martes, 12 de enero de 2010


CONTRA LA FELICIDAD. EN DEFENSA DE LA MELANCOLÍA

Los dos primeros programas de Buscando leones en las nubes en el año 2010 están dedicados (muy apropiadamente, a mi juicio, para así marcar de modo inequívoco desde el comienzo el tono de nuestras emisiones) a la melancolía. Creo que de todas las emociones humanas la melancolía es la que se aviene mejor con el espíritu que guía Buscando leones en las nubes desde sus inicios. Somos, los buscadores de leones, seres algo tristes; o mejor dicho, no sólo lo somos, sino que incluso nos complacemos en cultivar los aspectos más nostálgicos, más sombríos, más lánguidos, más recogidos, más apagados de la existencia, aunque hay en nuestra experiencia mucho de placer, de satisfacción, de alegría incluso, pese a la aparente paradoja... ¡¡¡puede ser tan hermosa la tristeza!!! (pensad en un día frío y lluvioso, en las nieves de estas últimas jornadas; arrellanados en nuestro sillón favorito, leemos bellos poemas que hablan de amores imposibles y escuchamos canciones desesperanzadas y tristes mientras el mundo, afuera, gira, insensato y hostil, vana e inútilmente). En fin, debe ser la débil vena romántica que todavía me queda, vestigio absurdo de una juventud muy inocente; eso y la nostálgica atmósfera de tempus fugit tan habitual siempre que se hace balance de un año que finaliza, pero ¡¡¡cuánta felicidad (cuánta, a veces, amarga felicidad) en la melancolía!!!

Y es por ello por lo que no puedo encontrarme reconocido del todo en la definición que de ella da nuestra Real Academia de la Lengua: Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada. Es bonita la primera parte, esa idea de sosiego, de vaguedad, de profundidad y ligereza, como si quien padece la melancolía (no es un verbo tan horrible: apasionarse y padecer comparten raíces etimológicas) habitara un territorio especial, hecho de formas tenues, de sentimientos leves, poco definidos, que no acabaran nunca de consolidarse; un territorio que recorriéramos con pausa, casi flotando, en una existencia algo etérea, irreal, muy intensa sin embargo, una existencia fuera del tiempo, fuera, en cualquier caso, del frenético tiempo de nuestros días, lejos de las prisas, de los gritos, de la brutal banalidad que nos envuelve por doquier. Por ello no es cierta, no al menos en mi caso, la segunda parte de la noción académica... ¿cómo que quién vive melancólicamente no encuentra gusto ni diversión en nada? Lo reitero: ¡¡puede ser tan bella la tristeza!!... Y precisamente, a disfrutar de esa belleza melancólica presente en textos inteligentes y músicas preciosas es a lo que aspira, semana tras semana desde hace once temporadas, Buscando leones en las nubes. Espero por ello que, pese al tono sombrío de la mayor parte de las canciones y los fragmentos leídos en el programa de ayer, el resultado os resulte, como a mí, altamente estimulante.

La vertiente literaria de este primer programa del año gira sobre un excelente libro, algo provocador pero muy atrayente, y que quiero presentaros de modo somero. Su autor es el norteamericano Eric. G. Wilson (desconozco cuál es el nombre que se oculta tras esa G); el título es Contra la felicidad. En defensa de la melancolía y ha sido publicado por la editorial Taurus en traducción de Amado Diéguez Rodríguez. Vaya por delante, para todos aquellos de vosotros (seguro que no tantos) que quizá asociéis el género ensayístico con aridez, que el libro del que ahora os hablo es, aparte de extraordinariamente interesante, de muy fácil y amena lectura. Es evidente, claro, que cuando digo fácil no me refiero a trivial o simple, sino a que se lee con fluidez y soltura aunque haya que detenerse, paladearlo, reflexionar, abrirse paso e indagar en las muy sugestivas ideas que propone, en los atractivos argumentos que plantea.

