martes, 24 de febrero de 2015

 
RÍO DE JANEIRO, CIUDAD MARAVILLOSA
 
El próximo domingo se cumplen los 450 años de la fundación de Río de Janeiro, bautizada el 1 de marzo de 1565 por los exploradores portugueses con el nombre de Saô Sebastiâo de Rio de Janeiro. Y con ese motivo, en la presente edición del programa os ofreceré quince temas musicales que tienen como protagonistas a la deslumbrante ciudad brasileña, a sus conocidos y encantadores paisajes, y a sus habitantes, los acogedores cariocas. Entre las cálidas y apacibles canciones os dejo también un extracto muy resumido de sus letras. Cidade maravilhosa, Rio, Ela e carioca, Cariocas, Corcovado, A voz do morro, Aquele abraço, Partido alto, Mulher carioca, Samba do avião, Carioca, Sabado en Copacabana, Valsa de uma cidade, Samba do carioca y Garota de Ipanema son los temas radiados, en las interpretaciones de Caetano Veloso, Sylvia Telles, Celso Fonseca a dúo con Cibelle, Adriana Calcanhotto, el Quarteto Jobim Morelenbaum, Ana Caram, Eliane Elias, Cássia Eller, Vinícius de Moraes, Leila Pinheiro, Chico Buarque, Rosa Passos, Lúcio Alves, Joyce Moreno y Joâo y Astrud Gilberto con sus lánguidas voces susurrando con el fondo del elegante saxo de Stan Getz en una espléndida y ya clásica versión de La chica de Ipanema.
 

martes, 17 de febrero de 2015

 
DIME QUE ME HAS ESPERADO
 
Como es tradición casi todas las temporadas, cuando se acerca la ceremonia de entrega de los Oscars Buscando leones en las nubes dedica una emisión al cine con textos y canciones vinculados al séptimo arte. Así será también este año de manera que, siendo el próximo 22 de febrero la fecha elegida por la Academia de Hollywood para la celebración, os propongo esta semana un programa enteramente cinematográfico, muy singular y lleno de curiosidades, y espero que muy interesante también.
 
Desde el punto de vista de los textos, en la emisión aparecen dieciséis frases de cine, dieciséis fragmentos muy significativos de películas que forman parte, muchas de ellas con la categoría de clásicos, de la ya no tan corta historia del cine. Todos están extraídos de ¿Hablas conmigo? 50 grandes frases de películas míticas ilustradas y comentadas, un librito de diseño muy cuidado y visualmente muy atractivo, que con atinados textos de Jordi Vicente y sugerentes ilustraciones de Carlos Cubeiro, presentó este pasado año la editorial Comanegra. He prescindido voluntariamente de las frases más conocidas (Le haré una oferta que no podrá rechazar, Que la Fuerza te acompañe, En ocasiones veo muertos o Amar significa no tener que decir nunca lo siento, entre otras muchas), para decantarme por algunas líneas de texto que, perteneciendo sin embargo, como digo, a películas clásicas y siendo, en su mayor parte, muy reconocibles, no son tan populares, con lo que, además de su interés intrínseco, pueden estimular aún más vuestra curiosidad y el afán por identificar su procedencia. Y si es así y os decidís a jugar a las adivinanzas, preparaos, pues el párrafo que sigue es un spoiler indudable. Éstas son las películas en las que aparecen los fragmentos leídos: No soy ningún ángel, dirigida por Wesley Ruggles; El halcón maltés, el clásico de John Huston; otro clásico, Johnny Guitar, de Nicholas Ray; El séptimo sello, del maestro sueco Ingmar Bergman; Los 400 golpes, la preciosa primera película de François Truffaut; Fellini, ocho y medio, del genio italiano Federico Fellini; Dersu Uzala, la primorosa joya de Akira Kurosawa; Annie Hall, la cinta que llevo al éxito multitudinario a Woody Allen; El hombre elefante, del siempre perturbador David Lynch; El precio del poder, la excesiva cinta sobre la mafia de Brian de Palma; Casino, de nuevo la mafia y de nuevo con un cierto enfoque desmesurado, dirigida por Martin Scorsese; la lacrimógena pero bellísima Los puentes de Madison de Clint Eastwood; American Beauty, otra obra maestra, con la realización de Sam Mendes; Matrix, de los hermanos Wachowski, la única de todas las escogidas que no he visto; El hijo de la novia, otra entrañable película de Juan José Campanella; y por fin, la original, sorprendente y también emotiva Amélie, de Jean-Pierre Jeunet.
 
