martes, 16 de abril de 2013


LA VIDA ES DEMASIADO CORTA

Esta semana no tenemos un motivo central aglutinador, no hay un hilo conductor que unifique las piezas musicales y los fragmentos escogidos para integrar la emisión. Se trata, pues, de uno de esos programas heterogéneos, con un carácter misceláneo, que tanto me gustan y que aparecen de vez en cuando en Buscando leones en las nubes. Textos, pues, de procedencias diversas, entresacados de mis lecturas y un poco tristes, escritos por Alice Munro, John Lanchester, Bernhard Schlink, Juan Antonio Masoliver, David Trueba, John Banville, Elizabeth Strout, Anne-Marie Garat, Sándor Márai, Philippe Claudel, Philip Roth, Marie NDiaye y Andrés Trapiello, entreverados en las deliciosas y envolventes melodías, casi todas con un toque jazzístico, intenso, nocturno, interpretadas por Carita Boronska, Ingrid St. Pierre, Simone White, Lisa Fuller, Karen Souza (cuya sensual versión de My foolish heart podéis degustar en el vídeo final), Stacey Kent, Chiara Pancaldi, Mina, Lisa Ekdhal, Cynthia Christy, Katie Melua, Marissa Nadler y Patti Austin.
 
Una vez completado el programa, puede verse -forzando quizá la interpretación- que pese a la aparente heterogeneidad de los textos, en definitiva sí que hay algo en común en todos los fragmentos emitidos. Son, en efecto, pensamientos recogidos al azar de obras y autores diversos pero que coinciden en que todos, de una manera u otra, hablan del tedio de la vida y, simultáneamente, del gozo y la plenitud que en tantas ocasiones podemos experimentar en ella, de las luces y sombras de una existencia que muy a menudo nos trae frustraciones y tristezas, fracaso y dolor, pero que, a la vez, vivimos ilusionados, y que por ello nos parece brevísima y no queremos abandonar. Así, en los textos de la emisión de esta semana afloran diversas manifestaciones de esa misma idea: la nostalgia del pasado perdido; el precio en tedio y monotonía que siempre acabamos pagando por una vida que, por cobardía o desidia, no vivimos con intensidad, una vida que postergamos, que dilapidamos; los placeres del sexo, el éxtasis amoroso -puro espíritu- que nos eleva de nuestra triste condición de primates; la posibilidad feliz de disfrutar con pasión los acontecimientos triviales del día a día y, también, el aburrimiento existencial, profundo e irremisible al que nos condena la falta de esa misma pasión; la deplorable experiencia del solitario, que vive sus días lamiéndose la heridas que le inflige la vida; la reflexión sobre el profundo sinsentido de nuestro estar en el mundo; la belleza, la ternura y el amor como únicos lenitivos ante el sufrimiento; el miedo que nos provoca el abandono, el paso del tiempo, la muerte; el recuerdo alegre y a la vez amargo de la infancia definitivamente irrecuperable; la dificultad de vivir en medio de tanta tristeza y tanto dolor.
 
Y en este sentido, recuerdo aquí aquel comentario, inteligente y esclarecedor, como de costumbre en él, de Woody Allen en la magnífica Annie Hall. ¿Conocen este chiste?, dice el propio Woody dirigiéndose al espectador en el monólogo con el que se inicia la película. Dos señoras de edad están en un hotel de alta montaña. Y dice una: “¡Vaya, aquí la comida es realmente terrible!”. Y contesta la otra: “¡Sí, y además las raciones son tan pequeñas…!”. Pues básicamente así es como me parece la vida, llena de soledad, histeria, sufrimiento, tristeza y sin embargo se acaba demasiado deprisa.
 
Y sí, definitivamente, pese al hastío y el pesar, pese a la angustia y el padecimiento, pese a las pérdidas y el olvido, pese al deterioro y la aflicción, pese a la amargura y los sinsabores, pese a la pena y la desolación, pese al fracaso y la frustración, pese a la congoja y el mal y el engaño y la soledad y la ruina y la devastación que tantas veces lleva consigo… la vida es demasiado corta.
 
La joie de vivre (La alegría de vivir), un cuadro de 1909 del inmenso Matisse, ilustra hoy, un tanto paradójicamente, la ambivalente tesis que os ofrece esta semana Buscando leones en las nubes, y cuya última causa quizá haya que buscarla en las convulsiones anímicas que la primavera lleva consigo.




La vida es demasiado corta

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Llego hasta aquí por "los reinos de la casualidad" , aunque algo sabía de tu vértice más literario.

y como dice el gran maestro Carlos Marzal:

"Solo nos salvas, música si suenas,
solo nos curas, verso, si nos hablas"

No sabes cuánta de esta música mece mi vida.

Solamente me queda devolverte el placer con una canción

THANKS (PHILIP AABERG " UPRIGHT")

un saludo

Alberto San Segundo dijo...

Gracias, "misterioso" anónimo (¿quién eres, para conocer mis "vértices", literarios o no?).

Gracias por tu amabilidad, por tus versos tan oportunos, por tu doble mención a Marzal, por tu regalo (preciosa pieza)... Gracias por el solo hecho de tu intervención aquí...

Espero seguir proporcionándote placer...

PD.- "Vértices", "placer"... esto va a acabar pareciendo una página de contactos...

Un saludo