martes, 19 de mayo de 2009

IDEA VILARIÑO Y TINDERSTICKS. MURIENDO LENTAMENTE

La tercera emisión de Buscando leones en las nubes dedicada a la genial poeta uruguaya Idea Vilariño, fallecida hace unas semanas (como ayer mismo moría Mario Benedetti, gran amigo de Idea, fantástico poeta, muy querido en el programa; prometo un especial de homenaje -ya para el próximo curso- a su inmensa figura), pone su poesía en confrontación con la música de otro grupo que, como Antony and the Johnsons, es uno de nuestros favoritos, los Tindersticks. Dying slowly, uno de sus títulos más destacados y sobre todo una canción preciosa, representa bien el espíritu de un grupo que se mueve de maravilla en los lacrimógenos territorios de la melancolía y que construye canciones muy lentas en las que narran historias tristísimas de pasiones contrariadas, tedio existencial y cruel desamor. Un universo cercano, por lo tanto, al de Idea Vilariño con su eterna desesperanza, su pasión desatada, su hastío vital y sus sueños siempre algo imposibles. Por ello, les dedicaremos no uno sino dos programas, y dentro de siete días, seguiremos aún con más canciones de los Tindersticks para ilustrar el mundo poético de la poeta uruguaya. Os dejo el enlace a un reportaje sobre el grupo, publicado en el año 2004 pero, en lo esencial, absolutamente vigente. Os transcribo también, íntegro, porque es genial, el artículo de Antonio Muñoz Molina sobre Idea Vilariño publicado en El País el 8 de marzo de 2008 y al que me refería en una anterior entrada.

Idea Vilariño

Lo que mejor recuerdo de Montevideo es la mirada de Idea Vilariño. Alrededor de la mesa en la que los comensales hablaban con el fervor rioplatense por discutirlo todo sólo ella permanecía en silencio y observaba, una mujer de setenta y tantos años con la piel lisa y brillante y los rasgos afilados, con unos ojos en los que permanecía intacto el fuego frío de la juventud. Hay personas que nos miran desde una cercanía inmediata; Idea Vilariño miraba como emboscada en el interior de sí misma, y rodeada de gente parecía tan a solas como en esa habitación que es el espacio visible o implícito de casi todos sus poemas: la habitación del insomnio, la de la soledad al mismo tiempo orgullosa y desgarrada, la del amor furioso y sobre todo la de la ausencia y la rememoración pasional y desengañada del amor, la habitación de no esperar nada y sin embargo seguir esperando unos pasos en la escalera y unos golpes en la puerta, debajo de la cual se ha encendido a deshoras la luz del descansillo.

En un viaje anterior a Montevideo yo había descubierto los poemas de Idea Vilariño pero no me había encontrado con ella. Entre la gente cordial y conversadora de esa ciudad ella era una sombra poderosa, como la de Onetti, que aún vivía, omnipresente y a la vez lejano, muy enfermo, en Madrid. Idea Vilariño era el nombre inscrito en la dedicatoria de Los adioses y una leyenda dibujada ambiguamente entre la literatura y el chisme de capital pequeña, densa de vapores intelectuales y sentimentales. Hablaban de ella, pero Idea Vilariño no aparecía. Contaban que tenía la salud frágil y que no era muy frecuente verla en público. En la exposición de homenaje a Onetti su cara seria y su mirada de cuarenta años atrás estaba en los márgenes de algunas fotografías. Fotos de escritores jóvenes, urgidos por una cierta vocación de posteridad, con el cosmopolitismo extremado y un poco melancólico de quien se sabe muy lejos de las capitales veneradas del mundo; fundadores de revistas de vida corta y difusión escasa, muy buscadas al cabo de muchos años por investigadores obstinados; acompañante de algún viajero eminente al que agasajan con temerosa devoción y junto al que posan en las fotos como exponiéndose al resplandor solar de su celebridad. En la foto de la visita de Pablo Neruda a Montevideo Idea Vilariño está entre los literatos jóvenes que lo acompañan: también en otra junto a Juan Ramón Jiménez y a Zenobia Camprubí, los dos afables y viejos, cansados de destierro.

