martes, 29 de abril de 2014


NADA PUEDO DARTE SALVO AMOR

Mañana es el Día internacional del jazz y es por ello que esta semana he querido ofreceros un programa dedicado monográficamente a este género musical. Y así, todos los textos que se leen en la emisión pertenecen a Jazz. Nueva York en los locos años veinte, un magnífico libro de Hans-Jürgen Schaal y Robert Nippoldt publicado por la editorial Taschen. En él se nos muestra la vida de la megalópolis americana en ese comienzo del siglo pasado a través de las biografías de veinticuatro representativos músicos de la escena jazzística estadounidense y, en realidad, mundial. Bessie Smith, Ethel Waters, Glenn Miller, Benny Goodman, Fats Waller, Coleman Hawkins, Louis Amstrong o Duke Ellington son algunos de los músicos incluidos en el libro, cuyas personalidades se recrean en unos pocos trazos, casi meros esbozos, hechos de anécdotas, episodios menores de sus existencias, curiosidades varias. El precioso volumen, magníficamente ilustrado, incorpora un CD con veinte destacadas piezas del jazz de esa década llena de contradicciones, deslumbrante y también muy compleja, efervescente y creativa pero igualmente oscura y problemática. Podréis encontrar (a partir de mañana) una completa reseña del libro en el blog de mi otro espacio en Radio Universidad: todosloslibrosunlibro.blogspot.com.
 
Dieciséis de esos temas, junto con una selección de otras tantas breves pinceladas recogidas de las estampas biográficas de sus intérpretes integran la emisión que ahora os presento. En concreto, músicos que podréis escuchar en el programa son Jelly Roll Morton, Fats Waller con Alberta Hunter, James P. Johnson, Willie “The Lion” Smith con Georgia Strutters, la Original Dixieland Jass Band, Coleman Hawkins y los Mound City Blowers, Bessie Smith, Louis Armstrong, Joe Venuti con Eddie Lang, Bix Beiderbecke con la Wolverine Orchestra, los Benny Goodman's Boys, Chick Webb con The Jungle Band, Ethel Waters con Duke Ellington y su Orquesta (cuya grabación de 1932 del I can't give you anything but love que da título a la emisión aparece también en el vídeo que acompaña esta entrada), Bill “Bojangles” Robinson con el Irving Mills Hotsy Totsy Gang, Sidney Bechet con los Clarence Williams Blue Five y Cab Calloway y su Orquesta.
 
Espero que disfrutéis de una placentera hora de radio en este nuestro viaje al mundo del jazz neoyorquino en los locos y peligrosos y divertidos y exaltados y fecundos años veinte del pasado siglo.


martes, 22 de abril de 2014


NO ME DEJES

Hoy queremos cerrar la serie de emisiones dedicadas al desamor que han sonado aquí desde hace quince días con una nueva muestra de canciones y poemas tristísimos alusivos a nuestro desgarrador leitmotiv: la ruptura amorosa, el abandono, la terrible soledad que sigue al fin del amor.
 
Para ello, en el apartado musical, abandonamos el enfoque jazzístico que constituyó nuestra propuesta de estos dos lunes anteriores para centrarnos en temas del pop, grandes clásicos de la música popular de todos los tiempos -pese a ser, algunos de ellos muy recientes-, estremecedoras piezas que rezuman pasión contrariada e intensa melancolía, sensibilidad desatada y dolorosa emoción, insoportable amargura y conmovedora belleza. Canciones de Amy Winehouse, The Cure, Till Bronner con Madeleine Peyroux (cuya versión, íntima y muy melancólica, del ya de por sí triste clásico de Hank Williams, I’m so lonesome I could cry, cierra este post), Damien Rice, Sinead O’Connor, Mick Hucknall, Adele, Grant Lee Philips (que hace una muy sentida recreación del Boys don’t cry, de los Cure, con presencia así por partida doble en el programa), Vonda Shepard, Harry Nilsson, Caetano Veloso, Lee Hazlewood con Nancy Sinatra y Lyambiko, la bella germanoafricana que pone la voz y el alma en la banda del mismo nombre y que cierra el programa con el estremecido lamento, la desgarrada y emocionante petición -¡no me dejes!- de Ne me quitte pas, el clásico de Jacques Brel que tantas veces os he ofrecido en Buscando leones en las nubes y que hoy no podía faltar, obviamente, en un programa sobre el abandono y la ruptura amorosa.

