interesantes) del concierto y una algo delirante entrevista con unos Jagger, Richards y Wood quizá afectados por una alteración, ligera pero manifiesta, de su estado de conciencia.
Alguna vez puedes conseguir lo que quieres
martes, 10 de julio de 2012
STICKY FINGERS
Bienvenidos a esta segunda emisión veraniega de Buscando leones en las nubes dedicada, como la primera de hace siete días y las de las tres semanas venideras, a los Rolling Stones que en este 2012 celebran un doble aniversario, uno colectivo y universal, los cincuenta años de su constitución como grupo, y otro propio y con una repercusión más particular, los treinta del magnifico concierto, legendario e inolvidable en las vidas de todos los que aquel 7 de julio de 1982 abarrotábamos el estadio Vicente Calderón, que ofreció la banda en su creo que segunda aparición en nuestro país (la primera, en 1976, coincidió con un examen final de Civil en mi carrera de Derecho, y a diferencia de otros compañeros que, más atrevidos y rebeldes, optaron por el concierto, suspendiendo la asignatura, yo elegí el deber; ya lo escribió el clásico: el destino de un hombre es su carácter). Un concierto, éste del Calderón que pude contemplar entusiasmado en las instalaciones, anegadas por una lluvia torrencial y casi mitológica, del recinto madrileño. Las emisiones de los dos lunes próximos se centrarán en exclusiva y de manera detallada en ese deslumbrante y para mí inolvidable acontecimiento.
Os comentaba el martes pasado que estos programas de homenaje a los Rolling (para mí siempre fueron los Rolling, y no los Stones), iban a tener una fuerte componente personal, autobiográfica casi. No he elegido, para componer la emisiones, las mejores canciones del grupo o las más representativas o las que más han sonado y se conocen mejor, sino las que más han significado en mi vida, muchas de las cuales, claro está, coinciden con la apreciación general. Y así, desde esta lógica tan subjetiva, en la emisión de esta semana os ofrezco el contenido íntegro, con sus canciones sonando en el orden natural del disco, de un álbum que yo escuchaba a todas horas, hasta extenuar los surcos del vinilo, en un remotísimo 1971. Un álbum, Sticky fingers, espléndido, genial, del que todavía me sé todos los acordes; en el que, tantos años después, el final de cada canción anticipa aún en mi cerebro el comienzo de la siguiente (hasta tal punto lo tengo interiorizado); del que conozco al dedillo todas las letras de todos sus temas, chapurreadas entonces en mi macarrónico inglés (no muy mejorado con los años) en interminables sesiones en solitario o con mi amigo Carlos. Nos recuerdo -a Carlos y a mí- en su casa, nos recuerdo -claro está- en la mía, con aquel tocadiscos portátil antediluviano, recuerdo -aunque en este caso no hay reminiscencia stoniana alguna en la rememoración, solo nostalgia- nuestro contacto por las ventanas de ambas viviendas con los tejados de un par de manzanas viguesas de por medio; recuerdo nuestros inocentes comentarios sobre la famosa carátula del disco (la de su edición española, con los dedos pegajosos del título saliendo de la lata de melaza; la originaria, de Andy Warhol, prohibida en la pacata y represora España franquista, no llegué a verla hasta años después, cuando -ya profesor- volví a comprarme el disco); recuerdo la ingenuidad con la que disfrutábamos de canciones como Brown sugar o Bitch o Dead flowers o Wild horses, con sus alusiones a las drogas y al sexo, que pienso ahora que nos pasaban desapercibidas (o no tanto; también creo recordar -de un modo algo evanescente- que ya entonces echábamos en falta la presencia en el disco de Sister morphine, censurada también en España por sus referencias a sobredosis y agonías, y sustituida por Let it rock). Por todos estos recuerdos, que forman parte esencial de mi vida, quiero dedicar especialmente el programa de esta semana a Carlos, que más de cuarenta años después sigue siendo mi mejor amigo.
