martes, 11 de noviembre de 2014


PREPARATIVOS DE BODA

La semana pasada iniciamos en Buscando leones en las nubes una breve serie sobre el matrimonio, sus alegrías y sus penas, a partir de Cásate conmigo, el divertido libro de Dan Rhodes en el que el escritor británico presenta -con un enfoque predominantemente humorístico, poco solemne y más bien desmitificador, y, consecuentemente, con un punto de amargura y desesperanza- ochenta relatos muy cortos con las vicisitudes de las relaciones amorosas -centradas en los “aledaños” del fenómeno matrimonial- como protagonistas.

Doce de esas historias aparecen en la emisión de hoy, acompañadas por sugerentes versiones femeninas de algunos grandes clásicos del pop y el rock de los últimos cuarenta años. Jane Birkin, Melanie Rice, Annie Lennox, Birdy, Tori Amos, Liv Kristine, Melissa Ferrick, Sara Bareilles, Ellie Goulding, Gina Jeffreys, Tessa Souter y Anneke van Giersbergen (encubierta bajo el nombre de Agua de Annique), son las intérpretes invitadas, responsables de las magníficas recreaciones de canciones escritas, y cuando no popularizadas, por Neil Young, Elvis Presley, The Psychedelic Furs, James Taylor, R.E.M., Bruce Springsteen, U2, Peter Gabriel, Elton John, Radiohead, The Beatles y Damien Rice, que han conformado la banda sonora del programa.
 
El matrimonio Arnolfini, la obra maestra de Jan van Eyck, ilustra muy apropiadamente, con su imagen llena de evocaciones, este comentario.
 
 
Nuevo rumbo
 
A medida que se acercaba el día de la boda, mi novia estaba cada vez más emocionada por el nuevo rumbo que tomarían nuestras vidas.
 
―Piensa en todas las cosas patéticas que podremos hacer ―dijo―. Veremos juntos programas de cocina, y hablaremos de cortinas, y tendremos amigos aburridísimos. Y podremos irnos pronto a la cama, no a practicar sexo, sino solo a dormir ―suspiró―. Es lo que siempre he querido.
 
También era lo que yo siempre había querido. Casi tuve ganas de empezar ahí mismo con un monólogo inescrutable sobre las relaciones de proporcionalidad, o soltar un rollo sobre mis planes de arreglar la segadora del césped, pero respiré hondo y me contuve, sabiendo que había que ser paciente: algunas cosas tendrían que esperar hasta que estuviéramos casados.
 
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Transparencia.
 
A mi esposa le dan muchísima pena las mujeres que llevan ropa transparente. Siempre que salimos juntos y pasamos al lado de una chica con minifalda que ofrece una visión ininterrumpida de unas piernas largas, suaves, chasquea la lengua y murmura entre dientes un comentario del tipo:
 
—Qué lástima, qué poca dignidad.
 
Yo estoy completamente de acuerdo con ella; si alguna vez salgo solo y por casualidad veo a una joven con un vestido tan ceñido que marca todos los contornos de su sinuoso cuerpo, mostrando con absoluto detalle la forma lujuriante de sus pechos y el perfil de su trasero respingón, me consume una tristeza inconsolable. Suspirando, aparto la mirada casi tan rápido como puedo.

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