martes, 21 de julio de 2015

 
EL PARAÍSO ES UNA ISLA... EL INFIERNO TAMBIÉN
 
Esta semana, en la tercera edición de la serie que durante el mes de julio estamos dedicando a las islas, nuestra propuesta se articula en torno a textos extraídos de un excelente libro del que ya os di cuenta en mi otro espacio en Radio Universidad de Salamanca. Hace ahora un año presentaba en Todos los libros un libro un extenso comentario sobre Atlas de islas remotas, la espléndida obra de la alemana Judith Schalansky, que vio la luz en España en una presentación conjunta de las editoriales Nørdica y Capitán Swing. Os remito al blog de ese espacio, todosloslibrosunlibro.blogspot.com para conocer en profundidad los muchos motivos de interés de un libro magnífico.
 
Baste decir ahora que, en un volumen primoroso, con una preciosa presentación, un diseño excepcional, una edición muy cuidada, infinidad de detallistas y minuciosas ilustraciones e innumerables informaciones útiles, la autora presenta las singulares, sorprendentes, insólitas y en cualquier caso interesantísimas historias de una cincuentena de islas, inaccesibles algunas, casi inencontrables muchas de ellas, y remotísimas todas, que ella misma ha rastreado en archivos y bibliotecas, mapas y manuales de cartografía, publicaciones científicas e informes técnicos, escritos sobre viajes y diarios de exploradores y aventureros.
 
En la emisión que hoy os presento recojo las sustanciosas, poéticas, deliciosas, románticas y encantadoras narraciones relativas a nueve de estas islas desconocidas y sorprendentes (una de las cuales, la correspondiente a Floreana, os ofrezco al término de esta entrada), en las que afloran características geográficas, anécdotas, historias, vivencias, leyendas y realidades de cada una de las islas seleccionadas. Entre ellas han sonado las bellas canciones -todas también con temática relativa a las islas, sea en su vertiente literal o en sus múltiples connotaciones simbólicas- interpretadas por Chiara Civello, Gordon Lightfoot, Bia, Crosby, Stills & Nash, Diana Krall con Geoff Keezer, Thomas Dutronc, Beach House, Aimee Allen y Mayra Andrade
 
 
 
Floreana. Islas Galápagos (Ecuador):
 
Dramatis Personae: Dore Strauch, una profesora de instituto que sueña con una vida más emocionante que su matrimonio con el director del centro que le dobla la edad, y el doctor Friedrich Ritter, un dentista berlinés de frente arrugada y las pupilas brillantes que desea cartografiar el cerebro humano y que siente que la civilización no tiene nada nuevo que ofrecerle. En 1929 ambos abandonan a sus respectivos cónyuges para escapar a Floreana, un lugar sin estado, donde solo gobierna la ley de la necesidad. // El escenario de la trama: una isla solitaria que nunca llegó a ser colonizada. Aquí, en el cráter verdoso de un volcán extinto, Friedrich y Dore establecieron su hogar: la granja Frido, una cabaña de chapa y acero inoxidable, y empezaron a cultivar esta tierra prometida, sin pensar en el pasado ni en el futuro. Su vestuario se reduce a unos harapos de ermitaño que solo utilizan cuando reciben visitas; al principio solo iban a Floreana curiosos que querían rellenar páginas de periódicos con la Historia de Adán y Eva en las Galápagos, pero pronto comienzan a llegar muchos imitadores. Apenas puedo creer que llegaran tantos visitantes a este lugar tan remoto e inaccesible, anota Ritter en su diario. En 1932 un nuevo personaje aparece en este teatro al aire libre: la austriaca Eloise Wagner de Bousquet, baronesa autoproclamada, una vividora de dientes grandes y pestañas oscuras, impulsada por la firme intención de construir un hotel de lujo para millonarios en la isla. Entre sus pertenencias se incluyen vacas, patos y pollos, ochenta quintales de cemento y dos amantes: Lorenz, un joven flaco y esmirriado, de cabello rubio como el trigo, y Philippson, un tipo atlético, fuerte y musculoso. Ambos son esclavos de los deseos y caprichos de la baronesa. quien disfruta jugando a ser emperatriz, tiranizando a los dos hombres y dando órdenes a golpes de látigo y pistola. Le gustaba atormentar al pobre Lorenz y herir a los animales para volver a curarlos después. El hotel, que se iba a llamar Hacienda Paraíso, nunca llegó a ser construido, se quedó en una lona aislante extendida sobre cuatro estacas, bajo la que dormían los tres. La comedia acabó siendo un melodrama policíaco: en 1934 la baronesa y Philippson desaparecieron sin dejar rastro; el esqueleto de Lorenz fue encontrado en la playa de una isla cercana y el doctor Ritter murió por una intoxicación alimentaria. Solo Dore regresó a Berlín y los periódicos de todo el mundo especularon durante mucho tiempo sobre el affaire de las Galápagos. A día de hoy aún no se sabe quién fue el asesino.

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