No sé cuánta gente oirá mi programa. A veces sospecho que no está oyéndolo nadie, lo que se dice nadie: cero personas en total, y eso me produce una sensación de afantasmamiento: la voz inútil que suena en la noche vacía. Y entonces me siento como un turista belga que tocase el acordeón o similar en mitad del desierto de Nafud o similar. (Felipe Benítez Reyes)
martes, 25 de octubre de 2016
NO PUEDO SER FELIZ
Una semana más, Buscando leones en las nubes, el programa de música y literatura de Radio Universidad, se acerca a vuestras casas con una nueva propuesta radiofónica que esperamos sea de vuestro agrado.
Con esta optimista pretensión os invitamos a disfrutar de la segunda emisión de la serie que desde hace siete días estamos dedicando a 101 canciones para cortarse las venas, el interesantísimo y formidable libro, de título inequívoco, que presentó en diciembre de 2012 Manu Berástegui en la editorial T&B.
Si la copla protagonizó la sesión del lunes pasado, hoy el núcleo del programa gira sobre un género aún más desgarrado, si cabe: el bolero. Con mi lectura de los sugerentes textos del autor, siempre penetrados de un cáustico humor, precediendo cada tema, os ofrezco esta noche catorce títulos muy significativos del atormentado estilo, en versiones magníficas, todas rezumando amargura y desolación, tristeza y desesperación, atracción y rechazo, desamor y pasión.
Unas canciones, es su mayor parte muy conocidas, pues no en vano han contribuido a la educación sentimental de una generación, aunque sea de un modo inconsciente y no premeditado, por ósmosis casi, que suenan en las voces, emocionadas y rotas, tristes y pesarosas, arrebatadas y estremecidas, de José Feliciano, Bola de Nieve (que pronto tendrá un programa monográfico en Buscando leones en las nubes), Chavela Vargas, Lila Downs, Celia Cruz, Victor Yturbe, Luz Casal, Olga Guilot, Omara Portuondo, Los Panchos, Mayte Martín con Tete Montoliú, Libertad Lamarque con Pedro Vargas, Tania Libertad con Armando Manzanero y Bebo Valdés y Diego el Cigala, con su conmovedora versión del clásico Vete de mí que cierra el programa.
Estoy convencido de que, pese a lo insólito de mi propuesta de esta semana -tan alejada de los parámetros más habituales en los que se ha desenvuelto nuestra trayectoria de dieciocho temporadas-, vais a disfrutar del programa.
martes, 18 de octubre de 2016
Y SIN EMBARGO TE QUIERO
Si hasta el lunes pasado hemos estado dedicando los primeros programas de este curso a rastrear en los orígenes del blues, el jazz y el country norteamericanos, a partir de esta semana iniciamos una nueva serie -casi interminable, pues será ocho o nueve los espacios que la integren- centrada en otros distintos géneros musicales, entre los que se cuentan varios más autóctonos y cercanos a nuestro ámbito; casi todos ellos, además, bastante insólitos para nuestros habituales registros estilísticos.
A finales de 2012, el periodista Manu Berástegui (si es que una personalidad tan proteica puede ser reducida a una única dimensión profesional) presentó el libro 101 canciones para cortarse las venas, un “vademécum de medicinas emocionales” que recoge sus muy aquilatadas preferencias en los terrenos de la copla, el bolero, la ranchera, el tango, la chanson francesa, la balada italiana y otros estilos musicales, en una selección de temas imprescindibles -siempre según su particular y excelente criterio- para sobrevivir con una cierta dignidad (llamémosla así) a los males que conlleva el desamor.
Guiado por las pautas que marca el libro, y que os iré desvelando en semanas sucesivas, me centro hoy en su primera sección, la copla, de la que os presento una antología de doce de las quince piezas que se recogen en la obra, precedidas, cada una de ellas, por los siempre atinados comentarios (a menudo muy divertidos y hasta hilarantes) del propio Berástegui. He elegido las versiones musicales que más se avienen con mi propia sensibilidad, de entre las muchas que se recomiendan en el libro. Lola Flores, Imperio de Triana, José José, Rocío Jurado, Martirio con el Trío de Chano Dominguez, Fernanda y Bernarda de Utrera, Carlos Cano, Marifé de Triana, Concha Piquer, Manuel Bandera, Isabel Pantoja y Juanita Reina son los artistas -en casi todos los casos, de inesperada presencia en Buscando leones en las nubes- que han llenado nuestro espacio de lágrimas y sufrimiento, de pena y aflicción, de congoja y desamor.
Espero que el desgarro, el dolor, la pasión, el sentimiento, el desencanto, la emoción, el amor, la venganza, el despecho, la amargura, la soledad, la tristeza y el llanto que rezuma el programa que ahora os ofrezco puedan entusiasmaros pese a que nos vayamos a desenvolver en un territorio tan ajeno -al menos aparentemente- al que frecuentamos cada lunes.
