UN PAISAJE DE BAOBABS EN SENEGAL
Con la excusa de estas elecciones, en Buscando leones en las nubes dedicamos nuestra edición de esta semana al extraordinario país africano. Y lo hacemos desde una doble perspectiva. En el plano musical escucharéis, precisamente, algunas de las mejores canciones de Youssou N’Dour, la mayor figura viva de la escena artística y cultural senegalesa. En la emisión suenan Mame Bamba, The lion, Live television, Birima, Sagal ko, Set, Fenene, Dunya, Miyoko, Dem y la muy conocida Seven seconds, todo un himno en contra del racismo que hace casi veinte años popularizó el cantante en su dúo con Neneh Cherry y que podemos ver también en el vídeo final. A través de su música, Youssou N´Dour ha dejado constancia de su compromiso con su pueblo, con el continente africano y con sus habitantes más desfavorecidos. Sus canciones hablan de la emigración, de la pobreza y el hambre, de la explotación, de las guerras, de los sufrimientos de las gentes, del padecimiento de las mujeres, de los abusos de los poderosos. Y todo ello, la profunda implicación política y social de sus letras, con el envoltorio de una música extraordinaria, una afortunada mezcla de la tradición senegalesa, el mblalax, un estilo que él popularizó por encima de la salsa africana, la otra gran fuerza musical del país, y la electrónica occidental, el rock y el pop, el soul y el blues norteamericano. Con casi cuarenta años de carrera a sus espaldas, Youssou N`Dour nos ha dejado hasta ahora decenas de discos memorables y, sobre todo, infinidad de portentosas actuaciones en directo. Yo recuerdo varios deslumbrantes conciertos suyos: el primero en Madrid, como casi desconocido acompañante de Peter Gabriel, una aparición sorprendente en un ya muy lejano 1987; en el Pueblo español de Barcelona, creo recordar que en 1995; en 1999 y en 2003 en Cartagena, con el auditorio repleto de africanos bulliciosos, los conciertos convertidos en una fiesta con centenares de personas bailando y cantando al dictado alegre de la música del senegalés. En fin, cuántos magníficos recuerdos, también en lo personal (emocionados besos retrospectivos para N., C., L. y M.)
Sus intensas canciones, su poderosa voz, aparecen entre los versos de Léopold Sédar Senghor, el más destacado poeta de Senegal y probablemente de toda África, ex-presidente del país, miembro de la Academia Francesa y fallecido hace ahora poco más de diez años. La obra poética de Léopold Sédar Senghor ofrece al lector uno de los universos poéticos más ricos y sugerentes de la literatura en lengua francesa del siglo XX. Un universo en el que se integran elementos muy heterogéneos, en ocasiones antagónicos, como tradición y modernidad, pensamiento y sensibilidad, historia personal e historia colectiva, aliento lírico y épico, ritmos africanos y europeos, de los que finalmente emerge, en simbiosis armónica, un canto a la Unidad y a la Reconciliación Universal, a la Vida y a la Poesía, en palabras de Lourdes Carriedo y Javier del Prado, responsables de la presentación de su Obra poética en la editorial Cátedra, un libro del que he entresacado los poemas que os ofrezco en el programa. En sus versos nos asalta la presencia africana, tanto desde el punto de vista físico: la sabana inmensa, las riberas del gran río, las enormes extensiones de arbustos, un paisaje de baobabs, como espiritual: las mitologías fundadoras del continente, su ancestral historia, sus conflictos políticos o su problemática social. A veces, los poemas discurren -como cuenta en uno de los que se leen en el programa- entre alfombras relucientes y suaves de Tombuctú, cojines mauritanos, perfumes agresivos, muebles del Congo y de Guinea, oscuros y pesados, esteras muy tupidas de silencio, máscaras primitivas y puras por los muros. Y, siempre presente, la perfección inenarrable de los cuerpos de las mujeres, la elegancia de sus movimientos, la maravilla de su piel bruñida, su belleza espléndida.
Un paisaje de baobabs en Senegal
2 comentarios:
También conozco Senegal, los baobab invencibles, y las mujeres y sus danzas. Hace mucho tiempo estuve allí. La música, en la calle, en la playa o en l’ Etoile de Dakar era el común denominador de todos los días, de todas las noches.
Recuerdo el color turbio del agua de los ríos, turbio de tierra y de lluvia. Recuerdo miradas huidizas entre la gente en Touba. Y unas manos acogedoras con dedos increíblemente largos. Recuerdo el sabor amargo del polvo, y el sabroso pescado y el arroz. Recuerdo noches de inacabables conversaciones sobre la felicidad. Y noches tristisimas bajo un cielo lleno de luz! Y una camiseta de Tintin y Milú, y un bote de ColaCao oxidado. Y recuerdo, como si fuera ayer, la vuelta a casa, el vuelo, y yo ojeando El Pais...
Yo también recuerdo todo eso... pero las manos que permanecen en mi memoria eran, sin embargo, muy pequeñas y casi infantiles...
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