martes, 6 de febrero de 2024


UN CRUCE DE MIRADAS 

Nuestro espacio hace hoy un breve paréntesis, que se prolongará la semana que viene, en la “serie periodística” que estamos ofreciéndoos desde mediados de enero. Se trata -así ha ocurrido en los tres programas previos a este de hoy- de emisiones centradas en artículos aparecidos en la prensa y que, en algunos casos, han sido objeto también de una recuperación posterior en libros recopilatorios de la presencia en prensa de sus autores. Así, han aparecido textos de Aroa Moreno, António Lobo Antunes y Gustavo Martín Garzo; y así, siguiendo esa misma pauta, continuaré el ciclo centro de quince días con sendas columnas publicadas en el diario El País por Manuel Vicent y Leila Guerriero, a quienes, quizá, pueda sumarse algún otro autor. 

Pero antes, en el programa de hoy y en el de la semana que viene, voy a aprovechar una fecha, un aniversario luctuoso, para celebrar aquí la irresistible personalidad y la muy apreciable obra de un director de cine y ocasional escritor, de cuya muerte se cumplieron ayer los cuatro años. En efecto, el manchego José Luis Cuerda -y su origen geográfico es sustancial al personaje- falleció el 4 de febrero de 2020 dejando tras sí un puñado de interesantes películas, El bosque animado, La lengua de las mariposas, La marrana, Los girasoles ciegos y ese hito, ya legendario, del cine español que es la inclasificable Amanece, que no es poco. Solo por el hecho de haber dado al público este último título merece el homenaje que, muy modestamente, quiero, durante dos emisiones, dedicarle. Cuerda fue también productor de las tres primeras películas de Alejandro Amenábar, Tesis, Abre los ojos y Los otros, lo cual dice bastante de su perspicacia a la hora de detectar y apostar por el talento. 

Pero José Luis Cuerda fue también escritor, con, entre otras obras en su haber, una novela, Tiempo después, que él mismo llevó al cine; Memorias fritas, una suerte de autobiografía; y dos libros de pensamientos, aforismos, reflexiones y ocurrencias, Si amaestras una cabra, llevas mucho adelantado, publicado por la editorial Martínez Roca en 2013, y Me noto muy cambiá, que apareció en la riojana Pepitas de calabaza en 2016. Cuerda fue un conspicuo tuitero, un entorno en el que su humor disparatado, su ingenio agudo, sus agudezas políticamente incorrectas, su irreverencia, su libertad irrestricta, sus desvaríos absurdos, sus hilarantes despropósitos, encontraron su espacio natural para desenvolverse. Cientos de esos tuits -y muchas otras sentencias no aparecidas en la extinta (hoy transformada en incógnita) red del pajarito azul- se recogen en estos dos libros repletos de inventiva, lucidez e inteligencia, en los que afloran, sobre todo, las humoradas repletas de socarronería que encierran siempre cargas de profundidad existencial, pero también las consideraciones, más serias, sobre la vida, la política, la religión, las injusticias y desigualdades sociales, el (sin) sentido de la existencia, el sexo y, claro está, también el amor, el tema central del programa de esta noche. 

Entresacados de Si amaestras una cabra, llevas mucho adelantado, los trece textos aforísticos -inteletos, como les llama Cuerda- que esa noche os ofrezco, entre los que encontramos tanto muestras de los habituales disparatados fogonazos surrealistas del autor como espléndidos ejemplos de su emotiva sentimentalidad, tienen al amor como núcleo principal de todos ellos. La apacible música que los envuelve contribuye también, al menos eso espero, a su disfrute, con las inspiradas interpretaciones de Margot Bingham con Vince Giordano y The_Nighthawks, Cat Power, Laura Veirs, Juurini con Beatrice Deer, The National de Matt Berninger con Sufjan Stevens, Bia, Nick Drake, Natalie Merchant, Valerie June, Marisa Monte con Devendra Banhart y Rodrigo Amarante, Baaba Maal con Mansour Seck, Tindersticks y del dúo de Bettina Steingass y Roland Grosch, conocido en el mundo musical desde hace dos décadas por el nombre de Jazzamor, que cierra el espacio con Way back, el gran tema de 2002 del dúo alemán de jazz, lounge y bossa nova.

 
Un cruce de miradas

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