martes, 11 de octubre de 2011


LEONARD COHEN, PRÍNCIPE DE ASTURIAS

El próximo 21 de octubre Leonard Cohen recibirá el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Con este motivo, Buscando leones en las nubes va a ocupar tres programas en glosar su extraordinaria figura artística. Como quizá recordaréis, hace ahora dos años, cuando Cohen cumplió los setenta y cinco, en Buscando leones en las nubes dedicamos hasta cuatro programas a su obra, cuatro programas en los que escuchamos sus poemas y sus canciones, éstas en su propia voz pero también en las de algunos de sus admiradores que han prodigado las versiones de sus ya clásicas piezas. Os invito a revisitar esas emisiones accediendo a ellas desde esta misma página.

Pues bien, como os digo, en la presente edición y en las de los dos próximos lunes vamos a detenernos de nuevo en el fecundo y singular creador, con tres nuevas aproximaciones a su desbordante personalidad literaria y musical. En relación a esta última faceta, en el programa de esta semana suena el propio Leonard Cohen en su profunda y seductora voz, interpretando cerca de una docena de magníficas canciones no emitidas en las anteriores entregas de nuestros reiterados homenajes al personaje. De la música que integrará los programas venideros ya os iré dando cuenta en lunes sucesivos.

La vertiente literaria del programa discurrirá, en las tres entregas de la serie, en torno a las propias palabras del autor: comentarios y reflexiones de Leonard Cohen sobre sus orígenes familiares, su infancia, sus versos, su música, su obra, los procesos creativos, sus peripecias vitales, las mujeres, su relación con las drogas, el judaismo, sus reiteradas estancias en monasterios zen, sus opiniones sobre el mundo y el futuro de la especie humana. Todas estas declaraciones están entresacadas de dos libros, relativamente recientes, de 2009 el más antiguo, de 2010 el más próximo en el tiempo, que ha presentado el gran experto español sobre la vida y la obra de Cohen, Alberto Manzano, principal responsable también de la introducción y la traducción de sus letras y sus poemas en nuestro mercado editorial. Palabras, poemas y recuerdos de Leonard Cohen, un modesto librito publicado por la editorial Alfabia, y sobre todo, Leonard Cohen. La biografía, que edita Libros Cúpula, son las dos interesantísimas referencias de inexcusable consulta si se quiere conocer al personaje en las que me he basado para completar los textos de los tres programas.

Quiero comentaros brevemente este último libro, en el que Alberto Manzano construye, como el propio título indica, una biografía del canadiense; una biografía escrita por alguien que lo conoce muy bien, pues lleva a su lado, en cierto sentido, más de treinta años, desde 1980 exactamente, compartiendo experiencias con él, viviendo en algunas de sus casas, siguiéndole en decenas de conciertos, traduciendo sus letras y sus libros al castellano, promoviendo iniciativas discográficas y musicales que lo tienen como centro, adaptando sus canciones para que las interpreten músicos de nuestro país. En definitiva, se trata de un profundo conocedor de la obra y la vida de Leonard Cohen, como demuestran muchas de las páginas del libro, que narran vivencias muy personales e incluso íntimas que sólo alguien muy cercano al protagonista podría conocer. ¿Cómo, si no, puede saberse -por citar un ejemplo- que, en un episodio de su infancia, Cohen hipnotizó y llegó a hacer desnudarse a una de las criadas de su casa?

