martes, 3 de septiembre de 2019


EL LUGAR EN EL QUE LA PERDÍ 

Bienvenidos un curso más, y con el programa de hoy comenzamos el vigésimo primero, a Buscando leones en las nubes. El espacio de música y literatura de Radio Universidad de Salamanca vuelve otra vez a vuestro encuentro con una nueva selección de textos literarios y piezas musicales escogidos con criterios de belleza y calidad para haceros disfrutar de una hora placentera de radio. 

El 20 de septiembre de 1519, hará, pues, dentro de unos días, quinientos años, zarpó de Sanlúcar de Barrameda la expedición que, comandada primero por Magallanes y, a su muerte, por Elcano, habría de dar la vuelta al mundo, la primera conocida realizada por seres humanos. Durante casi tres años, el regreso se produjo el 8 de septiembre de 1522, los expedicionarios se enfrentaron a infinidad de dificultades, pasaron por multitud de peripecias y desafiaron todo tipo de inclemencias, en una hazaña que aún hoy, cinco siglos después, sigue pareciéndonos memorable. Antes de las vacaciones de verano, en mi otro espacio en la emisora universitaria salmantina, Todos los libros un libro, presenté una recensión del espléndido libro La primera vuelta al mundo, un apasionante estudio sobre la formidable empresa a cargo del catedrático e historiador, de vasta erudición y bien ganado prestigio, José Luis Comellas. Os remito al blog del mismo título, todosloslibrosunlibro.blogspot.com, por si queréis ampliar la información sobre la aventura, escuchando el programa y leyendo la reseña. 

Con ocasión de este centenario, Buscando leones en las nubes va a dedicar las cinco emisiones de septiembre a otros tantos programas con el viaje como centro. En ellos llevaremos a cabo una extensa vuelta al mundo literaria y musical. Con textos y canciones ya radiados en las dos décadas de existencia del espacio, recorreremos los cinco continentes, con canciones y fragmentos literarios de España, Etiopía, Argelia, Malí, Senegal, Italia, México, Cuba, Puerto Rico, Martinica, Haití, Brasil, Indonesia, la India, Madagascar, Sudáfrica, Estados Unidos, Cabo Verde, Francia, Escocia, Canadá, Egipto, Japón, Inglaterra, Suecia o Portugal, por citar tan sólo algunos de los países que comparecerán en nuestro muy vasto periplo. Sin ningún orden preconcebido, la serie pretende ofrecer, en lo musical, una selección variada de canciones de todo el mundo, lentas y movidas, folklóricas y tradicionales o más modernas y contemporáneas, eléctricas y acústicas, intimistas y festivas, clásicas y recientes, populares y alternativas, entresacadas todas del enorme acervo cultural de los diversos países, sin circunscribirnos a ningún género en particular, mostrando así una amplia panorámica de la enorme variedad de músicas del mundo.

Entre ellas os leeré textos, que o bien nos transportan literalmente a distintas regiones del mundo, o bien giran sobre el hecho de viajar y los placeres del viaje, en una mezcla también heteróclita que combina fragmentos sobre lugares, países o ciudades, con poemas, anécdotas, historias, reflexiones o pequeños cuentos. 

En el caso concreto del programa de esta semana, tras el texto inicial, de creación propia, he leído fragmentos de Ryszard Kapuscinski, Colin Thubron, J.M.G. Le Clézio, Lluís-Anton Baulenas, Antonio Muñoz Molina, Rumer Godden, María Zambrano y Enriqueta Antolín. 

Intercaladas entre los textos habéis podido escuchar las espléndidas canciones interpretadas por Javier Ruibal, Ejigayehu “Gigi” Shibabaw, Lila Downs, Les filles de Illighadad, Tribalistas, Norah Jones con The Peter Malick Group, Susheela Raman, Tarika y Fiorella Mannoia, cantantes originarios de España, Etiopía, México, Níger, Brasil, Estados Unidos, India, Madagascar e Italia, en una significativa representación de cuatro continentes, cinco si diferenciamos a las dos Américas. 


Echo de menos aquellos viajes que me hicieron tan feliz en otros tiempos, en trenes y en autobuses, entre desconocidos, viajes nocturnos sobre todo, los túneles me encantan en la noche, el traqueteo me parece que te habla y es estar y no estar en ningún sitio, y luego aquella vez que una muchacha pasó junto a mí camino del bar y yo, aunque sólo la había visto de espaldas, la seguí atrapado por el vaivén de sus caderas y luego, cuando se dio la vuelta, era como no se puede contar porque nadie te cree, no bella, sino como uno soñó siempre a la mujer, y qué forma de mirar y ese no saber si estaba diciendo me gustas mucho o por qué no te largas de una vez, ese no definirse tan de hembra a la antigua con lo joven que era, esa sabiduría o esa torpeza, quién lo sabe, yo no, por supuesto, yo veía mi sombra en el cristal recortada contra la noche y no me reconocía. Un rey tenía tres hijas, tres hijas como la plata, y la más chiquirritina Delgadina se llamaba, entero le recité el romance, yo tengo buena voz para cantar bajito pero ya empezaba a sentirme un poco ridículo ante su mirada impasible y aquel rictus que tanto podía ser de guasa como de encantamiento cuando se puso en pie como una reina y se echó a caminar por los pasillos y yo detrás de ella y ella sin volver la cabeza y qué largo era el tren y qué vacío, y ella apenas habló pero se sonreía, no me sonreía, se sonreía, y cuando acabó todo me pasó despacio la mano por la frente y me borró cualquier rastro de arrugas, luego dejó escapar un dedo juguetón a las orejas y después a los labios y yo saqué la lengua y lamí su mano como un perro sediento y ya llegábamos a una estación vacía en el amanecer y no fui capaz ni de leer el nombre que anunciaba el lugar en el que la perdí. Enriqueta Antolín.

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