No sé cuánta gente oirá mi programa. A veces sospecho que no está oyéndolo nadie, lo que se dice nadie: cero personas en total, y eso me produce una sensación de afantasmamiento: la voz inútil que suena en la noche vacía. Y entonces me siento como un turista belga que tocase el acordeón o similar en mitad del desierto de Nafud o similar. (Felipe Benítez Reyes)
martes, 28 de abril de 2020
RECUERDOS DE ÁFRICA
En este proceso -forzado por la imposibilidad técnica de grabar programas a causa del confinamiento que impone el coronavirus- de recuperación nostálgica de antiguas emisiones de Buscando leones en las nubes, hoy quiero recuperar un espacio que salió al aire en diciembre de 2010.
Bajo el título que encabeza esta entrada os presentaba entonces una edición especial de Navidad, no radiada y ofrecida exclusivamente aquí, en las páginas de nuestro blog.
Explicaba entonces que la idea de esa emisión extraordinaria había surgido cuando, con ocasión del programa Voces africanas, radiado unos meses antes, algunos de los oyentes de Buscando leones en las nubes me habían sugerido, tanto a través de los comentarios de la página como en persona, que debiera darle voz a aquellos recuerdos de mi primer viaje al África negra que acompañaron en el blog la entrada del programa de aquella semana.
Entonces recogí la idea, que en seguida me gustó, -en realidad ya había pensado hacer un programa centrado en ese contacto inaugural con el África subsahariana- y decidí ponerla en práctica de algún modo que en ese momento todavía desconocía. Una vez articulada y convenientemente desarrollada la presenté, como personalísimo regalo de la Navidad de 2010, con el que celebrar y agradecer la fidelidad de la audiencia -escasa pero persistente- a nuestro espacio.
Escucharéis, ahora de nuevo, pues, mi lectura de ese largo texto que contiene lo esencial de mis recuerdos de aquella experiencia tan intensa y emotiva, tan arrebatadora y tan feliz. Entre los distintos fragmentos, aparecía, casi completo, un disco espléndido que contribuirá, sin duda, mucho mejor que mis palabras, a trasladaros al continente africano. Se trata de Chamber music, una preciosa gema, delicada, mágica, intimista, envolvente, arrebatadora, bellísima, fruto de la colaboración del músico maliense Ballaké Sissoko, genial intérprete de kora, con Vincent Segal, un virtuoso violonchelista que antes de este disco de 2010 había colaborado con Sting, Elvis Costello, Cesaria Evora o Carlinhos Brown.
Suenan en la emisión nueve de las piezas del disco, todas instrumentales, salvo la impresionante Regret à Kader Barry en la que encontramos la sensual voz de Awa Sangho. No os perdáis otros dos discos maravillosos de Ballaké Sissoko: uno, de 2003, con Ludovico Einaudi y titulado Diario Malí, ya fue la base de un programa de Buscando leones en las nubes, el primero de la serie dedicada a Cita en Tombuctú, la novela de Pep Subirós; el otro, anterior pero igualmente esplendoroso, New ancient strings, lo grabó Sissoko con Toumani Diabaté en 1999. Imprescindibles ambos.
Espero que mis evocaciones africanas asociadas a la maravilla de Chamber music os hagan disfrutar de unos momentos agradables en estos días difíciles. (En la foto, la mezquita de Bobo-Dioulasso, capital de Burkina Faso, uno de los escenarios de mi viaje).
martes, 21 de abril de 2020
CAE LA NIEVE
La interrupción de las emisiones regulares de Buscando leones en las nubes, ante la imposibilidad de grabar los programas a causa de la epidemia de coronavirus, y el hecho de que la última entrega emitida coincidiera, hace siete días, con los veinte años de existencia del espacio, “funcionan” como excusa para ocupar estas semanas “vacías” hasta su reanudación (que esperemos sean pocas, aunque me temo que no deberíamos descartar el horizonte de septiembre, o incluso alguno posterior) con la recuperación, aquí y en las ondas, en las que sí sigue siendo posible la difusión, de algunos programas antiguos que iré eligiendo en función de mis particulares criterios.
Unos criterios que, desde un punto de vista objetivo, no son otros que los de la calidad e interés que puedan atesorar las distintas selecciones de música y literatura que os he venido ofreciendo durante estas dos décadas, y que desde una perspectiva más personal y subjetiva tienen que ver con mi propia satisfacción con el resultado obtenido en determinadas emisiones.
Con las muchas limitaciones técnicas y de sonido, pero también las que se derivan de mi condición de aficionado y de mi correlativa falta de profesionalidad, de mis deficiencias en la locución, de mis, en definitiva, múltiples carencias radiofónicas, hay programas que me gustan mucho, cuyos textos y canciones logran todavía, tras nuevas escuchas, emocionarme, hacerme pensar, conmoverme, cambiar mi ánimo, ilusionarme o sumirme en un placentero estado de agradable melancolía.