La tesis principal de Contra la felicidad. En defensa de la melancolía puede resumirse muy brevemente. Vivimos en un mundo, en estas sociedades desarrolladas de principios del siglo XXI, que no sólo privilegia la felicidad, el placer, el disfrute inmediato, la gratificación del momento, la satisfacción instantánea de los sentidos… sino que nos impone, nos exige, nos condena en cierta forma, a esa felicidad, a una existencia plena, intensa, sin momentos oscuros, sin tristezas, sin hastío, sin depresiones, sin penas, sin duelo, sin lamentos, sin lágrimas. En nuestra opulenta sociedad del bienestar -no hace falta ir muy lejos: pensad en estas recientes navidades (pese a que los efectos de la crisis económica puedan haber mitigado sus habituales exaltación y derroche)-, todos nuestros deseos pueden, y hasta deben, ser satisfechos, por lo que la melancolía, la nostalgia evocadora de otros mundos, de otros momentos, de otras identidades, las ensoñaciones vagarosas que nos llevan a imaginar otras vidas, el anhelo inconformista que nos hace apreciar nuestra imperfección, todas esas manifestaciones del fracaso, del lado sombrío de la vida, de la limitación consustancial al ser humano, de la conciencia de nuestra naturaleza mortal, aparecen como sensaciones y hasta sentimientos totalmente proscritos. En la era del Prozac, de los libros de autoayuda, de los refinamientos gastronómicos al alcance de cualquiera, de los cruceros de placer en los que la clase media se entrega a un hedonismo asequible, en la era los spas y la segunda vivienda como exigencia casi existencial, en la era del erotismo omnipresente, de los tuppersex, del divorcio exprés, de la baja resistencia a la frustración, de la permanente fiesta juvenil, de la cultura del botellón (¡¡¡la ‘cultura’ del botellón!!!), de la patética resistencia a la vejez, y de su corolario, la adolescencia perpetuada ad infinitum, en la era de la inmediatez, del todo ahora ¡ya!… parece prohibida la melancolía.

Y es contra este estado de cosas contra el que se alza el libro de Eric Wilson. A partir del análisis de la sociedad norteamericana y de su obstinada y algo inmadura conminación a la felicidad, Wilson sostiene que, muy al contrario, los grandes logros de la especie humana se han obtenido a partir de las reflexiones, de la creatividad, de la innovación que sólo el estado de inquietud, de desajuste, de carencia, de inestabilidad que lleva consigo la melancolía, puede proporcionar. Y así, el autor defiende la melancolía como auténtica fuerza vital, genesíaca, transformadora de nuestra existencia. Se apoya para ello, y eso es otro de los aspectos interesantes del libro, en referencias literarias, filosóficas, musicales de un gran número de autores que han dejado huella de su paso en el mundo, precisamente a través o gracias a su temperamento melancólico: poetas como William Blake, John Keats o Emily Dickinson, compositores clásicos como Beethoven o Haydn, músicos actuales como Tom Waits, Bruce Springsteen, John Lennon o Joni Mitchell, pintores como Goya o Van Gogh. El resultado de su amena indagación es, como os digo, muy interesante, por lo que os recomiendo vivamente este Contra la felicidad. En defensa de la melancolía de Eric G. Wilson, del que he entresacado los textos leídos en el programa de esta semana (textos no sólo debidos al propio Wilson, sino también citas, por él mencionadas, de Coleridge, Keats o Amiel).

