martes, 26 de mayo de 2020


RAYUELA 

Esta semana quiero rescatar un programa emitido por primera vez en febrero de 2009, cuando se cumplían los veinticinco años de la muerte de Julio Cortázar, que falleció en París el día 12 de ese mes, en 1984. 

En Buscando leones en las nubes queremos recuperar hoy aquel homenaje al genial escritor argentino, un faro para millones de personas, inspiración y ejemplo en tantas cosas para tanta gente, para tantos jóvenes, entre ellos el chaval que yo era, sólo diecisiete años, cuando conocí sus libros. La emisión, que ahora vuelvo a ofreceros estaba dedicada a Rayuela, su gran obra maestra. 

La principal singularidad que ofrecía aquel programa, más allá del carácter excepcional de la novela en el que se centraba, radicaba en el hecho de que los textos de Rayuela seleccionados sonaban en la propia voz del escritor argentino. Su voz encantadora, las erres arrastradas, la cadencia envolvente de su tono, el vago acento afrancesado fruto de su infancia en Bruselas. Su seductora voz leyendo en los primeros fragmentos de la noche unos capítulos de la novela en los que el narrador es su protagonista principal, Horacio Oliveira, y dando la palabra a La Maga en otros, los cuatro últimos, con el bebé Rocamadour, hijo de la Maga, que muere en la novela en una secuencia central e importantísima de la misma, como destinatario de sus tiernas y cariñosas y tristes palabras. 

Y Rayuela es, también, el jazz. El libro respira jazz por todos sus poros, no sólo porque está escrito con una estructura y un ritmo deudores de la música negra, sino por la profusión de referencias a músicos y, sobre todo, por la gran cantidad de piezas que, citadas en el texto, en cierto modo suenan en la novela. Algunas de esas piezas constituyen el fondo sonoro del programa que ahora recreamos. Son, todas, canciones que se mencionan en el texto o que escuchan sus protagonistas en algún momento de su desarrollo. Se trata, en su mayor parte, de piezas clásicas de los años 30 y 40 que, sin embargo, se muestran extraordinariamente vigentes -por eso son clásicos- en una escucha actual. Sus intérpretes son Lionel Hampton, Coleman Hawkins, Bessie Smith, Louis Amstrong, Big Bill Broonzy -en dos ocasiones-, Benny Carter y The Chocolate Dandies, Champion Jack Dupree, Earl Hines, Jelly Roll Morton, Waring’s Pennsylvanians, Bix Beiderbecke, Lester Young, y de nuevo Bessie Smith que cierra el espacio con la excelente Baby doll.

martes, 19 de mayo de 2020


EL CAMINO ESTRECHO AL NORTE PROFUNDO 

Esta semana quiero recuperar un programa relativamente reciente, de marzo de 2017, dedicado a un libro que había leído algunos meses antes y al que había dedicado una reseña presentaba en mi otro espacio en Radio Universidad de Salamanca, Todos los libros un libro. Se trata de El camino estrecho al norte profundo, una espléndida novela del australiano Richard Flanagan editada en nuestro país por Penguin Random House, de la que, si queréis saber más, podéis mi comentario en el blog del programa, todosloslibrosunlibro.blogspot.com. 

En la introducción a la emisión avanzaba un breve resumen que permitiera al oyente situarse con respecto a los textos del libro que entonces seleccioné y leí en antena. En el medio de una dramática historia sobre la construcción de una línea férrea levantada por Japón en la Segunda Guerra Mundial, que debería unir -con intenciones bélicas- Bangkok, capital de Tailandia, entonces Siam, y Rangún, que lo es de Birmania, hoy Myanmar, atravesando centenares de kilómetros de intrincada selva, punteada por bloques de montaña y caudalosos ríos, en unas condiciones auténticamente inhumanas para los prisioneros encargados de la ardua tarea, verdaderos esclavos explotados hasta la muerte por sus captores, el autor inserta el conmovedor relato de una emotivo y apasionado amor vivido en su juventud por el personaje principal, Dorrigo Evans, que se enamorará de la mujer de su tío, la bella Amy, en una fugaz experiencia que marcará toda su vida y le acompañará hasta su muerte. Para el programa escogí una muestra de textos del libro en la mayoría de los cuales es precisamente esta historia amorosa la que constituye el motivo principal. Os dejo aquí, como hice en la entrada correspondiente a la emisión de hace tres años, un fragmento muy significativo del libro. 