Y en la vertiente musical de la emisión, el enfoque es, a mi juicio, igualmente sugestivo. Serán también dieciséis -obviamente- las canciones que suenan en la hora de programa. Y todas ellas interpretadas por actores o actrices de cine que, por una vez -aunque algunos incurren en el experimento de un modo más habitual- dejan de lado su faceta actoral para convertirse en cantantes. Muchos de los temas -casi todos- han aparecido en la banda sonora de diversas películas (como Duets, Une affaire privé, Easy Virtue, Los juegos del hambre, Los fabulosos Baker Boys, de nuevo Annie Hall, Moulin Rouge, Nine, Beyond the sea, Walk the line, P.S. I love you o Ella siempre dice sí), algunos incluso han sido cantados en pantalla, en el seno de escenas en las que la trama argumental o las exigencias del guión o el carácter musical de la cinta obligaban al actor o a la actriz de turno a entonar la correspondiente melodía, otros en cambio constituyen iniciativas llevadas a cabo por sus protagonistas de manera paralela y ajena a sus respectivas carreras cinematográficas. Scarlett Johansson, Gwyneth Paltrow, Jeremy Irons, Marion Cotillard, Nicole Kidman, Kevin Spacey, Kate Winslet, Diane Keaton, Ewan McGregor, Jennifer Lawrence, Joaquín Phoenix con Reese Whitespoon, Hillary Swank, Paul Giamatti, Michelle Pfeiffer, Kim Basinger y Jessica Biel son los inspirados intérpretes -con una importante presencia entre ellos de guapas actrices- de las piezas emitidas.

martes, 10 de febrero de 2015

 
FÉLIX GRANDE. PARA ENVEJECER JUNTOS
 
Esta semana Buscando leones en las nubes os ofrece la segunda emisión de la breve serie que comenzamos hace siete días con Félix Grande de protagonista con ocasión del primer aniversario de la muerte del poeta de Mérida. Al igual que hace una semana hoy podréis escuchar una selección de poemas de nuestro homenajeado entresacados de Biografía, la colección de su obra casi completa, publicada en 2011 por la editorial Círculo de Lectores/Galaxia Gutemberg en una magnífica edición a cargo de Ángel Luis Prieto de Paula. En la presente emisión los versos tratan, de un modo más o menos frontal, del amor, un amor desarraigado, doliente, lírico, apasionado, erótico, sensible, carnal, y pertenecen, en su mayoría, a Las rubáyátas de Horacio Martín, el poemario más abiertamente amoroso de Grande, en el que nos presenta a su heterónimo, el Horacio Martín del título, que acompañará a su autor durante toda su vida.

Entre los versos de Félix Grande, preciosas canciones, todas con un tono íntimo y delicado, que contribuyen a crear, con su sensibilidad y tono melancólico, una atmósfera muy propicia para degustar los intensos poemas de amor. Bonnie “Prince” Billy, Melody Gardot, Morcheeba, Estrella Morente con el Niño Josele, Joana Serrat, Marketa Irglova, Márcio Faraco, Fiorella Mannoia, Leonard Cohen, Ceuzany, Eels, Lily & Madeleine y Annie Lennox son sus intérpretes.

Os dejo con un artículo de Manuel Rico publicado en El País en junio de 2011, en el que bajo el título Un grito moral para conciencias olvidadizas se comenta la aparición entonces de Biografía, la magna obra de Félix Grande.


Un grito moral para conciencias olvidadizas

"Hoy el periódico traía sangre igual que de costumbre, / venía chorreando como la tráquea de un ternero sacrificado": estos dos versos abren el poema 'Recuerdo de infancia' de Blanco Spirituals, el libro que Félix Grande publicó en 1967 tras ser galardonado con el Premio Casa de las Américas. Aquel libro, entre el mosaico expresionista y la crónica de un mundo en crisis, consolidaba a Grande como un nombre, desprovisto de generación, grupo o tendencia, imprescindible de la poesía en castellano de la segunda mitad del siglo XX. El poeta extremeño (Mérida, 1937) se había atrevido a romper la anomia hacia la que había derivado la poesía social en los años cincuenta y primeros sesenta. Blanco Spirituals era un libro valiente, extraño, que enlazaba con los movimientos de renovación estética que se dan en España y América en aquella década -son los años del esplendor de Cortázar, de la Beat Generation norteamericana, de la irrupción del pop y del rock, de la nouvelle vague cinematográfica, de la narrativa antirracista de Baldwin, de la lucha por los derechos civiles y de Martin Luther King, de la explosión del jazz: todo eso se refleja en sus poemas- y, a la vez, metaboliza las enseñanzas de César Vallejo. Blanco Spirituals es el eje, la clave de bóveda de Biografía, su poesía completa, reeditada ahora con un equilibrado y certero prólogo de Ángel Luis Prieto de Paula y con la adición de un nuevo y recentísimo texto poético: La cabellera de la Shoá.