Entre las canciones, casi todas grandes clásicos, han sonado los texos de Jean Marie Gustave Le Clézio, Cesare Pavese, Jesús Pardo, Pedro Salinas, Gustavo Martín Garzo, Fernando Royuela, Marina Tsvietáieva, Jeanette Winterson, Albert Camus, Andrew Sean Greer, Jaime Sabines, Gerardo Méndez y Maxence Fermine.
 
Y de nuevo, por tercera semana consecutiva, un cuadro de Edward Hopper para ejemplificar la soledad que sigue al desamor. En esta ocasión os ofrezco Sunday, de 1926 (Los domingos matan más hombres que las bombas, así se llamaba una antigua obra de teatro de Jesús Cracio).


martes, 15 de abril de 2014


… Y ES TAN LARGO EL OLVIDO

Bienvenidos a la segunda emisión que Buscando leones en las nubes dedica en este curso al tema del desamor, de la ruptura sentimental, de la vivencia, siempre dolorosa, de la terminación del amor, del desgarro y la desdicha que se siente al ser abandonado por la persona a quien amamos. Nuestro programa aparece así inundado de melancólicas canciones y tristísimos poemas evocadores, unas y otros, de ese desolador estado del alma en el que la amargura anega nuestro espíritu, se nublan nuestras expectativas vitales y la existencia toda parece carecer de sentido.
 
Y pese a ello, pese a partir de estas premisas tan aparentemente “lacrimógenas”, la hora de radio que ahora os ofrezco -y tal y como indiqué hace siete días a propósito de la edición de entonces- se me muestra rodeada de belleza, de encanto, de motivos para el disfrute y el placer. ¿Placer en el dolor?, podréis quizás preguntaros, y no, no se trata de masoquismo banal, sino del encanto, de la maravilla, de la delicia que siempre podemos encontrar en la poesía, en la sensibilidad, en la delicadeza, en la verdad.
 
Roque Dalton, Jaime Sabines, José Luis García Martín, José Agustín Goytisolo, Ángel González, Luis Cernuda, Karmelo C. Iribarren, Catulo (tan ligado a mi vida y a quien olvidé citar en la emisión), Abelardo Linares, Pablo Neruda e Idea Vilariño (cuyo Ya no, un poema de brutal y descarnada tristeza fue ofrecido aquí hace unos años con ocasión de la serie de cuatro programas dedicados a la intensa poeta uruguaya) son los autores de los versos leídos centrados, como digo, en el sentimiento del desamor, con todos sus corolarios de desvalimiento y tristeza, de desolación y sufrimiento, de pesadumbre y aflicción.
 
Y entre ellos, han sonado un puñado de piezas de jazz, también envueltas en esa misma atmósfera melancólica y algo desencantada, que han interpretado Ernestine Anderson, Mel Tormé, Shirley Horn, Lou Rawls, Etta James (cuya versión de In my solitude suena en el programa y en el vídeo que acompaña a esta entrada), Betty Carter, Jimmy Scott, Denis Rowland, Marlena Shaw, Sarah Vaughn y Carol Sloane.
 
Como complemento a esta breve presentación vuelvo a ofreceros un cuadro de Edward Hopper. Se trata de Autómata, pintado en 1927, un desesperanzado retrato de la soledad, quién sabe si provocada por la ruptura amorosa. Os dejo también, como cierre, el conocido poema, el vigésimo de sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda: Puedo escribir los versos más tristes esta noche. De él están entresacados los versos que dan título a estos dos primeros programas de nuestra breve serie dedicada al desamor a la que pondremos fin el lunes próximo: Es tan corto el amor, el primero, Y es tan largo el olvido, el de esta semana.

 
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
 
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
 
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
 
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
 
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
 
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
 
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
 
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
 
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
 
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
 
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
 
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
 
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
 
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
 
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
 
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
 
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
 
 

martes, 8 de abril de 2014


ES TAN CORTO EL AMOR...

El de esta semana es un programa triste, desesperanzado, melancólico y sin embargo a mi juicio lleno de intensidad y belleza, un programa que hemos a dedicar, como los de los dos próximos lunes, al desamor, al abandono sentimental, a la ruptura amorosa. Ya hace algunos años, el tema de las despedidas, del fin del amor, había protagonizado Buscando leones en las nubes, aunque entonces desde una perspectiva más risueña, a partir de Cómo decirle adiós, el simpático libro de la francesa Cécile Slanka. En esta ocasión, en cambio, nos ocuparemos de los aspectos más amargos del asunto con textos y canciones que nos hablan de las penas de amor, del desconsuelo, de la aflicción, del desamparo en que nos sume el abandono de la persona amada, del dolor que supone el fin de una historia de amor, de la confusión, la incertidumbre, las dudas, las lágrimas que nos asaltan cuando aquel o aquella a quien queríamos, de quien estábamos enamorados, se aleja dejándonos en un estado de devastación emocional, de desolación y abatimiento, de congoja y consternación y pesar y amargura y nostalgia y sufrimiento que agosta nuestra vida y del que pareciera que nunca fuéramos a salir.
 
