martes, 12 de febrero de 2013


DESDE ESTA VENTANA TAN CERCA DE LAS NUBES

Hoy el programa que os ofrece Buscando leones en las nubes viene repleto de estupendas canciones e interesantes poemas que comparten un nexo común, el eje temático sobre el que gira la emisión de esta semana: las ventanas. Ventanas que permiten entrever interiores misteriosos, ventanas a través de las cuales contemplamos cuerpos que se aman, rostros cansados ante el espejo, hombres y mujeres derrotados, tristes, esperanzados, felices, ventanas que se abren a la vida, al amor, ventanas desde las que intuimos otras existencias posibles, ventanas que son límites, que son deseo y frustración, que esconden voluntades incumplidas, que son ensoñación y recuerdo, aspiración y promesa, ventanas tras las que se suceden nubes y lluvia, días sombríos y cielos azules, el resplandor luminoso del sol y la grisura insoportable de las ciudades mortecinas, ventanas que enmarcan noches oscuras, tardes tediosas, mañanas que insinúan la existencia de un paraíso que jamás se logrará, ventanas que nos protegen de la inclemencia de una vida que, pese a todo, añoramos y que, sin embargo, corre siempre más allá de ellas, ventanas que nos tientan con su ilusoria oferta de horizontes ilimitados, ventanas que nos seducen con el encantamiento alegre del frenético ritmo del mundo, ventanas que nos protegen del dolor de una felicidad inalcanzable. Ventanas que provocan reflexiones tan sugerentes y expresivas, tan melancólicas y desesperanzadas, tan soñadoras y tan tristes como las del poema de Cavafis, que os presento en traducción de José María Álvarez: En las habitaciones oscuras donde vivo/ pesados días, con qué anhelo contemplo a veces/ las ventanas.- Cuándo se abrirá/ una de ellas y qué ha de traerme-./ Pero esa ventana no se encuentra, o yo no sé/ hallarla. Y quizás mejor sea así./ Quizá esa luz fuese para mí otra tortura/ Quién sabe cuántas cosas nuevas mostraría.
 
Las ventanas, esas poderosas metáforas de nuestra deseante condición humana, protagonizan esta semana, pues, Buscando leones en las nubes y son un elemento esencial, definitorio casi, de la obra de Edward Hopper, algunos de cuyos cuadros ilustran muy convenientemente esta entrada.
 
El acercamiento literario al tema elegido aparece en las palabras de Charles Baudelaire, Juan Gelman, Andrés Trapiello, Cesare Pavese, Juan Luis Panero, Julia Uceda, Ana Rossetti, Mario Benedetti, Joan Margarit, Esperanza Ortega y José Luis García Martín. Entre ellas, espléndidas canciones interpretadas por Christina Rosenvinge, Lyambiko, Van Morrison, Eddi Reader, Townes van Zandt, Linda Rondstadt, Jane Birkin, Rigmor Gustafsson, Nina Becker, Jann Arden y Lhasa de Shela, a la que, desgraciadamente fallecida hace ahora tres años, homenajeamos con su Abro la ventana que aparece en la sección de vídeos.
 
Dejo aquí, para terminar, tres fragmentos de Ventanas de Manhattan, el libro de Antonio Muñoz Molina que ya mereció hace unos años un programa monográfico en Buscando leones en las nubes.
 
 
Me acuerdo de esa ventana frente a las torres art déco del Waldorf Astoria, iluminadas desde abajo por poderosos reflectores, envueltas en los torbellinos de la tormenta de nieve. Vivir bien cobijados y seguros, al amparo del temporal que azota el asfalto y las aceras diez pisos más abajo, las esquinas afiladas en las que salta el viento polar como un animal de presa, helando la cara y atravesando la ropa con una furia de agujas y cuchillas de hielo, traspasando los huesos del cráneo hasta el filo del desvanecimiento si uno no ha tenido la precaución de abrigarse la cabeza. La vida entera resumida en el espacio cúbico de una habitación de hotel, en la elementalidad narrativa de las leyendas sobre el origen del mundo: una mujer y un hombre temporalmente despojados de mañana y de ayer, de parentescos, de responsabilidades, de oficios, absueltos incluso por el temporal de nieve de las obligaciones del turismo, una mujer y un hombre solos en una habitación impersonal y confortable, como en esas habitaciones austeras que se ven tantas veces en los cuadros de Edward Hopper, con frecuencia desde un punto de vista situado en el exterior, al nivel de la calle o al de los trenes elevados que en otros tiempos cruzaban algunas avenidas a una altura de tres o cuatro pisos, mostrando a los viajeros reclinados junto a las ventanillas imágenes aisladas y veloces de la vida de la gente en el interior de los apartamentos. Alguien podría ver desde fuera, usando unos prismáticos en alguna de las ventanas del Waldorf Astoria, a esa mujer joven y desnuda que está conmigo en la habitación, seria y de pie frente a la ventana, como una mujer de Hopper, pelirroja, con una desnudez al mismo tiempo ensimismada y muy carnal, como olvidada de sí misma mientras contempla los copos de nieve que emergen de la oscuridad exterior traídos por el viento y se deshacen contra los cristales.
 