Algunos de esos programas irán saliendo aquí en las próximas citas con la escasa pero fiel audiencia de Buscando leones en las nubes, empezando por el de hoy mismo, una emisión que se radió por primera vez el 24 de junio de 2002 y que se redifundió, ya con el blog abierto, el 11 de octubre de 2008. En ambos casos se presentó con el título de “Van Morrison/James Joyce” que ahora he cambiado al actual “Cae la nieve”, más poético y, sobre todo, menos expuesto a absurdas reclamaciones (en su momento, y a requerimiento de los abogados del “león de Belfast”, que debieron rastrear el nombre de su cliente en la biblioteca digital en la que deposito mis “producciones”, hube de retirar el programa por supuesta violación de los derechos de propiedad intelectual… en fin).
La emisión conjuga la lectura de fragmentos significativos del cuento Los muertos, de James Joyce, incluido en su libro Dublineses, con algunas de las más tristes canciones de otro irlandés ilustre (pero uno del sur y otro del norte). El cuento, como sin duda conocéis, ha sido objeto de traslación cinematográfica por John Huston, en una película de 1987, The Dead, testamento profesional del director, que es, sin duda, una de las mejores de la historia del cine (y probablemente la más bella que yo haya podido ver).
El programa, algo más largo de lo habitual, permite apreciar muchas de las insuficiencias antes reseñadas, agravadas por mi bisoñez de hace casi veinte años: una locución impostada y algo artificiosa, un mal sonido, diversas imperfecciones técnicas. El resultado final, sin embargo, es más que digno, porque creo que es fácil percibir la emoción que me embarga al narrarlo (lo cual, a mi juicio, es un valor) y, sobre todo, porque el texto de Joyce y la música de Morrison son, simplemente, inmejorables.
Un breve apunte, antes de comenzar, a propósito del relato de James Joyce cuyo espíritu -ya que no su texto íntegro- inspira el espacio. Estamos a principios del siglo XX, en Dublín. Un matrimonio, Gabriel y Gretta, acuden al baile de Navidad que celebran todos los años sus tías, miss Kate y miss Julia. Llegan parientes y conocidos, amigos e invitados habituales. Se cena, se habla, se canta, se danza. Se suceden con rutina ritual, encuentros, charlas, bromas, pequeñas disputas, bailes, discursos. Al fin, todo acaba. Gabriel y Gretta se disponen a abandonar la casa de sus tías. En este punto nos acercamos al texto y empieza nuestro programa. Cae la nieve fuera de la casa de miss Kate y miss Julia. Suena ya la música de Van Morrison…
martes, 14 de abril de 2020
VEINTE AÑOS BUSCANDO LEONES
Alberto San Segundo os da la bienvenida a Buscando leones en las nubes, que esta semana os ofrece un programa por varias razones especialísimo.
En condiciones normales, con la de hoy abriríamos el tramo postrero de nuestras emisiones en este tercer trimestre, el último ya del curso. Pero, por desgracia, la terrible epidemia del coronavirus ha acabado con todo rastro de normalidad. Ya no hay curso, ya no hay, en puridad, trimestre académico, ya no habrá, pues, mientras duren las consecuencias de la plaga, programas de Buscando leones en las nubes.
Y es que, como sabéis, nuestro espacio se emite tras haber sido grabado con varias semanas de antelación. La imposibilidad de acudir a los estudios de la radio durante estos meses de confinamiento ha acabado con las “reservas” de programas registrados, por lo que, al menos durante un mes -quién sabe si ya hasta septiembre-, no podré ofreceros nuestra habitual selección de música y literatura con la que pretendo interesaros y haceros pasar una hora agradable las noches de los lunes. He ahí, pues, la primera muestra de singularidad de mi propuesta de esta noche: una apertura que es, en gran medida, un cierre. (Mientras tanto, cada martes iré subiendo aquí, de nuevo, algunos de los programas de estas dos décadas de los que más satisfecho estoy, para refrescar así vuestra memoria y mantener el vínculo -confiemos en que lo haya- con vosotros).
La segunda es más feliz y obedece a una circunstancia que lleva presente en mi mente desde hace meses. El 14 de abril de 2000, hoy mismo se cumplen veinte años, salía al aire el primer programa de nuestro espacio, un titubeante debut con el que se abría una etapa de mi vida que nunca pude imaginar que iba a prolongarse estas dos décadas… y las que, quizá, aún estén por venir. (Qué casualidad, aciago azar, que el “corte” en nuestras emisiones motivado por la pandemia haya venido a producirse precisamente aquí, en este exacto punto de inflexión, tras veinte años justos de emisiones ininterrumpidas).
