martes, 24 de septiembre de 2019


EN UNA CIUDAD OLVIDADA 

Bienvenidos al cuarto programa de la serie de cinco que durante el mes de septiembre nos está llevando a recorrer el mundo a través de la música y la literatura, en un correlato radiofónico del viaje que, hace quinientos años, realizó la expedición de Magallanes y Elcano, que en algo más de mil tortuosos días circunnavegaron el orbe entero por primera vez surcando los mares de los cinco continentes. Como en semanas precedentes vuelvo a recomendaros, si queréis una información más completa sobre la memorable epopeya, el apasionante libro de José Luis Comellas, La primera vuelta al mundo, del que podéis encontrar una amplia reseña en el blog de mi otro espacio en Radio Universidad de Salamanca, todosloslibrosunlibro.blogspot.com. 

En la edición de esta noche os ofrezco una selección de once espléndidas canciones, todas de espíritu frenético y ritmo bailable, pertenecientes a otros tantos países, muy diversos y, en ocasiones, hasta exóticos (aunque esto del exotismo depende de la perspectiva; para un nativo de Papúa-Nueva Guinea, Vitigudino es el colmo del exotismo), en una banda sonora protagonizada por Khaled, la gran figura de la música argelina; Papa Wemba, de la República Democrática del Congo; Blanquito man y Control machete con Celso Piña y su Ronda Bogotá, originarios de México y Venezuela; Zouk Machine, las alegres chicas de Guadalupe; Coldplay con El Lele, fusionando Inglaterra y Cuba en una magnífica versión a dos lenguas de Clocks; Toure Kunda, de Senegal; Caro Emerald, holandesa; Daúde y Djavan, dos grandes nombres de la música de Brasil; Marce Lacouture, de los Estados Unidos más afrancesados; los efervescente Te Vaka, de Nueva Zelanda y, para cerrar el programa de un modo exaltado y contagioso, la pizpireta Sara Tavares, lisboeta de Cabo Verde, con One love, el trepidante himno que la dio a conocer en el mundo entero. 

Entre los temas musicales, fragmentos literarios, pequeñas historias, poemas, reflexiones varias sobre la extraña atracción de los mapas, la pasión por la aventura, el ansia de búsqueda y el deseo de huida, y tantas otras dimensiones del fenómeno viajero, textos entresacados de la obra de Pablo García Baena, Jan Brokken, Miguel Sánchez-Ostiz; Isabelle Eberhardt, Lorenzo Silva, Susana Fortes, Miguel D’Ors, Patrick Leigh Fermor, Javier Reverte, Mauricio Wiesenthal y Marcos Ordóñez. 


Ahora, cuando era demasiado tarde y las tiendas de la vida estaban cerradas, lamentaba no haber adquirido cierto libro que siempre había deseado, no haber presenciado ningún terremoto, ningún incendio, ningún accidente de tren; no haber visto Tatsienlu en el Tibet, no haber oído las urracas azules discurriendo en los sauces chinos, no haber hablado a aquella escolar errabunda, de ojos desvergonzados, que encontró un día en un páramo; no haberse reído del mal chiste de una mujer tímida y horrible, cuando nadie había reído en la habitación; haber perdido trenes, ilusiones y oportunidades; no haber tendido la moneda que llevaba en el bolsillo a aquel viejo violinista que tocaba para sí, trémulo, en cierto triste día, en una ciudad olvidada. Marcos Ordóñez

martes, 17 de septiembre de 2019


COSAS QUE NO EXISTEN NI EN LOS SUEÑOS 

Como sabéis quienes nos seguís con asiduidad, desde primeros de septiembre os estamos ofreciendo una serie de cinco emisiones dedicadas a recorrer el mundo a través de las dos vertientes habituales en nuestro espacio, la música y la literatura. 

Y es que el próximo viernes, día 20, se cumplirán exactamente los quinientos años de la partida, desde Sanlúcar de Barrameda, de la expedición de Magallanes y Elcano, el primer grupo de hombres que lograría la para la época inimaginable hazaña de circunnavegar el orbe entero. Las muchas dimensiones de la aventura se recogen, de modo profundo y ameno, en un libro magnífico, La primera vuelta al mundo, escrito por el historiador y catedrático emérito de la Universidad de Sevilla, José Luis Comellas. Os invito a consultar mi reseña sobre la muy interesante obra en el blog de mi otro espacio en Radio Universidad, todosloslibrosunlibro.blogspot.com. 

