SÉ QUE VOY A AMARTE
La segunda emisión de Buscando leones en las nubes consagrada a festejar los ochenta y cinco años del nacimiento del extraordinario músico brasileño Antônio Carlos Jobim y los cincuenta de una de sus más representativas creaciones -y sin duda la más conocida de todas ellas-, una Garota de Ipanema hoy ya mítica, presenta, en nuestra siempre fugacísima hora, dieciséis de las canciones del genial compositor. Unas canciones que pese a moverse en un tono triste y doliente, suenan casi siempre optimistas y esperanzadas, y evocan, a mi juicio, aunque sea por defecto, un universo de felicidad en el que el amor reina por encima de los afanes cotidianos. He querido que los temas musicales, objeto de infinidad de recreaciones en todo el mundo, particularmente por parte de destacados artistas pertenecientes al territorio del jazz norteamericano y europeo, sean interpretados aquí por algunos de los más representativos músicos del Brasil: Leila Pinheiro, Ana Caram, el Quarteto Morelenbaum, Johnny Alf, Mariana de Moraes, Adriana Calcanhoto, Ivan Lins, Eliane Elias, Carol Saboya, Vinicius de Moraes, Paulinho Moska, Rosa Passos, Edu Lobo, María Bethania, Simone con Wagner Tiso y Maucha Adnet.
Como hace siete días, las piezas musicales aparecen entre breves fragmentos de sus propias letras, en las que la agridulce saudade propia de la bossa nova es también la principal protagonista. Así, podréis disfrutar de enjundiosos y evocadores textos, rezumando tierna dulzura y nostalgia amorosa, de Este seu olhar, Chovendo na roseira, O grande amor, Triste, Vivo sonhando, Outra vez, Eu sei que vou te amar (que interpretan el propio Jobim y Gal Costa en el vídeo que acompaña esta entrada), Falando de amor, Bonita, Pela luz dos olhos teus, Só em teus braços, Inutil paisagem, Estrada branca, As praias desertas, Se todos fossem iguais a você y So tinha de ser com você.
Os dejo, como cierre de esta entrada, la traducción (agradezco a Emilia sus aportaciones y pido perdón anticipado por mis más que probables errores; una vez más intento paliar mis limitaciones en el dominio de los idiomas con una intuición y una imaginación algo atrevidas que no sé si pueden ser disculpables) de una conversación entre la escritora brasileña Clarice Lispector y Antônio Carlos Jobim. Publicada en tres sábados consecutivos, 3, 10 y 17 de julio de 1971, en el Jornal do Brasil, puede encontrarse también en el libro de Lispector A descoberta do mundo, que no sé si está publicado en España (entre paréntesis os recomiendo Cerca del corazón salvaje y La hora de la estrella, para mí sus mejores novelas de entre las que he leíd). En la entrevista, dos de los más grandes creadores de la cultura brasileña charlan, sin demasiado orden, como podréis apreciar, del proceso creativo, del paso del tiempo, del éxito, de la música y la literatura, de la reencarnación y la muerte, del amor, de nuestra materialista sociedad... y de tantos otros temas.
3 de julio de 1971
Tom Jobim fue mi padrino en el I Festival de Escritores, no recuerdo en qué año, en la presentación de mi novela La manzana en la oscuridad. En nuestro hotel él bromeaba todo el tiempo. Tomaba el libro en la mano y preguntaba: -
¿Quién compra? ¿Quién quiere comprar?
No sé, pero el hecho es que se vendieron todos los ejemplares.
Un día, hace algún tiempo, Tom vino a visitarme. Hacía años que no nos veíamos. Era el mismo Tom: guapo, simpático, con ese aire de pureza que tiene, y los cabellos medio caídos sobre la frente. La conversación se fue volviendo cada vez más seria. Reproduciré literalmente nuestros diálogos (tomé notas, pero a él no le molestó).
Tom, ¿cómo encaras el problema de la madurez?
Hay un verso de Drummond de Andrade que dice: “La madurez, ese regalo horrible...”. No sé, Clarice, nos volvemos más capaces, pero también más exigentes.
No está mal, la gente exige más.
Es que, con la madurez, pasamos a tener conciencia de una serie de cosas que antes no percibíamos. Incluso los instintos, lo más espontáneo, son filtrados. La policía del espacio está presente, esa policía que es la verdadera policía de la gente. He notado que la música va cambiando con los medios de difusión, con la pereza de acercarse hasta el Teatro Municipal.
