martes, 24 de noviembre de 2015

 
SIMON LEYS. LA FELICIDAD DE LOS PECECILLOS
 
Esta semana abrimos una serie de cuatro ediciones de nuestro espacio dedicadas a Simon Leys, el escritor belga, de cuyo estupendo libro La felicidad de los pececillos, que publicó en 2011 la editorial Acantilado en traducción de José Ramón Monreal, están extraídos todos los textos que os ofrezco en el presente programa y en el del próximo lunes. Las dos últimas emisiones de la serie estarán protagonizadas por otra de las obras del muy interesante escritor, pero ya os hablaré de ella cuando llegue el momento.
 
Simon Leys es un escritor, como digo de origen belga, fallecido hace poco más de un año, que desde muy joven se interesó por las culturas y las civilizaciones orientales hasta el punto de estudiar lengua, literatura y arte de China, viajando e instalándose desde muy joven en Asia, en Taiwan, Singapur, Hong Kong y la misma China. Traductor, crítico, ensayista y experto sinólogo, la publicación en los primeros setenta de un libro en que denunciaba con crudeza la sangrienta experiencia -que el ciego progresismo del mundo entero ensalzaba- de la Revolución Cultural de Mao Zedong le llevó -para evitar represalias- a tener que cambiar su nombre auténtico, Pierre Ryckmans, y adoptar el seudónimo de Simon Leys por el que hoy lo conocemos. A partir de 1970 se estableció en Australia para dar clases de literatura china, y fue allí, en Canberra, en donde murió en verano de 2014.
 
La felicidad de los pececillos es una colección de artículos, no demasiado extensa -no llega a la treintena la cifra de los escogidos-, en donde a partir de anécdotas de escritores y con numerosas referencias a la cultura china, se presentan profundas y muy sugestivas reflexiones, plagadas de una sabrosa erudición (aunque el autor rechaza el término), nada pedante, antes al contrario, llena de humor, estimulante y alegre, sobre temas muy variopintos: la literatura y el arte, las mentiras, las palabras y la ausencia, el gusto, la fealdad, el talento y la belleza, la nostalgia, la autoridad y la imaginación, la inteligencia y la perfección, la pereza y el éxito, el dinero, el tabaco y la lectura, y muchos más apasionantes asuntos. Por el libro desfilan infinidad de autores: William Golding, Kipling, Voltaire, Flaubert, Henry James, Rainer María Rilke, Baudelaire, Cyril Connolly, Goethe, Orwell, Somerset Maugham, Oscar Wilde, Proust, Sartre, y tantos otros, algunos de ellos, cómo no, chinos.
 
Dentro de un mes, exactamente el 23 de diciembre, en Todos los libros un libro, mi otro espacio de Radio Universidad, os ofreceré una reseña sobre algunas de las obras de Leys. Os remito al blog del programa para completar la reducida información que las habituales limitaciones de tiempo me permiten aportar ahora.
 
Entre los textos de La felicidad de los pececillos sonarán delicadas canciones, todas interpretadas por mujeres, como tan a menudo ocurre en Buscando leones en las nubes, que con su tono íntimo y sensual, con su delicadeza y su recogimiento contribuyen a conformar una atmósfera de sosiego y relajación. Así, las sugerentes voces de Lisa Bassenge, Florence and the Machine, Marissa Nadler, Eleni Mandell, Lizz Wright, Lisa Ono, Bïa, Sharon Robinson y Melody Gardot brillan en la emisión.

martes, 17 de noviembre de 2015

 
NEIL YOUNG. EL SUEÑO DE UN HIPPIE
 
Esta semana os ofrecemos la segunda y última edición de la breve serie que iniciamos hace siete días y que se plantea como un homenaje a Neil Young, que el pasado día 12 cumplió setenta años. El lunes pasado pudisteis escuchar íntegro el, para mí, mejor disco de su amplia obra, Harvest, el LP de 1972, objetivamente excepcional y, desde el punto de vista subjetivo, indisolublemente unido a algunos momentos de mi vida, de mi adolescencia más exactamente, de grato recuerdo para mí, ahora, más de cuarenta años después.
 
