martes, 21 de diciembre de 2021


FRANK SINATRA ESTÁ RESFRIADO 

Hace ahora casi nueve años, en mayo de 2013, y con ocasión del decimoquinto aniversario de la muerte de Frank Sinatra, os ofrecí aquí una emisión dedicada al crooner norteamericano. Hoy, en este 20 de diciembre ya casi festivo, vuelvo a presentaros aquel programa, con algunos retoques que a continuación os explicaré y con una nueva excusa, si es que se necesita alguna para celebrar la creación artística de quien, sin duda, fue una de las figuras más destacadas de la música popular del siglo XX. 

Las razones de la oportunidad de esta nueva presencia de Sinatra en nuestro espacio, cerrando, como digo, el año 2021, tienen que ver con el hecho de que, hace unos meses, la siempre magnífica editorial Taschen haya presentado en el mundo entero la ya legendaria crónica del no menos mítico periodista norteamericano Gay Talese, que con el título de Frank Sinatra has a cold, Frank Sinatra está resfriado, se publicó por primera vez en el número de abril de 1966 de la revista Esquire; un artículo que pasa por ser una de las obras más famosas del “nuevo periodismo” del que Talese es un destacado representante. La parte literaria de mi propuesta de 2013 se sostenía sobre la base de la lectura de algunos fragmentos de ese reportaje a partir de una versión recogida de un ejemplar de agosto de 2007 de la revista mexicana de literatura Letras Libres, en el que no constaba la referencia del traductor. 

En el caso de la presente emisión he utilizado la misma fórmula que entonces, pero partiendo de otra traducción de la crónica, aunque no será la de la por muchos motivos impresionante edición de Taschen, cuyo texto sólo aparece en francés e inglés. No hay tiempo aquí para comentar el espléndido volumen de la editorial alemana, que, además del artículo originario (como digo, sin versión en español), incluye una introducción de Talese y reproducciones de páginas manuscritas, correspondencia diversa, las imperecederas fotografías de Phil Stern, el único fotógrafo que tuvo acceso a Sinatra a lo largo de cuatro décadas, así como otras imágenes de algunos de los mejores fotoperiodistas de la década de los 60, como John Bryson, John Dominis y Terry O’Neill. Me remito a la reseña del libro que aparecerá mañana, 22 de diciembre, en mi otro espacio en Radio Universidad de Salamanca, Todos los libros un libro, para completar la información sobre esta desbordante edición. Volviendo a la traducción, será la de Carlos José Restrepo la que podréis escuchar esta noche, extraída del libro Retratos y encuentros, en el que la editorial Alfaguara recopiló en 2010 algunas de las más destacadas crónicas de Talese y, entre ellas, la que hoy protagoniza el espacio. 

Desde el punto de vista musical mantengo la difícil selección ya presentada hace nueve años, pues, aunque dentro del amplio repertorio de cientos de temas interpretados por Sinatra a lo largo de su carrera, hay material para poder haber confeccionado muchos programas distintos, creo que las doce estupendas canciones que elegí entonces, no son sólo reveladoras del talento del italoamericano, sino que son también, probablemente, las que más me gustan de su trayectoria. 

Con el deseo de que disfrutéis del espacio, me despido ya hasta el año que viene, exactamente hasta el día 10 de enero de 2022. Pasad unas muy relajadas vacaciones. ¡Feliz Navidad!

 
Frank Sinatra está resfriado

martes, 14 de diciembre de 2021


ANHELO 

Buscando leones en las nubes llega hoy a su penúltimo programa del año 2021, con las vacaciones navideñas ya en el horizonte inmediato. Desde los estudios de Radio Universidad de Salamanca, su creador, guionista y locutor, Alberto San Segundo, quiere antes de la emisión de despedida, el lunes próximo, ofreceros hoy la última entrega de la serie que desde finales de noviembre estamos dedicando a Una cierta edad, el diario de Marcos Ordóñez en el que recoge episodios del pasado, anécdotas de su vida personal y profesional, como escritor y crítico de teatro, comentarios sobre escritores, cineastas, actores, músicos, otros diaristas y, en general, reflexiones de distinta índole sobre la vida y su vertiginoso transcurrir, presentados con un tono, en general, melancólico, aunque no exento de humor, agudeza, inteligencia y sensibilidad. 