Quiero hacerte esta misma pregunta respecto de la lectura de libros, pues hoy en día se oye música en la televisión y la radio, medios inadecuados. Todo lo erudito y serio que escribí está en un cajón. Que no haya malentendidos: considero muy seria la música popular. Me pregunto si hoy en día la gente lee como yo leía cuando era un chaval, con el hábito de irse a la cama con un libro antes de dormir. Porque siento una especie de falta de tiempo de la humanidad, acabará por imponerse una especie de lectura dinámica. ¿Tú qué piensas?
Sufriría si eso llegara a suceder, que alguien lea mis libros según el método de pasar las páginas rápidamente. Porque los escribí con amor, atención, dolor y búsqueda. Y querría recibir por lo menos una atención completa. Una atención y un interés como los tuyos, Tom. Pero, por otro lado, lo curioso es que yo ya no tengo paciencia para leer ficción.
¡Pero ahí te estás contradiciendo, Clarice!
No. Felizmente, mis libros no están sobrecargados de hechos, sino de la repercusión de los hechos en el individuo. Hay quien dice que la música y la literatura van a desaparecer. ¿Sabes quién? Henry Miller. No sé si lo decía para ahora mismo o para dentro de trescientos o quinientos años. Yo pienso que nunca van a morir.
Risa feliz de Tom:
Yo también lo pienso.
Creo que el sonido de la música es imprescindible para el ser humano y que el uso de la palabra hablada y escrita es como la música, dos de las cosas más importantes que nos elevan del reino de los simios, del reino animal.
¡Y mineral también! ¡Y vegetal también! (Ríe). Creo que soy un músico que cree en las palabras. Leí ayer tu El búfalo y La imitación de la rosa.
Sí, pero existe la muerte.
La muerte no existe, Clarice. Tuve una experiencia que me reveló eso. Así como que tampoco existe el yo ni el “yosito” ni el “yosazo”. Más allá de esa experiencia, que no voy a contar, temo a la muerte veinticuatro horas al día. La muerte del yo, Clarice, te lo juro, porque la vi.
¿Y crees en la reencarnación?
No sé. Dicen los hindúes que sólo entiende la reencarnación quien tiene conciencia de las distintas vidas que vivió. Evidentemente, no es mi punto de vista: si existe reencarnación sólo puede ser por un despojamiento.
Le di entonces un epígrafe de uno de mis libros. Una frase de Bernard Berenson, crítico de arte: “Una vida completa quizá sea aquella que termina con una identificación tal con el no-yo, que no queda un yo para morir”.
Esto es muy bonito -dice Tom-, es el despojamiento. Caí en una trampa, porque sin el yo, me negué. Si negamos cualquier paso de un yo a otro -que es lo que significa la reencarnación-, entonces la estamos negando.
No estoy entendiendo nada de lo que estamos hablando, pero tiene sentido. ¡Cómo podemos hablar de lo que no entendemos! Veamos si en la próxima reencarnación nos encontraremos nosotros dos.
10 de julio de 1971
Más adelante hablamos sobre el hecho de que la sociedad industrial organiza y despersonaliza demasiado la vida. Y si no correspondería a los artistas el papel de preservar no sólo la alegría sino la conciencia del mundo.
Estoy en contra del arte del consumo. Es evidente, Clarice, que yo quiero el consumo, pero desde el momento en que la estandarización de todo quita la alegría de vivir, estoy en contra de la industrialización. Estoy a favor del maquinismo que facilita la vida humana, nunca de la máquina que domina a la especie humana. Claro que los artistas deben preservar la alegría del mundo, aunque ahora el arte esté tan alienado y sólo traiga tristeza al mundo. Pero no es culpa del arte, porque su función es reflejar el mundo. El arte refleja y es honesto por ello. ¡Viva Oscar Niemeyer y viva Villa-Lobos! ¡Viva Clarece Lispector! ¡Viva Antônio Carlos Jobim! El nuestro es un arte que denuncia. He escrito sinfonías y música de cámara que no verán la luz.
¿No crees que tu deber es hacer la música que tu alma pide? Por las cosas que dices, supongo que eso significa que nuestro mejor arte está hecho para las élites.