Y entre ellos aparecen unas cuantas preciosas canciones, todas muy dulces y algo tristes, rezumando belleza y sensibilidad, interpretadas por Angus y Julia Stone, Maria Taylor, Hélène, Maria Luiza, The Colorist con Emiliana Torrini, Lisa Simone, Seth James con Jessica Murray, Eve St. Jones, Joana Serrat, Grant-Lee Philips, Silvia Pérez Cruz, Van Morrison y Norah Jones. 


Yo no creo en el amor, dijo ella. No, no creo. El mundo es demasiado pequeño, ¿no cree, señor Evans? Tengo una amiga en Fern Tree que da clases de piano. Tiene un don para la música. Yo en cambio no tengo nada de oído. El caso es que un día me contó que cada habitación tiene su propia nota musical, solo hay que buscarla. Se puso a hacer gorgoritos mientras se paseaba de aquí para allá, y de pronto la habitación le devolvió una nota, como si hubiese rebotado en las paredes y se hubiese elevado desde el suelo para llenar el espacio con una melodía perfecta. Un sonido precioso. Como si uno arrojara una ciruela y le devolvieran todo un huerto. No se lo creería usted, señor Evans. Era como si esas dos cosas tan distintas, una nota y una habitación, se hubiesen encontrado mutuamente. Sonaba... como si encajaran. ¿Estoy diciendo tonterías? ¿Cree usted que a eso nos referimos cuando hablamos del amor, señor Evans? ¿A la nota que vuelve a nosotros, que nos busca aunque no queramos ser encontrados? ¿Qué un buen día conocemos a alguien y todo lo que define a esa persona nos resulta extrañamente familiar, como una vieja melodía tarareada, como si todo encajara de pronto? Es algo precioso. No me explico demasiado bien, ¿verdad? Las palabras no son mi fuerte. Pero así éramos Jack y yo. En realidad no nos conocíamos demasiado. No estoy segura de que me gustara todo en él. Supongo que también había cosas en mí que le desagradaban. Pero yo era esa habitación y él era esa nota, y ahora ya no está. Y no hay más que silencio.

martes, 12 de mayo de 2020


LA MELANCOLÍA. GENIO Y LOCURA EN OCCIDENTE 

Recupero hoy un programa que se emitió por primera vez a comienzos de 2006 con ocasión de la clausura de la exposición “Melancolía. Genio y locura en Occidente”, que entre octubre de 2005 y enero de 2006 se ofreció en las Galerías Nacionales del Grand Palais de París. Cuatro años después, en enero de 2010, la emisión, dedicada a esta no siempre dramática y sí muchas veces dulce emoción, se redifundió y apareció ya en este blog. 

En la exposición parisina, espléndida, se rastreaba la presencia de la melancolía a lo largo de la Historia del Arte occidental, analizándola, mostrándola desde ángulos diversos vinculados a la filosofía, la medicina, la psiquiatría, la religión, la teología o la literatura. Buscando leones en las nubes os ofrecía entonces una peculiar recreación, una aproximación singular al mundo de la melancolía, esa vida que vemos consumirse, como señalaba Fernando Savater en un artículo de aquellos días, a través de una selección de canciones y textos (algunos entresacados de los propuestos por los propios organizadores de la muestra, otros breves fragmentos de obras diversas recogidos de mis lecturas personales) que permiten disfrutar las delicias de una hora melancólica, de una hora algo triste, vagamente apagada, pero siempre feliz. 

Pero, contra lo que pudiera parecer, nuestra melancolía, no se puede negar que recurrente, no nos hunde en los abismos de la depresión desesperada sino que tiene siempre un punto de ilusión y de esperanza, de alegría incluso pese a la tristeza, una alegría que nos transporta siempre a un estado cercano a la exaltación, esa exaltación que produce frecuentemente el contacto con la belleza. Compartimos, en Buscando leones en las nubes, las palabras de Federico García Lorca, muy oportunas en relación con lo que ha sido el motivo central de nuestra emisión: Desechad tristezas y melancolías -escribe el poeta granadino-, la vida es amable, tiene pocos días y ahora la hemos de gozar. 