(A la memoria de mi padre, que se emocionaba al escuchar muchas de estas coplas y lo hubiera hecho, también, con este programa)
martes, 11 de octubre de 2016
ROBERT CRUMB. REZA UNA PLEGARIA
Esta semana Buscando leones en las nubes se centra, por sexta ocasión consecutiva, en un libro altamente recomendable, Héroes del blues, el jazz y el country, en el que la editorial Nórdica presentó, a principios de este 2016, una completa recopilación de imágenes de Robert Crumb en las que el veterano dibujante representó, en los primeros ochenta del pasado siglo, a algunos -muchos en realidad, más de un centenar- de los más destacados artistas de las etapas originarias de esos géneros en la Norteamérica de hace ahora cien años.
En la tercera sección del libro, editado por Nórdica, el protagonismo recae sobre intérpretes del country, y habiendo dedicado los cuatro espacios iniciales de la serie al blues y al jazz, y siendo la del lunes pasado la primera emisión centrada en el country, procede cerrar ahora el ciclo con un nuevo programa que gira sobre la más primigenia música campestre, en el que comparecerán cerca de una veintena de fantásticos y en su mayor parte desconocidos para el gran público, entre el que me cuento, representantes del género: Taylor-Griggs Louisiana Melody Makers, Carter Brothers & Son, Hoyt Floyd Ming & His Pep-Steppers, Paul Miles & His Red Fox Chasers, Roane County Ramblers, Frank Blevins & His Tar Heel Rattlers, Charlie Poole & The North Carolina Ramblers, Al Hopkins and His Buckle Busters, Fiddlin' Bob Larkin and His Music Makers, East Texas Serenaders, Dock Boggs, Fiddlin' Powers & Family, Red Patterson Piedmont Log Rollers, Weems String Band, The Leake County Revelers, Wilmer Watts And The Lonely Eagles y Crockett Kentucky Mountaineers.
Antes de cada tema seleccionado, y a modo de presentación, podréis escuchar mi lectura del breve pero enjundioso texto con el que, en el libro, Richard Nevins traza un somero esbozo de la biografía de cada uno de los protagonistas.
Robert Crumb ilustra la música olvidada de la América profunda. Pablo Martínez Pita
Robert Crumb se caracteriza por sus obsesiones. Las más destacadas: las mujeres, la política y la música. En todas ellas se muestra políticamente incorrectísimo. Es capaz de molestar a todos los sectores ideológicos por igual. Porque sus opiniones nunca son convencionales, y él tampoco se ha molestado en ocultarlo en sus viñetas. Al fin y al cabo, es el padre del cómic «underground», un estilo por definición corrosivo, irreverente y, en su caso, casi irreflexivo. Eso sí, casi cualquier autor del noveno arte actual reconoce su influencia, empezando por el gran gurú actual del medio, Art Spiegelman. En lo que respecta a la música, los razonamientos de Crumb son cercanos a los de un «talibán»: prácticamente nada que se salga de los años veinte y treinta del siglo XX merece la pena de ser escuchado.
El creador de Mr. Natural y el gato Fritz es coleccionista de discos de 78 r.p.m., tiene su propia banda –la Cheap Suit Serenaders, en la que toca el banjo y con la que publicó tres discos en los años setenta– y ha escrito sobre la vida de diferentes músicos, como Jerry Roll Morton y su extraña maldición vudú. A principios de los años ochenta comenzó a colaborar con el sello Yazoo Records, dedicado a recuperar viejas grabaciones de blues, con una serie de retratos que iban incluidos en cada disco en forma de cromos, con pequeñas biografías en el reverso escritas por el escritor especializado Stephen Calt.
Aquel proyecto fue creciendo hasta la incorporación de pioneros del jazz y el country. Esos dibujos se han reeditado en varias ocasiones, incluso en cajas recopilatorias. Ahora llega a España en forma de libro de la mano de la editorial Nórdica bajo el título «Héroes del blues, el jazz y el country», con 114 de estos retratos sacados en su mayoría de fotografías antiguas. Solo la genialidad de este gran ilustrador podía conseguir una obra de arte y evitar que su lectura resultara monótona.
El prólogo ha sido escrito por el director de cine Terry Zwigoff –autor del documental «Crumb» y de «Ghost World», «Bad Santa» y «El arte de estrangular»–, quien explica, por ejemplo, que la última serie realizada fue la dedicada al jazz, y que su luminosidad responde al hecho de que son acuarelas. Crumb se pasó a esta técnica por comodidad, no por ninguna otra causa. También comenta que lo ideal es acompañar la lectura de la obra con la audición del CD que acompaña al ejemplar, con 21 grabaciones fechadas entre 1927 y 1931 y seleccionadas por el propio ilustrador. Está divido en tres partes, uno para cada género citado. Una verdadera inmersión en los sonidos de la América profunda. Skip James, Frank Stokes, «Dock» Bogs, East Texas Serenades, la «King» Oliver’s Creole Jazz Band (con Louis Armstrong entre sus miembros), Clarence Williams o la Jelly Roll Morton’s Red Hot Peppers son algunos de los nombres que aparecen en este documento sonoro.