Querida Idea enlutada con verde mirar lento, le escribió Juan Ramón en una carta. En esas fotos antiguas que yo veía antes de conocerla Idea Vilariño tiene, a diferencia de quienes la rodean, una conciencia muy clara de estar posando, una actitud de mirada intensa y presencia ensimismada y letárgica que parece aprendida de Virginia Woolf o Greta Garbo o Juliette Gréco: la musa distinguida y pálida que toma de pronto las riendas de su propia vida imponiendo su presencia en un círculo de hombres, escribiendo poemas que al cabo de muy poco tiempo ya se han despojado de cualquier rastro de retórica y de musicalidad evidente, han adquirido una mezcla de desbordamiento impúdico y rigor expresivo que lo deja a uno sin respiro desde la primera lectura. Volví de mi primer viaje a Montevideo sin haber conocido a Idea Vilariño, pero en el largo vuelo de regreso vine leyendo sus poemas de amor, en el avión casi a oscuras, a la luz de esa pequeña lámpara que sigue encendida para el viajero insomne cuando a su alrededor todo el mundo duerme y por la ventanilla sólo se distingue una noche sin estrellas al fondo de la cual uno sabe no sin aprensión que está la gran negrura oceánica. García Lorca escribió en una carta que quería escribir una poesía "de abrirse las venas": exactamente eso es lo que uno siente leyendo algunos de sus poemas de amor, igual que los mejores de Luis Cernuda o de Pedro Salinas, una celebración simultánea de la ebriedad y de la desgracia, sin complacencia, sin término medio, con una capacidad de iluminación y de estremecimiento que probablemente no puede alcanzarse sin renunciar a la vergüenza, y que tal vez sólo se encuentra en estado puro en algunas formas de canción popular, en el bolero y en el tango.

Ese es el mundo en el que uno queda atrapado como en un cepo al leer los poemas de Idea Vilariño. Su respiración es sincopada, con algo de los heptasílabos de Pedro Salinas, o con las cadencias todavía más quebradas de William Carlos Williams, como un aliento que se ahoga a causa de la excitación y de la impaciencia y de la imposibilidad de decir. No hay paisaje exterior, ni explicaciones, ni adornos, ni nombres, sólo los amantes encerrados en esa habitación que será también la de la soledad y la espera, y la de un dolor demasiado cruel como para que lo designe la blanda palabra añoranza: Por qué / aún / de nuevo / vuelve el viejo dolor / me rompe el pecho / me parte en dos / me cubre de amargura. / Por qué / hoy / todavía. El pudor expresivo multiplica el efecto de la falta de vergüenza: en un poema titulado Seis la mujer cuenta las veces que su amante ha gemido al correrse; en otro se está viendo en un espejo al arrodillarse delante de él.

Guardé y releí durante años aquel libro que había traído de Montevideo, y que tenía algo de revelación clandestina. Hace unos días, inesperadamente, en una librería de Madrid, encontré una edición flamante de la poesía completa de Idea Vilariño, publicada en uno de esos volúmenes hermosos y austeros de Lumen. Y al mismo tiempo y también por sorpresa me llega un libro de homenaje a ella editado por Ana Inés Larre Borges para la Academia Nacional de Letras de Uruguay, lleno de fotos, de cartas, de fragmentos de diarios, de tajantes afirmaciones políticas inmunes al descrédito de la realidad y no mitigadas por el paso del tiempo.

Las fotos, los poemas leídos de nuevo, me han devuelto el recuerdo preciso de la mirada de Idea Vilariño, en un segundo viaje a Montevideo del que ya va haciendo demasiados años. Hay ciudades que se le quedan a uno tan presentes que pierde la conciencia del tiempo que lleva sin volver a ellas. Onetti había muerto y yo hablaba de su literatura en una sala donde estaban mirándome, sentadas en la primera fila, la mujer que había vivido con él más de cuarenta años y la que había escrito para él esos poemas de amor descarado y clarividencia sin consuelo. En uno de ellos cuenta las noches que pasaron juntos: no más de nueve. En otro, escrito en 1958, profetiza lo que ocurrirá en 1994: No te veré morir. El "verde mirar lento" que había visto Juan Ramón Jiménez mantenía su fulgor muchos años después del final de la juventud: la atención afilada en la cara muy seria, la furia nunca apaciguada que traspasa como una herida cada uno de esos poemas.

En la cada vez más efímera sección de vídeos (pareciera que YouTube estuviese esperando a que yo colgase aquí un vídeo para decidir su fatídica ‘inserción desactivada’) os dejo los correspondientes a tres de las mejores canciones de los Tindersticks que han salido al aire en el programa de esta semana. En primer lugar, el Dying slowly que da nombre a la emisión, con un fondo de imágenes de animación por ordenador que recrean la triste atmósfera de la canción. Además, otro vídeo de estudio, en un blanco y negro muy ajustado al tono de la estremecedora Sometimes it hurts. Por último, una grabación en vivo y de no demasiada calidad, realizada en un concierto en Colonia, que recoge la impresionante Yesterday tomorrows con la que hemos cerrado el programa.