Y sin embargo, insisto, pese a esta presentación quizá “disuasoria” para muchos de vosotros, el programa es, a mi juicio, muy hermoso, con canciones preciosas y textos muy evocadores, rezumando emoción y belleza que espero podáis disfrutar.
 
Si os decidís a adentraros en nuestra emisión podréis escuchar estremecidas baladas de jazz interpretadas por Tony Bennett, Ella Fitzgerald, John Coltrane con Johnny Hartman, Billie Holiday, Ray Charles, Dinah Shore, Frank Sinatra, Diana Krall, Chet Baker, Nina Simone, Johnny Mercer, Rosemary Clooney y Dinah Washington con su desgarrada versión de un clásico, Cry me a river.
 
Entre ellas aparecen los textos, obviamente centrados en nuestro tema de referencia, escritos por Franz-Olivier Giesbert, Richard Ford, Possidónio Cachapa, Eduardo Chirinos, Emily Brontë, Nir Baram, Antonio Soler, Pascal Quignard, Luis Landero, Gustave Flaubert, Luis Mateo Díez, Sándor Márai y Alessandro Baricco.
 
Morning sun, un magnífico cuadro de Edward Hopper, pintado en 1952 y evocador -como tantos otros del mismo autor- de la soledad y la tristeza que nos embargan tras el abandono sentimental (o quizá no, quizá sólo es una mujer que, alegremente, toma el sol en su cama; en el arte, en la vida, siempre vemos lo que queremos ver), ilustra esta entrada.

martes, 1 de abril de 2014


OCTAVIO PAZ. DOS CUERPOS FRENTE A FRENTE

El 31 de marzo de 1914, hace ahora cien años, nacía Octavio Paz, el inmenso poeta mexicano, al que vamos a dedicar esta semana nuestra emisión en Buscando leones en las nubes con ocasión de su centenario.
 
Yo empecé a leer a Octavio Paz en mi etapa universitaria, aún recuerdo el precioso volumen de su entonces Poesía completa, que abarcaba su obra entre 1935 y 1975, publicado por Seix Barral en un cofre, como digo, muy atractivo. Una atracción que junto a su precio prohibitivo para un estudiante provocó su discreta y gratuita apropiación por mi parte en la librería de El Corte Inglés de Vigo. Era 1979, creo, mi disculpable “delito” habrá, sin duda, prescrito. Años después, en 1985, me empapé de gran parte de la obra ensayística de Paz, sobre todo el indispensable El laberinto de la soledad, con ocasión de un fecundo e inolvidable viaje a México (qué recuerdos, cómo pasan los años, dónde estará ahora C.; el tiempo, siempre inclemente, disolviendo el recuerdo del amor).
 
En el programa de esta semana y, por comprensibles razones vinculadas a la duración del espacio, os presento una muestra mínima de su ingente obra poética. Una selección reducidísima y no demasiado representativa, no sólo porque, como es obvio, elegir trece poemas de entre cientos contenidos en su poesía completa es, en términos absolutos, una tarea casi imposible, condenada a la limitación, sino porque, además, he querido recoger exclusivamente poemas de temática amorosa (salvo el que cerrará el programa, una exaltada celebración de la vida ante la muerte), lo que reduce aún más el valor “significativo” de la selección. La poesía del Premio Nobel mexicano se mueve en registros muy variados, muy ricos, el experimentalismo, la preocupación metafísica, el surrealismo, la búsqueda formal... pero son sus poemas de amor, muy físicos, muy carnales, rezumando erotismo y pasión, llenos de lirismo y dulzura, de imágenes deslumbrantes, arrebatadoras, los que más me han interesado siempre y por ello los he escogido para integrar la emisión esta noche, empezando con Tu nombre, el poema que abre la antología a la que acabo de referirme. A propósito del amor en la literatura de Octavio Paz, os recomiendo también La llama doble, un lúcido ensayo, un sugerente recorrido por la historia del amor en Occidente.
 