En uno de los fragmentos del libro, Ordóñez se refiere a otra de sus obras, Juegos reunidos, y el breve texto resulta muy clarificador sobre qué se va a encontrar quien se adentre en la lectura de Una cierta edad y, también, por extensión, quien escuche los cuatro programas, incluido el de esta noche, de este ciclo que Buscando leones en las nubes dedica al escritor barcelonés. Estas son sus palabras: 

Estoy escribiendo un libro que se llamará Juegos reunidos. Me pregunta de qué va. Le digo que habrá novelas cortas, relatos (más breves), memorias, poemas. A mí me gustan mucho ese tipo de libros, pero parece que mi interlocutor está un poco decepcionado. «Ah, es un libro fragmentario», me dice, y en su boca «fragmentario» suena a categoría inferior, a materiales de desecho, a fondos de cajón. Remata: «Y, entonces, ¿cuál es su unidad?» Se me ocurre que la unidad debe estar en el hecho de que esos fragmentos los he escrito yo. 

Esta condición fragmentaria describe a la perfección el planteamiento de Una cierta edad, un enfoque que yo he querido mantener aquí a través de los casi cincuenta textos que os he presentado en la serie entera, doce de ellos en el espacio de esta noche. 

Doce también serán, obviamente, las canciones que completan la emisión, todas ellas mencionadas -o al menos los son sus autores- en un libro que rezuma música en cada una de sus páginas. Casi todas pertenecen a la banda sonora de la infancia, adolescencia y juventud de su autor, con el que comparto generación e impacto emocional de determinados temas musicales, y están interpretadas por Patsy Cline, Edith Piaf, Paul Simon, Bob Dylan, Tim Hardin, Gram Parsons con Emmylou Harris, Kris Kristofferson, Janis Joplin, Dean Martin, Maurice Jarre, Johnny Cash y el inolvidable Leonard Cohen, cuya presencia aflora en varias ocasiones en Una cierta edad y al que hemos dedicado hasta siete emisiones en Buscando leones en las nubes


Sabias palabras de Eduardo Jordá tras la muerte de Cohen: «Cuando pienso en sus letras, que me aprendí de memoria hace muchos años, y que me hicieron extrañamente feliz, a pesar de que se suponía que estaban concebidas para expresar la desdicha –pero también el amor y el éxtasis y la soledad y la desesperación–, hay una palabra que se me viene una y otra vez a la mente: longing. Creo que no hay otra palabra que pueda resumir mejor la obra de Leonard Cohen. Porque longing no es solo anhelo, como a veces se traduce al castellano, sino muchas cosas más: es añoranza y al mismo tiempo es un ardoroso deseo carnal; es tristeza y lujuria, solo que fundidas en una misma experiencia, porque es el éxtasis del amor que se ha hecho inseparable del miedo a perderlo (o de la desolación por haberlo perdido ya).» No creo que pueda ceñirse mejor el arte de Leonard Cohen.
 
Anhelo

martes, 7 de diciembre de 2021


UNA FLOR BLANCA DOBLADA POR LA LLUVIA 

Pese a que ayer, día 6 de diciembre, haya sido festivo y sin docencia en la Universidad de Salamanca, Buscando leones en las nubes se mantiene fiel a su habitual cita de los lunes saliendo al aire pare ofreceros una nueva entrega, la tercera, de la serie de cuatro que estamos dedicando a los diarios de Marcos Ordóñez, que con las anotaciones correspondientes a los años que van entre 2011 y 2016, aparecieron publicados en la editorial Anagrama en 2019. Con el título de Una cierta edad, el libro es magnífico y presenta las preocupaciones recurrentes de su autor -el paso del tiempo, la nostalgia del pasado, la cultura, la música, el cine, la literatura, el teatro, pero también los pequeños hechos cotidianos, los sucesos sin aparente importancia, las anécdotas triviales, las vivencias banales, las modestas verdades que afloran tras las comunes existencias. 