NOTA FINAL (y también lamento y aviso y exabrupto y vaya usted a saber qué más...):

Archive.org, el sitio en el que alojo mis programas para que podáis escucharlos y descargároslos, me envía un correo diciéndome que, por exigencias de los abogados de Van Morrison (¡¡¡¡), han eliminado el programa Van Morrison/James Joyce de sus archivos, dado que su presencia en el blog infringe todas las leyes habidas y por haber en materia de derechos de la propiedad intelectual. En consecuencia, por ahora, me temo que puede haber dificultades si queréis acceder a él.

Dado que el conocimiento de mis emisiones por parte del ubicuo Sherif de la Web que ha detectado la supuesta irregularidad llega, no a través de este modesto blog que casi nadie lee, sino directamente desde la página de Archive, sabed que, de ahora en adelante, los programas que aquí aparecerán con su título íntegro serán alojados en Archive/Ourmedia con nombres que no permitan identificar el contenido y en consecuencia hagan difícil impedir su emisión. En resumidas cuentas, que no os sorprenda que cuando os descarguéis el programa de este lunes, que en el blog aparece -como habéis visto- bajo la rúbrica Idea Vilariño y Tindersticks. Muriendo lentamente, os encontréis que en la página de Ourmedia se llame tan sólo Muriendo lentamente. Así ocurrirá también, en el futuro, con todas las emisiones. Bajáoslas, el contenido auténtico será el que se indique en el blog. (He vuelto a colgar el de los dos irlandeses geniales. Cae la nieve, se llama ahora en Ourmedia; espero que no me detengan)

No obstante, además de esta trivial estrategia de diversión, en lo sucesivo, y para paliar las negativas consecuencias de este tipo de sucesos, si alguien quisiera algún programa que pudiese estar siendo objeto de una actuación así (por ahora sólo me ha ocurrido con el de Morrison y Joyce) debe ponerse en contacto conmigo y pedírmelo a la dirección de correo del programa (buscandoleonesenlasnubes@gmail.com) y se lo enviaré con mucho gusto y con toda la prontitud posible.

No olvidéis, por otro lado, que los programas que se cuelgan en el blog han sido emitidos previamente por Radio Universidad, una emisora ‘oficial’ que cuenta con todos los permisos oportunos para difundir música (se paga a la SGAE, por cierto). Asimismo, sabéis que no me mueve el ánimo de lucro, ni en Radio Universidad, donde no cobro por mis programas, ni, obviamente, en el blog, en el que no inserto publicidad. Soy un amateur, todo esto lo hago por afición: el tiempo, las ganas, el esfuerzo y, a veces, incluso, el dinero que la elaboración de Buscando leones en las nubes implica, corren de mi cuenta. Sed conscientes también de que, pese a la limitada influencia del blog, en muchos casos (tengo testimonios directos de ello), algunos de vosotros habéis comprado discos y libros de artistas y escritores a los que habéis conocido gracias a mis recomendaciones y a su divulgación en esta bitácora (dicho sea, insisto, con toda la modestia). Sinceramente, más allá de las discutibles y espinosas cuestiones de la propiedad intelectual, muchas veces no se entiende el comportamiento de los autores. Acabarán pretendiendo cobrarnos por silbar una melodía en la calle. En fin…










Idea Vilariño y Tindersticks. Muriendo lentamente

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola de nuevo Alberto,
increible lo de los abogados de Van Morrison, como muchas mas cosas increibles que suceden por difundir este tipo de cosas, parece ser que ahora que tenemos acceso a más y más información, quisieran vetarla... incomprensible...
Me siento reflejado en el comentario que haces acerca de que gracias a tus sugerencias hemos adquirido discos o libros, es mi caso justamente...
Deberían remunerar el programa por difundir como difunde exactamente eso, la cultura.
En fin, hasta entonces...

Saludos!

Víctor

Alberto San Segundo dijo...

Hola Víctor

Gracias por tu reaparición y por tu solidaridad, tan amablemente formulada.

El caso es que sí, sí que parece un poco excesivo el control que existe en ciertos ámbitos de la red por una, a mi juicio, paranoica interpretación de los límites de la propiedad intelectual. Pero bueno, qué le vamos a hacer, la ley está de su parte. Aunque, con tanto rigor cualquiera pensaría que yo me estoy haciendo de oro con mi página

En fin, me alegra saber que puedo contar contigo si hay que testificar cuando me lleven al cuartelillo.

Gracias de nuevo. Un saludo