MIRARÉ A LA LUNA, PERO TE VERÉ A TI
El hilo que une las emisiones de estas últimas semanas, coincidentes, en condiciones normales y no en la anómala excepción provocada por la pandemia, con las ceremonias de entrega de los principales galardones cinematográficos del mundo, es, obviamente, el del universo del séptimo arte. Y es por ello por lo que, a principios de febrero compareció aquí, durante dos lunes consecutivos, Woody Allen, en sendos programas dedicados a su polémica pero apetitosa autobiografía, A propósito de nada.
Con la misma lógica cinéfila, hoy llega a su fin una serie, de la cual la que ahora os presento constituye su cuarta entrega, centrada en El paciente inglés, la magnífica creación literaria de Michael Ondaatje, y su no menos espléndida recreación para la gran pantalla, dirigida en 1996 por Anthony Minghella.
Ambientado en el norte de África, en El Cairo y en la inmensa franja del desierto del Sahara que corta Libia y Egipto, en el libro se entremezclan las peripecias de un grupo de cosmopolitas viajeros e investigadores que, en los años inmediatamente anteriores al comienzo de la Segunda Guerra mundial, rastrean en la inhóspita aridez del desierto, los restos del mítico oasis de Zerzura, con el relato del encuentro de cuatro personajes, entre ellos el conde Lázsló Almásy, uno de aquellos aventureros, que en los días finales de la contienda, coinciden en una villa italiana, tras la precipitada huida hacia el norte de los ejércitos del Reich.
Entre los muchos planos en los que se desarrolla la novela, uno de los más destacados, quizá su núcleo esencial -lo es, sin duda, en la versión cinematográfica-, es el de la historia de amor, vibrante y turbulenta, entre Almásy y Katharine, la atractiva esposa de Geoffrey Clifton, uno de sus colegas de aventuras y expediciones, integrantes ambos del club Zerzura, como han denominado a su proyecto, a caballo de la seria investigación y el superficial divertimento, que los entretiene y entusiasma en el extremo nororiental de África en aquella época agitada.
En el espacio de hace siete días -en los dos primeros de la serie el protagonismo recaía en el desierto- asistíamos al deslumbramiento que provoca en el conde la súbita e inesperada aparición de Katharine, al poco de la llegada del matrimonio Clifton al campamento de los expedicionarios. En la sesión de hoy, conoceremos las vicisitudes de ese amor enternecedor e impetuoso, conmovedor y apasionado, irrefrenable, prohibido y a la postre trágico.
Para acompañar musicalmente los muy bellos textos de El paciente inglés he escogido una selección de doce canciones, todas de la época en la que se desenvuelve la historia, todas interpretadas por mujeres, todas combinando un cierto grado de sofisticada elegancia con dulces notas de melancolía y leves dosis de desolación, con las que espero podáis disfrutar. Así, han sonado las voces de Ivy Benson and Her Girls Band, Helen Ward, Lee Wiley, Lena Horne, Helen Humes, Lil Hardin Armstrong, Ivy Anderson, Ruth Etting, Valaida Snow, Billie Holiday, Maxine Sullivan y Anita O’Day, que despide el programa con Tenderly, un clásico de los años cuarenta del pasado siglo que han interpretado decenas de músicos, Nat King Cole, Sara Vaughan, Oscar Peterson o Rosemary Clooney, entre otros.
Miraré a la luna, pero te veré a ti
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