No hay tiempo aquí para comentar las vicisitudes que rodearon el nacimiento de Buscando leones en las nubes, el azaroso desencadenante de mi presencia en la radio, la ilusionada invención del planteamiento y la estructura del programa, la afortunada elección del nombre, la búsqueda de su melodía identificativa. Sí quiero comentar, de manera breve, la razón de ser de la presencia de textos y canciones en aquel primer y, para mí, esperanzador comienzo.
Aquella emisión inicial, que nació como un mero impulso irracional, muy poco reflexivo, de compartir con la escasa audiencia la música con la que yo disfrutaba, no contemplaba la vertiente literaria nada más que como una opción residual, un inevitable modo de acompañar las canciones elegidas, una suerte de engarce hablado, un peaje forzoso que mi timidez debía pagar para que me fuera permitido difundir mis preferencias musicales. Desde siempre yo he ido anotando, al principio en cuadernos, más tarde en diversos documentos en el ordenador, citas de libros, frases que me interesaban de mis lecturas, fragmentos de entrevistas, comentarios o reflexiones espigados al azar de cuanto texto he ido leyendo en mi muy libresca vida. De esas inagotables carpetas para uso particular extraje entonces, con cierta desgana, los once textos -frases concisas y fulgurantes, máximas escuetas que concentran estallidos de sentido, sucintos relámpagos de pensamientos, penetrantes y lacónicas sentencias- que constituyeron el núcleo literario, llamémoslo así, de aquel tembloroso estreno y que sirvieron de excusa para, aquí sí que con plena conciencia, arropar la que pretendía excelsa e inigualable selección musical. Émile Cioran, José María Riera de Leyva, Luis Landero, César Simón, José Luis Sampedro, Susana Gerte Doblón, Jean Marie Gustave Le Clèzio, Arthur Schnitzler, Fernando Pessoa, Manuel Vicent y Fernando Trueba fueron sus autores.
En un mundo predigital -yo, creo recordar, no usaba aún internet-, esa primera noche me acerqué a los estudios de la radio con una buena provisión de vinilos en los que se recogían las once joyas -así las consideraba entonces mi inocencia inaugural- con las que esperaba conmover y emocionar, entretener e interesar, deslumbrar y apasionar a mi improbable audiencia. Bruce Springsteen, Tete Montoliu, Geoffrey Oryema, Paula Cole, The Blue Nile, The Stranglers, Mahmoud Ahmed, John Mark con Johnny Almond, Massive Attack con Tracey Thorn (cuyo excepcional Protection, que os dejo en vídeo, cobra hoy, veinte años después, un escalofriante sentido), Antonio Carlos Jobim con Pat Metheny y Chet Baker, fueron sus intérpretes seleccionados, en una primera pero ya muy significativa muestra del eclecticismo que siempre ha rodeado mis elecciones musicales.
De esa vacilante y desastrosa experiencia inicial no quedan, por fortuna, registros grabados. Y es por ello que ahora, a modo de espero que disculpable autohomenaje, os ofrezco íntegro ese primer programa, pues su guión, con los textos leídos y las canciones emitidas, sí ha sobrevivido al paso del tiempo.
El desconcierto y la improvisación del debutante afloraron, sin duda, en los muchos errores de la emisión, empezando por lo abrupto de una casi inexistente presentación: Buenas noches. Como todos los viernes, de 10 a 11, "Buscando leones en las nubes", un programa de Alberto San Segundo para Radio Universidad. A partir de ese esquemático y elemental saludo, brusco y simultáneamente cohibido, y sin explicación posterior de ningún tipo, se daba paso a las reflexiones y los temas musicales escogidos. Y así he querido hacerlo ahora mismo, sin comentario alguno mío adicional formulado desde “el presente” de 2020. Más allá de mi introducción actual, todo lo que escuchéis en el espacio se corresponde, literalmente, con lo que entonces -más tembloroso, más inexperto, más inseguro, más azorado- ofrecí a mis perplejos, desconcertados y muy escasos oyentes.
Espero que ahora, veinte años después, el programa pueda llegar a interesaros. Tanto como para esperar con impaciencia nuestro regreso que, confío, pueda llegar, con suerte, en las próximas semanas. En caso contrario, será ya en septiembre cuando volveremos con todos vosotros (más allá de los programas de "recuerdo" que seguiré dejando aquí cada semana). ¡¡Disfrutad de la música y la literatura!! ¡¡Cuidaos mucho!! ¡¡Resistid con ánimo y paciencia los embates -de salud, económicos, laborales- de este inaprensible y odioso enemigo!!