martes, 23 de febrero de 2021


EL OASIS PERDIDO 

Buscando leones en las nubes ofrece esta semana la segunda edición de la serie de cuatro que desde hace siete días estamos dedicando a El paciente inglés, la imprescindible novela de Michael Ondaatje. 

Su protagonista principal, claramente inspirado en un personaje real, el conde László Almásy, al queveíamos la semana pasada sobrevivir en el desierto tras un terrible accidente aéreo, forma parte de un grupo de amigos (international bastards, “nómadas del espíritu”, como se los denomina en el libro), alemanes, ingleses, húngaros, italianos, egipcios, que a partir de 1930 buscan apasionadamente, en un territorio en las lindes de Egipto, Libia y Sudán, el mítico oasis de Zerzura, en un marco en el que se suceden las expediciones por el desierto, los lances de la guerra, el espionaje, la sofisticación de los clubes nocturnos y una intensa y conmovedora historia de amor -sobre la que girarán las dos últimas emisiones de la serie-, entre reflexiones filosóficas, referencias literarias y apasionantes citas de las páginas de Heródoto. 

Es precisamente esta dimensión de la novela, la que se ocupa de los descubrimientos geográficos, el avance de las caravanas, las escaramuzas bélicas, las aventuras en el desierto, entre dunas y oasis, entre horizontes interminables oscurecidos de improviso por infernales tormentas de un polvo opaco, la que aflora en los textos escogidos para integrar el programa de hoy. 


Entre ellos, como la semana pasada, envolventes e hipnóticas canciones interpretadas por músicos de los países bañados por ese inmenso mar de arena: Hassan Hakmoun con Adam Rudolph, Majid Bekkas, Ali Farka Touré, Talia Issouf, Terakaft, Aziza Brahim con Tarba Bibo, Gigi Shibabaw, Bombino, Abaji y Les filles de Illighadad, las muy talentosas chicas tuareg que ya escuchábamos en el programa del lunes pasado. 


Teníamos que continuar en movimiento. Si te paras, la arena se va acumulando, como en torno a todo lo que esté inmóvil, y te encierra. Te pierdes para siempre. Una tormenta de arena puede durar cinco horas. Hasta cuando, en años posteriores, viajábamos en camiones, teníamos que seguir avanzando sin ver nada. Los peores terrores sobrevenían de noche. En cierta ocasión, al norte de Kufra, nos asaltó una tormenta en la obscuridad, a las tres de la mañana. La tormenta arrancó las tiendas de sus amarras y rodamos con ellas, al tiempo que nos llenábamos de arena —como un barco, al hundirse, se llena de agua—, abrumados, sofocándonos, hasta que un camellero cortó las ataduras y nos liberó. Pasamos por tres tormentas durante nueve días. No dimos con las aldeas del desierto en las que esperábamos obtener más provisiones. El caballo desapareció. Tres de los camellos murieron. Durante los dos últimos días carecimos de comida, sólo teníamos té. El último vínculo con cualquier otro mundo era el tintineo de la tetera ennegrecida por el fuego, la larga cuchara y el vaso que llegaban hasta nosotros en la obscuridad de las mañanas. Después de la tercera noche, dejamos de hablar. Lo único que importaba era el fuego y el mínimo líquido carmelita.

El oasis perdido

martes, 16 de febrero de 2021


UN MAR DE ARENA 

Como anticipábamos hace siete días, al despedir la breve serie de dos emisiones dedicadas a Woody Allen y su autobiografía, A propósito de nada, nuestro programa continua hoy con su contenido cinematográfico a partir de un ciclo, que se prolongará durante cuatro semanas, centrado en un libro excepcional que fue objeto, asimismo, de una deslumbrante traslación a la gran pantalla. 

Estoy hablando de El paciente inglés, la novela, escrita por el canadiense nacido en Colombo, capital de un Ceilán que hoy es Sri Lanka, Michael Ondaatje, que ganó en 1992, año de su publicación, el prestigioso premio Man Booker, que desde 1969 se concede cada año a la mejor novela original escrita en lengua inglesa por un ciudadano de un país perteneciente a la Commonwealth o a la República de Irlanda. Además, el pasado 2018, y ante la entonces inminente celebración de los cincuenta años del galardón, se otorgó el Golden Man Booker Prize, que seleccionó entre las novelas ganadoras de los premios anuales a la más destacada de todas ellas y que fue a parar, también, al libro que, llevado por mi fervoroso entusiasmo, ocupará con carácter monográfico la vertiente literaria de los cuatro programas. 