En la vertiente literaria, las reflexiones, siempre interesantes y sugerentes, se deben a Andrés Trapiello, George Minois, Adolfo García Ortega, Víctor Hugo, Anton Chéjov, Denis Diderot, Pío Baroja, Jackie Pigeaud, Aristóteles, Luisgé Martín y Emmanuel Kant. La música, bellísima y acorde al lánguido asunto de la emisión, está interpretada por Richard Hawley, Rosie Thomas con Ed Harcourt, Peter Gabriel, Sophie Zelmani, Djosinha, Gwyneth Herbert, Madeleine Peyroux, Adriana Maciel con Zeca Baleiro, Nouvelle Vague, Ryan Adams y George Michael.

Un grabado de Alberto Durero, de 1514 y título explícito, La melancolía, acompaña este comentario.

martes, 5 de mayo de 2020


EL JUEGO DE LAS VERSIONES 

Buscando leones en las nubes rememora esta semana, en esta pausa obligada impuesta por el coronavirus y la imposibilidad de grabación de nuevos programas que conlleva, su emisión número doscientos cincuenta.

Con ocasión de esa redonda de celebración, en junio de 2010, os proponía lo que entonces me atrevía a denominar, con excesivo énfasis, un formidable festejo. Festejo en lo musical y también en lo literario. En la vertiente sonora del programa incurría en un juego al que me entrego en ocasiones en estos veinte años de Buscando leones en las nubes, el de las versiones. Vais a escuchar, si os decidís a adentraros en el programa ahora recuperado, algunas estupendas recreaciones de canciones muy conocidas de las últimas cinco décadas, grandes clásicos del pop y el rock, popularizados en su origen por músicos tan destacados como Björk, Neil Young, John Lennon, Simply Red, Genesis, Kylie Minogue, Sting, Annie Lennox (en solitario y no con Eurhytmics como equivocadamente señalé en la emisión), Sade, Peter Gabriel y David Bowie en las excelentes interpretaciones, con el tono intimista marca de la casa, de Corinne Bailey Rae, Ida Sand, Youssou N’Dour, Jimmy Scott, Denzal Sinclaire, Helena Noguerra, Klaudia Salkovic al frente de Liquid blue, Sitti, Chris Botti, Kate Mc Garry y Prozak for lovers. 

Esta idea de las versiones, de la doble visión de las cosas, igual pero alterada, casi idéntica y sin embargo distinta, este juego siempre enriquecedor y sugestivo que consiste en el enfoque paralelo de una misma música, de una misma realidad, de una misma emoción, de unas mismas palabras, de una misma vida, se evoca -entre otras muchas interesantes "sugerencias"- en el espléndido cuadro, La reproduction interdite, de René Magritte, un pintor que me apasiona desde hace muchos años, y que en su momento sirvió de encabezamiento a la entrada del blog (y que ahora vuelvo a reproducir). 

Los textos que acompañan las piezas musicales, decantados en su mayoría hacia la temática del amor y en general de la felicidad y el sentido de la vida, los escribieron Markus Orths, Orhan Pamuk, Luis Landero, Andrew Sean Greer, Inma Monsó, Martin Amis, Adolfo García Ortega, Philippe Claudel, Ann-Marie Mac Donald, Pedro García Montalvo y Antoni Casas Ros. 


Ayer me di un paseo hasta el Puente de los Ladrones. ¿Te acuerdas? ¿Cuántos años teníamos? ¿Poco menos de veinte? Tú llevabas un vestido de color grosella. Yo tenía un nudo en la garganta. Estábamos contemplando el río. Esta corriente, me decías, es nuestra vida, que pasa. Mira qué lejos va, qué hermosa es, ahí, entre las flores de los nenúfares, las algas de largos cabellos, las orillas de tierra arcillosa… Yo no me atrevía a cogerte de la cintura. Tenía un nudo tan apretado en la garganta que casi no podía respirar. Tus ojos miraban a lo lejos. Los míos contemplaban tu nuca. Aspiraba tu perfume a heliotropo y el del río, que olía a aire limpio y a hierba. De pronto, cuando menos lo esperaba, te volviste hacia mí, me sonreíste y me besaste. Era la primera vez. El agua corría bajo el puente. El mundo tenía el brillo de los domingos. 

Ayer estuve un rato en el Puente de los Ladrones. El río es el mismo. Sigue habiendo grandes nenúfares, algas de largos cabellos, orillas de tierra arcillosa. Sigue oliendo a aire limpio y a hierba, pero sólo a eso. Philippe Claudel