En el caso del programa de hoy voy a ofreceros una antología de doce canciones -de difícil selección, pues son decenas las que hubieran podido aparecer- escogidas entre las que más conectan con mi gusto personal, último criterio, a la postre, para decidir -sin ninguna pretensión absurdamente académica, erudita o profesional, sin ninguna voluntad de resultar representativo- qué temas constituirían mi particular celebración de la casi siempre magnífica discografía de Neil Young. Comes a time, Long may you run, Without rings, Desert highway, Such a woman, After the gold rush, Peace of mind, You and me, Only love can break your heart, One of these days, Helpless y Harvest moon, son las piezas elegidas.
 
Entre ellas -casi todas pertenecientes a la faceta más acústica y folk del artista canadiense- en el programa se leen algunos fragmentos -los únicos que he podido rescatar medianamente interesantes- extraídos de la autobiografía de Young que, con el título de Memorias de Neil Young. El sueño de un hippie, publicó hace año y medio, en una deplorable traducción, la editorial Malpaso. En la emisión de la semana pasada ya anticipé que hay pocas cosas en la vida y las opiniones de nuestro homenajeado que me resulten apreciables o siquiera mínimamente atrayentes. He escogido una docena de reflexiones sobre temas variopintos, el amor, la música, la vida en la carretera, la religión, el proceso creativo, la naturaleza, las drogas, de las pocas que han superado -sin excesos- mis admito que rigurosos criterios de selección.

Espero que pese a la banalidad de la mayor parte de los pensamientos de nuestro invitado podáis -arrastrados sobre todo por la belleza de sus canciones- disfrutar del programa.

martes, 10 de noviembre de 2015

 
NEIL YOUNG. HARVEST
 
Esta semana y la que viene nuestro espacio va a ofreceros dos ediciones monográficas consagradas a celebrar el septuagésimo cumpleaños de uno de los más importantes músicos de las últimas décadas, un compositor y cantante muy versátil, que se ha movido con soltura en los siempre apasionantes territorios del rock, el folk y hasta el country o el blues. Se trata, quizá ya lo habéis adivinado, de Neil Young que el próximo día 12 de noviembre cumple, como ya he señalado, setenta años.
 
Debo adelantar que yo no soy un especial devoto de Neil Young, de hecho, he seguido su carrera con numerosos altibajos, encadenando momentos de fervorosa exaltación con amplias etapas en las que su producción me resultaba indiferente o incluso irritante. Su vertiente más eléctrica y agresiva, la mayor parte de sus discos con Crazy Horse, su por otro lado loable voluntad de búsqueda y experimentación musical, sus coqueteos con el grunge, su colaboración con Pearl Jam, sus letras, casi siempre cercanas para mí a la ininteligibilidad, nunca me han interesado siquiera mínimamente. No me siento atraído tampoco por la personalidad del Neil Young individuo particular, más allá de su dimensión artística. Nada me dicen la mayor parte de los acontecimientos de su algo extrema existencia, su torturada inmersión en el universo de las drogas, su difícil carácter, su algo arisca presencia en el mundo, sus excentricidades, como su legendaria afición a los trenes de juguete, su devoción por los coches antiguos, su reciente obsesión por las posibilidades creativas de la tecnología. Y sin embargo...
 
... Y sin embargo, el canadiense está unido -muy agradable, satisfactoria y apasionadamente- a mi vida desde hace más de cuarenta años. Recuerdo mi entusiasmo -hablo de 1970 y 1971- por los discos Déjà vu y 4 Way Street, firmados por CSN&Y, el supergrupo formado por David Crosby, Stephen Stills, Graham Nash y el propio Neil Young. Recuerdo decenas de sus canciones que -en colaboración o, sobre todo, en solitario- han ido apareciendo en diversos momentos de mi vida, punteándola de manera significativa, a partir de esas fechas lejanas. Recuerdo discos como After the gold rush, Comes a time, Harvest moon o Silver & Gold, incluso el reciente Storytone, casi todos ellos muestras de lo mejor de la faceta folk, la más plácida e intimista, las más acústica y delicada, la más melódica y apacible, del infatigable compositor, autor de casi cuarenta discos en su muy dilatada carrera.
 
