martes, 17 de enero de 2012


DAVID BOWIE. AMOR MODERNO

En la edición de esta semana, Buscando leones en las nubes cierra la breve serie de homenaje a David Bowie que iniciamos hace siete días con ocasión del sexagésimo quinto aniversario del artista. En este sentido, vamos a presentaros una decena canciones -tan excepcionales como las que sonaron aquí mismo la semana pasada- de nuestro camaleónico protagonista. Una selección que al ser forzosamente reducida es también, como señalé hace siete días, limitada y por tanto, claro está, discutible. Es obvio que cada oyente del programa hubiera prescindido, sin duda, de alguna canción determinada o hubiera deseado añadir una de su particular preferencia, pero, en cualquier caso, la emisión resulta ser -a mi juicio-, con todas sus limitaciones, una expresión significativa del quehacer del músico británico en estos últimos cuarenta años. En concreto, en esta edición suenan Soul love, Never let me down, Suffragette city, Modern love, Rebel rebel, Rock´n´roll suicide, Time, Young americans, Blue Jean y Memory of a free festival.

Y del mismo modo que hace una semana, las canciones de Bowie están acompañadas por sus letras. Letras plasmadas en textos oscuros, enrevesados, abstractos, surrealistas, sofisticados, pero siempre intensos, siempre sugestivos, aunque, desde mi punto de vista, a años luz de la calidad de su música. Poemas en los que proliferan la escritura automática, el collage, los múltiples significados, las referencias abiertas, lo que los vuelve ininteligibles a veces. Textos, sin embargo, como señala uno de sus traductores, Francisco Satué, llenos de fantasía, de romanticismo y futurismo. Textos que muchas veces proponen situaciones de ciencia ficción para un futuro filosófico y al mismo tiempo transmiten los sentimientos humanos más profundos. Incursiones por la mística oriental, y en particular por el budismo tibetano, por la corriente sicodélica de destellos mentales que iluminó la década prodigiosa. Textos en los que aparece un Bowie influido -igualmente- por ciertos elementos culturales de los años setenta: el cómic, la visión lúcida de un futuro posnuclear, de nuevo la ciencia ficción. Textos en los que se produce una escandalosa y provocadora incorporación del travestismo y la homosexualidad. Textos, a veces, trufados de confusas referencias al superhombre nietzscheano, a la búsqueda de la perfección y la belleza, que, en ocasiones, coquetean con algunas ramas -y siguen siendo palabras de sus traductores- del nazismo. Textos, en fin, siempre interesantes y que aquí escucharéis a partir de las versiones de Francisco Satué y de Alberto Manzano.

Para completar la entrada os dejo un artículo de Diego Manrique publicado el 19 de septiembre de 2010 en El País, en el que el crítico se preguntaba por el algo misterioso futuro del Gran Duque blanco. Igualmente, en la sección de vídeos, una versión impresionante del Modern love con el que he querido titular el programa grabada (con los habituales desajustes entre imagen y sonido) en la gira Glass Spider, a uno de cuyos espectaculares conciertos, en el estadio Vicente Calderón de Madrid, pude acudir hace ya veinticinco años.


¿Dónde está David Bowie?

En sus buenos tiempos, David Bowie era un adicto a las retiradas. Cada poco anunciaba que abandonaba el directo “para siempre” o que jamás volvería a tocar sus éxitos. A veces, cierto, se trataba de animar la venta de entradas para la gira del momento, pero, en general, obedecía a un deseo de vivir su carrera de manera dramática. En realidad, sabíamos que Bowie era exactamente lo contrario de una Greta Garbo y que inevitablemente volvería.

Ya no existe esa seguridad: parece haberse retirado de la música. Cada poco salta el rumor de una reaparición, pero finalmente se queda en nada. Se le ha podido ver como invitado en algún concierto de una cantante hermosa (Alicia Keys), un veterano de los sesenta (David Gilmour) o un grupo en ascenso (Arcade Fire). Ocasionalmente, visita los estudios para algún proyecto bien pagado de Hollywood, para añadir algo de prestigio al estreno discográfico de Scarlett Johansson, para pagar la deuda contraída con el productor Tony Visconti.

