martes, 19 de febrero de 2019


UNA GOTA RECORRE MI ESPALDA 

Esta semana cerramos la vertiente “sensorial” de nuestra serie de seis programas -el del lunes que viene no tendrá a ninguno de los sentidos como centro- dedicados al haiku en español a partir de Un viejo estanque, una muy apreciable antología que presentó hace unos años la editorial Comares en su colección La Veleta, que dirige Andrés Trapiello. El libro, en edición de Susana Benet y Frutos Soriano recoge varios centenares de poemas de ciento treinta y cinco escritores españoles e hispanoamericanos que se acogen a la más conocida fórmula estilística de la literatura japonesa. 

En su estudio introductorio al libro, el profesor de la Universidad de Sevilla Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala, resalta la vinculación de los haikus con la experiencia de los sentidos, encontrando en la recopilación que prologa cinco líneas o ejes temáticos principales, correspondientes con los cinco sentidos humanos. 

En semanas precedentes hemos recorrido, en textos y canciones, la vista, el oído, el olfato y el gusto, siendo por tanto en esta ocasión el tacto el protagonista del programa, al menos en su vertiente literaria, porque en la musical he optado por elegir temas que no hablan estrictamente del tocar, sino que, partiendo del objeto del poema -un perro, la nieve, el sol, el pelo-, he buscado canciones que tienen a esos objetos como centro. 

Esos haikus “táctiles”, con la que cerramos nuestra “sensitiva” serie, han sido escritos por Jesús Aguado, Isabel Alamar, Félix Arce, Elías Rovira, Emilio Gavilanes, Miguel Ibáñez, María Ángels Lluch, Virginia Llorens, Giovanni C. Jara, José Antonio Mesa Toré, Julia Guzmán, Ana María López Navajas, José Luis Parra y Alfredo Benjamín. 

Entre los versos han sonado las canciones de Norah Jones, Mariza, Rosemay Clooney, Peter Gabriel, Roberto Carlos, Franco Battiato, The Be Good Tanyas, Ella Fitzgerald, Jane Siberry, Stereo Total, Rachel Goswell, Billie Holiday, Sade, Gal Costa y el grupo italiano Madreblu, con su exitoso Certamente, una maravilla que ya emitimos en más de una ocasión en Buscando leones en las nubes y que no habla estrictamente del tacto, aunque las menciones al calor opresivo, el temporal fraguándose afuera, la imposibilidad de dormir, crean una atmósfera de una densidad casi física que parece poder tocarse. 

Nu à contre-jour, de Pierre Bonnard, ilustra muy bellamente la alusión a la gota que recorre la espalda que titula esta entrada.

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