martes, 7 de junio de 2016

 
JAVIER MARÍAS. TU ROSTRO MAÑANA

Esta nueva emisión de Buscando leones en las nubes es la cuarta consecutiva que gira de manera monográfica sobre libros de un determinado autor. Después de los tres espacios que han tenido a John Banville como protagonista, esta semana nos centramos en Javier Marías y su trilogía Tu rostro mañana. En mi otro programa en Radio Universidad, Todos los libros un libro, he dedicado una reseñas a alguno de los libros del académico madrileño que podéis consultar en mi blog, todosloslibrosunlibro.blogspot.com. El próximo 22 de junio haré lo propio con las tres novelas que constituyen Tu rostro mañana, de las que en la presente emisión voy a ofreceros algunos fragmentos que, más allá de su significatividad en la obra, tienen interés en sí mismos y se prestan, por su inteligencia, profundidad y capacidad de penetración en el alma humana, a una lectura y reflexión y análisis autónomos, independientes de los libros a los que pertenecen.
 
Como de costumbre en nuestro espacio, la hondura de los textos se complementa con la belleza de unas canciones que en este caso, e incurriendo de nuevo en un hábito muy común en Buscando leones en las nubes, constituyen apacibles versiones de algunos muy conocidos temas de las últimas décadas interpretados por Hannah Trigwell, K. D. Lang, Daniela Andrade, Jasmine Thompson, Anna Ternheim, Angus & Julia Stone, Ingrid Michaelson, Karen Souza, Sofia Essaidi, Tyler Ward con Kina Grannis y Lindsey Stirling, Sarah Menescal, Cilla Black y Allison Crowe.
 
 
Si alguien ya no quiere estar con uno, uno tiene que aguantarse. A solas, y sin estar pendiente de la observación o la evolución de ese alguien, a la caza de señales y a la espera de vuelcos. Si se produce uno de éstos, no será porque tú estés mirando, ni preguntándome a mí ni sondeando a nadie. No se puede estar encima, no se puede aplicar una lupa ni un catalejo, ni recurrir a espías, ni agobiar, ni por supuesto imponerse. Tampoco fingir sirve de mucho, no sirve hacerse el displicente ni tan siquiera el civilizado, si uno no se siente civilizado ni displicente al respecto, y no me parece que tú te sientas ninguna de las dos cosas, todavía. Ella te lo notará, ese fingimiento. Ten en cuenta que una de las características del enamoramiento, o de sus aledaños, incluso de sus disfraces involuntarios (se confunde mucho con el empecinamiento, en la fase primera y en la fase última, cuando el amor del otro se percibe aún sin arraigo o ya perdiéndose), es la transparencia. A la persona querida, o que así se siente o se ha sentido (a la que ha conocido eso), es muy difícil engañarla, a no ser, claro está, que ella misma prefiera engañarse, lo cual no es infrecuente, eso lo admito. Pero uno sabe siempre cuándo ya no se lo quiere, si está dispuesto a enterarse: cuándo todo se ha reducido a costumbre, o a falta de arrojo para ponerle término, o a deseo de no armar revuelo y de no hacer daño, o a miedo vital o económico, o a mera ausencia de imaginación, la mayoría de la gente no es capaz de imaginarse otra vida que la que lleva y ya sólo por eso no la cambia, ni se mueve, ni se lo plantea; pone parches, aplaza, busca distracciones, se echa un amante, se va de timbas, se convence de que lo que hay es llevadero, se encomienda al tiempo; pero ni se le ocurre intentarlo. Al sentimiento sólo lo vence el cálculo, y sólo a veces. Y de la misma manera uno sabe cuándo aún se lo quiere, sobre todo si lo que está deseando es que eso ya se aplaque o mejor cese, como suele ser el caso entre los que se separan. El que tomó la decisión, si no es egoísta ni sádico, ansía que el otro se salga, que se desprenda de la tela de araña, que deje de quererlo y de oprimirlo con ello. Que pase a otra persona o que no pase a ninguna, pero que de una vez se desentienda.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Todo mujeres, bravo Alberto.

Alberto San Segundo dijo...

Y bueno, gracias por tu amabilidad, gracias por tu "bravo", anónima comentarista (no sé por qué te supongo mujer), pero... ¿si hubieran sido todo hombres no habría un "bravo Alberto"?

Lo he dicho en otras ocasiones, no creo demasiado -al menos en estas "cuestiones del espíritu"- en sexos y géneros, en cuotas y porcentajes. Pongo habitualmente canciones interpretadas por mujeres porque me gusta la música vocal femenina. Y ello es solo un hecho neutro, aséptico, en sí mismo irrelevante y sin trascendencia sociológica, política o, mucho menos, moral. Del mismo modo, en "Todos los libros un libro" recomiendo con más frecuencia libros escritos por hombres, porque estadísticamente son más los libros de autores masculinos que leo.

Ninguna de ambas circunstancias hace de mí alguien más o menos feminista, machista, igualitario, solidario, explotador, injusto, democrático, "cool", enrollado, políticamente correcto o merecedor de un "bravo" (que sin embargo te agradezco). El respeto y la reivindicación de los derechos de las mujeres (en igualdad de condiciones a los hombres) no se manifiesta -pienso- en el número de chicas que salen en los programas (muy alto), en el número de autoras cuyos libros aconsejo (más reducido), en el número de veces que repito ellos/ellas (ninguna)...

De manera que -y cierro este "speech" desmesurado- a lo que aspiro es a un "Qué bonito programa, bravo, Alberto".

Gracias... ¡¡¡y a seguir disfrutando de las mujeres!!! (todo un lema de vida)

Anónimo dijo...

Alberto,He asistido a sus clases,y estos comentarios me sorprenden.todo mujeres,bravo Alberto no es critica ,tan solo una simple apreciación ,inofensiva,sin fuerza,sencilla Un saludo fuerte. Gracias

Alberto San Segundo dijo...

Hola, "alumna aplicada". Gracias por escribirme (y más siendo alumna... ¿no has tenido suficiente "dosis" con las clases? En fin... ¡¡hay gente abnegada!!).

No entendí tu comentario anterior como una crítica, y tampoco me pareció ofensivo. Mi respuesta es solo una reflexión sobre lo políticamente correcto, sin más énfasis.

Gracias por tu seguimiento y participación

Anónimo dijo...

No es una crítica, es una forma constructiva de expresarme, yo soy una antigua alumna, que le guarda aprecio y simpatía.

Lo importante es la personalidad de la persona. Saludos.