martes, 31 de mayo de 2011


SOLOMON BURKE
La edición de esta semana de Buscando leones en las nubes se plantea como un homenaje a un músico deslumbrante recientemente fallecido; un músico no demasiado conocido, al menos en los grandes circuitos comerciales, en los que había reaparecido no obstante hace algunos años, pero con una carrera extensísima, que llegó a abarcar varias décadas, repleta de canciones intensas y apasionadas, melodías calientes y sensuales unas veces, románticas y delicadas otras. Se trata de Solomon Burke, que el pasado 10 de octubre moría, a los setenta años de edad, en un avión que lo traía desde su Estados Unidos natal a Europa, en donde pensaba iniciar una nueva gira de conciertos.

Solomon Burke era un artista inmenso y desbordante; lo era en todos los sentidos, con sus 21 hijos, 90 nietos y 19 biznietos, aceptando las cifras en la versión de la wikipedia, con su excesivo y peculiar desempeño como reverendo y predicador, con su obesidad mórbida que lo obligaba a actuar sentado, así lo puede ver yo en un concierto deslumbrante en Madrid y así lo podéis ver en la foto que preside esta entrada. Había alcanzado su mayor éxito en los años 60, con Everybody needs somebody to love como hito destacado, objeto de múltiples versiones. Pero su carrera se estancó durante décadas, o al menos careció de la esperable repercusión pública, permaneciendo en un segundo plano alejado del rutilante estrellato, hasta que en 2002 un disco, Don’t give up on me, supuso su reencuentro con el gran público, que descubrió por fin en él al genial intérprete de soul y blues que era. Del magnífico disco, una auténtica maravilla con fantásticas versiones de Tom Waits, Van Morrison, Elvis Costello y tantos otros genios, podréis encontrar una muestra muy completa en el programa con diez de sus once magistrales piezas.

Y como complemento a la música de Solomon Burke he querido, una vez más en Buscando leones en las nubes, presentaros literatura negra. Poemas de escritores afroamericanos, escritores americanos de raza negra que en sus versos, de modo más o menos explícito, dan cuenta del drama de su raza, de los sufrimientos vividos por sus hermanos en la opresión y la discriminación secular que han padecido los negros. Poemas indisimuladamente políticos en algún caso, más recogidos e íntimos en otros, combativos en su mayor parte, repletos de sensibilidad siempre, y casi todos entresacados de un artículo que con el título Veinte poemas de poetas afroamericanos y una canción desesperada, presentó Hilario Barrero en la asturiana revista Clarín en la primavera de 2009. Abrió la emisión la sobrecogedora Balada de Birmingham de Dudley Randall, inspirada en el atentado que sufrió en 1963 la iglesia baptista en esa ciudad de Alabama y en el que murieron cuatro niñas. Tras ella, los versos de Countée Cullen, Maya Angelou, Leroi Jones, Nikki Giovanni, Sonia Sánchez, Lucille Clifton, Derek Walcott, Wanda Coleman y, como cierre del programa, Langston Hughes, al que ya dedicamos dos emisiones en Buscando leones en las nubes hace unos años con ocasión de la elección de Barack Obama como primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos. Y a Obama, precisamente, se refiere Hilario Barrero en la nota de introducción a su antología: Para que el señor Obama haya llegado a ser el presidente número cuarenta y cuatro de los Estados Unidos tuvo que haber muchos presidentes que tenían criados negros, para que haya hecho historia han tenido que ocurrir asesinatos, linchamientos, violaciones, abusos y denuncias y para que dos niñas negras vivan en la Casa Blanca otras niñas tuvieron que morir en la explosión de una iglesia en Birmingham. La historia americana tiene escrito un tiempo de vergüenza que al recordarlo produce rabia e impotencia. Si la poesía es en ocasiones un arma que dispara dos veces, en esta selección de poetas afroamericanos hay poemas que fueron bombas de relojería colocadas en el corazón y en la conciencia de los blancos. Casi todas han explotado; otras, todavía, esperan hacerlo. La mayoría de los poetas escogidos vivieron los peores momentos de la discriminación, lucharon por una igualdad que se les negaba en la tierra de la libertad y lo hicieron como mejor sabían hacerlo: con la palabra (...) Mejor que miles de ensayos, con más intensidad que cientos de teorías, más claro que oscuros textos sociales, estos poemas breves en su mayoría, militantes, llenos de rabia y orgullo, de impotencia y agresividad, pero cargados de esperanza son los mejores testigos de un período vergonzoso en el país de la libertad.
La poesía, la mejor cronista.

Monográfico de Solomon Burke también en la sección de vídeos. Pero en este caso con canciones grabadas en vivo y que, en su mayoría, no han sonado en el programa; canciones con un toque más soul y animado, frente a las de la emisión, algo más cercanas a la languidez del blues. Abrimos de un modo arrasador con Everybody needs somebody to love. A continuación Detroit city (I wanna go home) y Cry to me (ambas grabadas en el festival de jazz de Vitoria y con un sonido demasiado bajo). Luego dos duetos, con Mack Rice en el clásico de éste último Mustang Sally, y con Zucchero en una arrebatadora e intensa A devil in me. Y como cierre, un medley (¿por qué no diré popurrí?... cuánta estupidez) con breves fragmentos de Cry to me, Proud Mary y No one us are free (ésta con letra también muy combativa, muy cercana al tono general de los poemas del programa), cuya contagiosa efervescencia propicia que el ritual acostumbrado en sus conciertos -la ofrenda de rosas al artista por parte de jóvenes (y no tan jóvenes) vestales- convierta al escenario en un frenesí abarrotado y caótico en el que la música no importa demasiado; una escena que por otro lado, viendo cómo se relamía el bueno de Solomon, quizá pueda darnos alguna de las claves de la desmesurada prole de la oronda divinidad.



Solomon Burke

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