martes, 4 de marzo de 2014


CORTÁZAR Y EL JAZZ. UN PÁJARO QUE MIGRA

El 12 de febrero pasado se cumplieron treinta años de la muerte de Julio Cortázar, que de vivir aún habría llegado a los cien el próximo veintiséis de agosto. Esta doble celebración, gozosa en cualquier caso pues nos permite rememorar su inmensa figura como escritor y persona, será la excusa que dé sentido a la presente edición de Buscando leones en las nubes.
 
Desde el punto de vista literario, en la hora larga (en realidad, setenta minutos) de programa escucharéis textos extraídos de Cortázar de la A a la Z, un interesante libro sobre el argentino, del que son responsables Aurora Bernárdez, primera mujer del escritor, y Carles Álvarez Garriga, gran experto cortazariano. En mi otro programa en Radio Universidad presenté hace unas semanas una reseña sobre el libro que podéis consultar en su blog: todosloslibrosunlibro.blogspot.com. Los fragmentos seleccionados para integrar la emisión son, como el propio libro, heterogéneos y variados, e incluyen cuentos cortos, párrafos entresacados de sus novelas, fragmentos de entrevistas, poemas y reflexiones varias de Cortázar. En ellos están presentes algunas de las "preocupaciones" favoritas del argentino: el tema del doble, la importancia de la música, el encantamiento del jazz, la radical persistencia de la infancia en nuestras existencias, la vida como juego, la fascinación del viaje, el mágico universo subterráneo del metro, la realidad y el sueño viviendo sus relaciones paralelas, el oficio de escritor y la trascendencia de la literatura, el humor que rebaja cualquier planteamiento elevado -incluso el de la trascendencia de la literatura-, como aflora en las múltiples historias de los cronopios y los famas, una de las cuales se recoge en el programa, la curiosidad por lo aparentemente nimio, como puede verse en sus conocidas instrucciones para dar cuerda a un reloj, también radiadas, y tantos otros.
 
La banda sonora que acompaña a la significativa muestra de textos del inolvidable escritor está integrada, cómo no, por una selección de espléndidas piezas de jazz que o bien son mencionadas por el autor de Rayuela en los distintos testimonios que nos quedan de su intensa devoción por el género o bien son interpretadas por músicos de su predilección: Blue Mitchell, Bessie Smith, Lester Young, Ethel Waters, Nat Adderley, Ella Fitzgerald, Jimmy Heath, Lena Horne, Charlie Parker, Billie Holiday, John Coltrane con Johnny Hartman (cuya magnífica interpretación -saxo y voz- de Dedicated to you con un inesperado pero muy apropiado fondo de nubes aparece en nuestro vídeo final), Sarah Vaughn y Duke Ellington.
 
El título que encabeza esta entrada está entresacado de un texto de Rayuela que se lee en la emisión y que os dejo ahora como cierre a mi comentario.
 
 
El jazz es como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra, saltabarreras, burlaaduanas, algo que corre y se difunde y esta noche en Viena está cantando Ella Fitzgerald mientras en París Kenny Clarke inaugura una cave y en Perpignan brincan los dedos de Oscar Peterson, y Satchmo por todas partes con el don de ubicuidad que le ha prestado el Señor, en Birmingham, en Varsovia, en Milán, en Buenos Aires, en Ginebra, en el mundo entero, es inevitable, es la lluvia y el pan y la sal, algo absolutamente indiferente a los ritos nacionales, a las tradiciones inviolables, al idioma y al folklore: una nube sin fronteras, un espía del aire y del agua, una forma arquetípica, algo de antes, de abajo, que reconcilia mexicanos con noruegos y rusos y españoles, los reincorpora al oscuro fuego central olvidado, torpe y mal y precariamente los devuelve a un origen traicionado, les señala que quizás había otros caminos y que el que tomaron no era el único y no era el mejor, o que quizá había otros caminos y que el que tomaron era el mejor, pero que quizá había otros caminos dulces de caminar y que no los tomaron, o los tomaron a medias, y que un hombre es siempre más que un hombre y siempre menos que un hombre, más que un hombre porque encierra eso que el jazz alude y soslaya y hasta anticipa, y menos que un hombre porque de esa libertad ha hecho un juego estético o moral, un tablero de ajedrez donde se reserva ser el alfil o el caballo, una definición de libertad que se enseña en las escuelas, precisamente en las escuelas donde jamás se ha enseñado y jamás se enseñará a los niños el primer compás de un ragtime y la primera frase de un blues, etcétera, etcétera.

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