Y para completar la parte musical de la emisión he seleccionado once maravillas, once canciones espléndidas y tristísimas, que rezuman delicadeza y sensibilidad. Once joyas debidas a The Leisure Society, Bebel Gilberto, Chris Garneau, los fantásticos Eels (¿o debería escribir ‘el fantástico Eels’?; os anticipo un monográfico en Buscando leones en las nubes dedicado a la sorprendente figura literaria y musical del muy singular Mark Everett), Melody Gardot, Chris Eckman, Cat Power, Micah P. Hinson, Norah Jones, Ângela Rô Rô y Karen Dalton. Os ofrezco ahora de nuevo cinco de estas canciones en la sección de vídeos, aunque con la peculiaridad de estar interpretadas, todas ellas, en vivo. En primer lugar, We were wasted, de The Leisure Society, grabada en el Cafe de la Danse, en París. A continuación, Bebel Gilberto interpreta una austera Cançao de amor en un programa televisivo brasileño; no es su mejor versión, pero no está del todo mal (por cierto, he visto a Bebel Gilberto en concierto y es más bien floja; sus discos, en cambio, a menudo en manos de excelentes productores, me gustan mucho). Luego, un siempre singular y magnífico Chris Garneau, envuelve de magia las calles de Viena, en un algo excéntrico experimento, con Hands on the radio, que está muy cerca de ser una obra maestra. La genial Melody Gardot, que pese a su juventud y a su relativamente corta carrera musical lleva acompañándonos en Buscando leones en las nubes desde hace años, aparece en The Union Chapel, en Londres, bordando su My one and only thrill. Terminamos con otra de las favoritas del programa, Cat Power, que nos deleita con Who knows where the time goes en unas sesiones para la revista Rolling Stone.




Contra la felicidad. En defensa de la melancolía

12 comentarios:

Alberto San Segundo dijo...

A modo de postdata.

Hace unos días moría en Montreal, muy joven (apenas cuarenta años), Lhasa de Sela, que tantas veces frecuentó nuestro programa. Quiero recordarla desde aquí dejándoos, como triste despedida, el enlace a un vídeo de una estupenda actuación suya.

http://www.youtube.com/watch?v=qnDl9a6FqSA

Óscar R. Cardeñosa dijo...

Sí, cada día da un poco más al impresión de que Huxley tenía más razón que Orwell. Cada vez estamos más cerca de ese mundo feliz donde las películas son la misma que la anterior, por poner un ejemplo.

Un saludo, maestro.

Anónimo dijo...

Reivindicación de una melancolía acogedora, por momentos, sin duda.

Saludos!

Pdta: gran cierre de programa, "aniquilando la melancolía"

Anónimo dijo...

Hermosos días de invierno para hablar de la melancolía.
!Qué añadir a tanta certeza en tu introducción, al texto en sí de Wilson!.
Dubitativos, inconformistas, buscadores de tan alejados cánones de la felicidad....
Sí, soñadora en defensa de la melancolía pero, en ese desasosiego a tantos interrogantes-a tanta inquietud- seguiremos aniquilando la melancolía.

P.D. Uf, eso de los tuppersex, !no tenía ni idea!.

Un saludo. María

Anónimo dijo...

He tenido la oportunidad de conocer tu programa gracias a una amiga que es tu mayor admiradora, me ha encantado, ha sido un descubrimiento fantastico, gracias a ella y a ti. Mi enhorabuena y un fuerte abrazo de un paisano.
Manuel

Anónimo dijo...

Alguna vez me siento marciana, o peor…, enferma! Llegan al trabajo mis compañeros (30-49 años de media) y se arremolinan alrededor de 'una' que explica, supuestamente excitada, que ‘ayer hizo un tuppersex en su casa, y que la misma noche recogió ‘los frutos’ de tan acertada reunión! Y bla, bla, bla….’ Y ahí sigue todo el mundo banalizando la intimidad de cada uno, implicando a sus parejas, explicando los aburrimientos conyugales y como con la VISA y 4 grotescos juguetes vuelven a ‘alcanzar la felicidad’!!!