Evidentemente, nosotros, para expresarnos, tenemos que recurrir al lenguaje de las élites, unas élites que no existen en Brasil... He aquí el gran drama de Carlos Drummond de Andrade y Vila-Lobos.
¿Para quién compones música tú, para quién escribo yo, Tom?
Creo que no se nos preguntó nada al respecto, y, desprevenidos, oímos música y palabras, sin haberlas aprendido en realidad de nadie. No pudimos escoger: tú y yo trabajamos bajo una inspiración. Es de nuestra ingrata arcilla de la que está hecha el yeso. Ingrata incluso para nosotros. La crítica que haría, Clarice, en este cómodo apartamento en Leme, es que somos de esos seres enrarecidos que sólo se dan en determinadas alturas. Todos deberíamos dar más, a todas horas, de manera indiscriminada. Hoy, cuando leo una partitura de Stravinsky, todavía siento una voluntad irreprimible de estar con la gente, con el pueblo, aunque la cultura que de la que habíamos participado la hayamos tirado por la ventana. Estoy citando a Carlos Drummond de Andrade.
Quizás porque nosotros formamos parte de una generación, quién sabe si fracasada.
No estoy de acuerdo en absoluto.
Es que siento que hemos alcanzado el umbral de unas puertas que estaban abiertas. Y por miedo, o por no sé qué, no atravesamos por completo estas puertas que, sin embargo, ya tienen grabado nuestro nombre. Cada persona tiene una puerta con su nombre grabado, Tom, y es sólo a través de ella que esa persona perdida puede entrar y encontrarse.
Llamar y que se abra para nosotros.
Me confesaré, Tom, sin el menor asomo de mentira: siento que si hubiera tenido coraje, habría atravesado mi puerta sin miedo a que me tacharan de loca. Porque existe un nuevo lenguaje, tanto musical como en la escritura, y nosotros dos seríamos los legítimos representantes de las puertas estrechas que nos pertenecen. En resumen y sin vanidad: estoy diciendo simplemente que nosotros dos tenemos una vocación que cumplir.
¿Cómo se procesa en ti una elaboración musical que termina en creación? Estoy mezclando todo, pero no es culpa mía, Tom, ni tuya: es que nuestra conversación es un poco psicodélica.
En mí la creación de la música es compulsiva. En ella se manifiestan las ansias de libertad.
¿Libertad interna o externa?
La libertad total. Si como hombre fui un pequeño-burgués adaptado, como artista me vengué en las amplitudes del amor. Disculpa, no quiero más whisky a causa de mi voracidad, tengo que beber cerveza, ya que llena los grandes vacíos del alma. O por lo menos impide la embriaguez súbita. Sólo me gusta beber ocasionalmente. Me gusta beber cerveza, pero no me gusta estar borracho.
Fue debidamente enviada la asistenta a comprar cerveza.
17 de julio de 1971
Tom, toda persona muy conocida, como tú, es en el fondo un gran desconocido. ¿Cuál es tu cara oculta?
La música. El ambiente era competitivo, y yo hubiera matado a mi colega y a mi hermano para sobrevivir. El espectáculo del mundo me sonaba falso. El piano en el cuarto oscuro me ofrecía una posibilidad de armonía infinita. Esta es mi cara oculta. Mi fuga, mi timidez me llevaron inadvertidamente, contra mi voluntad, a los focos del Carnegie Hall. Siempre huí del éxito, Clarice, como el diablo huye de la cruz. Siempre quise ser aquel que no va al palco. El piano me ofrecía, de vuelta de la playa, un mundo insospechado, de amplia libertad; las notas estaban todas disponibles y yo presentí que abrían caminos, que todo era lícito, y que podría ir a cualquier lugar siendo íntegro.
De repente, ¿sabes?, aquello que se ofrece a un joven, el gran sueño del amor, estaba allí y este sueño tan inseguro era seguro, ¿no es cierto, Clarice? ¿Sabes que la flor no sabe que es flor? Me perdí y me encontré, mientras soñaba con los pechos de mi sirvienta a través del ojo de la cerradura. Eran hermosos sus pechos a través de la cerradura.
¿Tom, serías capaz de improvisar un poema que sirviese de letra para una canción?