De no tratarse de un personaje tan maquiavélico, experto en manipular a los medios y engatusar a su audiencia, podríamos afirmar que sí, que efectivamente David Bowie se ha retirado. Hablamos de alguien que publicaba un álbum cada dos años, que promocionaba con devoción. Reality, su última colección de canciones nuevas, data de 2003. Al año siguiente, durante la Reality Tour, se quejó de unos dolores en el pecho y fue sometido a una angioplastia en un hospital de Hamburgo; el resto de la gira se cancelaba, y hasta hoy.

Como el resto de lo referente a Bowie, su salud resulta un misterio y un prodigio. Aparentemente, ha sobrevivido intacto a largas temporadas de cocaína, unas dietas caprichosas y un infernal ritmo de trabajo. Sin olvidar el tabaco: su desayuno comenzaba por el Gitanes que le encendía su secretaria. En 2008 circuló el rumor de que habían detectado un cáncer de hígado. En cualquier caso, el tratamiento no parece haberle afectado. Se le ve pasear por Nueva York y acude a inauguraciones y otros actos relacionados con el mundo del arte.

Podría haberse jubilado sin avisar, dejando opciones abiertas. Tiene la excusa familiar: está viendo crecer a su hija, fruto del matrimonio con la modelo Iman. Con 63 años, carece de urgencias económicas, tras una astuta jugada financiera: vendió participaciones en su negocio central, que no es otro que la explotación de sus derechos de autor y sus grabaciones clásicas.

El 28 de septiembre se reedita Station to station. Lo que en 1976 era un elepé, se ha transformado en un triple CD y, en la edición de lujo, en una caja con cinco CD, un DVD, tres vinilos y reproducciones de pases, chapas, fotos y toda la parafernalia deseada por cualquier fan. En el canon de Bowie, Station to station supone la bisagra entre su primera etapa estadounidense y el celebrado Tríptico de Berlín, la colaboración con el productor Brian Eno; según algunos, se debería hablar de cinco discos, ya que Bowie dedicó muchas de sus energías berlinesas a dos trabajos con Iggy Pop, The idiot y Lust for life. En realidad, todo está más liado de lo que aparenta: hubo temporadas en su casa de Suiza y grabaciones en un estudio francés. Station to station nos transporta a los años más enloquecidos de Bowie, una montaña rusa de logros y pesadillas. Consiguió finalmente su objetivo de triunfar en Estados Unidos, gracias a su aproximación a los ritmos afroamericanos de Fame y Golden years. Al protagonizar su primer largometraje, The man who fell to Earth, aprendió las crudas lecciones del negocio del cine: Hollywood ignoró la propuesta del realizador Nicholas Roeg y Bowie no logró colocar su nueva música como banda de la película.

Nunca estuvo más cerca del precipicio. En Los Ángeles tenía acceso a cantidades industriales de merk, cocaína farmacéutica. Su consumo le llevó a la paranoia: se creía el objetivo de una secta dedicada a la magia negra y guardaba su orina en el frigorífico, para evitar que cayera en manos de sus enemigos; terminó recurriendo a un manual del Vaticano contra las posesiones diabólicas, aunque se fiaba tan poco de los que le rodeaban que él mismo ejerció de exorcista. Su papel de extraterrestre en el filme de Roeg agudizó su obsesión por los ovnis y los visitantes del espacio exterior. Todo lo que veía - o imaginaba ver- le sugería que tenía poderes de adivinación. Temía morir en un accidente de avión y volvió a Europa en barco; en el viejo continente, se desplazaba en tren, ante la alarma de los guardias de frontera de la Unión Soviética o Polonia, que revisaban incrédulos su colección de libros sobre el Tercer Reich.

Se le atragantó su famosa capacidad para vampirizar conceptos, sonidos, estéticas. En Estocolmo proclamó: "Gran Bretaña se beneficiaría de un líder fascista. Fascista en su verdadero sentido, no nazi. Después de todo, el fascismo es realmente nacionalismo. De alguna manera, el fascismo es una forma muy pura del comunismo". Cuando llegó a la estación Victoria londinense, saludó al público congregado allí con un gesto que algunos juran que parecía propio de Mussolini. Estaba jugando con fuego y muchos de sus amigos y asociados respiraron aliviados cuando David se alejó de los focos y se refugió en Berlín Occidental, cuyos habitantes prefirieron considerarle otro excéntrico más.



David Bowie. Amor moderno

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