 
En mi tierra las ventanas mantienen con el exterior una relación difícil, de cautela y secreto: se abrían ventanas pequeñas en los muros muy gruesos, para resguardo contra el frío en casa sin calefacción, para protegerse en la penumbra de los calores del verano, y también porque el cristal salía caro. Había rejas en las ventanas, postigos, celosías heredadas de los harenes musulmanes, igual que la vocación de hermetismo de los muros encalados y muy altos, de la vivienda replegada sobre sí misma, abierta sólo al cielo desde el patio interior. Se entornaban las cortinas, se echaban las persianas, se aspiraba a ver sin ser vistos. Cuando a la caída de la tarde se iba a encender la luz, las mujeres decían: “Cierra antes los postigos, que no nos vea nadie”. Que un extraño nos pudiera ver desde la calle nos parecía una afrenta. La puerta de la calle no se cerraba en todo el día, pero era inimaginable que las ventanas no tuvieran rejas. Por eso me sorprenden y me gustan tanto las ventanas de Manhattan, anchas, rectangulares, despejadas, admitiendo espaciosamente el mundo exterior en los apartamentos, revelando en cada edificio, como en capítulos o estampas diversas, las vidas y tareas de quienes habitan al otro lado de cada una de ellas, los empleados en sus oficinas, los hombres solos o las mujeres solas que vuelven del trabajo y toman una cena rápida ante el televisor, la gente misteriosa que vive en los apartamentos más altos, de los que sólo se ve a veces un fragmento del techo con un ventilador, una luz que puede ser rosada o rojiza, como calculada para alumbrar quién sabe qué actos arrebatados o abominables.
 
 
Me he quedado horas junto a una ventana, sin hacer nada, mirando sólo hacia la calle, o hacia las ventanas del otro lado, capítulos o recuadros de existencias a las que me he ido habituando, sin desvelar nunca su enigma, viñetas de historias o decorados de escenas que sólo muy parcialmente sucedían ante mí. Por una ventana de la Octava Avenida, junto a la calle 14, veía frente a mí, en el tercer piso del edificio gigante de un banco, la ventana de una oficina en la que la luz tardaba mucho en apagarse, y en la que un hombre en mangas de camisa seguía trabajando en una mesa llena de papeles, consultando la pantalla de un ordenador y hablando al mismo tiempo por teléfono cuando los demás empleados ya se habían ido, desvelándose a veces hasta después de medianoche. Ese hombre solo, quizás angustiado por obligaciones o plazos, poseído por la pasión norteamericana del trabajo, esa única luz en tantos pisos de hileras de ventanas a oscuras, en el edificio tan grande, con torreones, arquerías románicas y almenas en la cima, como un castillo en la cumbre de una montaña negra y vertical o un monumento bárbaro al feudalismo del dinero.


Desde esta ventana tan cerca de las nubes

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ente tu balcón y mi ventana...

http://www.youtube.com/watch?v=C0sECaBBmlE

Un saludo,Alberto

Alberto San Segundo dijo...

Estupenda canción... Muchas gracias

Anónimo dijo...

Literatura, música y cine:

"De tu ventana a la mía"

http://www.youtube.com/watch?v=xg7J8VfGPnA

Como siempre, precioso el programa.

Silvia

Anónimo dijo...

El jazz nunca será un arte perdido, siempre será un arte creado y recreado, quizá semidesconocido, pero nunca perdido.
fOL:-)

Alberto San Segundo dijo...

Gracias, Silvia, por tus amables palabras y por la recomendación; parece muy interesante la película...

... y gracias también, enigmático fOL, por tu reflexión sobre el jazz...

Un saludo a todos.