Uno de los personajes del libro, el paciente inglés de su título, el conde László Almásy, interpretado por Ralph Fiennes, será el protagonista, bien que “estilizado”, “literaturizado”, conveniente y radicalmente reinventado para la ficción, el centro de la película, del mismo título que la novela, dirigida en 1996 por Anthony Minghella; una superproducción que, con un reparto magnífico -el mencionado Fiennes, Kristin Scott-Thomas, Juliette Binoche, William Dafoe, Naveen Andrews y Colin Firth en sus papeles principales-, obtendría nueve Oscars esa temporada. 

El pasado 10 de febrero presenté, en mi otra colaboración con Radio Universidad de Salamanca, Todos los libros un libro, una completa reseña de la novela, acompañada de un breve análisis del film, a los que os remito ahora para completar mi forzosamente exiguo comentario de hoy. 

Baste decir, para permitiros comprender mejor los textos que a continuación os leeré, que El paciente inglés nos muestra a cuatro personajes “encerrados”, en un par de meses entre la primavera y el verano de 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial está llegando a su término, en un antiguo convento de monjas, una espléndida pero desvencijada villa italiana -Villa San Girolamo-, primero baluarte alemán, luego hospital aliado y ahora abandonada y parcialmente destruida, plagada de minas, tras la retirada de las tropas del Reich y el avance del Ejército Britoestadounidense -fuerzas canadienses, británicas y estadounidenses, sobre todo- hacia el norte de la península Itálica. Un enfermo anónimo -el paciente inglés- de imposible identificación pues su deformado rostro -y parte de su cuerpo- está carbonizado tras sufrir gravísimas quemaduras al caer su avión en llamas en el desierto, espera la muerte, al no poder sumarse, por la gravedad de sus lesiones y los dolores atroces que lo asaltan, inmovilizado en su camilla, ni a los convoyes que dejando atrás la Toscana liberada prosiguen su marcha victoriosa, ni a otros pacientes y sanitarios que buscan un lugar seguro en zonas más meridionales. Junto a él, seducida por el enigma que encierra el hermético personaje y progresivamente interesada en cuanto, muy tímidamente, empieza a contar de los intensos avatares de lo que fue su vida, se quedará Hana, una enfermera canadiense de apenas veinte años, que lo cuidará con creciente atracción. En el -pese a lo ruinoso de su estado- idílico paraje comparecerá al poco tiempo Caravaggio, un hombre torturado, de pasado difuso, ladrón “por naturaleza” y espía sobrevenido, antiguo amigo de la familia de Hana a la que conoció con solo dieciséis años en Canadá. Semanas más tarde, arribará a la villa Kip, un zapador sij, que llega a la zona rastreando explosivos y desactivando minas, y que instalará su tienda de campaña en los ahora salvajes jardines de la mansión. 

En la emisión de hoy, asistiremos a las evocaciones del doliente enfermo, que nos llevan a las semanas en que, tras su accidente de aviación, recorrió las regiones septentrionales del desierto libio, en un viaje febril y alucinado, transportado por los nómadas que lo recogieron y cuidaron tras verlo emerger de la bola de fuego en la que se había convertido su avión después de estrellarse en la ardiente arena sahariana. 

Este escenario desértico, inhóspito, hostil e inhumano, justifica mi elección de la banda sonora del programa, una selección de canciones interpretadas por cantantes y grupos de los países del Sahara, en su mayor parte artistas tuaregs, misteriosos habitantes de estos áridos territorios, extremados y solitarios, que propician, que exigen, casi inevitablemente, una música repetitiva, insistente, obsesiva e hipnótica. Nuestros invitados de esta noche son Tinariwen, Fatou Seidi Ghali, Tartit, Faris Amine con Terakaft, Bombino, Les filles de Illighadad, Habib Koité, Mariem Hassan y Tamikrest.

 
Un mar de arena

martes, 9 de febrero de 2021


SEGUIR VIVIENDO EN MI CASA 

Buscando leones en las nubes os presenta esta semana la segunda y última edición de la breve serie que desde hace siete días estamos dedicando a Woody Allen, un invitado recurrente de nuestras emisiones desde hace ya varios lustros. 

Desde el punto de vista que podríamos llamar -esta vez con cierta dificultad- literario, os propongo una segunda selección de fragmentos, extraídos, como los del lunes pasado, de A propósito de nada, la muy apreciable autobiografía del director neoyorquino. Si la mayor parte de los pasajes escogidos para la primera entrega giraba sobre la infancia, la adolescencia y la juventud del creador, en el caso de esta noche, el motivo principal que enlaza la mayoría de los textos es el que representan las mujeres, con un recorrido por los distintos matrimonios de Allen, que se presentan, en las reflexiones que recoge en el libro, con la proverbial ironía, la aguda inteligencia, el escepticismo sarcástico y, en definitiva, el chispeante ingenio del genial artista. 

