martes, 24 de julio de 2018


J. J. CALE. COCAÍNA 

El segundo programa que Buscando leones en las nubes dedica a J. J. Cale, muerto el 26 de julio de 2013, hace ahora cinco años, vuelve a poneros en contacto con las canciones melancólicas, reposadas, lánguidas, lentas, relajadas, del maestro de Tulsa. Su cautivadora y magnética música llena la emisión con diecisiete piezas magníficas, seleccionadas de la decena larga de álbumes que publicó en los treinta últimos años de su vida. 

Entre los temas musicales, os presento algunos breves apuntes, simples fogonazos, de su biografía, recogidos de su página web oficial, así como de distintos artículos de Diego Manrique, Emilio de Gorgot, Flavio Brighenti y Elio Girompini para El País, Jotdown, La Repubblica e Il Corriere della Sera, respectivamente. 


En los 80, un anuncio de cerveza volvió a poner After midnight (la de Clapton) en el candelero. Cale volvió a enterarse por casualidad, y como de costumbre se alegró de saber que llegarían nuevos cheques a su banco. Y su actitud siguió sin cambiar lo más mínimo. Nada de farándula, de lavados de imagen ni de frivolidad: cuando uno veía a J.J. Cale en alguna de sus escasas y breves entrevistas, era como estar viendo al mecánico del barrio o al dependiente de la gasolinera de al lado. Un tipo normal, con aspecto normal, sin pretender parecer más joven, ni más glamouroso, ni más guapo, ni más interesante. Era sencillamente él. Sin creerse nada especial por ser un artista universalmente respetado; sin frases grandilocuentes ni sesudos mensajes para la humanidad. Era John, el mismo tipo de la guitarra que antes arreglaba ascensores y que ahora, por casualidades de la vida, grababa discos. Dejaba que la música hablase por sí sola. Teniendo aquellas canciones, ¿para qué necesitaba una imagen?

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