martes, 21 de abril de 2020


CAE LA NIEVE 

La interrupción de las emisiones regulares de Buscando leones en las nubes, ante la imposibilidad de grabar los programas a causa de la epidemia de coronavirus, y el hecho de que la última entrega emitida coincidiera, hace siete días, con los veinte años de existencia del espacio, “funcionan” como excusa para ocupar estas semanas “vacías” hasta su reanudación (que esperemos sean pocas, aunque me temo que no deberíamos descartar el horizonte de septiembre, o incluso alguno posterior) con la recuperación, aquí y en las ondas, en las que sí sigue siendo posible la difusión, de algunos programas antiguos que iré eligiendo en función de mis particulares criterios. 

Unos criterios que, desde un punto de vista objetivo, no son otros que los de la calidad e interés que puedan atesorar las distintas selecciones de música y literatura que os he venido ofreciendo durante estas dos décadas, y que desde una perspectiva más personal y subjetiva tienen que ver con mi propia satisfacción con el resultado obtenido en determinadas emisiones. 

Con las muchas limitaciones técnicas y de sonido, pero también las que se derivan de mi condición de aficionado y de mi correlativa falta de profesionalidad, de mis deficiencias en la locución, de mis, en definitiva, múltiples carencias radiofónicas, hay programas que me gustan mucho, cuyos textos y canciones logran todavía, tras nuevas escuchas, emocionarme, hacerme pensar, conmoverme, cambiar mi ánimo, ilusionarme o sumirme en un placentero estado de agradable melancolía. 

Algunos de esos programas irán saliendo aquí en las próximas citas con la escasa pero fiel audiencia de Buscando leones en las nubes, empezando por el de hoy mismo, una emisión que se radió por primera vez el 24 de junio de 2002 y que se redifundió, ya con el blog abierto, el 11 de octubre de 2008. En ambos casos se presentó con el título de “Van Morrison/James Joyce” que ahora he cambiado al actual “Cae la nieve”, más poético y, sobre todo, menos expuesto a absurdas reclamaciones (en su momento, y a requerimiento de los abogados del “león de Belfast”, que debieron rastrear el nombre de su cliente en la biblioteca digital en la que deposito mis “producciones”, hube de retirar el programa por supuesta violación de los derechos de propiedad intelectual… en fin). 

La emisión conjuga la lectura de fragmentos significativos del cuento Los muertos, de James Joyce, incluido en su libro Dublineses, con algunas de las más tristes canciones de otro irlandés ilustre (pero uno del sur y otro del norte). El cuento, como sin duda conocéis, ha sido objeto de traslación cinematográfica por John Huston, en una película de 1987, The Dead, testamento profesional del director, que es, sin duda, una de las mejores de la historia del cine (y probablemente la más bella que yo haya podido ver). 

El programa, algo más largo de lo habitual, permite apreciar muchas de las insuficiencias antes reseñadas, agravadas por mi bisoñez de hace casi veinte años: una locución impostada y algo artificiosa, un mal sonido, diversas imperfecciones técnicas. El resultado final, sin embargo, es más que digno, porque creo que es fácil percibir la emoción que me embarga al narrarlo (lo cual, a mi juicio, es un valor) y, sobre todo, porque el texto de Joyce y la música de Morrison son, simplemente, inmejorables. 

Un breve apunte, antes de comenzar, a propósito del relato de James Joyce cuyo espíritu -ya que no su texto íntegro- inspira el espacio. Estamos a principios del siglo XX, en Dublín. Un matrimonio, Gabriel y Gretta, acuden al baile de Navidad que celebran todos los años sus tías, miss Kate y miss Julia. Llegan parientes y conocidos, amigos e invitados habituales. Se cena, se habla, se canta, se danza. Se suceden con rutina ritual, encuentros, charlas, bromas, pequeñas disputas, bailes, discursos. Al fin, todo acaba. Gabriel y Gretta se disponen a abandonar la casa de sus tías. En este punto nos acercamos al texto y empieza nuestro programa. Cae la nieve fuera de la casa de miss Kate y miss Julia. Suena ya la música de Van Morrison…

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡¡Feliz día del libro Albertito!!!
Excelente relato, una gran metáfora de la vida y del amor no apto para "voyeurs". Profite bien du moment, du jour présent.

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