EL AROMA DE LOS VIAJES
La última edición de Buscando leones en las nubes por este curso es también la cuarta y última entrega de la serie que durante el mes de julio hemos dedicado a Aromas, el magnífico libro de Philippe Claudel que presentó hace unos meses la editorial Salamandra.
Hoy, como las tres semanas precedentes, recogemos también textos del libro del escritor francés en los que se evocan episodios y acontecimientos relevantes de la infancia, adolescencia y juventud del autor a partir de las sugerencias sentimentales que inducen en él algunos olores que han protagonizado su vida. Así, el narcótico olor del éter, el rancio de la col, el solar de los rastrojos, el sintético e inquietante de las droguerías, el intenso y disipado del cannabis, el penetrante y nutritivo del ajo, el denso y acre de las iglesias, el embriagador de las umbelíferas y los exóticos y prometedores de los viajes, nos trasladan a otros tantos momentos de la existencia de Philippe Claudel, que con su prosa precisa y sugerente nos hace revivir momentos y situaciones que muchos de nosotros también hemos experimentado en nuestras vidas.
En el apartado musical del programa esta semana he querido introducir una novedad con respecto a las tres emisiones anteriores, en las que las canciones radiadas hablaban también de aromas. Para esta edición, en cambio, he elegido nueve temas espléndidos, recogidos y delicados, en el tono habitual de Buscando leones en las nubes, que sin hablar de olores se relacionan con nuestro tema central porque los nueve han aparecido en la banda sonora de anuncios de perfumes, canciones que han acompañado las campañas publicitarias de algunos de los grandes nombres del universo comercial de las fragancias. Y así, Billie Holiday, Mina, Zenet (su intensa, conmovedora y enamorada Soñar contigo nos emociona en el vídeo que complementa esta entrada), Antony & The Johnsons, Vanessa da Mata, Yeah Yeah Yeahs, Joss Stone, CocoRosie y Dean Martin, con su estupenda versión de ¿Quién será?, el famoso mambo compuesto en 1953 por los mexicanos Pedro Beltrán y Luis Demetrio, son los intérpretes que en su momento ilustraron los conocidos “comerciales” de los famosos Nº 5 de Chanel, One de Dolce & Gabanna, Aura de Loewe, La fragancia de Massimo Dutti, Agua fresca de Adolfo Domínguez, Downtown de Calvin Klein, Coco Mademoiselle, también de Chanel, Amour de Kenzo y Blue seduction de Antonio Banderas.
El olfato, un cuadro de Rubens y Brueghel el viejo, pintado entre 1617-1618 para formar parte de la serie de Los Sentidos creada para los archiduques de los Países Bajos Alberto e Isabel Clara Eugenia, ilustra esta entrada con su sensual universo rebosante de fragancias.
Viaje
Baudelaire -de nuevo Baudelaire- sabía perfectamente que un mundo puede caber en un frasco o esconderse entre los espesos rizos de una cabellera dormida. Y yo siempre llevo sus versos conmigo, como un vademécum más útil que toda guía de viaje, de cualquier viaje, porque viajar también es perderse, desprenderse de lo conocido para renacer sin referencias y dejar que nuestros sentidos domestiquen la tierra. Percibimos entonces, como nunca antes, el aliento de los países nuevos. Durante años me pierdo a menudo, feliz, en los mercados de Estambul, Marrakech, El Cairo, Asuán, Taipei, Huaraz, Shanghai, Denpasar, Bandung, Lima, Saigón, Cholon, Hué o Hanoi, Malatya, Helsinki, Mérida y otras muchas ciudades grandes y pequeñas, achicharrantes, como Diyarbakir, que esconde las rubias y aromáticas pilas de su mercado de tabaco a la sombra de un antiguo caravasar, o gélidas, como esta Cracovia de enero donde busco algo para protegerme las entumecidas manos entre tenderetes atestados de pieles, pesebres de papel de plata o almizcle. Los nombres son poemas. Los olores, barcas a la deriva que nos mecen suavemente. Cuando viajo a alguna parte, hay dos sitios que me atraen en especial, los primeros que visito. La iglesia, si estoy en un país cristiano, y el mercado. La iglesia, porque en ella siempre acabo encontrando el mismo olor a piedra fría, cera, mirra e incienso. En cierto modo, es mi casa portátil, mi hogar permanente, con su imaginería familiar, su paz y su silencio. El mercado, porque en él huelo el alma de una tierra, la piel de su gente y los frutos de su trabajo en una mareante mezcla de repulsivos o deliciosos efluvios de grasa cruda o frita, toronjil y cilantro cortado zafiamente con tijeras, excrementos de pájaros cautivos y carne de reses recién sacrificadas, jazmín y pieles curtidas, azufre y canela, pétalos de rosa y entrañas, almendras naturales o tostadas, alcanfor, éter y miel, salchichas y menta, lirios, aceite, sopas y buñuelos, bacalao y pulpo, algas secas y cereales. Alinear nombres, oler sus sílabas, es escribir el gran poema del mundo y de sus profundos deseos. Cendrars, famélico, lo sabía muy bien mientras escribía su retahíla de Menús soñados tiritando en el corazón de una Nueva York que no lo quería. Cada letra tiene un aroma, cada verbo, una fragancia. Cada palabra trae al recuerdo un lugar y sus olores. Y el texto que tejemos poco a poco, al azar duplicado del alfabeto y la memoria, se convierte en el maravilloso y perfumado río, mil veces ramificado, de nuestra vida soñada, de nuestra vida vivida, de nuestra vida por vivir, que nos lleva y al mismo tiempo nos revela.
y después de tanto tiempo... vuelvo a reencontrarme -en esta noche fria que has llenado de olores y sabores- con tu voz,con tu sensibilidad,con tu magia...contigo,en definitiva.Y me vuelves a estremecer,a turbar,a emocionar...después de tanto tiempo.
ResponderEliminarSiempre pensé que tu programa estaba hecho para ser escuchado en la noche...pero tal vez es al contrario,la noche está creada para escuchar tu programa.
como siempre...gracias.
Toda una declaracion de intenciones.
ResponderEliminarSaludos.
Hola a ambos (anónimos)
ResponderEliminarCon mucho retraso (pero las vacaciones son las vacaciones) os contesto agradeciendo el elogio enfático y los saludos escépticos, respectivamente... Gracias.
Un abrazo (irónico; por seguir con las esdrújulas)