Dos son los aspectos del libro que me interesa resaltaros en esta entrada que ha de ser forzosamente breve. En primer lugar que, pese a lo exhaustivo del planteamiento de la obra, a la ingente información, a los muchos datos, al inabarcable conocimiento que del objeto de su estudio tiene el autor, tras la lectura del libro yo he tenido una cierta -y algo decepcionante- impresión de ligereza, de superficialidad incluso. Y creo que ello es debido, a mi juicio, a que las pretensiones con las que el autor ha encarado su escritura han sido -quizá- excesivas. Dar cuenta en escasas trescientas páginas de toda la existencia y la obra literaria y musical de un personaje tan desbordante, con tanta vida interior, tantas experiencias, tantos libros escritos, tantos discos publicados, tantos conciertos, tantas mujeres, tantos amores, tantas idas y vueltas, tantos países, es tarea poco menos que imposible. Partiendo -como yo presupongo que hace el biógrafo- de esa voluntad de agotar, de completar todas las facetas del personaje, el libro debiera tener mil páginas. Por el contrario, de haber optado por un mero dar cuenta de los aspectos más destacados de su biografía el resultado hubiera sido más ceñido y logrado. Pero así, tal y como se presenta el libro, la sensación que nos queda es, como os digo, la de rapidez, la de fugacidad, años que pasan en un suspiro, acontecimientos que no se explican suficientemente, personas, relaciones, episodios tratados de modo algo apresurado y sólo por encima, discos que se graban, novelas que ven la luz, poemarios que se publican... y todo ello se agolpa en una sucesión poco pausada. En otras palabras, pasan muchas cosas en el libro, muchos personajes, muchos nombres, muchos conciertos, muchos lugares, muchos libros, muchas ideas, muchas declaraciones, muchas canciones, muchos versos... y tras todo ello, claro, conocemos mucho más al personaje, se nos despierta -se nos aviva, para quienes ya lo teníamos- el deseo de profundizar más en una personalidad tan interesante, de adentrarnos en el ser de alguien que aparece revestido en la bastante mitificadora visión de Alberto Manzano de tan atractivos valores, tan ricas vivencias, tan ideales cualidades, tan compleja visión del mundo, pero, a la vez, nos embarga una cierta frustración por haber tenido acceso tan sólo a una leve capa -y no la más profunda- de una existencia que adivinamos, que sabemos, fascinante. Yo me he visto obligado, mientras leía el libro, a buscar en internet (porque desgraciada e inexplicablemente, no se nos ofrece tampoco una bibliografía que permita completar los aspectos de lo leído que hayan estimulado nuestra curiosidad) otras referencias bibliográficas en las que poder agotar la sed despertada por la, por otra parte, estimulante aproximación de Manzano.

Y es que en el libro está -casi siempre meramente apuntado, en algunos casos desarrollado con más exhaustividad- todo, toda una vida, una larga vida que ahora llega ya a los setenta y siete años. Toda una vida desde el punto de vista de sus episodios externos, por así llamarlos: los orígenes familiares, con la emigración a Canadá, en 1869, del abuelo Lazarus desde el pueblo lituano en el que era profesor de la escuela judaica; la muerte del padre, y las segundas nupcias de la madre; los estudios, en la más rígida tradición judía, la Universidad en Nueva York; su temprano descubrimiento de la poesía a través de la obra de Federico García Lorca, una revelación y una compañía constante desde entonces -su hija se llama Lorca-; sus primeros escarceos poéticos y literarios, sus publicaciones de juventud; todos sus libros, con los esbozos y las tentativas, los poemas desechados y los reescritos; todos sus discos, con sus grabaciones y sus descartes, con los músicos que lo acompañaron; muchos de sus conciertos, con, en ocasiones, mención de las canciones, los colaboradores y hasta la descripción, incluso, de episodios vividos en los camerinos; sus coqueteos -en realidad, bastante más que un ligero pasatiempo- con las drogas; su refugio de Hydra, la paradisíaca -en su descarnada y primitiva sencillez- isla griega; sus muchos amigos, poetas y músicos, sus innumerables mujeres -Cohen es un gran seductor-, sus dos hijos; sus muchas influencias literarias y en general, culturales, su vinculación con el judaísmo y con Israel, su conocimiento del budismo y su reclusión durante años en un monasterio zen; el último revés de la fortuna con la millonaria estafa de su representante que le obligó a salir de nuevo a la carretera, en una interminable serie de conciertos, a punto de cumplir los setenta y cinco años.

Pero cuando hablo de esa pretensión de totalidad del libro, me estoy refiriendo a un todo que es también, y sobre todo, lo más íntimo, el alma -a menudo torturada- del ser humano, de un ser humano complejo y sensible, solitario y depresivo, lúcido y rebelde, inteligente y genial. Por el libro desfilan todas las preocupaciones de Leonard Cohen, y lo hacen, y éste es el segundo elemento que quería comentaros para cerrar mi breve recomendación, en una fecunda y muy valiosa -desde mi punto de vista el aspecto más interesante del libro- imbricación de vida y obra, de la experiencia personal y la producción artística del personaje. El desbordante conocimiento que Alberto Manzano tiene de ambas, le permite, de un modo muy logrado, integrar, interrelacionar de continuo los episodios vividos por el cantautor con sus poemas, con fragmentos de sus novelas, con las letras de sus canciones. Y ello, ya de por sí extraordinariamente atractivo y esclarecedor, unido además a la constante aparición -a lo largo de las páginas del volumen- de las propias declaraciones del canadiense, algunas ya publicadas pero otras muchas -las más- fruto, creo intuir, de esa relación amistosa que el autor y el poeta mantienen desde hace décadas, lo que le habrá, sin duda, permitido, sondear sus opiniones, registrar sus anhelos más íntimos, acceder a sus más profundas convicciones; esa unión, os decía, de vida, canciones, poemas, novelas y opiniones convierte este Leonard Cohen. La biografía en un más que notable libro, una lectura interesante y muy sugestiva, aunque -lamentablemente- sólo sea a modo de una primera aproximación al ingente y, al parecer, ilimitado universo de este deslumbrante canadiense que es objeto estos días del reconocimiento del Premio Príncipe de Asturias de las Letras. No deberíais dejar de leerlo, a poco que estéis interesados en conocer mejor a este esencial representante de la cultura occidental de los últimos cincuenta años.