Para integrar la parte literaria de esta segunda edición de Buscando leones en las nubes con los Rolling Stones como protagonistas he contado con la traducción de las algo ambiguas y siempre atrevidas letras del disco, la mitad en versión de nuestro querido Alberto Manzano, la otra mitad en recreaciones más o menos imaginativas salidas a su vez al cincuenta por ciento de mi propia y torpe cosecha y de defectuosas y a veces delirantes interpretaciones internáuticas. Letras no demasiado interesantes, a mi juicio, pero que como en otras ocasiones en nuestro programa sirven para mostrar una parte siempre significativa del universo del artista invitado, una aproximación más que completa el retrato, en este caso, de los Rolling Stones.
La pieza más representativa, quizá, de Sticky fingers, Brown sugar, aparece en la sección de vídeos, con una actuación del grupo en 1971, en el Top of the Pops de la BBC inglesa.
Sticky fingers
martes, 3 de julio de 2012
EL HIJO DE BRIAN JONES
A lo largo del mes de julio, durante cinco lunes (y no cuatro como errónea y empecinadamente me obstiné en repetir en más de una emisión en la que anticipaba estos programas), Buscando leones en las nubes os ofrecerá una serie de ediciones que contarán con el protagonismo exclusivo y monográfico de los Rolling Stones, el muy longevo grupo británico, icono absoluto de la música rock en el último medio siglo. Este año coinciden dos aniversarios relevantes en relación con la mítica banda. En abril de 1962, hace unos meses se cumplieron los cincuenta años, se formó el grupo con la presencia originaria de Brian Jones, Mick Jagger, Keith Richards, Ian Stewart, Geoff Bradford y Dick Taylor. Después de cambios varios y de diversas altas y bajas de algunos miembros no esenciales, el 12 de julio de ese mismo año la banda (sin Bradford y con Tony Chapman a la batería) ofreció, supuestamente, su primera actuación bajo el nombre de The Rolling Stones. Veinte años después, hace ahora treinta, pues, el 7 de julio de 1982, sus satánicas majestades daban un concierto espectacular, de proporciones ya legendarias, al que pude asistir, enardecido y apasionado, en el Estadio Vicente Calderón de Madrid.
Con esa doble excusa Buscando leones en las nubes va a hacer un repaso de la obra de los Rolling Stones a lo largo de, como digo, cinco ediciones en las que presentaremos otras tantas aproximaciones a su desbordante universo musical. Debo advertiros que el enfoque que guiará estos programas es absolutamente subjetivo y personal. Los Rolling -yo siempre los he llamado así, ya de chico detestaba a los pedantes que decían los Stones; aunque entiendo que esos “pedantes”, a diferencia de mí, simplemente sabían inglés- han sido una compañía constante en mi vida, desde que era apenas un adolescente y mis amigos me regalaban sus singles en mis cumpleaños, recuerdo los catorce, los quince, los dieciséis. Recuerdo también los discos escuchados en Giráldez, la entrañable y magnífica tienda musical de Vigo, desaparecida hace décadas. Mi vida está trufada de detalles, de vivencias, de experiencias, unidas a alguna canción del grupo. Será, pues, una selección de sus canciones más significativas para mí, al margen de su relevancia objetiva, lo que aparezca en estas emisiones sucesivas de Buscando leones en las nubes. Así por ejemplo, Exile on Main Street, un álbum objetivamente magnífico, tiene muy escasa presencia en la serie y ello porque, por razones que ahora no consigo rememorar, fue un disco que no escuché demasiado en su tiempo y no está vinculado “sentimentalmente” a mi memoria. Sin embargo, sí lo está -y de qué manera- Aftermath, que, publicado en 1966, escuché poseído y deslumbrado pocos años después en mis “dulces” dieciséis años de tímido, inocente y definitivamente pardillo estudiante de COU. En la emisión de esta semana vais a escuchar íntegro el álbum, con el inevitable acortamiento de los más de once minutos de Going home. Son quince las canciones que conforman el programa, las catorce de la edición británica original más la conocida Paint in black que se añadió en la versión norteamericana.
