martes, 10 de marzo de 2020


UNA SORPRESA DEL CORAZÓN 

Esta noche nuestro programa cierra la serie de tres que estamos dedicando a Constance de Salm, la escritora francesa de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, que en 1824 publicó Veinticuatro horas en la vida de una mujer sensible, una excelente novela epistolar. 

En ella, su protagonista y narradora presenta cuarenta y seis cartas en las que da cuenta de una muy sufriente jornada que vivirá a raíz de la desaparición, sin noticias ni contacto alguno, de su enamorado, al que ha visto entrar, la noche en que comienza su suplicio, a la salida de la Ópera, en el coche de caballos de otra mujer, Madame B., en una escena que la sumirá en un torbellino de turbación y desconcierto, confusión y rabia, desesperación y dolor, tranquilidad e ilusión, esperanza y ansia, nostalgia y ternura, tristeza y melancolía, celos, odio y deseo de venganza, rechazo y voluntad de morir, dudas y anhelos, repentinos hundimientos en una lastimosa autoconmiseración y enfáticos arrebatos de una dignidad impostada. 

En la emisión os presento una decena de fragmentos entresacados de esas cartas, acompañados de otras tantas canciones, intimistas delicadas, recogidas y bellísimas, interpretadas todas por mujeres, en una constricción que me he impuesto, como otros años atrás en los programas del mes de marzo, a causa de la celebración, hace unas fechas, del Día Internacional de la Mujer. Mazzy Star, Cat Power, Bebel Gilberto, Lisa Ekdahl, Karen Souza, Lyambiko, Ornella Vanoni, China Moses, Fatoumata Diawara y Diana Krall, que con su estupenda versión de Love letters, el ya clásico estándar, pone fin de un modo muy oportuno, a esta serie dedicada a tan espléndida novela epistolar. 

La foto que acompaña esta entrada es la de la tumba de Constance de Salm en el cementerio del Père Lachaise de París.


¡El amor…! ¿Qué es el amor…? Un capricho, una fantasía, una sorpresa del corazón, tal vez de los sentidos; un encantamiento que se derrama sobre los ojos, fascinándolos, que se apega a los rasgos, a las formas, a la vestimenta incluso de un ser que sólo el azar nos lleva a encontrar. ¿Que no lo encontramos? Nada nos advierte de ello, nada nos turba…Seguimos viviendo, existiendo, buscando placeres, encontrándolos, proseguimos con nuestra carrera como si no nos faltara ¡nada…! El amor no es, pues, una condición inevitable de la vida, no es más que una circunstancia de ella, un desorden, una época…Pero, ¿qué estoy diciendo? ¡Es una desgracia! Una crisis…una crisis terrible…que se pasa, y eso es todo. 

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