Entre la centelleante mordacidad de las palabras del director, tan representativas de su personalidad y de su obra, sonará una espléndida antología de piezas de jazz, casi todas clásicos de los años 30 a 50 del pasado siglo, recogidas de las decenas de referencias musicales que pueblan el libro, en el que se mencionan expresamente distintos títulos e, indirectamente, numerosos intérpretes y compositores. Sus intérpretes sonDean Martin, Sarah Vaughan, Johnny Dodds con los Chicago Boys, George Lewis Band con Sister Elizabeth Eustis, Peggy Lee, Artie Shaw Orchestra con Pauline Byrne, Jelly Roll Morton, Carmen McRae, Jimmie Noone con Helen Savage, Louis Armstrong, Benny Goodman, Lee Wiley, Sidney Bechet y, cerrando el espacio, Ella Fitzgerald con su estupenda versión de Blue moon .
 
 
Seguir viviendo en mi casa

martes, 2 de febrero de 2021


A PROPÓSITO DE NADA 
 
Como sabéis, en condiciones normales febrero suele ser un mes muy cinematográfico, pues en él suelen coincidir las ceremonias de entrega de los más reconocidos premios del séptimo arte. El cambio radical en nuestros hábitos que ha supuesto la epidemia del coronavirus ha obligado, este año, a alterar las fechas de esos populares actos, que, en la mayor parte de los casos, singularmente en el de los Oscar y los Bafta, se han pospuesto a finales de abril. Sin embargo, nuestro espacio sigue siendo fiel a sus costumbres y por ello, a partir de hoy y durante seis semanas consecutivas, os voy a ofrecer programas que están relacionados directamente con el universo del cine. 

En el caso concreto de esta noche, con la emisión que ahora comienza abro una serie de dos que se dedican a Woody Allen, el genial creador neoyorquino que hace un par de meses llegaba a unos fecundos ochenta y cinco años, y que ya ha tenido varias ediciones monográficas en Buscando leones en las nubes. Con ocasión de ese significativo cumpleaños, a finales de noviembre presenté en mi otro espacio de Radio Universidad su autobiografía A propósito de nada. A dicha reseña, que podréis encontrar en el blog del programa, todosloslibrosunlibro.blogspot.com, me remito ahora para situar convenientemente el contexto en que se inscriben las dos entregas de este breve ciclo. 

Y es que de la interesante publicación, repleta de inteligencia y humor, he entresacado una treintena de fragmentos que constituirán el núcleo central de ambos programas. Siguiendo, más o menos, el hilo conductor del libro, que describe los primeros años de la vida de Allen, los inicios de su trayectoria profesional como humorista y el desarrollo de su deslumbrante carrera cinematográfica, en los textos elegidos afloran los motivos recurrentes de la obra artística, fílmica y literaria del director: la importancia de la radio, el cine y el jazz en su formación y en su vida; sus preocupaciones existenciales, la obsesión por la muerte y sus múltiples neurosis; el psicoanálisis; los referentes culturales, siempre presentados de un modo “rebajado” y desmitificador; la alusiones al mundo judío; la fascinación por las mujeres… y tantos otros. 

En particular, la edición de esta semana gira casi en su totalidad en torno a vivencias de la infancia, adolescencia y primera juventud del excéntrico personaje. Son textos que reflejan el entorno familiar, caótico pero entrañable, de una familia judía en el Brooklyn de los años 40, un microcosmos algo disparatado que Woody Allen ya había reflejado en Días de Radio, su emotiva y divertidísima película de 1987. 

Entre las descabelladas anécdotas y las hilarantes reflexiones de Allen, sonarán temas que se citan expresamente en el libro o, en caso contrario, cuyos compositores o intérpretes son mencionados de modo directo en él. Todos ellos, en su mayor parte piezas de jazz de los años 20 al 50, contribuyen a conformar una atmósfera musical muy íntima, sugestiva, reconocible y asociada ya, universalmente, a la obra cinematográfica del director. Sus intérpretes son Harry James, Duke Ellington y su Orquesta, Lena Horne con la Teddy Wilson Orchestra, Ella Mae Morse, Georgia Gibbs con Tommy Dorsey, Frank Sinatra, Django Reinhardt, Rosemary Clooney, Dinah Shore, Nat King Cole, Billie Holiday, Louis Prima and His New Orleans Gang, Bud Powell y Eddie Condon con sus All Stars.

 
A propósito de nada