martes, 30 de noviembre de 2010


FERNANDO PESSOA. ESTANCO

El programa de esta semana, dentro de la serie dedicada a Fernando Pessoa con ocasión del aniversario -setenta y cinco años- de su muerte, se centra en su, a mi juicio, obra maestra dentro de una poesía abundante en joyas literarias. Se trata del largo poema, que forzosamente me veo obligado a presentar fragmentado (aunque desde mi punto de vista, aquí, a diferencia de la semana pasada, la comprensión del texto, la emoción que transpiran sus palabras no pierden demasiado en la emisión radiofónica), titulado Estanco, y que concentra la mayor parte de las claves de su sensibilidad poética. Estanco está escrito, en realidad, si esta expresión tiene sentido en el universo del lisboeta (¿cuál es la realidad?, se pregunta constantemente Pessoa a lo largo de su obra), por Álvaro de Campos, uno de los heterónimos pessoanos. Os lo ofrezco en la versión de José Antonio Llardent, la primera que conocí y la que está ya indisolublemente unida a mi vida. Otro de sus traductores, también espléndido, el malogrado Ángel Campos Pámpano, califica a Estanco como uno de los grandes poemas de la historia de la poesía de todos los tiempos, aunque qué importan las clasificaciones cuando hablamos de belleza y verdad, cuando hablamos de poesía.

En Estanco, un personaje, la voz que habla en el poema, contempla la calle desde su ventana, observa desde su soledad las gentes que pasan y el movimiento ante la puerta de un estanco y reflexiona sobre su existencia y el sentido de la vida, a partir de la distancia que percibe entre el normal fluir del mundo externo y su triste interioridad. El poema refleja la desesperanza, la radical imposibilidad del poeta de dotar de justificación y propósito a la vida, su desolador inmovilismo, su desengaño existencial, su lúcido nihilismo, su perplejidad, su congoja, su inmensa tristeza ante una realidad en la que él -extranjero de sí mismo, desterrado de la vida, exiliado de la existencia-, a diferencia del dueño del estanco, de la niña que come chocolatinas, del cliente del establecimiento, no es capaz de encajar. El largo poema es, como os digo, una obra maestra que habla del drama de ser humano y describe el alma del hombre contemporáneo, y que por ello toca nuestra sensibilidad y estimula nuestra reflexión, pese a que lo leamos ochenta años después de haber sido escrito.

El tono estremecido, la conmovedora intensidad de los versos de Pessoa, requerían, más que nunca en Buscando leones en las nubes, una música intimista y sosegada, que propiciara la escucha atenta y que dejara aflorar libremente la emoción. Es por ello por lo que he elegido, como banda sonora del programa, algunas piezas musicales en las que el piano, solo o con un tenue acompañamiento en segundo plano, se sumara a la atmósfera de evocación y tristeza del poema. De la habitual aspiración de belleza que nos mueve dan buena prueba, pues, las delicadas interpretaciones al piano de Ketil Björnstad, Ludovico Einaudi, Keith Jarrett, Michel Camilo, Ryuichi Sakamoto, Wim Mertens, Jacky Terrason, Suzanne Ciani y Brad Mehldau.

El apartado de vídeos tiene hoy dos ejes claramente diferenciados. Por un lado, en un terreno propiamente literario os dejo, en primer lugar, el poema íntegro en portugués, con subtítulos en castellano (lo de subtítulos es un decir, porque ocupan la pantalla entera), sobre un fondo de imágenes bastante desquiciadas. A continuación un interesante acercamiento al mundo de Pessoa realizado por la revista Contrasentidos. Además, no desaprovecho la ocasión de mostraros a algunos de los pianistas que han sonado en el programa y que tanto me gustan. Resisto, sin embargo, la tentación de inundaros de vídeos y me limito a dos, de dos músicos excelentes: I giorni, de Ludovico Einaudi, con un enojoso ruido de fondo, toses y móviles incluidos, y Amore, de Riuychi Sakamoto, de mejor calidad.




Estanco

1 comentario:

Anónimo dijo...

precioso, y emociante.
Seguro que a mas de uno, nos ha echo llorar...=)
Saludos.