Buscando leones en las nubes os ofrecer esta semana la segunda edición de la serie de tres que desde el lunes pasado estamos dedicando a Robinson Crusoe con ocasión de la celebración del tercer centenario de su publicación, festejada aquí con un inevitable retraso achacable a las dificultades que siempre lleva consigo el ajuste de la “parrilla” de programación de nuestras emisiones.
martes, 11 de junio de 2019
ROBINSON YA NO ESTÁ SOLO
Buscando leones en las nubes os ofrecer esta semana la segunda edición de la serie de tres que desde el lunes pasado estamos dedicando a Robinson Crusoe con ocasión de la celebración del tercer centenario de su publicación, festejada aquí con un inevitable retraso achacable a las dificultades que siempre lleva consigo el ajuste de la “parrilla” de programación de nuestras emisiones.
Buscando leones en las nubes os ofrecer esta semana la segunda edición de la serie de tres que desde el lunes pasado estamos dedicando a Robinson Crusoe con ocasión de la celebración del tercer centenario de su publicación, festejada aquí con un inevitable retraso achacable a las dificultades que siempre lleva consigo el ajuste de la “parrilla” de programación de nuestras emisiones.
Tras el programa de hace siete días, centrado en un interesante libro, titulado Robinsón, con su pronunciación a la española, que presentó en 2004 la editorial Fernando Villaverde, en su colección El jardín ameno, en el que se recogen textos sobre el personaje de Daniel Defoe escritos por muy relevantes nombres de la literatura universal, hoy le llega el turno a otro libro, en concreto a la reciente edición del clásico ofrecida en 2015 por la editorial Siruela en una actualizada traducción de Carlos Pujol.
He de decir que yo ya no puedo leer Robinson Crusoe en otras palabras que las de Amando Lázaro Ros, el más reconocible de los traductores de las aventuras del industrioso náufrago. Con trece o catorce años me adentré entusiasmado en uno de los libritos de la colección Crisol -mi padre había comprado los cien de la serie completa, junto con un pequeño mueble para guardarlos-, en el que el escritor navarro vertió al español la obra maestra de Defoe, un acogedor volumen de tamaño mínimo, muy manejable, con letra hoy inaccesible para mí, salpicado de sugerentes y bellísimos grabados, que avivaban la imaginación del lector, ya desatada por la maravilla del texto.
La reciente publicación de Siruela cuenta con un prólogo del ilustrado erudito Alberto Manguel, cuyo texto íntegro completa la vertiente literaria del programa, junto con un fragmento, que se lee al cierre de la emisión, de Ética para Amador, el longseller internacional de Fernando Savater, en el que analiza con la perspicacia y profundidad habituales en el filósofo vasco, alguna de las dimensiones morales del arquetipo robinsoniano.
Entre los textos, once estupendas canciones con el protagonismo directo del propio Robinson Crusoe o el indirecto con la presencia de naufragios -reales o metafóricos- en sus letras, interpretadas por Fito y los Fitipaldis, Leonie Meijer, Woody Guthrie, Agnetha Fältskog, Van Dyke Parks, Gordon Lightfoot, Rupert Holmes, Bryan Ferry, Gabriela Anders, Jim O'Rourke y The Manhattan Transfer.
Robinsón Crusoe pasea por una de las playas de la isla en la que una inoportuna tormenta con su correspondiente naufragio le ha confinado. Lleva su loro al hombro y se protege del sol gracias a la sombrilla fabricada con hojas de palmera que le tiene justificadamente orgulloso de su habilidad. (...) De pronto, se detiene con sobresalto. Allí, en la arena blanca, se dibuja una marca que va a revolucionar toda su pacífica existencia: la huella de un pie humano. (...)
Mientras está solo, Robinsón se enfrenta a cuestiones técnicas, mecánicas, higiénicas, incluso científicas, si me apuras. De lo que se trata es de salvar la vida en un medio hostil y desconocido. Pero cuando encuentra la huella de Viernes en la arena de la playa empiezan sus problemas éticos. Ya no se trata solamente de sobrevivir, como una fiera o como una alcachofa, perdido en la naturaleza; ahora tiene que empezar a vivir humanamente, es decir, con otros o contra otros hombres, pero entre hombres. Lo que hace "humana" a la vida es el transcurrir en compañía de humanos, hablando con ellos, pactando o mintiendo, siendo respetado o traicionado, amando, haciendo proyectos y recordando el pasado, desafiándose, organizando juntos las cosas comunes, jugando, intercambiando símbolos... La ética no se ocupa de cómo alimentarse mejor o de cuál es la manera más recomendable de protegerse del frío ni de qué hay que hacer para vadear un río sin ahogarse, cuestiones todas ellas importantes para sobrevivir en determinadas circunstancias; lo que a la ética le interesa, es cómo vivir bien la vida humana, la vida que transcurre entre humanos. Si uno no sabe cómo arreglárselas para sobrevivir en los peligros naturales, pierde la vida, lo cual es sin duda un fastidio grande; pero si uno no tiene ni idea de ética, lo que pierde o malgasta es lo humano de su vida y eso, francamente, tampoco tiene ninguna gracia. Fernando Savater.
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