El mismo Crumb ha contado en alguna de sus historietas cómo, a los 17 años y a pesar de su timidez, llamaba a las puertas de las casas del sur de Estados Unidos preguntando si por casualidad allí se guardaban, en algún rincón, viejos discos acumulando polvo; y de esta manera se encontró con verdaderas joyas en vinilo que compraba por diez centavos. Así descubrió ese sonido único de los viejos bluesmen, y así comenzó su colección.
Luego llegaría su etapa en San Francisco en pleno verano del amor, sus experiencias con el LSD y sus intentos infructuosos por escuchar conciertos de rock. De forma desternillante describe esta etapa en sus viñetas y su horror al escuchar aquel «ruido».
Es cierto que es autor de una de las portadas icónicas de la música moderna, la de «Cheap Thrills» (1968), de Big Brother and de Holding Company. A pesar ser Janis Joplin, su vocalista, una inmensa cantante de blues-rock, ni siquiera Crumb muestra respeto por sus canciones. Aquello fue un encargo porque ella era su amiga y él era todo un personaje en ese mundillo hippie (con el que siempre mostró cierta distancia ética y estética). Eso sí, a raíz de aquel trabajo le llovieron peticiones para otras portadas, lo que abrió un nuevo camino. Pero desde entonces él se ha centrado sobre todo en las músicas de su gusto. Es decir, en algunos de los músicos que aparecen en este libro.
«Los chavales van, aprenden cuatro acordes con la guitarra y ganan un millón de dólares. ¡La gente tiene lavado el cerebro!», comenta un personaje de una de sus tiras. Sobre Bruce Springsteen razonó en una entrevista de 1988, recogida en el libro «R. Crumb, entrevistas y cómics» (Gallo Nero): «Demasiado profesional, demasiado elaborado, demasiado artificial. No es la voz sencilla y directa de la gente normal y corriente, que es para mí la música más emocionante».
martes, 4 de octubre de 2016
ROBERT CRUMB. ESTOY SOLO Y TRISTE
Bienvenidos una semana más a Buscando leones en las nubes que, en esta ocasión, os ofrece la quinta entrega de la serie que llevamos emitiendo desde principios de septiembre con la música de raíz norteamericana como protagonista. Así, y siempre utilizando como referencia el libro Héroes del blues, el jazz y el country, que recoge las imágenes, muy descriptivas y reveladoras, en las que Robert Crumb, el gran clásico del cómic, retrató a más de cien intérpretes pioneros en esos géneros de la música de los Estados Unidos de las primeras décadas del siglo pasado. El libro, editado por Nórdica y presentado hace unos meses en nuestro país es, además de esa magnífica recopilación del peculiar arte de Crumb, una interesante enciclopedia, ligera pero muy “apetitosa”, que nos permite conocer, aunque solo sea de manera elemental, el fecundo caudal de tradiciones, de huellas, de fuentes e influencias que están en la base de gran parte de la música estadounidense que hoy se escucha en el mundo.
En nuestros cuatro anteriores espacios nos hemos centrado, a pares, en el blues y el jazz, con dos programas para cada género, de manera que esta semana y la que viene os introduciré gustoso en el fascinante mundo del más primigenio country con treinta y tantas piezas, rescatadas en muchas ocasiones de sus carraspeantes grabaciones originales, en las interpretaciones de una serie de músicos formidables, casi todos desconocidos para mí antes de la lectura del libro, que merecen, no obstante, el recuerdo y la valoración actuales. Eck Robertson and Family, Da Costa Woltz's Southern Broadcasters, Gid Tanner and The Skillet Lickers, Fiddlin' John Carson & His Virginia Reelers, Earl Johnson & His Dixie Entertainers, The Carter Family, Fiddlin’ Doc Roberts Trio, Ted Gossett’s String Band, Jimmie Rodgers, Harry McClintock, Dr. Humphrey Bate And His Possum Hunters, Uncle Dave Macon & His Fruit-Jar Drinkers, Burnett & Rutherford, Mumford Bean & His Itawambians, The Shelor Family, Narmour W.T. & S.W. Smith y The Tennessee Ramblers son los formidables -e ignorados- intérpretes.
Entre las canciones os leeré unas muy sucintas semblanzas biográficas, escritas por Richard Nevins, que acompañan en el libro a las simpáticas y elocuentes estampas de Crumb.
