SALSA AFRICANA. CANTANDO, TOCANDO, VOLANDO
La cercanía del carnaval suele provocar en Buscando leones en las nubes acentuados síntomas de una alegre e inusitada efervescencia. La música exultante, el baile desatado, el frenesí rítmico, la contagiosa locura que afloran por doquier propician un ánimo festivo y despiertan el espíritu, que se desborda de entusiasmo en estos días, de manera que las emisiones, muchas veces, se ven obligadas a abandonar su habitual tono melancólico y a adentrarse en una especie de paroxismo exaltado que participa del regocijo e incluso del delirio colectivos.
Y es por ello por lo que los tres próximos programas, el emitido ayer y el de las dos siguientes semanas, consisten en una necesaria pero muy peculiar celebración del carnaval. En el que ahora os presento el motivo sobre el que se articula este nuestro singular acercamiento a las carnestolendas es la salsa africana, un movimiento musical muy poco conocido en general pero extraordinariamente interesante, además de muy adecuado, por sus evidentes componentes festivos, por el gozo que transmite, por su jubilosa alegría, para servir de banda sonora a las rituales ceremonias carnavalescas.
La música africana, que con tanta frecuencia ha aparecido en Buscando leones en las nubes, ha viajado -a lo largo de su historia- mucho y en muy variadas direcciones. Es sabida la influencia de los ritmos negros en el desarrollo del jazz, del blues, del rock incluso. También es notorio su influjo en las músicas caribeñas y, en general, latinas. Menos divulgada es, sin embargo, la relación de ida y vuelta que se ha establecido entre esa música del Caribe, singularmente la cubana, y los originarios sonidos de África de la que aquella procede. El natural rastro que las costumbres, la cultura y -cómo no- la música africana dejaron en el Caribe, a partir del tráfico de esclavos; la llegada, en la primera mitad del siglo XX, de barcos cubanos a las costas del golfo de Guinea; la aparición en esa región, tras las independencias y la liberación de las colonias europeas en los años 60, de algunos estados dependientes de la órbita sovietica como Benín o Burkina Faso y -consiguientemente- la presencia en ellos de militares, de estudiantes, de cooperantes cubanos; todo ello contribuyó a la divulgación en muchos de estos países del África Occidental: Senegal, Costa de Marfil, Togo, el propio Benín, Guinea, el Congo, también Malí y Burkina, de todo el repertorio clásico de la música caribeña. El son, el mambo, el merengue, la rumba, el guaguancó, la guajira, la salsa -en definitiva- se escuchaban habitualmente en los clubs de Dakar o Abiyán, en las discotecas de Bamako o Portonovo, de Ouagadougou y Lomé (entre paréntesis, para quienes no conozcáis el África negra, he ahí una razón -y de mucho peso- para visitarla: el encantamiento de la música omnipresente, la inigualable experiencia de una noche en un local de música, sea una discoteca fastuosa en Dakar, un chiringuito precario en Bobo Dioulasso, un austero bar de copas al aire libre, con cuatro sillas y un escenario inestable, en Cotonou, un improvisado terreno baldío, en el que el pueblo entero canta y baila, en la más remota aldea de cualquier país). Los músicos africanos reconocieron en esos ritmos aparentemente extraños y ajenos las huellas de sus propias raíces, percibieron que tras Guantanamera, La Bamba o El carretero, había algo que conectaba de modo directo con su propia sensibilidad y -sin prejuicios, como es habitual en África- decidieron recrear esas melodías, adaptarlas, plagiarlas, cantarlas... ¡en español! (que repetían fonéticamente sin entenderlo; aún me recuerdo hace quince años en Senegal: no podéis imaginar cuántos senegaleses, al oírme hablar en español, me abordaban y, sin mediar presentación ni preámbulo alguno, me espetaban: A caballo vamos pal monte, a caballo vamos pal monte, y entre sonrisas supuestamente cómplices insistían: soy guajiro y carretero y en el campo vivo bien o cualquier otro estribillo igualmente insólito, dadas las circunstancias, chapurreado en un castellano casi ininteligible). En fin, de estas variadas influencias, de este fecundo juego de interdependencias nació la salsa africana, que constituye la base musical sobre la que gira la emisión de esta semana (también la de próxima; en la tercera de la serie habrá algún cambio significativo) de nuestro programa.
