martes, 10 de abril de 2012


EL PAÍS SIN LÍMITES

En pleno descanso primaveral (en los centros escolares salmantinos, incluidos los universitarios, la Semana Santa se prolonga una semana tras el Domingo de Pascua), Buscando leones en las nubes irrumpe en los destinos de vacaciones de aquellos que las estéis disfrutando con una nueva emisión viajera consagrada en este caso, como hace siete días, al Gabón, el atractivo país africano en el que se centra un libro muy curioso, El pájaro de la lluvia. Un viaje a través del África Ecuatorial, escrito por el holandés Jan Brokken y publicado por la editorial Alba en traducción de Inge Lukken. En la anterior entrada de este blog encontraréis más información sobre los múltiples motivos de interés que alberga el muy recomendable libro de Brokken al que pertenecen todos los textos que escucharéis en la presente edición del programa: unos textos que recrean, sobre todo, la naturaleza salvaje de ese exótico territorio ecuatorial. Y así, a lo largo de la breve hora de emisión podréis adentraros en un país de fábula, algo mítico, el paradigma de la selva interior del exótico continente africano que todos, en nuestros sueños infantiles, asociamos a las arriesgadas aventuras de los grandes exploradores: la tierra color marrón rojizo; helechos que se elevan muy por encima de la altura de la estatura humana; grandes ceibas que dan, como setas gigantescas, sombra a la maleza y a la maraña de arbustos; infinitos bosques rebosantes de madera de ébano y caoba; árboles imponentes que dibujan enormes e impenetrables paredes vegetales de un verde deslumbrante; un sinfín de arroyos y torrentes; murallas arbóreas con aspecto inhóspito y atosigante a ambos lados de los ríos; arbustos flotando con las lianas suspendidas de las ramas inmóviles; plantas de papiro en las orillas pantanosas; troncos de árboles que se elevan decenas de metros apuntando al cielo como dedos extendidos; bancos de arena un color amarillento como de marfil; rápidos que adquieren un color rosa como la corteza de coco incandescente; gargantas de paredes que se elevan oblicuamente conteniendo la selva. Y todo ello, ese paisaje aterrador, envuelto en lluvias torrenciales que caen durante todo el día, el cielo plomizo o de un azul deslumbrante, el aire que vibra, la humedad asfixiante, el calor despiadado, la presencia intuida de los animales salvajes, el grito de un mono, el chillido desgarrador de un pájaro nocturno, la noche tropical, oscura como la boca de un lobo, un temor ancestral apenas mitigado por el amistoso paso de luciérnagas centelleantes. Y, de repente, el zumbido del silencio en los oídos, el silencio de la selva, el olor de la selva, la profunda y aterradora soledad de la selva.

Las sugestivas estampas extraídas de El pájaro de la lluvia aparecen envueltas en fantásticas canciones africanas, en una nueva muestra de la especial predilección que siempre manifiesta Buscando leones en las nubes por el continente negro. Sus intérpretes han sido la gabonesa Annie Flore Batchiellelys, el maliense Toumani Diabaté, la somalí Maryam Mursal, la Orchestra Baobab de Senegal, Busi Mhlongo, sudafricana, Ghorwane, de Mozambique, la etíope Aster Aweke, la caboverdiana Cesaria Évora (recientemente fallecida y que tendrá, vuelvo a insistir, algún programa de homenaje el curso próximo), la camerunesa Anne Marie Nzie y, para cerrar el programa con música de Gabón, la genial Patience Dabany que repite en ambos programas y que aparece también en la sección de vídeos con una doble intervención: más moderna y actual, discotequera en París, en Djazzé, y más tradicional y clásica en On vous connait, grabada en Gabón. En ambos casos, espléndida. No os la perdáis (y buscad en internet información sobre su peculiar trayectoria vital: os sorprenderá).

Os dejo, para cerrar esta entrada, con un cuento africano, un cuento nacido en uno de los cuatro grupos de los pigmeos efé, los bambuti (en singular mbuti), que viven en la República Democrática del Congo, cercana al Gabón en el que habitan los bongongo, otro grupo pigmeo que protagoniza uno de los textos del programa. El cuento, titulado El origen del fuego, está extraído de un libro formidable, Cuentos populares de África, que, en edición de José Manuel de Prada-Samper, acaba de publicar la editorial Siruela.

El origen del fuego

Hace mucho tiempo los chimpancés eran personas, pero hartos de ser víctimas de la picaresca y los robos de los bambuti terminaron por retirarse al interior de la selva, donde se volvieron salvajes y se convirtieron en las criaturas que son hoy. Antes de que eso sucediera, vivían en poblados, poseían extensas plantaciones de plátanos y conocían el uso del fuego.
Cierto día, mientras estaba de cacería, un mbuti se encontró con un poblado de chimpancés. Éstos recibieron al hombre con espléndida hospitalidad, y le ofrecieron plátanos, cuyo sabor le pareció delicioso. Al anochecer, el cazador se sentó junto a la hoguera de los chimpancés para calentarse. El agradable resplandor y el calor de las llamas siempre en movimiento le fascinaron, y a partir de ese día el hombre fue un huésped frecuente del poblado de los chimpancés.
Un día llegó al poblado vestido de un modo extraño. Los chimpancés adultos estaban atareados en sus plantíos, y allí sólo quedaban los niños que se divirtieron de lo lindo a costa del hombre, que llevaba colgada del taparrabo una larga cola de corteza machacada que iba arrastrando por el suelo. Cuando, como de costumbre, le dieron plátanos, el hombre se acuclilló junto al fuego con los demás, poniéndose tan cerca de la hoguera que su cola corría el peligro de prenderse en cualquier momento.
-¡Ten cuidado, mbuti! -le gritaron los niños chimpancé-, -¡tu mrumba se está quemando!
-No importa, Ya es bastante larga -respondió el hombre, fingiendo indiferencias, mientras masticaba medio plátano y al mismo tiempo miraba furtivamente su cola, que empezaba a humear. Entonces, de pronto, se levantó de un salto y salió corriendo a toda prisa.
Los atónitos niños chimpancé empezaron a gritar, ante lo cual sus padres regresaron apresuradamente de los plantíos. Cuando supieron lo que había pasado, supusieron de inmediato, que el hombre les había robado el fuego por medio de un engaño. Emprendieron rápidamente la persecución, pero él era demasiado ágil para ellos. Cuando los chimpancés llegaron por fin al campamento de los bambuti, las hogueras ardían alegremente por todas partes.
- ¿Por qué nos has robado el fuego en lugar de comprárnoslo honradamente? -les reprocharon a gritos a los bambuti.
Éstos, sin embargo, no se sintieron intimidados por el lenguaje insultante de los chimpancés, quienes regresaron a su poblado, totalmente burlados. Tan furiosos estaban por la desvergonzada ingratitud de los bambuti -que, como cuenta la historia, también les habían robado los plátanos- que abandonaron todas sus cosas y se retiraron a la selva, donde ahora viven sin fuego ni plátanos, y se alimentan de frutos silvestres.




El pais sin límites

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