martes, 28 de febrero de 2017


TU CABEZA EN MI ALMOHADA

Termina febrero y nuestro espacio pone fin también a su breve serie de tres programas dedicados a los haikus en un contexto más general que nos ha llevado, desde principios del año, a centrarnos en emisiones con un hilo conductor común, el de la brevedad, presente en textos literarios de géneros disímiles pero en cierto modo fronterizos como el aforismo, el microrrelato o, en el caso de estas últimas semanas, el poema japonés por excelencia, la expresiva combinación de tres versos, con cinco, siete y cinco sílabas respectivamente, que constituye el emblema de la expresión literaria del país nipón.

Aunque la referencia al mundo oriental que parece encerrar la mención al haiku es solo indirecta, pues la selección de poemas que llevamos presentándoos desde hace quince días y que hoy llega a su término tiene como protagonista a una escritora española, la valenciana y muy “sorollesca” en su obra Susana Benet, autora de La enredadera, una delicadísima colección de haikus, llena de emoción y sensibilidad, que presentó el pasado 2015 la también espléndida editorial Renacimiento.

Para mi propuesta de esta semana he escogido poemas en los que aflora el amor, un amor que es evocado de un modo siempre leve y muy sutil, en versos de una singular delicadeza, conmovedores, respirando encanto y ternura, dulzura y melancolía.

Y entre ellos, como es costumbre en Buscando leones en las nubes, canciones también bellísimas, que se mueven en nuestras habituales pautas de placidez y recogimiento, de sosiego y exquisita tristeza. Sus intérpretes son Sarah Harmer, Chiara Civello con Ana Carolina, Natalia M.King, Van Morrison, Leonard Cohen, Richard Hawley, Norah Jones, Flora Purim, Sade, The Be Good Tanyas, Anohni, Billy Bragg con Wilco, Justin Townes Earle y Cassie Taylor que cierra la emisión con un tema muy tierno: voy a apoyar mi cabeza en tu almohada hasta caer dormida.

La cama, un cuadro de Toulouse-Lautrec de 1893, complementa esta entrada.

martes, 21 de febrero de 2017


SALTANDO CHARCOS

Nuestra propuesta de esta semana gira, como hace siete días, sobre un libro muy atractivo, La enredadera, una espléndida colección de haikus debidos a la exquisita sensibilidad de una muy estimable poeta, la valenciana Susana Benet. El libro, publicado por la editorial Renacimiento y que os recomiendo vivamente, cuenta con un prólogo del profesor de la Universidad de Sevilla Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala, del que os dejo un breve extracto al término de esta entrada.

De las muchas decenas de intensos y concentrados versos que recoge la antología, he seleccionado para la emisión de hoy, catorce muestras representativas, que giran esta vez, de una manera más o menos directa, en torno a la infancia, los recuerdos, la memoria, la vejez y el paso del tiempo, en unos versos llenos de delicadeza y emoción.

Muy bella es también la música escogida, una canciones recogidas e intimistas, todas con un muy apreciable tono de melancolía que, como los poemas, espero puedan gustaros. Jim O’Rourke, Andrew Bird, Elisa, Isabella Taviani, Lwela Kasulwe, Jain, The Divine Comedy, Rickie Lee Jones, Arlo Guthrie, Sara Watkins, Seth James, Annie Lennox, Ben and Ellen Harper y Anita O’Day son sus intérpretes.

Una espléndida y muy conocida fotografía de Henri Cartier-Bresson, Derrière la Gare de Saint Lazare, fechada en París en 1932, acompaña este comentario, con ese salto entre charcos, lleno de reminiscencias de la infancia, que alude al poema de Susana Benet del que este programa toma el título.


Susana Benet es maestra en administrar el asombro, esa visión humana situada entre la ingenuidad y la sorpresa. Algunos de sus haikus son una especie de adivinanza, que estalla en sorpresa, normalmente en el verso pentasílabo de cierre.
Son asimismo muy destacables los rasgos locales aquí presentes -en este poemario- de la comunidad valenciana: naranjas, flores, sol, huerta, color… Son referencias claras, que corroboran el entronque local de esta poesía, abierta -por otra parte- a la universalidad. Hay haikus en este libro que me han recordado espontáneamente las pinturas de Joaquín Sorolla, como en estos casos:

Patio interior.
La luz del sol
tendida entre las sábanas.

Rojas cerezas.
Entre las ramas verdes
mi mano blanca.

De Sorolla se ha dicho (…) que ha sido un artista “capaz de pintar la brisa marina”; y que, asimismo, logró “hacer que sus cuadros olieran a mar”. Pienso que estas apreciaciones son muy apreciables al haiku de Susana.

Ella misma parece que se dirige a nosotros, lectores de su antología, cuando dice a ritmo de haiku:

Todo el que entra
a admirar mi jardín
sale con flores.

martes, 14 de febrero de 2017


MI VIDA EN LOS ESCOMBROS

Buscando leones en las nubes vuelve en esta ocasión, y tras el paréntesis de hace siete días, con la emisión dedicada a Carole King, a la serie, de perfiles no demasiado nítidos, que iniciamos a principios de enero con la brevedad como tema central, partiendo de la cortedad de unos días invernales que, progresivamente, van creciendo y alejándose así del motivo que justifica la elección de los motivos de nuestro espacio.