Los ídolos de “pizarra” de Robert Crumb. Darío Prieto Sierra
En Ghost world, la película de Terry Zwigoff sobre el cómic de Daniel Clowes, Steve Buscemi daba vida a un coleccionista de viejos discos de pizarra: blues, swing, ragtime y country de artistas prácticamente desconocidos que sonaban a 78 revoluciones por minuto, la velocidad a la que se quedó atrapada la old-time music, la música de los viejos tiempos. La obsesión de Buscemi por esa Arcadia musical que desapareció mucho antes de que sonase el primer rock era una referencia clara al dibujante de cómics Robert Crumb. El autor de Mr. Natural y Fritz the Cat se ha mantenido firme en dos afectos a lo largo de su vida: las mujeres rotundas de piernas fuertes y la nostalgia por aquellos viejos buenos tiempos. En una de sus muchas historietas autobiográficas, Crumb recordaba cómo él -un católico blanco, temeroso, aprensivo e hipocondríaco- merodeaba por las barriadas negras pobres, aterrado, en busca de algún tesoro escondido en forma de desván lleno de pizarrosos discos. Pero su pasión no se queda ahí: aprendió a tocar el banjo y la mandolina para emular a sus ídolos e incluso formó un grupo de revival (R. Crumb & his Cheap Suit Serenaders) con el que publicó varios discos en los 70.
Una de las materializaciones de este amor de Crumb fueron las series de cromos que realizó durante los años 80 y que, al modo de las colecciones de estampitas que se regalaban antaño en los paquetes de chicles o las cajetillas de tabaco, reunían retratos de sus héroes. En vez de jugadores de béisbol o estrellas de Hollywood, el dibujante inmortalizó a pioneros del blues, el jazz y la música country, en tres series distintas realizadas en colaboración con el sello Yazoo Records, encargado de recuperar de la frágil pizarra aquellas canciones y reeditarlas en formatos más actuales. Las series, realizadas en cartulina recortada (para los músicos de blues y country) y acuarela (para los de jazz) fueron reunidas en un libro publicado en 2006 y que ahora edita en española editorial Nórdica bajo su división de cómic. El volumen viene acompañado de un CD con 21 temas de algunos de los protagonistas de las ilustraciones, grabados originalmente entre 1927 y 1931.
Crumb dibuja en estas láminas a leyendas como Louis Armstrong, Skip James, Benny Goodman, Jimmie Rodgers, Duke Ellington, Coleman Hawkins y Charlie Patton. Pero lo más interesante es el recorrido por esos rostros de quienes murieron prácticamente en el anonimato antes de que la amplificación llegase a la música, en 1935, y de que el propio Crumb llegase a este mundo, en 1943. String bands (grupos de instrumentos de cuerda, formados generalmente por guitarras, banjos y fiddles o violines usados para la música popular de raíces) de larguísimos nombres y compuestas íntegramente por blancos (alguno de los cuales se atrevía a tocar el serrucho musical) aparecen junto a jug bands (formaciones en la que, además de guitarras, se usaban instrumentos caseros, como garrafas sopladas por el cuello) de músicos negros, en un viaje que muestra la particular convivencia de razas y tradiciones sonoras en estados como Mississippi y Alabama. Las breves notas biográficas que acompañan las ilustraciones tienen apenas un par de datos, y en muchos casos ni siquiera pueden recoger una referencia de las fechas de nacimiento y muerte de los protagonistas.
El propio Zwigoff, que ha dirigido un documental sobre el dibujante (Crumb, 1994) y que tocó frecuentemente con sus Cheap Suit Serenaders, se encarga también del prólogo de esta edición, y explica el interés del artista por los músicos que se quedaron en los márgenes, en vez de por las grandes estrellas: "A Robert le gustaban esos artistas, pero aparentemente disfrutaba más homenajeando a las bandas menos conocidas. Tal vez quisiera darles un poco del merecido reconocimiento tras tantos años de anonimato. La existencia y disponibilidad de fotografías condicionó en parte a los músicos que se incluyeron. Es casi un milagro que alguien tuviera una foto de Mumford Bean and his Itawambians, un conjunto tan poco conocido que probablemente sólo haya una docena de coleccionistas acérrimos de country que conozcan el único disco de 78 r.p.m que existe de ellos y jamás reeditado".
Otro ejemplo serían Hoyt Ming and his Pep Steppers, una familia originaria de algún pueblo en torno a Tupelo (el lugar de nacimiento de Elvis Presley) que grabó una única sesión y luego volvió "a sus vidas rutinarias de trabajo y al más absoluto anonimato". Es decir, como el 90% de los grupos de la época.
En sus retratos, explica Zwigoff, Crumb se inspiró más en la música de los discos de 78 r.p.m que en las propias fotografías que tuvo a su disposición. Rostros que Crumb quiso rescatar del sumidero del olvido y hacerlos mirar a la inmortalidad.