Continuando hoy con la celebración de la gozosa efeméride vuelvo, como en las dos semanas precedentes, a “construir” el programa con una selección de temas musicales recogidos de los cancioneros de diversos países de los cinco continentes, que arropan mi lectura de fragmentos literarios que describen algunos de los territorios a los que se alude en las canciones o que se refieren al viaje y, en general, a la pasión por viajar. 

Así, en la emisión han sonado las voces del norteamericano Michael Stipe con la india Asha Bhosle, juntos en el proyecto One giant leap; la noruega Ane Brun, atreviéndose con el español en su intimista versión de Alfonsina y el mar; Fatoumata Diawara, de Malí; Colin Hay, australiano; la italo-francesa Carla Bruni; los británicos Everything but the girl; el canadiense Leonard Cohen; Dobet Gnahoré, de Costa de Marfil; la diva griega Eleftheria Arvanitaki; y la argelina Souad Massi, cerrando el espacio de un modo melancólico aunque precioso con la bellísima Moudja.

Envueltos en la recogida atmósfera musical os he leído textos de Dominique Lanni, Jean Jacques Rousseau, Pep Subirós, José María Merino, Eloy Sánchez Rosillo, Antonio Soler, Caroline Alexander, Simon Leys, Charles Baudelaire y Juan Cruz, todos ellos muy sugerentes y evocadores y capaces de despertar, por sí solos, el ansia de viajar. 


Mi padre decía que le gustaban los viajes, y le gustaba imaginarse viajes. A mí también, desde entonces, desde esos días de la infancia. Imaginarse viajes: estarse quieto, pero ir viajando con la imaginación, ni postales ni nada, ni fotos, la imaginación llevándote por esos mundos. Conociendo gente, saludando, mirando cosas que no existen ni en los sueños. Juan Cruz

martes, 10 de septiembre de 2019


NUESTRA VIDA POR VIVIR 

Esta semana continuamos, sin apenas prolegómenos, con la serie que iniciamos hace siete días con la vuelta al mundo como eje central, para conmemorar así, con cinco emisiones, todas las de septiembre, los quinientos años de la primera circunnavegación del orbe, llevada a cabo, en una epopeya memorable y de extraordinaria trascendencia para la civilización humana, por Magallanes y Elcano. 

Os recuerdo que en el blog de mi otro programa en Radio Universidad de Salamanca, Todos los libros un libro, podéis consultar mi reseña sobre un interesantísimo libro, La primera vuelta al mundo, en el que el profesor Comellas explica, con apreciable rigor y acusado talento didáctico, la gran aventura de hace cinco siglos. 

Centrándonos estrictamente en la emisión, baste recordar que al igual que hace siete días, os ofrezco una selección de canciones de muy diversas partes del mundo, aderezadas con textos que ilustran literariamente algunos de los espacios recorridos o que constituyen sugerentes reflexiones sobre las bondades y las virtudes del viaje. En lo musical los intérpretes invitados son Africando, el cosmopolita grupo con músicos de Costa de Marfil, Senegal, Benín, Gabón, Cuba, Puerto Rico, Haití o Martinica; Sevara Nazarkhan, de Uzbekistán; Balfa Toujours de la Louisiana estadounidense; el irlandés Van Morrison; Alí Hassan Kuban, de Egipto; los cubanos del Buena Vista Social Club; Busi Mhlongo, la fallecida diva sudafricana; el paquistaní Nusrat Fateh Alih Khan colaborando con los británicos Massive Attack; y la Orquesta de Edmundo Arias, procedente de Colombia que cierra el programa con la estupenda Cumbia del Caribe

Y entre las canciones, interesantes textos que tras el inicial, de creación propia, han sido escritos por Felipe Benitez Reyes, Marga Font, William Butler Yeats, José María Álvarez, Guillermo Cabrera Infante, Jane Morris, Zadie Smith y Philippe Claudel. 


