martes, 23 de noviembre de 2021


UNA CIERTA EDAD 

En la emisión de esta semana y en las tres posteriores, llegando casi hasta el borde de las vacaciones navideñas, nuestro espacio va a ofreceros una serie dedicada a Marcos Ordóñez, un escritor del que ya presenté varios de sus libros en Todos los libros un libro, mi otro programa en la emisora universitaria salmantina. En concreto, en mayo de 2015, os hablé de Detrás del hielo, Big time: la gran vida de Perico Vidal y Un jardín abandonado por los pájaros, un libro excelente, un extenso relato autobiográfico -casi quinientas páginas de emoción y ternura, de melancólicos recuerdos, de nostalgia y de memoria, de poderosísima y subyugante y conmovedora escritura- en el que el autor recrea la historia de su familia -retrotrayéndose en su narración hasta las trayectorias vitales de sus bisabuelos- y la suya propia a partir de su nacimiento en la Barcelona de finales de los cincuenta y avanzando en su remembranza hasta sus inicios en la profesión literaria, con apenas quince o dieciséis años, recién empezada la década de los setenta. 

En un tono intimista y muy personal, con muchas concomitancias con esta, a mi juicio, obra maestra, Ordóñez presentó el pasado 2019, en la editorial Anagrama, Una cierta edad, un muy interesante dietario, que abarca de 2011 a 2016 y que recoge una amplia variedad de notas, recuerdos de infancia, adolescencia y juventud, reflexiones varias, comentarios cuasi aforísticos, anécdotas, microrrelatos, poemas breves, apuntes sobre el paso del tiempo y el raudo correr de la existencia, glosas de libros, canciones y películas, y, sobre todo, opiniones, críticas y análisis en torno al teatro, el territorio favorito del autor, que además de media docena larga de novelas ha publicado diversos libros sobre el género, del que es un experto, agudo, culto e inteligentísimo crítico, con sus habituales columnas en el diario El País y sus frecuentes crónicas, artículos y colaboraciones en Babelia, el suplemento cultural del diario madrileño. 

Un dietario suele escribirse por diversos motivos, señala Ordóñez en la apertura de su libro. Los míos diría que son tres: tratar de sujetar lo que escapa del paso de los días, pensar con un poco de calma, y correr en libertad, jugando con tonos y géneros. Mis dietarios favoritos tienen algo de autobiografía en clave íntima. Y de libro de horas (o deshoras), escrito de noche y para ser leído de noche. Cuando los leo, no busco que me revelen los secretos de un escritor, sino su vagabundeo mental: los vaivenes, convicciones y contradicciones de su pensamiento en su faceta más ensayística, de tentativa

Y de ese fecundo y a menudo conmovedor vagabundeo mental voy a dar apasionada cuenta en las cuatro emisiones del ciclo, para integrar las cuales he seleccionado una cincuentena de fragmentos del libro, en una muestra heteróclita pero muy estimulante que espero resulte de vuestro agrado. 

Una cierta edad (Comienzas a tener «una cierta edad» cuando caes en la cuenta de que un día más es, irrevocablemente, un día menos, escribe el autor, nacido en 1957) está repleto de referencias musicales, en gran parte temas de los años sesenta y setenta. No me ha resultado difícil, por tanto, la opción de ilustrar las palabras del escritor con las canciones que él mismo menciona en su libro. Doce serán las elegidas esta noche, surgidas de ámbitos musicales muy distintos, para acompañar los evocadores textos del barcelonés, interpretadas por Rod Stewart, Dinah Shore, Elton John, Paolo Conte, Barbara, Leonard Cohen, B.B. King, Cat Stevens, Nick Drake, The Kendalls, Johnny Cash y Neil Young, que cierra el programa con su “clásico” Alabama, de Neil Young. Comparto generación con Marcos Ordóñez, de modo que la selección escogida para integrar la banda sonora de la presente emisión me ofrece, aparte de un motivo “objetivo” para el disfrute, una muy melancólica ocasión para la nostalgia. Por citar solo un ejemplo, y a propósito, precisamente, de Alabama, me recuerdo con apenas quince o dieciséis años, escuchando el álbum Harvest, del que dicha canción forma parte, en un muy primitivo tocadiscos portátil, feliz con mi primera “pandilla” con chicas, entre las rocas de una playa viguesa, bajo el cielo azul y frente a un calmado mar probablemente veraniego. En fin, tempus fugit.

 
Una cierta edad

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