Y recuerdo, por encima de todos ellos, Harvest, el LP publicado en 1972 y que yo escuché deslumbrado en aquellos días hasta provocar el desgaste de sus muy frecuentados surcos. Me recuerdo en las rocas de una playa de Vigo un día luminoso de verano, recuerdo a las niñas de mi primera “pandilla” -¿dónde estarán ahora Piúca, Paz, Maite?... ¿qué habrá sido de ellas?-, recuerdo un tocadiscos portátil, a pilas, recuerdo las canciones de Harvest que yo “sabía” de memoria, sin tener idea de inglés, sólo por la repetición reiterada de su letras, unas letras, unos acordes que aún ahora me asaltan cuando vuelvo a escuchar el disco.
 
Y son esos recuerdos los que quiero evocar aquí en esta primera entrega del homenaje con el que Buscando leones en las nubes celebra las fructíferas siete primeras décadas de Neil Young. En la presente emisión suenan las diez canciones de Harvest, presentadas en su mismo orden y acompañadas de sus letras, unas letras que, como ya he anticipado, no me resultan especialmente atractivas. Os las dejo en versiones variopintas -y no demasiado afortunadas- extraídas de páginas especializadas en la obra de Young. Tres de ellas están inspiradas en las recreaciones del ubicuo Alberto Manzano y están extraídas del libro “Canciones de Neil Young”, que presentó la editorial Fundamentos en 1990.
 
Y como la duración del ya clásico -más que eso, mítico- disco es muy corta, os dejo, antes de cada tema y de su correspondiente letra, una breve presentación de cada uno de ellos, entresacada de un interesante y muy subjetivo artículo - que con el título de El puto Harvest de Neil Young recoge unas tesis que no siempre comparto- publicado por Manuel de Lorenzo en la revista Jotdown en mayo de 2013.

martes, 3 de noviembre de 2015

 
UN DULCE DESCANSO. ANTOLOGÍA DE SPOON RIVER
 
Buscando leones en las nubes os ofrece esta semana la segunda y última edición de la breve serie que dedicamos a Antología de Spoon River, uno de los grandes títulos de la poesía norteamericana y hasta universal que este año 2015 celebra su primer centenario. Os recuerdo que en el blog de Todos los libros un libro, mi otro espacio en Radio Universidad de Salamanca, podéis leer una amplia reseña de la ya legendaria antología poética.
 
Hace siete días os ofrecimos trece de los cerca de doscientos cincuenta poemas del libro envueltos entre intensas piezas de blues de Chicago. Con una estructura idéntica, serán catorce los poemas que escucharéis en la presente emisión, todos protagonizados, como en el resto de los versos de la obra de Edgar Lee Masters, por las voces de difuntos, habitantes fallecidos en ese Spoon River de ficción pero que tiene ya, casi, estatuto de realidad, a partir de su fecunda vida en el imperecedero universo de la literatura.
 
Homesick James, J.B. Lenoir, Elmore James, Otis Spann, Kansas Joe McCoy, Floyd Jones, Eddie Boyd, Sunnyland Slim, Little Walter, Snooky Pryor, Lee Brown, Papa Charlie McCoy, David ‘Honeyboy’ Edwards y Lovie Lee han puesto la banda sonora a un programa en el que la emoción, la lucidez, la desesperación, el odio y la ternura, los lamentos y la resignación, la amargura y la tristeza de los habitantes del cementerio de Spoon River componen un fresco significativo de la sensibilidad humana.
 
Una muy conocida foto -de la que desconozco el autor- del cartel de entrada a Lewiston, el “correlato” real del Spoon River literario, ilustra esta presentación.