martes, 11 de mayo de 2010


ANDRÉS TRAPIELLO. SALÓN DE PASOS PERDIDOS

A lo largo de las dos próximas semanas Andrés Trapiello se convierte en el invitado principal de Buscando leones en las nubes, en el referente central de un par de programas consagrados a su fecunda figura literaria. El escritor leonés es uno de los grandes favoritos en nuestras emisiones y ha aparecido con frecuencia en ellas desde que empezáramos a salir al aire hace once temporadas. De todas las facetas en las que se manifiesta su prolífica obra literaria: novela, ensayo, libros misceláneos, poesía, diarios, son estas dos últimas, su obra poética y la diarística, las que más me interesan. También me gustaron (el término es pobre: llegaron a emocionarme), no obstante, algunas de sus novelas, que os recomiendo: Días y noches, La noche de los cuatro caminos o, más recientemente, Los confines. En estos días vuelve a ver la luz, en una reedición más completa que la original, Las armas y las letras, su gran clásico sobre la literatura en la Guerra civil española. Pero son el lirismo de sus poemas y la prosa desbordante de sus interminables (y uso el vocablo en sentido positivo) diarios lo que prefiero de toda su producción (¡¡¡producción!!!... ¡¡¡agggg!!!, odio esta prosa funcionarial). Es por ello que los dos programas que dedicamos a Andrés Trapiello, el que se emitió ayer y el que os ofreceremos el próximo lunes, se centran en estas dos vertientes destacadas de su rica personalidad literaria.

La emisión que ahora os presento se centra en el Salón de pasos perdidos, su ingente obra en marcha, los dieciséis (hasta la fecha) tomos publicados de sus diarios (por cierto, en la emisión radiofónica me empeciné, con obstinada reiteración, en la cifra de quince volúmenes en lugar de los dieciséis que realmente han sido editados hasta ahora; el decimosexto titulado Troppo vero). Quien se acerque a ellos no va a encontrarse peripecias insólitas, aventuras inimaginables, escenarios exóticos, tramas deslumbrantes, anécdotas especialísimas, personajes singulares y fascinantes; muy al contrario, si hubiera que sintetizar su clima principal, el rasgo esencial que los define, yo elegiría la noción de simplicidad, incluso las de rutina, normalidad y hasta grisura. La vida de Trapiello es una vida sencilla. Lee y escribe en su casa, charla con su mujer, lleva al colegio a sus hijos, se acerca al Rastro los domingos en procura de alguna perdida joya de la bibliofilia escondida entre bagatelas, pasa la mayor parte de sus vacaciones en su casa extremeña de Las Viñas, cercana a Trujillo, visita a sus amigos, -enternecedores los encuentros con el pintor Ramón Gaya, en la última entrega ya muy enfermo- y, de vez en cuando, sólo de vez en cuando, aunque en los libros más recientes estos ‘fastos’ se repiten con mayor asiduidad, pronuncia conferencias, da charlas, presenta libros o es invitado a congresos. Con tan aparentemente pobres elementos, Trapiello construye unos diarios muy sugestivos y de lectura arrebatadora. Llevados por la magia de su escritura, por su muy notable aliento poético, presenciamos interesados -y más aún, encantados- los hechos más banales de su vida cotidiana, sus pequeñas y triviales ocupaciones: el hijo que falsifica unas notas, el operario que llega a reparar el calefactor, el chapucero y obstinado intento por arreglar un reproductor de discos compactos, los cánticos de los pajarillos en los despertares primaverales, las cuitas con los vecinos, un encuentro con un mendigo, las celebraciones familiares, las visitas esporádicas a la madre, la dolorosa ausencia del padre. Y asistimos también, claro, a las no siempre muy elevadas batallas literarias: los despiadados y sarcásticos juicios sobre los colegas escritores, las mediocres obsesiones de los protagonistas de lo que se ha dado en llamar ‘la vida literaria’: los celos, las influencias, las intrigas, los tejemanejes de los certámenes, de los congresos, de los premios literarios. Enemigo declarado de este particular mundillo, sus diarios contienen siempre abundantes diatribas en contra de esas ceremonias endogámicas del CAS (lo que él llama el Club de las Almendritas Saladas). Pero más allá del objeto sobre el que recaen las observaciones de Andrés Trapiello, lo que interesa de estos diarios, lo que los hace extraordinariamente atractivos, lo que provoca el que sus más asiduos lectores esperemos en tensión cada nuevo año la publicación del tomo consiguiente, es la ternura, el tono melancólico y delicado, el humor, en definitiva la mirada, la capacidad de poetizar la existencia, incluso en sus manifestaciones más mediocres, más irrelevantes.

Entre los muy breves fragmentos, casi aforismos en algunos casos, entresacados de los diarios de Trapiello, suenan algunas canciones pertenecientes (salvo la excepción de Sting) a discos de reciente publicación y que yo llevo escuchando con muy placentera insistencia en los últimos meses. Estupendas canciones interpretadas por Basia Bulat, Tindersticks con Mary Margaret O’Hara, Corinne Bailey Rae, Melody Gardot, Nick Cave con Debbie Harry, Charlotte Gainsbourg, Mi & Lau, Swamy Junior, Massive Attack con Hope Sandoval, Gill Scott-Heron, The Swell Season, Sting y la magnífica Sade Adu. A muchos de estos intérpretes (caso de Melody Gardot, la propia Sade o Basia Bulat, entre otras) ya las habéis podido encontrar en las ediciones precedentes de Buscando leones en las nubes, y aún tendréis ocasión de escucharlas en las inmediatamente venideras, porque, como os digo, tengo sus últimos y excelentes discos gastados de tanta reiterada audición, prueba evidente de su excelencia, que quiero así compartir con vosotros.

Con idéntico afán de disfrute colectivo cierro con una sección de vídeos que hoy viene austera, con sólo tres canciones interpretadas en directo: la magnífica Peanuts, de los Tindersticks, que pierde algo sin la voz femenina; Closer, de la siempre estupenda Corinne Bailey Rae, y I have loved you wrong de The Swell Season, la actual reencarnación musical de aquella pareja que tanto nos conmovió, no sólo musicalmente, en Once.

PD.- Os dejo también una especie de entretenimiento divertido (¿pero es sólo eso?) que acabo de descubrir en internet: una atractiva representación gráfica del programa, una peculiar 'traducción' en forma de nube de palabras (de nube, ¿cómo no?) de la emisión de esta semana. Espero que mi aún deficiente dominio de los aspectos técnicos del juego os permitan, sin embargo, disfrutarlo.




Andrés Trapiello. Salón de pasos perdidos


Wordle: Salón de pasos perdidos
Una nube de palabras

1 comentario:

Anónimo dijo...

Eres la pera, Mr. Buscandoleonesenlasnubes.
¡¡¡¡¡¡QUÉ BONITO!!!!!!

Silvia