Félix Grande, en su ya dilatada trayectoria literaria, ha tenido dos referentes básicos: el ya citado César Vallejo y su lenguaje astillado e iluminador; y Antonio Machado y su palabra a la vez realista y misteriosa. Por eso, desde el comienzo de su trayectoria literaria, sus libros se mueven en uno u otro territorio. En unas ocasiones, como en el inaugural Taranto -aunque fue publicado en 1971, su escritura data de una década antes-, prevalece la opción rupturista, en el filo de lo experimental, en la que resuena el poeta peruano, y en otras se impone una lírica del despojamiento (aunque con una dicción, un modo de adjetivar y una música identificables por extremadamente personales) de estirpe machadiana: Las piedras (1964) y gran parte de La noria (1986 y 1989) son los más claros exponentes de esa estética.

Participando de ambas opciones y trazando un camino que se nutre, digámoslo en palabras de Prieto de Paula, de "la extrañeza psíquica del ser ante el magma del mundo", y de un lenguaje cercano a lo surreal, cabe considerar Música amenazada (1965) y el conjunto de poemas en prosa Puedo escribir los versos más tristes esta noche (1969), colección que, paradójicamente, se cierra con un inquietante poema en verso libre, apoyado en el texto nerudiano que da título al conjunto: "Puedo escribir los versos más tristes esta noche / El reloj de pared / marca mil novecientos / sesenta y nueve. Hace un instante / mamá viene corriendo por las calles / en busca de un refugio". Ese equilibrio inestable se rompe en otra de sus obras memorables, Las rubáiyátas de Horacio Martín (1978), un libro, que se completa con Cuaderno de Lovaina, en el que Grande aborda líricamente una experiencia erótico-sentimental al borde del abismo llevando el lenguaje al límite desde presupuestos de austeridad expresiva: predominan los poemas cortos, y las formas clásicas (incluso el soneto), cuando se utilizan, son sometidas a un tratamiento innovador e irreverente.

Treinta y tres años después de la publicación de Las rubáiyátas, Biografía se cierra con La cabellera de la Shoá, un nuevo libro poético que rompe tan larguísimo silencio (La noria es una colección "en marcha", abierta, que se nutre de materiales diversos). Estamos ante un extenso poema escrito en verso libre (con una serie de endecasílabos pareados, un soneto y un fragmento en prosa) de una altura, una densidad y una profundidad acordes con los mejores momentos de la obra de Grande. En él, el poeta afronta una reflexión perturbadora, habla desde el más radical humanismo frente a la más radical (e inexplicable) abyección de la especie. Es una reflexión (o una mirada a la raíz de la condición humana) provocada tras una visita al Campo de Exterminio de Auschwitz. El poema, que se lee de un tirón, sumerge al lector en una pesadilla de la que no puede (no quiere) salir, en la que se ve atrapado gracias a la belleza de un lenguaje envolvente, de gran musicalidad, en el que los ecos del Guernica picassiano, la desolación de la más dura memoria colectiva del Holocausto y la irrupción de momentos de un hiperrealismo descriptivo que arranca con el propio título del libro-poema, la cabellera de la Shoá, que es la simbólica trenza formada por los cabellos de los asesinados en los campos del nazismo. En este libro, Grande alcanza cotas expresivas difíciles de igualar: neologismos, ruptura de la sintaxis convencional, imágenes entre la angustia, el asco y el dolor existencial se combinan de modo dialéctico con el uso de certeras yuxtaposiciones, con un discurso en apariencia desestructurado pero cargado con una tensión emocional (y moral) creciente, y escrito desde la única racionalidad posible: el rechazo telúrico, casi cósmico, de la abyección nazi contra el pueblo judío: "Grito meleno omnipotente y muerto / muerto de hambre: ¿quién cierra los ojos / ante esta hambre peluda monstruosa?". Un libro sólido, duro, dirigido a las conciencias olvidadizas, que está reclamando una edición exenta.

martes, 3 de febrero de 2015

 
FÉLIX GRANDE. UNA LENTA SORPRESA
 
El programa de esta semana -y también el de dentro de siete días- lo dedica Buscando leones en las nubes a celebrar la obra de un excelente poeta de cuya muerte se cumplió el pasado 30 de enero el primer aniversario. Se trata de Félix Grande, un escritor inclasificable, que había nacido en 1937 y que dejó a su muerte una obra no demasiado extensa pero en cualquier caso magnífica, una de las más destacadas de la poesía española contemporánea.
 