El máximo representante, a mi juicio, de este deslumbrante movimiento musical es el grupo Africando, una agrupación multitudinaria y multicultural, originariamente senegalesa, pero en realidad panafricana con ‘incrustaciones’ haitianas o antillanas. Su propuesta musical, respetuosa con toda esa tradición latina singularmente cubana y a la vez innovadora y creativa al incorporar las aportaciones de las culturas africanas, es arrebatadora y altamente estimulante. Y es por ello por lo que el grupo tendrá una representación muy destacada en los programas de estas dos semanas. Abrió la emisión de ayer, con un Betecé electrizante, y la cerró con una versión apoteósica de Guantanamera, con la voz dominante del haitiano (un recuerdo desde aquí, que no quiero que suene frívolo entre tanta alegría incontenible, a todas las víctimas del terremoto) Eugène Shoubou. Entre medias sonaron Tam-Tam 2000, una formidable orquesta mixta integrada por músicos de diversas nacionalidades, sobre todo de Senegal y Cabo Verde, la Orquesta 4 Étoiles del Congo, el precursor músico de Benín, Gnonnas Pedro, fallecido hace unos años, Tshala Muana, congolesa también, y Pape Fall, de Senegal.
Por otro lado, y para contribuir a recrear la tórrida atmósfera que sugieren las excelentes piezas que vais a escuchar, os ofrezco literatura también caliente. Tanto en la emisión de ayer como en la de la semana próxima, los textos que complementarán las músicas afrocaribeñas que escucharemos pertenecen a una novela extraordinaria de un autor cubano. Se trata de Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante, que se editó en 1964. Me hubiera gustado poder ofreceros la portada de la edición que poseo, de 1970, arruinada por tantas lecturas; os dejo una posterior, también en Seix Barral, con el mismo motivo musical en su frente. Tres tristes tigres es una novela espléndida (como lo es la que, en cierto modo, la continúa veinte años después, La Habana para un infante difunto), de lectura arrebatadora y apasionada, con varios protagonistas genéricos, aparte de la multiplicidad de personajes que la surcan: el sexo, La Habana, la literatura y los juegos del lenguaje, la noche y, por supuesto, la música, que constituye una especie de leitmotiv recurrente que puntea y en cierto modo vertebra toda la peripecia que el texto relata. De esta novela fascinante y sensual, excesiva y prodigiosa he entresacado numerosas citas en las que lo musical, sea de un modo central y nuclear o sea de una manera accesoria y lateral, manifiesta su presencia. He querido también, más allá de la excusa carnavalesca, que, dado que el próximo 21 de febrero se cumplen cinco años de la muerte de Cabrera Infante, el programa sirva como un homenaje a su figura.
En la sección de vídeos comparecen hoy algunos magníficos representantes del género (dejo fuera al grupo Africando con la intención de que sea el protagonista absoluto de la muestra de la semana próxima). En primer lugar el grupo Tam Tam 2000 con su hipnótico Me vuelvo guajiro. Luego, el tristemente desaparecido Gnonnas Pedro, un clásico de la música africana, dejando claras sus influencias latinas en una especie de popurrí titulado La combinación, tan fascinante que nos permite obviar las lamentables fotografías que lo ilustran, en las que a través de la indumentaria podemos vislumbrar, sin embargo, algún reflejo del África de hace cuarenta años. Además, la impresionante y muy influyente banda senegalesa Orchestre Baobab, que lleva años apareciendo en Buscando leones en las nubes, suena, mostrando también sus raíces cubanas, en Coumba, sobre el fondo de unas estupendas imágenes de las calles de Dakar (¡¡qué ganas de volver!!). Ricardo Lemvo es un músico congoleño que con su grupo Makina Loka ha recreado los grandes títulos de la música caribeña. Aquí lo podemos escuchar en un refrescante Mama Kiyelele para cerrar la sección por hoy.
Salsa africana. Cantando, tocando, volando
3 comentarios:
Y jugando!!!!!
Qué bien este programa, en este momento.
Qué ritmos! Este programa me lo vuelvo a escuchar mañana de nuevo, que manera de levantar una atareada mañana, así da gusto! Genial!
Saludos a todos!
Pdta. Gracias Alberto por tus palabras
Os agradezco, una vez más, a los dos comentaristas de esta semana (gracias especiales, Víctor), que queráis entrar aquí para dejar vuestras impresiones (sobre todo si son tan favorables).
Como siempre, confío en que sigáis disfrutando de los programas.
Un saludo
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