martes, 30 de septiembre de 2014


UN INSTANTE ENTRE DOS TIGRES

Esta semana, terminados los programas de homenaje a Supertramp y Lester Young con los que hemos completado las cuatro primeras emisiones de este ya otoñal mes de septiembre, volvemos a nuestro formato más clásico con una edición miscelánea, hecha de textos sugerentes y canciones preciosas que no guardan entre sí ninguna relación, más allá de la belleza de la música y el interés de los fragmentos literarios.
 
Con un tono general de introspección y melancolía, de reflexión intimista y acentuada sensibilidad, la atmósfera algo triste de nuestro programa nace de las reflexiones, siempre profundas y evocadoras, escritas por Pedro Zarraluki, Julian Barnes, Javier Cercas, Fernando Royuela, Pedro Ugarte, Albert Cohen, Enrique Vila-Matas, Jeffrey Eugenides, Luisgé Martín, Ryszard Kapuscinski, Blaise Pascal, Hugo Mújica y Jordi Savall.
 
Sensibilidad rezuman también los recogidos y deliciosos temas interpretados por Azure Ray, Turin Brakes, Celso Fonseca, Aroah, Norah Jones, Muki con Sophie Barker, Samite, Julie Doiron, Jesse Harris & The Ferdinandos, Cristina Braga, Clem Snide, Ben Webster y The Common Linnets, el dúo de Holanda que representó a su país en el último festival de Eurovisión con la formidable Calm after the storm, que sólo pudo ser segunda en el certamen, oscurecida por el a mi juicio publicitario, absurdo y políticamente correcto “fenómeno Conchita Wurtz”, y que cierra -ya lo veis, sin prejuicios- esta última emisión de septiembre de Buscando leones en las nubes.
 
El título -Un instante entre dos tigres- de esta entrada está extraído de un breve texto que yo leí en una entrevista al músico Jordi Savall y que aparece en el programa. Se trata, sin duda, de una versión de un relato -una fábula- de Lev Tolstói que el autor ruso recoge en su libro Confesión -publicado en España por la editorial Acantilado- y que ahora os transcribo íntegro.
 
 
Hay una vieja fábula oriental que cuenta la historia de un viajero sorprendido en la estepa por una bestia furiosa. Para escapar de la bestia, el viajero salta al interior de un pozo sin agua, pero en el fondo del pozo ve un dragón con las fauces abiertas, dispuesto a devorarle. Y el infeliz, sin atreverse a salir por temor a convertirse en presa de la bestia feroz, ni a saltar al fondo del pozo para no ser devorado por el dragón, se agarra a las ramas de un arbusto salvaje que crece en las grietas del pozo, y así queda colgado. Los brazos se le debilitan y siente que pronto tendrá que abandonarse a la muerte, que le espera a ambos lados, pero sigue aferrándose, y mientras se aferra, mira alrededor y ve que dos ratones, negro uno y blanco el otro, giran regularmente en torno al tronco del arbusto del cual está colgado, y lo roen. De un momento a otro el arbusto se quebrará, y él caerá en las fauces del dragón. El viajero lo ve y sabe que su muerte es inevitable; pero, mientras continúa suspendido, busca a su alrededor, y halla sobre las hojas del arbusto algunas gotas de miel; las alcanza con la lengua y las lame. Así me aferro a las ramas de la vida, sabiendo que el dragón de la muerte me espera inevitablemente, preparado para despedazarme, y no puedo comprender por qué soy sometido a este tormento. E intento chupar esa miel que antes me consolaba; pero esa miel ahora no me da placer, y, entretanto, el ratón blanco y el negro roen noche y día la rama de la que cuelgo. Veo claramente el dragón, y la miel ya no me parece dulce. No veo más que una cosa: el ineludible dragón y los ratones, y no puedo apartar la vista de ellos. Y esto no es una fábula, sino la auténtica, la incontestable, la inteligible verdad para todos.

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