martes, 4 de noviembre de 2014

 
CÁSATE CONMIGO
 
Esta semana Buscando leones en las nubes reincide en uno de sus temas favoritos, el del amor, que ha aparecido de un modo recurrente en nuestras emisiones, enfocado desde ángulos muy distintos: el enamoramiento y la pasión, la decepción y el abandono, la exaltación y el fracaso, los fogosos inicios y las gélidas despedidas, la ilusión y la ternura, el compromiso y la entrega, pero también el desapego, la soledad y la tristeza como manifestaciones habituales -todas, las alegres y las dolorosas- del fenómeno amoroso. En particular, la presente edición -y las de las dos semanas próximas, pues una vez más nuestra propuesta se articula bajo la forma de una corta serie- se centra en el matrimonio, no siempre -como es sabido y como podréis comprobar escuchando el programa- necesariamente unido al amor.
 
Hace unos meses se publicó en nuestro país, en la editorial Alfaguara y traducido por Eugenia Vázquez Nacarino, Cásate conmigo, un desternillante librito de relatos muy breves, ochenta piezas que no superan casi nunca la extensión de una página, en el que su autor, el británico Dan Rhodes, describe, con extraordinarias dosis de humor y desmitificadora ironía, los encantos y las miserias de las relaciones de pareja. Unas relaciones que en los cuentos aparecen siempre fijadas, congeladas en el tiempo, en momentos cercanos -antes, durante o inmediatamente después- a la boda. Se trata de historias chispeantes, en ocasiones meros fogonazos, en las que se muestran las ilusiones, las miserias, los proyectos, las decepciones, las esperanzas y las frustraciones que acompañan al matrimonio y sus ceremonias: la declaración de amor, la petición de mano, la boda misma, la convivencia conyugal, la separación, la ruptura, el divorcio. Pese al tono humorístico y divertido del libro, los relatos están impregnados de melancolía y desolación, y dejan, tras su lectura, un regusto amargo que congela la sonrisa que el sarcasmo inteligente y la ácida irreverencia de Rhodes han provocado en el lector. Cerca de cuarenta de estas penetrantes narraciones aparecerán en las tres entregas de la serie.
 
Y como mi insistencia en el asunto del amor y sus temas “adyacentes” supone una evidente reiteración de algunas de mis propuestas radiofónicas más habituales, he decidido seguir la misma pauta -la de la repetición de mis “filias” más acostumbradas- para configurar la selección musical que nos acompañará en estas semanas. Y así, estos tres programas contarán con una banda sonora conformada por interpretaciones exclusivamente femeninas de grandes clásicos -aunque la mayor parte no cuente con más de treinta años de vida- de la música popular, singularmente el rock y el pop. En concreto, los temas de esta primera emisión tienen por intérpretes a Silvia Pérez Cruz con Raül Fernández Miró, Christine Tobin, Alma Micic, Maria de Medeiros, Emilie Simon, Barbara Dickson, Rebekka Bakken, Béatrice Martin, escondida bajo el nombre de Coeur de pirate, Carla Bruni, Julie Peel y la alemana-rumana-nigeriana Ayo. Todas las canciones que han sonado constituyen versiones de conocidas piezas de Leonard Cohen, The Beach Boys, Police, Adriano Celentano, Chris Isaak, Bob Dylan, Tom Waits, Rolling Stones, David Bowie, The Cure y Bobby Hebb, creador del popularísimo Sunny que tantos artistas han cantado.


Errores

Estábamos de luna de miel y mi mujer, tendida a mi lado en la cama, le escribía una carta a su mejor amiga. Cuando acabó, me pidió que la revisara. Contento de poder ayudarla, la leí detenidamente de principio a fin. Cuida mucho la letra, y tiene una ortografía y una gramática muy buenas, pero le señalé uno o dos detalles menores.

- ¿Ves aquí? -dije- Has escrito “el mayor error más grande que he cometido”, pero debería ser simplemente “el error más grande que he cometido”. Y aquí, donde has puesto “me siento hatada a cadena perpetua”, sobra la hache, es “atada”.

Sólo detecté un error más.

-Donde has escrito “No sé que he hecho para merecer esto”, te falta el acento en “qué”.

Le expliqué que era un pronombre interrogativo, y cuando es pronombre lleva acento. Me miró muy seria y de vez en cuando asentía, asimilándolo todo.

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