Y como el disco contaba con el liderazgo de Brian Jones, que moriría al cabo de sólo tres años en circunstancias extrañas, ahogado en la piscina de su casa, he decidido que la parte literaria del programa se nutra de fragmentos de una novela recientemente aparecida, El hijo de Brian Jones, publicada por Alianza Literaria, en la que Jesús Ferrero ha querido que la vida de excesos y creatividad de Julián, su protagonista, nacido el año de la prematura muerte del músico, se mire en el espejo de la torturada y convulsa e intensa existencia del fallido pero influyente y a la postre decisivo fundador de los Rolling Stones. Julián es hijo de los jardineros de Brian Jones, desaparecidos en un accidente de tráfico pocos años después del nacimiento del niño. Julián crece en Madrid con su abuela y su tía, enamorada fan del grupo. En su juventud conocerá en Nueva York a Alexis, el ficticio hijo de Brian Jones que Ferrero inventó para su novela a partir de una base real. Oigamos al autor: Brian Jones tuvo unos cuantos hijos ilegítimos. Tony Sánchez, el camello español de los Rolling Stones, habla de cinco, otros aseguran que tuvo diez, John Morgan habla de doce. El que protagoniza mi novela nació en Madrid seis meses después de la muerte de Brian Jones, pero pasó casi toda su vida en Nueva York. Su madre, Lucila Fáver-Flórez, pululaba por la capital inglesa en el momento en el que el Swinging London estaba alcanzando su máximo esplendor. Heredó de su padre la sensibilidad musical, su apariencia andrógina, su voz susurrante, su temblor ante la noche y la soledad, pero no heredó ni su arrogancia, ni su maldad, ni el amor sofocante a sí mismo. Ni siquiera heredó la tentación del abismo aunque en su vida hubo mucho de abismal. Es un personaje cristalino. Este carácter “limpio” de Alexis aparece en la novela enfrentado al más turbio retrato de su padre, el oscuro Jones, déspota y cruel, narcisista y agresivo, autodestructivo y torturado. Brian Jones -sigue diciendo Ferrero- podía ser trasparente en su desdicha, en su intransigencia, en su soledad multitudinaria, llena de ruidos de fondo y de ataques de pánico, pero yo lo veo como una personalidad bastante opaca y como un alma llena de oscuridad. Alexis no se parece en eso a él. La trasparencia de Alexis es real, como es real su bondad. Cuando estaba apareciendo ante mis ojos sentía cierta extrañeza, como si su alma desprendiera una fragancia desconocida, y sentía también vértigo: el vértigo que nos provocan ciertos seres extraordinarios a los que quisiéramos proteger de la maldad humana, de su crueldad fundamental, de su barbarie. En otras novelas había perseguido seres cristalinos, pero nunca hasta ahora había llegado a mí un personaje tan esencial, tan cardinal, tan sensitivo, tan digno de ser amado por encima de todas las cosas. El contraste entre esos dos personajes antagónicos, unidos por la figura de Julián y de un puñado de magníficos secundarios, sirve también a Jesús Ferrero para mostrar los paralelismos entre dos universos, el del Londres de los sesenta, el maravilloso swinging London de las espléndidas chicas con minifalda y la permanente fiesta, y el Nueva York, más exactamente el Broadway, de los noventa, de discotecas y alcohol y arte y glamour. Y en ambos las drogas, el rock, el sexo, el hedonismo y los excesos, la destrucción, en una novela trufada de intensas reflexiones sobre la existencia, de referencias al romanticismo alemán, en su doble vertiente -algo demoníaca y mercurial- de amor apasionado y vital y, simultáneamente, de devastadora pulsión por la muerte, de irrefrenable tentación del abismo.
En la sección de vídeos, tres canciones del álbum grabadas en vivo en 1966, en Ready Steady Go!, un clásico de los programas musicales la televisión inglesa: Under my thumb, I’m waiting y Paint it black. En la filmación ya están Charlie Watts y Bill Wyman, que con Jagger, Richards y Jones (sin olvidar a Mick Taylor y más tarde a Ron Wood) formarían el núcleo más estable y reconocible del grupo. En ella se puede apreciar, además, el entusiasmo desbordante que provocan en su público.