martes, 18 de octubre de 2022


UN ANHELO DE OLVIDO 

El pasado 9 de agosto se cumplió el centenario de Philip Larkin, poeta y novelista inglés, dos descollantes facetas de su trayectoria como escritor, que han sido glosadas por mí más de una vez en mi otro espacio en Radio Universidad de Salamanca, Todos los libros un libro. Hace ahora cinco años, a finales de 2017, os hablé en él de Una chica en invierno, una estupenda novela cuya lectura os recomiendo vivamente. Y este próximo miércoles, siempre en ese mismo programa de reseñas literarias, volveré sobre el popular autor británico con mis comentarios sobre Jill, otra muy interesante novela, y sobre Poesía reunida, un libro, presentado por Lumen, que recoge lo esencial de la vertiente poética de un autor que ha alcanzado su prestigio gracias, precisamente, a ese en apariencia minoritario género. La edición de Poesía reunida, a cargo de Damián Alou, que firma también la traducción en colaboración con el mencionado Marcelo Cohen, es de 2014, aunque desde esa fecha, ha habido varias ediciones y reimpresiones del título. 

Esa dimensión poética de Larkin protagonizará una serie de cuatro programas en la que, desde hoy, os leeré más de cuarenta de sus poemas, organizados, más allá de alguna excepción que no altera la pauta general, a partir de un orden cronológico, con versos extraídos de los tres poemarios, Engaños, de 1955, Las bodas de Pentecostés, de 1964, y Ventanas altas, diez años posterior, que junto con otros poemas “autónomos” no pertenecientes a libro alguno integran el texto de Lumen. 

Os remito a mi reseña en Todos los libros un libro para acceder a una información más completa sobre la obra poética de Larkin. Para una mejor comprensión de los poemas, me limito ahora a comentar que los temas principales de los versos que vais a escuchar son la reivindicación de la cotidianidad; la búsqueda de la verdad y la belleza; el engaño o, más exactamente, el autoengaño, que impide que nos veamos tal y como somos; la precisión en el detalle y su utilización como “trampolín” para una reflexión más general, más trascendente, sobre la vida; el humor y la acidez; el recurso al tópico, al cliché, a la frase hecha, que a veces lleva al autor, incluso, a incurrir en palabrotas o locuciones más o menos soeces; la cercanía y la compasión; la oralidad y la identificación con el lector; el anclaje en la propia experiencia; el realismo y, en consecuencia, el valor, casi documental, de sus versos como reflejo de la Inglaterra de su época, en un escritor muy apegado a su tierra; la condición narrativa de gran parte de sus poemas; la presencia del amor, junto al escepticismo ante la decepción y la amargura que conlleva; la preocupación por la vejez, el deterioro, el paso del tiempo y la muerte; el aspecto teatral de su poesía; la “exigencia técnica” (siempre mantuvo su prevención frente a la poesía que puede entenderse a la primera: ritmos fáciles, emociones fáciles, una sintaxis fácil) y, consiguientemente, la extraordinaria importancia dada a la estructura del poema, a la métrica y la rima, con las dificultades que ello implica de cara a la labor del traductor; entre otros aspectos. En relación con esta última cuestión os avanzo que mi lectura, como siempre muy mejorable, privilegia el sentido de los versos, sin preocuparse demasiado por la rima y la medida, en una opción obviamente discutible pero que resulta la única que está al alcance de mis limitadas capacidades. 

Philip Larkin fue también un gran amante y excelente crítico de jazz, género sobre el escribió con profusión en periódicos y revistas. Sus reseñas, recogidas en All what jazz. Escritos sobre jazz, se dieron a conocer en nuestro país en 2004 en una edición, hoy prácticamente inencontrable, de la editorial Paidós. Con el título de Larkin's Jazz y con ocasión de vigésimo quinto aniversario de su muerte, en 2010, la Universidad de Hull, en donde el poeta se desenvolvió como bibliotecario durante largos años, publicó, en un cofre con cuatro discos, una compilación, a cargo de Trevor Tolley y John White, de casi un centenar de piezas clásicas de jazz que habían sido objeto de críticas por parte de Larkin y que pasan por ser sus temas favoritos del género. En los dos primeros programas de la serie -de los dos últimos hablaremos en su momento- la banda sonora está entresacada de esta excepcional recopilación. En concreto, la presente emisión cuenta con la participación de Art Tatum con Ben Webster, Bessie Smith, Lionel Hampton, Louis Armstrong and His Hot Five, The Mound City Blue Blowers con Coleman Hawkins, Jelly Roll Morton and his Orchestra, Chicago Rhythm Kings, -Duke Ellington and his Orchestra, Jimmy Whiterspoon, Pee Wee Russell y Billie Holiday.

 
Un anhelo de olvido

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