Baudelaire sabía perfectamente que un mundo puede caber en un frasco o esconderse entre los espesos rizos de una cabellera dormida. Y yo siempre llevo sus versos conmigo, como un vademécum más útil que toda guía de viaje, de cualquier viaje, porque viajar también es perderse, desprenderse de lo conocido para renacer sin referencias y dejar que nuestros sentidos domestiquen la tierra. Percibimos entonces, como nunca antes, el aliento de los países nuevos. Durante años me pierdo a menudo, feliz, en los mercados de Estambul, Marrakech, El Cairo, Asuán, Taipei, Huaraz, Shanghai, Denpasar, Bandung, Lima, Saigón, Cholon, Hué o Hanoi, Malatya, Helsinki, Mérida y otras muchas ciudades grandes y pequeñas, achicharrantes, como Diyarbakir, que esconde las rubias y aromáticas pilas de su mercado de tabaco a la sombra de un antiguo caravasar, o gélidas, como esta Cracovia de enero donde busco algo para protegerme las entumecidas manos entre tenderetes atestados de pieles, pesebres de papel de plata o almizcle. Los nombres son poemas. Los olores, barcas a la deriva que nos mecen suavemente. Cuando viajo a alguna parte, hay dos sitios que me atraen en especial, los primeros que visito. La iglesia, si estoy en un país cristiano, y el mercado. La iglesia, porque en ella siempre acabo encontrando el mismo olor a piedra fría, cera, mirra e incienso. En cierto modo, es mi casa portátil, mi hogar permanente, con su imaginería familiar, su paz y su silencio. El mercado, porque en él huelo el alma de una tierra, la piel de su gente y los frutos de su trabajo en una mareante mezcla de repulsivos o deliciosos efluvios de grasa cruda o frita, toronjil y cilantro cortado zafiamente con tijeras, excrementos de pájaros cautivos y carne de reses recién sacrificadas, jazmín y pieles curtidas, azufre y canela, pétalos de rosa y entrañas, almendras naturales o tostadas, alcanfor, éter y miel, salchichas y menta, lirios, aceite, sopas y buñuelos, bacalao y pulpo, algas secas y cereales. Alinear nombres, oler sus sílabas, es escribir el gran poema del mundo y de sus profundos deseos. Cendrars, famélico, lo sabía muy bien mientras escribía su retahíla de Menús soñados tiritando en el corazón de una Nueva York que no lo quería. Cada letra tiene un aroma, cada verbo, una fragancia. Cada palabra trae al recuerdo un lugar y sus olores. Y el texto que tejemos poco a poco, al azar duplicado del alfabeto y la memoria, se convierte en el maravilloso y perfumado río, mil veces ramificado, de nuestra vida soñada, de nuestra vida vivida, de nuestra vida por vivir, que nos lleva y al mismo tiempo nos revela. Philippe Claudel

martes, 3 de septiembre de 2019


EL LUGAR EN EL QUE LA PERDÍ 

Bienvenidos un curso más, y con el programa de hoy comenzamos el vigésimo primero, a Buscando leones en las nubes. El espacio de música y literatura de Radio Universidad de Salamanca vuelve otra vez a vuestro encuentro con una nueva selección de textos literarios y piezas musicales escogidos con criterios de belleza y calidad para haceros disfrutar de una hora placentera de radio. 

El 20 de septiembre de 1519, hará, pues, dentro de unos días, quinientos años, zarpó de Sanlúcar de Barrameda la expedición que, comandada primero por Magallanes y, a su muerte, por Elcano, habría de dar la vuelta al mundo, la primera conocida realizada por seres humanos. Durante casi tres años, el regreso se produjo el 8 de septiembre de 1522, los expedicionarios se enfrentaron a infinidad de dificultades, pasaron por multitud de peripecias y desafiaron todo tipo de inclemencias, en una hazaña que aún hoy, cinco siglos después, sigue pareciéndonos memorable. Antes de las vacaciones de verano, en mi otro espacio en la emisora universitaria salmantina, Todos los libros un libro, presenté una recensión del espléndido libro La primera vuelta al mundo, un apasionante estudio sobre la formidable empresa a cargo del catedrático e historiador, de vasta erudición y bien ganado prestigio, José Luis Comellas. Os remito al blog del mismo título, todosloslibrosunlibro.blogspot.com, por si queréis ampliar la información sobre la aventura, escuchando el programa y leyendo la reseña. 