En las primeras páginas de su libro el autor confiesa el propósito, las intenciones y el planteamiento que lo guían. Os dejo aquí ese largo texto, muy revelador del espíritu de la obra, y muy oportuno también para situaros de cara a una más fecunda escucha del programa: 

Me gustan los diaristas que a veces, al doblar una esquina, parecen tararear a guisa de himno aquella vieja canción en la que Trenet proclamaba seguir siendo fiel a cosas sin aparente importancia, cosas que ellos consiguen volver interesantes por mirada, por estilo, por vocación de amenidad. 

Pasados unos años, es curioso fijarse en lo que quedó fuera y lo que se filtró. Sucedieron cosas presuntamente importantes y no dejaron huella escrita (por fatiga, por miedo, por desinterés, porque pasó el día, y el día después del día), y en cambio anoté otras que tal vez al lector le parezcan triviales. Pero a veces esas trivialidades atrapan una pequeña verdad en mangas de camisa. 

No sé por qué se abre o se cierra la boca del dietario. Tal vez pide alimento en épocas demasiado ruidosas, en las que todo parece acelerarse y confundirse. Escribí uno de modo continuado entre 1989 y 1994. Dejé de hacerlo cuando murió mi padre, no sé por qué. Eran unas notas muy extensas, muy minuciosas y, en mi recuerdo, un poco pesadas. 

Quiero creer que al correr del tiempo esa forma se ha concentrado, se ha ido calmando, y ojalá las entradas de ahora se hayan vuelto más ligeras. Igual soy yo quien se ha calmado y se ha vuelto más ligero. Ojalá. 

No volví a sentir la necesidad de inaugurar cuaderno hasta casi diez años más tarde. El nuevo me duró de 2003 a 2009, aproximadamente. Tampoco quise rescatarlo: había mucha negrura ahí adentro. Entretanto escribí otras muchas cosas que se fueron publicando. 

En Una cierta edad hay cuadernos y columnas de seis años. Grosso modo, de 2011 a 2016: me gustan las medidas irregulares. La cronología nunca ha sido mi fuerte, y seguir y fechar el día a día me parece una esclavitud. O, simplemente, una lata. 

También asoman, aquí y allá, como gatos por las esquinas del entretejido, artículos nocturnos que nacieron en estas páginas y publiqué en El País. De los muchos que escribí en esos años, he querido recuperar (podados, rehechos, o a veces tal cual, según iba viendo) algunos de los que me parecen, como decía antes, más íntimos, más autobiográficos. Los que surgieron con vocación diarística, de madrugada y a media voz. 

Once fragmentos del libro constituyen hoy el núcleo central del programa, su lectura unida por otras tantas canciones, todas formando parte de la memoria sentimental del autor, todas bellísimas, todas muy representativas de una época, los años sesenta y setenta del pasado siglo, en la que se desenvolvieron la infancia, la adolescencia y la juventud de una generación, la de Ordóñez, la mía propia, que ahora sólo puede mirar ese pasado con creciente melancolía. Están interpretadas por Frank Sinatra, Mina, Gato Pérez, Maxime Le Forestier, Bob Marley, Muddy Waters, Caetano Veloso, Lynyrd Skynyrd, Count Basie, Paul Simon y Jethro Tull, el legendario del grupo de Ian Anderson que ejerció un enorme influjo musical sobre aquel adolescente despistado que yo era en aquellos días. Un largo fragmento de álbum Thick as a brick, forzosamente recortado pues sus dos únicos temas de en torno a veinte minutos cada uno, uno por cara del añejo LP, no caben en la estructura habitual de nuestro espacio, cierra el espacio por hoy. 


Recuerdo la mano blanca de aquella chica, de noche, en un restaurante. Alzó la mano para mostrar algo deliciosamente infantil: la letra «P» escrita con bolígrafo sobre la piel, para recordar que tenía que devolverle a alguien un paraguas. No recuerdo su nombre ni su rostro, solo la mano, que parece volver envuelta en un olor muy fresco, a limón. Una mano que brota a la luz de una linterna, en un cobertizo; una mano saliendo del fondo del agua. Un agua clara, una mano viva. Una flor blanca doblada por la lluvia que, de pronto, se desprende del peso de las gotas. (Foto: Alfred Stieglitz)

 
Una flor blanca doblada por la lluvia