El asintió y, después de una pequeña pausa, me dictó lo que sigue:
Teus olhos verdes são maiores que o mar.
Se um dia eu fosse tão forte quanto você eu te desprezaria e viveria no espaço.
Ou talvez então eu te amasse. Ai! Que saudades me dá a vida que nunca tive!...
Tus ojos verdes que son más grandes que el mar.
Si un día fuera tan fuerte como tú te despreciaría y viviría en el espacio.
O tal vez entonces te amase. ¡Ay! ¡Qué saudade me da la vida que nunca tuve!
¿Cómo sientes que va a nacer una canción?
Los dolores del parto son terribles. Golpear la cabeza contra la pared, sentir angustia, lo innecesario de lo necesario, son los síntomas de una nueva canción naciendo. Una canción me gusta más cuanto menos intervenga en ella. Cualquier resquicio de savoir-faire me aterra.
Gauguin, que no es uno de mis favoritos, dice una cosa que no se debe olvidar, por más dolor que nos ocasione. Es lo siguiente: “Cuando hayas alcanzado la destreza con tu mano derecha, pinta con la izquierda; cuando seas hábil también con la izquierda, pinta con los pies”. ¿Eso responde a tu terror hacia el savoir-faire?
Para mí esa destreza es muy útil, pero en última instancia la habilidad es inútil. Sólo la creación satisface. Verdad o mentira, yo prefiero una forma errada o incompleta que diga, a una forma hábil, diestra, “correcta”, que no diga…
¿Escoges a los intérpretes y a los colaboradores?
Cuando puedo escoger intérpretes, los escojo. Pero la vida va muy deprisa. Me gusta colaborar con gente que amo, Vinícius, Chico Buarque, João Gilberto, Newton Mendonça, etc… ¿Y tú?
Forma parte de mi profesión estar siempre sola, sin intérpretes y sin colaboradores. Fíjate, cada vez que terminaba de escribir un libro o un cuento, pensaba con desesperación y con toda certeza que nunca más escribiría nada.
Y tú, ¿qué sensación tienes cuando acabas de dar a luz una canción?
Exactamente la misma. Yo siempre pienso que muero después de los dolores de parto.
Llega la cerveza.
La cosa más importante del mundo es el amor, la cosa más importante para la persona como individuo es la integridad del alma, incluso aunque desde fuera pueda parecer sucia. Cuando el alma íntegra dice que sí, es sí, cuando dice que no, es no. Y a ver si eres capaz de dormir con un ruido como ése. A pesar de todos los santos, a pesar de todos los dólares. En cuanto a qué es el amor, el amor es darse, darse, darse. No darse de acuerdo con tu propio yo -mucha gente piensa que da y no está dando nada- sino de acuerdo con el yo de la persona amada. Quien no se da, se detesta a sí mismo, y se castra a sí mismo. El amor solo no tiene sentido.
¿Ha habido algún momento decisivo en tu vida?
Sólo hubo momentos decisivos en mi vida. Incluso tener que ir, a los 36 años, a los Estados Unidos, por fuerza de Itamarati, en esa época en la que a mí me gustaba estar en pijama de rayas, echado en una mecedora de mimbre, mirando el cielo azul con las nubes dispersas…
Muchas veces, en las creaciones en cualquier ámbito, se pueden notar tesis, antítesis y síntesis. ¿Sientes eso en tus canciones? Piensa.
Siento demasiado eso. Soy un matemático amoroso, carente de amor y de matemática. Sin forma no hay nada. Incluso en lo caótico hay forma.
¿Cuáles fueron las grandes emociones de tu vida como compositor y de tu vida personal?
Como compositor, ninguna. En mi vida personal, el descubrimiento del yo y del no-yo.
¿Cuál es el tipo de música brasileña que tiene éxito en el exterior?
Todos. El Viejo Mundo, Europa y los Estados Unidos están completamente agotados de temas, de fuerza, de virilidad. Brasil, a pesar de todo, es un país de alma extremadamente libre. Eso conduce a la creación, eso potencia los grandes estados del alma.
Sé que voy a amarte
Sé que voy a amarte
Bonito programa y realmente no sabría decantarme si por el de esta semana o la pasada. Son los dos muy buenos...
ResponderEliminarAlberto:)
Gracias, Alberto, a mí también me gustan bastante los dos...
ResponderEliminarUn abrazo