martes, 22 de septiembre de 2020


POR LA CARRETERA DE SINTRA 

Esta semana cerramos la serie de tres programas dedicados a recordar la música de The Cars, un grupo de los ochenta que en su momento me entusiasmó y que aún hoy, cuando su propuesta musical ha notado, obviamente, el paso de estas cuatro décadas, sigue sonando fresco, alegre y capaz de interesarnos. La presencia de The Cars en nuestras emisiones surge a partir de la celebración del primer aniversario, que se cumplió hace menos de una semana, el pasado 15 de septiembre, del fallecimiento del que fue su líder, Ric Ocasek. El recorrido por la discografía de la banda finaliza hoy con once de sus temas que llegan hasta 1987, año en que, con el disco Door to door, pusieron fin a la etapa más brillante de su carrera.  

                                                    (Imagen de Lelia Parreira, del blog "El pupitre rojo") 


Entre ellos voy a leeros otros tantos textos, en su mayor parte poemas, que he seleccionado de muy completo número monográfico de la revista Litoral dedicado al automóvil. En mayo de 2019, la ejemplar publicación malagueña dedicó un completísimo volumen al tema, bajo dicha rúbrica, El automóvil, y con el significativo subtítulo de Poesía y Arte sobre ruedas. Los versos y cuentos leídos, con el coche y las muchas manifestaciones del universo automovilístico como protagonistas, son obra de Fabio Morábito, Hipólito G. Navarro, Luis Muñoz, Trinidad Gan, Noelia Pena, Medardo Fraile, José María Merino, Felipe Benítez Reyes, Rogelio Guedea, Julio Cortázar y Fernando Pessoa, que cierra el programa con esa obra maestra que es Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra, poema que os dejo íntegro a continuación.



Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra. Fernando Pessoa 

Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra, 
al luar y al sueño por la carretera desierta, 
conduzco a solas, conduzco casi despacio, y un poco 
me parece, o me esfuerzo porque un poco me parezca,
que sigo por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo, 
que sigo sin que haya Lisboa atrás dejada o Sintra a la que llegar, 
que sigo, ¿y que más puede haber en seguir sino no parar, proseguir? 

Voy a pasar la noche en Sintra por no poder pasarla en Lisboa, 
mas cuando llegue a Sintra me apenará no haberme quedado en Lisboa. 
Siempre esta inquietud sin propósito, sin nexo, sin consecuencia, 
siempre, siempre, siempre 
esta desmedida angustia del espíritu por nada 
en la carretera de Sintra o en la carretera del sueño o en la carretera de la vida...
 
Maleable a mis movimientos subconscientes del volante 
galopa por debajo de mí conmigo el automóvil prestado. 
Sonrío del símbolo al pensarlo, y al girar a la derecha. 
¡Con cuántas cosas prestadas voy yendo por el mundo! 
¡Cuántas cosas que me prestaron conduzco como mías! 

A la izquierda la casucha -sí, casucha- al borde del camino. 
A la derecha el campo abierto, con la luna a lo lejos. 
El automóvil, que hasta hace poco parecía darme libertad, 
es ahora una cosa en donde estoy encerrado, que sólo puedo conducir si en ella estoy encerrado, 
que sólo domino si me incluyo en ella y ella me incluye a mí. 

A la izquierda, ya atrás, la casucha modesta, menos que modesta. 
Allí la vida debe ser feliz, sólo porque no es la mía. 
Si alguien me vio por la ventana soñará: ese sí que es feliz. 
Para el niño que atisbaba detrás de los cristales de la ventana de arriba 
tal vez yo haya quedado (con el automóvil prestado) como un sueño, como un hada real. 
Para la muchacha que al oír el motor miró por la ventana de la cocina, 
desde el piso de abajo, 
tal vez yo fuese algo así como el príncipe que hay en todo corazón de muchacha, 
y de reojo pegada al cristal me siguiese hasta la curva en que me perdí. 

¿Dejo los sueños a mi espalda, o será el automóvil el que los deja? 
¿Yo, conductor del automóvil, o el automóvil prestado que conduzco? 

En la carretera de Sintra al luar, en la tristeza ante los campos y la noche, 
mientras conduzco el Chevrolet prestado desconsoladamente
me pierdo en la carretera futura, me sumo en la distancia que alcanzo, 
y en un deseo terrible, súbito, violento, inconcebible, 
acelero... 
Pero mi corazón quedó en el montón de piedras del que me desvié al 
verlo sin verlo, 
junto a la puerta de la casucha, 
mi corazón vacío, 
mi corazón insatisfecho, 
mi corazón más humano que yo, más exacto que la vida. 
En la carretera de Sintra al filo de la medianoche, al luar, al volante, 
en la carretera de Sintra, qué cansancio de la propia imaginación, 
en la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra, 
en la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí...

Por la carretera de Sintra

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