martes, 1 de noviembre de 2022
LO QUE SOBREVIVIRÁ DE NOSOTROS
Buscando leones en las nubes os da la bienvenida, por tercera semana consecutiva, al ciclo que estamos dedicando al poeta inglés Philip Larkin, para celebrar, con un considerable retraso debido a diversas circunstancias insoslayables, el centenario de su nacimiento, que tuvo lugar en Coventry el 9 de agosto de 1922.
Durante un total de cuatro emisiones, nuestro espacio os está ofreciendo mi lectura de cerca de cuarenta y cinco poemas del británico, en una muestra significativa de su obra poética, entresacada del libro Poemas reunidos, una muy completa compilación de sus versos presentada en España por Lumen, en una edición a cargo de Damián Alou, con traducción de Marcelo Cohen y el propio editor, que apareció en nuestro país en 2015, aunque desde esa fecha se han sucedido las reimpresiones y reediciones.
Hace unas semanas os presenté, en mi otro programa de Radio Universidad de Salamanca, Todos los libros un libro, una completa reseña del muy interesante volumen, complementada con el comentario sobre Jill, una de las dos novelas de Larkin. La otra, Una chica en invierno, también había sido objeto de mi atención en el mismo espacio a finales de 2017. Os remito al blog de ese programa si estáis interesados en una información más amplia sobre la obra novelística y poética del británico.
Larkin es un poeta de la modestia, de esos grises que constituyen la tonalidad esencial de nuestras vidas, como señala Damián Alou en su estudio preliminar. Sus poemas están lejos de la tendencia dominante en la poesía de su época, representada, sobre todo, por T. S. Elliot, una poesía intelectual, trascendente, erudita, retórica, abrumadora, culta, encorsetada y plagada de referencias y vínculos intertextuales, pretenciosa y arrogante, que se aleja con una mirada displicente de la prosaica realidad. Las creaciones de Larkin son todo lo contrario: Mis poemas se explican tan bien solos que cualquier comentario sería superfluo. Todos derivan de cosas que he visto, pensado o hecho, y dudo que entre sus temas haya nada extraordinario, señala. Él mismo, hablando de su admirado Thomas Hardy, recoge lo que quizá sea la definición más exacta de su propia poesía: No es un escritor trascendente, no es un Yeats, no es un Eliot; sus temas son los hombres, las vidas de los hombres, el tiempo y el paso del tiempo, el amor y el apagarse del amor. Como de manera muy explícita subraya Alou: Se acabaron los poemas que precisaban glosas, interpretaciones, notas al pie y erudiciones varias. Larkin no disfraza nada, pues lo que a él le interesa es la verdad, por cruda que sea: en la fotografía que nos propone de la vida no hay retoques ni embellecimientos: es de ese realista blanco y negro donde caben todos los tonos del gris.
Esta realista descripción de la existencia, presente en los poemas que esta noche os leeré, aflorará entre una banda sonora compuesta por temas de jazz, un género del que Larkin era devoto frecuentador, además de crítico. Sus reseñas jazzísticas están recogidas en un libro hoy prácticamente inencontrable, All what jazz. Escritos sobre jazz, publicado por Paidós en un lejanísimo, a efectos editoriales, 2004.
Uno de sus músicos favoritos, el clarinetista Pee Wee Russell, que aparece de continuo en sus artículos periodísticos, protagonizará esta semana y la que viene, la sección musical del espacio, en una selección que, a mi juicio, hubiera encantado al escritor.
Lo que sobrevivirá de nosotros
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