Con ocasión de este centenario, Buscando leones en las nubes va a dedicar las cinco emisiones de septiembre a otros tantos programas con el viaje como centro. En ellos llevaremos a cabo una extensa vuelta al mundo literaria y musical. Con textos y canciones ya radiados en las dos décadas de existencia del espacio, recorreremos los cinco continentes, con canciones y fragmentos literarios de España, Etiopía, Argelia, Malí, Senegal, Italia, México, Cuba, Puerto Rico, Martinica, Haití, Brasil, Indonesia, la India, Madagascar, Sudáfrica, Estados Unidos, Cabo Verde, Francia, Escocia, Canadá, Egipto, Japón, Inglaterra, Suecia o Portugal, por citar tan sólo algunos de los países que comparecerán en nuestro muy vasto periplo. Sin ningún orden preconcebido, la serie pretende ofrecer, en lo musical, una selección variada de canciones de todo el mundo, lentas y movidas, folklóricas y tradicionales o más modernas y contemporáneas, eléctricas y acústicas, intimistas y festivas, clásicas y recientes, populares y alternativas, entresacadas todas del enorme acervo cultural de los diversos países, sin circunscribirnos a ningún género en particular, mostrando así una amplia panorámica de la enorme variedad de músicas del mundo.

Entre ellas os leeré textos, que o bien nos transportan literalmente a distintas regiones del mundo, o bien giran sobre el hecho de viajar y los placeres del viaje, en una mezcla también heteróclita que combina fragmentos sobre lugares, países o ciudades, con poemas, anécdotas, historias, reflexiones o pequeños cuentos. 

En el caso concreto del programa de esta semana, tras el texto inicial, de creación propia, he leído fragmentos de Ryszard Kapuscinski, Colin Thubron, J.M.G. Le Clézio, Lluís-Anton Baulenas, Antonio Muñoz Molina, Rumer Godden, María Zambrano y Enriqueta Antolín. 

Intercaladas entre los textos habéis podido escuchar las espléndidas canciones interpretadas por Javier Ruibal, Ejigayehu “Gigi” Shibabaw, Lila Downs, Les filles de Illighadad, Tribalistas, Norah Jones con The Peter Malick Group, Susheela Raman, Tarika y Fiorella Mannoia, cantantes originarios de España, Etiopía, México, Níger, Brasil, Estados Unidos, India, Madagascar e Italia, en una significativa representación de cuatro continentes, cinco si diferenciamos a las dos Américas. 


Echo de menos aquellos viajes que me hicieron tan feliz en otros tiempos, en trenes y en autobuses, entre desconocidos, viajes nocturnos sobre todo, los túneles me encantan en la noche, el traqueteo me parece que te habla y es estar y no estar en ningún sitio, y luego aquella vez que una muchacha pasó junto a mí camino del bar y yo, aunque sólo la había visto de espaldas, la seguí atrapado por el vaivén de sus caderas y luego, cuando se dio la vuelta, era como no se puede contar porque nadie te cree, no bella, sino como uno soñó siempre a la mujer, y qué forma de mirar y ese no saber si estaba diciendo me gustas mucho o por qué no te largas de una vez, ese no definirse tan de hembra a la antigua con lo joven que era, esa sabiduría o esa torpeza, quién lo sabe, yo no, por supuesto, yo veía mi sombra en el cristal recortada contra la noche y no me reconocía. Un rey tenía tres hijas, tres hijas como la plata, y la más chiquirritina Delgadina se llamaba, entero le recité el romance, yo tengo buena voz para cantar bajito pero ya empezaba a sentirme un poco ridículo ante su mirada impasible y aquel rictus que tanto podía ser de guasa como de encantamiento cuando se puso en pie como una reina y se echó a caminar por los pasillos y yo detrás de ella y ella sin volver la cabeza y qué largo era el tren y qué vacío, y ella apenas habló pero se sonreía, no me sonreía, se sonreía, y cuando acabó todo me pasó despacio la mano por la frente y me borró cualquier rastro de arrugas, luego dejó escapar un dedo juguetón a las orejas y después a los labios y yo saqué la lengua y lamí su mano como un perro sediento y ya llegábamos a una estación vacía en el amanecer y no fui capaz ni de leer el nombre que anunciaba el lugar en el que la perdí. Enriqueta Antolín.