Y como siempre, música relajada, tranquila, intimista y bellísima para acompañar la maravilla de los versos. Damien Jurado, Catherine Russell, Ed Harcourt, Linda Perhacs, Bill Callahan, Krista Detor, Patrick Nugier, Dena Taylor, Rick Redbeard, Mallu Magalhaes, Gregory Porter (cuyo Our love -tan apropiado en una emisión que, una vez más, habla de amor- aparece en el vídeo que acompaña este comentario), Eliana Printes y Mark Lanegan son los intérpretes que han sonado en el programa.
 
Os ofrezco a continuación, para clausurar esta entrada, Dos cuerpos, el intenso poema de Paz que da título a la emisión, y La poesía: profesión de fe, un interesante artículo sobre el poeta publicado por Clara Janés en El País el pasado 22 de marzo.
 
 
Dos cuerpos
 
Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.
 
Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.
 
Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.
 
Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.
 
Dos cuerpos frente a frente
son dos astros que caen
en un cielo vacío
 
 
_________________________
 
 
La poesía: profesión de fe. Clara Janés
 
“Altos muros del agua, torres altas, / aguas de pronto negras contra nada, /impenetrables, verdes, grises aguas, / aguas de pronto blancas, deslumbradas”. Muchos son los versos de Octavio Paz con una estructura análoga a la de estos. Y si seguimos leyendo el poema, en la tercera estrofa encontramos: “El resonante tigre de las aguas, / las uñas resonantes de cien tigres, / las cien manos del agua, los cien tigres / con una sola mano contra nada”. Este modo, que además de no temer la rima asonante incorpora la repetición de palabras con distintas ubicaciones y pesos, responde en primer lugar la inteligencia y el dominio de quien esto escribe. Octavio Paz, es sabido, aparece como uno de esos manantiales de luz del intelecto que ilumina todas las parcelas del acervo humano. En su poesía hace lo propio a través del mismo hecho poético. Y este se presenta, dice él, en el ritmo, la música, la metáfora, la analogía, la combinatoria... El ritmo es el esqueleto, pero es la plástica del poema lo que más llama la atención en su obra. Las palabras nos dicen algo que está más cerca de nosotros que su sentido, actúan como los colores en un cuadro.
 
En estas estrofas, de coger un pincel y pintar azul el “agua”, blanca la “nada” y rojo el “tigre”, tendríamos en la primera cuatro manchas azules y una blanca, y en la segunda, tres manchas rojas, dos azules y una blanca. Se diría una obra de Miró, pero también se trata de un trayecto. En la primera hallamos “muros”, “torres” e “impenetrables”, puros obstáculos, y por otro lado “aguas”, “verdes” y “deslumbradas”, que invitan a un fluir. El conjunto entero del poema se presenta como un ámbito cerrado y seductor, un laberinto visual en el que todo se resuelve en la misma contraposición de sus elementos. La maestría de Octavio Paz es esta: atraparnos liberándonos a la vez con su particular modo de empleo de los materiales.
 
¿Se trata de una cuestión externa? Él mismo nos contesta: “La forma que se ajusta al movimiento / no es prisión, sino piel del pensamiento”.
 
Hay que adivinar, pues, el pensamiento a través del aspecto y no a través del contenido de la palabra. ¿Cuál es el propósito final? Paz no diría nunca como Cirlot: “Poesía es lo que el mundo no es y no me da”. Tan culto y conocedor del mundo surrealista o esotérico como este, se halla, en cambio, en la posición contraria: será el poeta el que tome del mundo lo que quiera y lo someta a metamorfosis. Gran ensayista y pensador, el mexicano afirma: “Un poema no solo es un objeto verbal, sino que es una profesión de fe”. De hecho es el cuerpo del poema al que él da vida como “artista”, el objeto de su fe, por ello es hasta tal punto completo su logro. Y en el poema se halla el mundo entero.
 
Si Mallarmé, así lo destaca Paz, veía “la poesía como máscara de la nada”, para él sería más bien "máscara de todo". Con sus libros, llámense Libertad bajo palabra, Árbol adentro, Ladera Este, Blanco o Salamandra nos sitúa ante todas las culturas de todas las épocas, desde las autóctonas mexicanas a las del Japón y de la India o a las vanguardias europeas de la primera mitad del siglo XX, sin evadir siquiera el hilo de sus propios pasos (Pasado en claro) y siempre con esa luz que es proyección del pensamiento sobre el poema de modo que atrae, de inmediato, a los ojos. Él es plenamente consciente de ello pues afirma: “La poesía / como la verdad, se ve”, y también: “La crítica del objeto prepara la resurrección de la obra de arte no como cosa que se posee, sino como presencia que se contempla”.