En cualquier caso, esta noche y las de los dos próximos lunes serán los haikus, esos escuetos poemas de origen japonés que concentran, en su peculiar pauta rítmica -tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente-, algunos de los grandes temas de la literatura poética de la cultura nipona, los grandes protagonistas de nuestras emisiones. Unos programas que, sin embargo, serán poco o nada “orientales”, pues la selección de cerca de cuarenta haikus que os ofreceré a partir de hoy y durante tres semanas, están extraídos de una espléndida antología de una poeta española, Susana Benet, valenciana por más señas (y la precisión no es irrelevante, pues mucho del espíritu mediterráneo aflora en su obra), que publicó el pasado 2015, en la ejemplar editorial sevillana Renacimiento, sus “haikus reunidos”, en una edición preciosa, de título La enredadera, que cuenta con el atinado prólogo de Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala, de la Universidad de Sevilla.

Agrupados libremente por mí en tres ejes temáticos de fronteras imprecisas, en la emisión de esta noche os propongo una muestra que presento bajo la rúbrica de “los vagamente existenciales”, con una especial presencia en todos ellos de la naturaleza y las estaciones, el silencio y la espera, la felicidad y el tiempo, el recuerdo, la soledad y el sentido de la vida.

Confío en que tanto la evocadora belleza de los poemas como el plácido recogimiento al que inducen las canciones que los complementan, interpretadas por Mina, Lisa Simone, Tracy Chapman, Bert Jansch, Joana Serrat, Skye, Martha Wainwright, The Blue Nile, Damien Jurado, Susanna and The Magical Orchestra, Amanda Rogers, Liane Foly, Holly Cole y Andrea Motis con Joan Chamorro, puedan interesaros.

martes, 7 de febrero de 2017


CAROLE KING. TAPESTRY

Esta semana interrumpimos la nebulosa serie que desde principios de año estamos dedicando a la brevedad, y que ha contado con programas centrados en las punzantes reflexiones sobre el amor de Stendhal, también en los microrrelatos, y que continuará con otras emisiones que girarán sobre los haikus y los aforismos, entre otras manifestaciones literarias de lo fragmentario y lo sucinto, de lo escueto y lo concentrado, para dedicar el espacio a un alegre recordatorio y un exultante homenaje a una cantante que me entusiasmó en mi juventud y que cumple ahora, dentro de unos días, setenta y cinco fecundos años.

Se trata de Carole King, nacida, en efecto, el 9 de febrero de 1942, y que ya había comparecido en Buscando leones en las nubes hace un par de cursos cuando dedicamos un programa al que había sido su marido, y compositor con ella de infinidad de grandes temas de los sesenta y setenta del pasado siglo, Gerry Goffin, fallecido el 19 de junio de 2014.

Yo descubrí a Carole King en 1971, a través de Tapestry, su álbum más destacado, que había visto la luz a principios de ese año. Como era habitual para casi todos los jóvenes en aquellos días, en los que el acceso a la música era, por la escasez de publicaciones y, sobre todo, por lo exiguo de nuestras asignaciones semanales, muy limitado, los discos que se podían adquirir eran pocos y muy escogidos, y una vez comprados los exprimíamos hasta conocerlos de un modo exhaustivo, extrayendo de ellos todos sus matices, identificando cada acorde, cada nota, cada recurso musical, anticipando así, en cada nueva escucha, giros, timbres, énfasis, vacilaciones, entonaciones, agotando todas sus posibilidades, disfrutando de la música como, al menos yo, no he vuelto a hacer desde entonces, y mucho menos en estos tiempos de sobreabundancia y fugacidad, de delirante exceso de oferta y su corolario, la superficialidad en la escucha.

Tapestry fue uno de aquellos elepés escogidos, en el que me adentraba una y otra vez, en unas ceremonias casi iniciáticas en las que, con el milagro de la música que sonaba, leía simultáneamente las letras -en aquellas hojas interiores que acompañaban a los discos- en un inglés para mí desconocido y que repetía por el mero encantamiento fonético de sus sugerentes e ininteligibles sonidos, tan, sin embargo, adictivos. Aún ahora, cuarenta y cinco años después, me asaltan sus textos al escucharlo y, cuando acaba una canción, afloran ya en mi memoria, inconscientemente, las primeras notas de la siguiente, un efecto inevitable de aquellos vinilos que se entendían -se vivían- como una obra completa, autónoma, unitaria y no, como ocurre en la actualidad con los discos, como un disperso recipiente de canciones aisladas.

Mi homenaje a Carole King se plantea ahora, por lo tanto, como un recuerdo nostálgico de aquella adolescencia tan lejana, para lo que voy a ofreceros, íntegro, Tapestry, con sus doce canciones sonando en su orden original y precedidas de sus letras, traducidas ahora sin demasiado respeto a la literalidad y sí muchas aportaciones de la intuición.

Confío en que esta doble celebración, la de la deslumbrante figura artística de Carole King, y la de la muy melancólica y algo lacrimógena evocación de mi primera juventud, pueda resultaros interesante.