En 2011, la editorial Círculo de Lectores/Galaxia Gutemberg, nos ofreció, con el título de Biografía -reiterado en la obra del extremeño-, y en edición a cargo de Ángel Luis Prieto de Paula, la poesía completa de Félix Grande, desde su primer texto de 1958 hasta el entonces postrero, La cabellera de la Shoá, un extraño y desbordante poema, al que seguiría la que acabaría siendo su última publicación, Libro de familia, que no se recoge en el volumen del que os hablo. De esta Biografía (a cuya solapa de presentación pertenece el texto del propio Grande con el que cierro esta entrada) he extraído la totalidad de los veintitrés poemas que os presentaré en las dos emisiones de homenaje al singular escritor y que os ofrezco agrupados en torno a dos ejes temáticos más o menos nítidos. En la presente edición escucharéis versos de índole más metafísica y existencial, que giran sobre el sentido de la vida, la identidad, el fracaso y la derrota, la vejez y el paso del tiempo, la indignación, la rebeldía y la soledad, la rabia y el placer de los sentidos, la devastación física y la muerte. Dejo para la segunda entrega, la del lunes próximo, los poemas centrados en la mujer, en el deseo y el éxtasis de los cuerpos, en la pasión y el delirio amoroso.
 
Y pese a que Félix Grande fue un escritor muy interesado en el jazz y, sobre todo, en el flamenco, no será ninguno de esos géneros los que protagonicen la banda sonora de ambos programas. He elegido una serie de canciones recogidas, intimistas y llenas de sensibilidad interpretadas por Rivière Noire (¡¡¡disfrutad la maravilla de su Bate longe, que aparece también en el vídeo elegido para complementar esta breve presentación!!!), Natalia M. King, Rick Readbeard, Anna Wilson, Kasey Chambers con Bernard Fanning, Eliza Gilkyson, Damien Rice, Paolo Conte y Frazey Ford para acompañar los intensos versos del entrañable poeta de Mérida.
 
 
Nací en el mes de febrero de 1937, en la ciudad de Mérida. Como todas las criaturas de la Tierra, nací llorando. Toda mi vida he sido fiel a esa costumbre de la especie: muchas páginas de este libro certifican mi lealtad testaruda a la congoja originaria. La casa en que nací se asienta con altanería en la calle Concordia, pero hace esquina con la calle Calvario. Mientras me daba de mamar, mi madre recibía los zarpazos de la Guerra Civil. Trato a veces de recordar aquel espanto suyo, pero no lo consigo. Entonces trato de olvidarlo, pero tampoco lo consigo… Mi padre, cuando perdió la guerra y lo apartaron de la afrenta del campo de concentración, regresó a Tomelloso. Allí encontró un trabajo: ganaba cada día siete pesetas y veinticinco céntimos. Sí, ya soy viejo, me flaquea la memoria y a menudo se me olvida el pudor.
 
Los jóvenes suponen que la vejez es espantosa, y casi no tienen razón. Mi vejez, por ejemplo: es suntuosa: aún recuerda algunos asuntos esenciales. Por ejemplo, mis oficios desde los diez hasta los veinte años en Tomelloso, la ciudad en que se hizo pastor el abuelo Palancas. Trabajé allí de oficinista en el almacén de Valentín Malaño, trabajé como carpintero y como trillador (por trillar una temporada me pagaron un duro excelso y un primoroso pan de un kilo), trabajé como jornalero de bodega, tendero, cuidador de tres vacas, recitador en los casinos, guitarrista flamenco y, sobre todo, como pastor de cabras. La más lechera se llamaba Leona. [Hoy recuerdo un enigma versicular que, con el pretexto de retratar a la España de la posguerra, menciona a “un intratable pueblo de cabreros”. Como dicen que soy acuario, al autor de ese pronto le sonrío con indignación y lo perdono con encarnizamiento.]
 
El miedo omnipotente de mi madre ayudó a mi conciencia a existir y a crecer; en ese crecimiento aprendí que la moral contiene y ejercita la indignación y la piedad; y esa pareja de emociones establece que mi diálogo con mis contemporáneos no debe producirse sino con la beligerancia que merecen todas las tiranías, sea cual sea su disfraz ideológico. Por eso me conmueven unas palabras que escribió Abe Osheroff: “Creo en la libertad del hombre y cualquier sistema que ataque o ponga en peligro ese derecho es enemigo mío. La libertad no es un lugar ni un estado del ser: es un camino. Se está andando en él o se está fuera de él.”