Y yo, un poco aturdida con tanto revuelo, pienso: como nadie se da cuenta que si el fuego se apaga, pues se apaga. Y se acabó. Y en ese momento uno empieza a saborear ‘el desamor’ durísimo, pero real como la vida. Y del desamor al dolor, que en verdad van juntos, y el dolor nos lleva a la certeza de que todo tiene un comienzo y un fin (y lo olvidamos tantas veces…!) Y de ahí a tomar consciencia de nuestra propia finitud, y poco a poco disfrutar, si, si disfrutar!! de esa melancolía de los momentos pasados, de músicas que evocan, de sabores…

Y con la tristeza en los ojos al constatar que nada de eso volverá, tener la voluntad de querer ‘encerrarte’ con tus recuerdos, y disfrutar de ese encierro ‘con tu dolor’ …y poco a poco, muy poco a poco y nunca renunciando a la melancolía ir buscando de nuevo un camino para sobrevivir. Por que todos queremos sobrevivir, y amar.

Pues no, ahí están todos echando leña a un fuego ya inexistente pero que ‘debe mantenerse a toda costa’ pues representa la felicidad. Y hay que ser feliz!!!!

‘Parece prohibida la melancolía’ Cuanta razón tienes!!!

Y que me dices de los viajes en coche? A mi me gusta ese espacio cerrado, en silencio, o escuchando una música intima, disfrutando de ese paisaje de el Empordà catalán, de las marismas andaluzas, o de una desolada ciudad. Y mis hijos en la parte trasera del coche. Creedme, me ha costado mucho que valoren esos momentos, sin maquinas, sin películas Disney (…..la mayor parte de familias que viajan con niños llevan pantalla para ver cine!!!!!!!! No sea que se aburran de casa a la escuela…) Hablando, los tres juntos y sin interferencias, de esa melancolía que nos evoca el paisaje. El cielo. Las nubes. De esos pequeños momentos donde la mente rebusca entre los recuerdos. De cuanto se sufre al ver en tus narices el paso del tiempo! Pero como ese sufrimiento se vuelve tan….. creativo! Me ha costado, pero ahí están sentados, detrás de mi y sin pantalla.

No sé como he vencido ‘la vergüenza’ y he escrito tantísimo! Pero es que este tema me conmueve. Hay tanta falsedad respecto a la felicidad!

Gracias Alberto. Besos para todos.

Savina

Alberto San Segundo dijo...

Hola a todos. Os agradezco enormemente vuestra participación.

A los 'clásicos', Víctor, María, Savina, por volver a dejar aquí vuestras reflexiones, vuestras impresiones, vuestras vivencias incluso (estupendo tu largo texto, Savina).

A los -para mí- recién llegados, Óscar, Manuel, por vuestros amables comentarios, tan simpáticos y cariñosos. Espero que los programas venideros no sólo no os defrauden sino que puedan seguir alimentando vuestro interés.

Muchísimas gracias.

Un saludo a todos (también a los que no escribís pero seguís escuchando y descargándoos programas).

María dijo...

!Espero no quedarme fuera, ahora que ya ha cerrado Alberto con su agradecimiento al blog de este programa y que Savina al menos pueda leer lo que sigue!.

!Cuánto me alegro de conocer tu reflexión-porque es también la mía-, de tu manera de educar -porque también es la mía-, de saber que no sólo una se siente marciana en el mundo laboral -porque eso es lo que exactamente me ocurre a mí-.
Sólo lamento no saber escribir como tú -nunca lo habría expresado de manera tan hermosa-.

Te agradezco muchísimo esta carta, me ha llegado al corazón y has conseguido conmoverme.Un abrazo Savina.

Anónimo dijo...

Gracias a ti por tus palabras María ¡me alegro de encontrar otra marciana! Un abrazo.

Savina

Anónimo dijo...

Maria,Sabina,no sois marcianas,sois estupendas(miro el blog para encontrar vuestros comentarios )

Anónimo dijo...

"Gracias a la melancolía(ese alpinismo de los perezosos)escalamos desde nuestro lecho todas las cumbres y soñamos en lo alto de todos los precipicios".

Alberto San Segundo dijo...

... ¡¡¡y ahora Cioran!!!... ¡¡Espléndido!!