martes, 1 de noviembre de 2016


LA CAMA DE PIEDRA

Buscando leones en las nubes os presenta esta semana una nueva entrega de la serie que estamos dedicando a 101 canciones para cortarse las venas, la muy interesante publicación de Manu Berástegui.

Como os he venido contando desde hace quince días, en el libro citado el polifacético periodista y comunicador recopila un centenar más una de sus particulares preferencias en el universo de canciones de desamor, temas en los que el abandono, la ausencia de amor, el amor no satisfecho, el amor que duele o las reacciones -resignación, súplica, venganza, humillación, apatía, renuncia- tras el engaño o la ruptura amorosa son los protagonistas. Estructurado en torno a ocho ejes organizadores, correspondientes, cada uno de ellos, a un diferente estilo musical -la copla, el bolero, la ranchera, el tango, la balada italiana, la chanson francesa, el blues y las torch song (canciones de amor desesperado del cancionero nortemericano), y las muestras pertenecientes al pop y el rock-, el excelente criterio y la aguda sensibilidad del autor contribuyen a seleccionar una completísima representación de piezas que o bien inducen al suicidio -al que apunta el melodramático título- tras un fracaso sentimental o pueden ayudar -como señala el propio Berástegui en su esclarecedor prólogo- a recomponer el ánimo cuando nuestras cartas en el juego del amor han salido perdedoras.

Para cada una de las canciones escogidas, Berástegui nos ofrece, de entrada, su siempre desgarrada letra, para a continuación proponernos sus singulares comentarios que, al modo de prospectos farmacéuticos y subrayando este segundo carácter terapéutico de su planteamiento, aparecen bajo las rúbricas de “principios activos”, un primer apartado en el que se describe de manera general lo esencial de cada tema; “indicaciones”, en el que se sugieren los posibles destinatarios que aprovecharán el benéfico “medicamento”; “contraindicaciones”, en donde, cautelarmente, pretende alejar a quienes sufrirán en exceso si escuchan la canción; “correcta administración”, que contiene muy atinados consejos acerca del entorno y las circunstancias más propicias para la degustación de las sentidas canciones; y por fin, “información adicional”, una sección postrera en la que se recomiendan las mejores -o las más curiosas- versiones de cada pieza.

En las dos emisiones precedentes nos centramos en la copla y el bolero, para recalar hoy en la ranchera, otro género también bastante inusual, por no decir desconocido, en nuestro espacio. En esta ocasión escucharéis una docena de grandes clásicos del estilo por excelencia, del estilo definitorio, de la música popular mexicana, en las voces de algunos grandes nombres del género, aunque no solo del país americano, pues he querido ampliar al máximo el abanico de artistas a presentaros entre los muchos que han frecuentado la ranchera. Así, en el programa suenan las conmovedoras, desgarradas y estremecedoras voces de Chavela Vargas, Javier Solís con Pedro Infante, Linda Ronstadt, José Alfredo Jiménez, Lola Beltrán, Paquita la del Barrio, Lila Downs, Cuco Sánchez, Yolanda del Río, Juan Gabriel, Concha Buika con Chucho Valdés y Luz Casal.

De esta docena de temas seleccionados, los nueve últimos son los que el autor recoge en su libro, y suenan precedidos del texto principal que en él les dedica, tal y como hicimos en los dos programas previos de la copla y el bolero. Las tres primeras piezas, en cambio, son elección mía personal y se acompañan de algunas reflexiones generales del propio Berástegui sobre este tipo de música.

Un espléndido grabado del genial José Guadalupe Posada, el gran artista mexicano (si no lo conocéis, buscad su obra), ilustra esta entrada. La presencia en nuestro blog de Posada, destacado exponente del paradójicamente festivo culto a la muerte del país norteamericano, resulta especialmente oportuna en esta semana de difuntos.

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