martes, 3 de noviembre de 2020


LA LLUVIA ANTES DE CAER (PROGRAMA 700) 
 
Esta semana Buscando leones en las nubes llega su programa número setecientos, con varios meses de retraso conforme a lo previsto, a causa del aún insidioso impacto de la epidemia del coronavirus que nos obligó, como sabéis nuestros más fieles seguidores, a interrumpir las emisiones durante algunos meses. 

Algo más de veinte años después de su inicio en abril de 2000, alcanzamos ahora esta insólita cifra con una mezcla de satisfacción y vértigo, con alegría por haber podido mantenernos tanto tiempo en antena ofreciéndoos nuestras habituales selecciones de música y literatura, pero también con un cierto pesaroso sobrecogimiento por la rapidez con la que transcurre el tiempo, por el acelerado discurrir de una vida cuya brevedad subrayan efemérides como la que hoy celebramos. 

Movidos, pues, por estos sentimientos ambivalentes sale al aire ahora la septigentésima edición de nuestro espacio, con la que, con ese afán de gozosa y algo melancólica celebración, quiero abrir una serie de cuatro programas consecutivos unidos por un propósito común: ofreceros una muestra representativa de nuestra larga trayectoria, con unas emisiones que recogerán no tanto algunos de los contenidos de estos años como parte del espíritu sustancial, de la atmósfera íntima, tan fácilmente identificable para los asiduos del espacio, que ha caracterizado la historia de Buscando leones en las nubes

Para ello, desde hoy y en cuatro lunes sucesivos voy a leeros, en la parte literaria de las transmisiones, una serie de textos, fragmentos todos de interesantes libros, algunos de los cuales han formado parte de programas radiados en estos años, correspondiéndose sin embargo la mayor parte de ellos con referencias mencionadas en mi otra colaboración en Radio Universidad de Salamanca, Todos los libros un libro. Se trata, en todos los casos, de pasajes de mediana extensión, pequeñas historias que se cierran en sí mismas, con sentido y significación propios al margen del libro del que están extraídas, y que comparten también un ostensible tono melancólico y una preocupación por algunos de los grandes temas de la existencia: el paso del tiempo, la inutilidad de los afanes cotidianos, los sueños y el fracaso, la inexorable muerte, y, sobre todo, el entusiasmo y la ilusión del tierno amor. 

En el caso del programa de hoy, las obras y los autores seleccionados son: Detrás del hielo, de Marcos Ordóñez; El regreso del soldado, escrito por Rebecca West; el texto autobiográfico, no novelístico, pues, Amor y vejez, extraído de las Memorias de François René de Chateaubriand; Las afinidades electivas, una de las obras mayores de Johann Wolfgang Goethe; Un hombre de palabra, de Imma Monsó; Stoner, la genial novela de John Williams; La lluvia antes de caer, otra ficción excelente, del británico Jonathan Coe; Dos vidas, de Vikram Seth; la reciente Esperando a Míster Bojangles, del francés Olivier Bourdeaut; y Si nadie habla de las cosas que importan, la primera y deslumbrante novela de Jon McGregor. 

Desde el punto de vista musical, he querido que cada uno de los cuatro programas que constituyen este breve ciclo, tenga como banda sonora un distinto instrumento de jazz, un género siempre presente en nuestro espacio, pero que ahora comparecerá de un modo más intenso en ediciones monográficas centradas, esta noche, en el piano de Erroll Garner, y en lunes posteriores, el saxo tenor de Ben Webster, la trompeta de Miles Davis y la grave voz -ese privilegiado instrumento- de Johnny Hartman. 


Me uní a ellas, pero Rebecca no se volvió cuando oyó pasos en el guijarral. Hizo visera con las manos, miró hacia las montañas y dijo: Mira qué nubes. Va a haber tormenta si vienen hacia aquí. Thea escuchó el comentario (siempre se daba cuenta en seguida de los cambios de humor, y a mí nunca dejaba de sorprenderme lo sensible que era, lo pendiente que estaba de los sentimientos de los adultos), y eso la llevó a preguntar: ¿Por eso estás triste? ¿Triste?, dijo Rebecca volviéndose. ¿Yo? No. No me importa que llueva en verano. Hasta me gusta. Es mi lluvia favorita. ¿Tu lluvia favorita?, dijo Thea. Recuerdo que frunció el ceño sopesando aquellas palabras, y luego exclamó: Pues la mía es la lluvia antes de caer. Rebecca se sonrió al oír aquello, pero yo dije (en plan pedante, supongo): Pero, cielo, antes de caer, en realidad no es lluvia. Y Thea me dijo: ¿Y entonces qué es? Y yo le expliqué: Pues es sólo humedad, humedad en las nubes. Thea bajó la vista y se concentró una vez más en escoger los guijarros de la playa; cogió dos y se puso a golpearlos uno contra otro. Parecía que el ruido y la sensación le gustaban. Yo seguí: ¿Entiendes entonces que no existe la lluvia antes de caer? Tiene que caer para que sea lluvia. Era una tontería explicarle aquello a una niña pequeña; casi me arrepentía de haber empezado. Pero, por lo visto, Thea no tenía ningún problema en captar la idea; más bien al revés, porque al poco rato se quedó mirándome y meneó la cabeza con gesto de pena, como si discutir aquellas cosas con una idiota estuviera poniendo a prueba su paciencia. Ya sé que no existe, dijo, por eso es mi favorita. Porque no hace falta que algo sea de verdad para hacerte feliz, ¿no? Luego echó a correr hacia el agua sonriendo abiertamente, encantada de haberse salido con la suya gracias a su propia lógica. Jonathan Coe. La lluvia antes de caer.

La lluvia antes de caer

3 comentarios:

  1. Enhorabuena por el programa 700. Ha estado genial... que momento de tranquilidad y paz. Me han encantado los textos... Un saludo y mucho ánimo.

    Alberto:)

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Gracias, Alberto

    Me alegra que sigas disfrutando del programa. Espero verte aquí en el 800.

    Un abrazo

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