Os dejo, en la sección de vídeos, The night comes on, una de las estupendas canciones de Leonard Cohen. Os ofrezco también su letra, un precioso poema. Alberto Manzano nos presenta La noche va avanzando, ésa es su traducción, como uno de los textos más autobiográficos que jamás haya escrito Cohen, con referencias explícitas a su madre, su padre, su esposa y sus hijos, y algo más veladas a la guerra de los Seis Días o a los conflictos espirituales entre el mundo interior y el exterior del poeta.


La noche va avanzando


Fui al lugar donde sabía que ella me esperaba
bajo el mármol y la nieve.
Le dije: “Madre tengo miedo, hay truenos y rayos;
sé que no podré hacerlo solo”.
Ella me dijo: “Yo estaré contigo, mi chal te envolverá,
mi mano sobre tu cabeza cuando te vayas”.
Y la noche avanzaba; era una noche muy tranquila;
quise que no acabara nunca,
pero ella me dijo: “Vuelve, vuelve al mundo”.

Estábamos luchando en Egipto cuando firmaron un pacto
según el cual nadie más debía morir.
Hubo un terrible sonido y mi padre cayó
con una terrible herida en el costado.
Me dijo: “Intenta seguir, coge mis libros, coge mi pistola,
y recuerda, hijo mío, cómo mintieron”.
Y la noche avanzaba, era una noche muy tranquila;
me gustaría decir que mi padre estaba equivocado,
pero no pienso mentir a los jóvenes.

Nos encerramos en la cocina; me dediqué a la religión,
preguntándome hasta cuándo se quedaría ella.
Necesitaba tanto no tener nada que tocar:
siempre he sentido esa codicia.
Pero mi hijo y mi hija salieron del agua gritando:
“Papá, nos prometiste que ibas a jugar”,
y me llevaron con ellos para darme una sorpresa:
“Papá, no mires, papá, tápate los ojos”,
y se escondieron, se escondieron en el mundo.

Ahora ando buscándola siempre, perdido en esta vocación,
diciendo: “¿Cuándo me llamará? ¿Cuándo volverá?
¿Qué debo preparar?
Entonces ella se inclina ante mi anhelo, como un sauce, como una fuente,
permanece en el aire luminoso.
Y la noche avanza, es una noche muy tranquila;
me acuesto en sus brazos y me dice:
“Cuando me haya ido, seré tuya para una canción”.

Cantan los grillos, suenan las campanas vespertinas,
el gato está dormido, hecho un ovillo en la silla.
Iré al bar de Bill, hasta ahí puedo llegar,
y ver si aún están mis amigos.
Sí, ¡y ésta es la salud de los pocos que te perdonan lo que haces,
y los menos a los que ni siquiera les importa!
Y la noche avanza, es una noche muy tranquila;
quiero ir al otro lado, quiero volver a casa,
pero ella me dice: “Vuelve, vuelve al mundo”.




Leonard Cohen, Príncipe de Asturias

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Enhorabuena por tus 301 programas!!!
Saludos.
Faelivrin

Alberto San Segundo dijo...

Gracias, Finduilas... ¡¡cuánto tiempo!! Me alegra comprobar que aún entras aquí de vez en cuando...

A ver si para el 602 seguimos al pie del cañón...

Anónimo dijo...

Fantástica y emotivadora la voz de Leonard Cohen =)

Espero que nuestras generaciones sigan escuchando y leyendo poemas y canciones tan fascinantes como los de Leonard por mucho tiempo más, aunque traspasemos la era del abuelo dinosaurio,(jejeje), seguro que muchos de nosotros seguiremos con el recuerdo de Leonard en nuestra memoria.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Enhorabuena Alberto por tu programa 300 y el 301 que voy a decir que los oyentes no te hayan dicho ya. ¡¡¡FENOMENAL!!! Siempre tan actual, tan íntimo, tan detallista... el programa me ha encantado y sobre todo ha sido un lapsus en el tiempo que viene bien para reflexionar sobre los comentarios y las canciones de este enorme personaje... Espero con gran ilusión el siguiente programa...
Alberto:)