En Argenton-sur-Creuse, después de cruzar un puente de piedra recoleto sobre el río al que dan las fachadas de las casas, encuentra un estanco con olor a hojas de tabaco de las Américas. La dependienta es una muchacha menuda, con el pelo rubio recogido en una cola de caballo y unas gafas de estudiante eterna. Se queda prendado de su belleza en miniatura y sale de allí con una cajetilla de cigarrillos. Después de dar una vuelta por ese pueblo silencioso donde parece que nunca sucede nada, regresa al estanco a comprar cerillas para que la muchacha se levante del taburete donde hojea una revista de patrones y le sonría. En los dos días que pasa hospedado allí hace tantos viajes al estanco que tiene la mesilla de noche llena de cajas de fósforos. Cree que la última vez que ha vuelto a entrar a pedir otra caja de cerillas, la muchacha lo ha mirado con recelo por encima de las gafas, como si pensara que se trata de un pirómano. Tal vez lo sea. Se siente arder por dentro. Se marcha de ese pueblo y deja atrás a la dependienta encantadora que vende tabaco y fósforos en un estanco minúsculo. Todo en su vida es una cerilla que brilla un instante y después se apaga. Luego queda ese rastro de humo negro. Antonio Iturbe
martes, 25 de junio de 2019
UNA CERILLA QUE BRILLA UN INSTANTE
Esta noche, sin un eje unitario vertebrador del espacio, retomamos nuestro muy favorito esquema misceláneo, hecho de una sucesión de fragmentos literarios y piezas musicales heterogéneos entre sí, sin más hilo conductor que el de su indudable belleza y su alto potencial de sugestión.
En el caso de la literatura, traigo catorce textos, recogidos de lecturas más o menos recientes, en los que comparecen algunos de los temas más queridos y más reiterados en nuestra ya dilatada historia como son el amor, el paso del tiempo, la vejez, las decepciones, el enamoramiento y las ilusiones, la tristeza, los recuerdos, la memoria, la infancia perdida, el destino, las mujeres, la soledad, el miedo… Textos, todos muy sugerentes y evocadores, tristes, también, en su mayoría, escritos por Patrick White, Jonathan Franzen, Frank O’Hara, Graham Swift, Ottessa Moshfegh, Han Kang, Joaquín Berges, George Saunders, Nino Haratischwili, Thomas Hardy, Jennifer Egan, Edward Morgan Forster, Álvaro Enrigue y Antonio Iturbe.
La banda sonora participa también, como no podía ser de otro modo, de los rasgos que habitualmente definen la música de Buscando leones en las nubes: canciones variadas, de orígenes y estilos muy diversos, pero coincidentes todas en la emoción, la dulzura y la sensibilidad, en un común tono melancólico y en una indiscutible belleza. Sus intérpretes son Weyes Blood, Lilah Downs con Norah Jones, Gino Paoli, Beth Gibbons con Rustin Man, Mart'nália con Carla Bruni, Yola, Luisa y Salvador Sobral, J. J. Cale, Seran Fisseau con Vincent Peirani, Lemonheads con Liv Tyler, Diana Krall, Blaze Foley, Baba Sissoko con Rodgers Mighty Mo y Kieran Kane y Rayna Gellert que cierran con su intimista interpretación de la preciosa Can’t live without you este Buscando leones en las nubes de hoy que es también el cierre a la presente temporada del espacio. Este año, por mis cada vez más exigentes apreturas laborales, no habrá la habitual serie de entregas del mes de julio con la que otros cursos continuamos nuestras emisiones en el blog. De este modo, pues, os decimos adiós hasta el próximo 2 de septiembre, cuando volveremos con más música y más literatura. Pasad un estupendo verano.
En Argenton-sur-Creuse, después de cruzar un puente de piedra recoleto sobre el río al que dan las fachadas de las casas, encuentra un estanco con olor a hojas de tabaco de las Américas. La dependienta es una muchacha menuda, con el pelo rubio recogido en una cola de caballo y unas gafas de estudiante eterna. Se queda prendado de su belleza en miniatura y sale de allí con una cajetilla de cigarrillos. Después de dar una vuelta por ese pueblo silencioso donde parece que nunca sucede nada, regresa al estanco a comprar cerillas para que la muchacha se levante del taburete donde hojea una revista de patrones y le sonría. En los dos días que pasa hospedado allí hace tantos viajes al estanco que tiene la mesilla de noche llena de cajas de fósforos. Cree que la última vez que ha vuelto a entrar a pedir otra caja de cerillas, la muchacha lo ha mirado con recelo por encima de las gafas, como si pensara que se trata de un pirómano. Tal vez lo sea. Se siente arder por dentro. Se marcha de ese pueblo y deja atrás a la dependienta encantadora que vende tabaco y fósforos en un estanco minúsculo. Todo en su vida es una cerilla que brilla un instante y después se apaga. Luego queda ese rastro de humo negro. Antonio Iturbe
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martes, 18 de junio de 2019
ROBINSON Y LA ISLA INFINITA
Esta semana Buscando leones en las nubes os ofrece la tercera y última edición de la serie que desde hace quince días os estamos ofreciendo con el protagonismo de Robinson Crusoe, el clásico de Daniel Defoe que hace poco menos de dos meses cumplió trecientos años.
Esta semana Buscando leones en las nubes os ofrece la tercera y última edición de la serie que desde hace quince días os estamos ofreciendo con el protagonismo de Robinson Crusoe, el clásico de Daniel Defoe que hace poco menos de dos meses cumplió trecientos años.
Los textos del programa de hoy están extraídos de Robinson y la isla infinita, el muy interesante ensayo, ya citado en la emisión precedente y publicado en 2018 en el Fondo de Cultura Económica, en el que Rosa Falcón, profesora e investigadora de la Universidad Complutense, explora las múltiples ramificaciones que, en la antropología, la filosofía, la narrativa, la poesía, el cine, y hasta las series televisivas e internet, ha tenido el mito que representa el “ilustre” náufrago. Con enjundiosos capítulos dedicados a las islas, las utopías, el individualismo o los valores económicos y políticos del capitalismo, en la obra se estudia de modo muy sugestivo la figura de Robinson, a partir de su conexión con ciertos “mitemas” a ella asociados, de extraordinario valor metafórico e importancia capital en la vida de los seres humanos, como son el viaje, el mar, la propia noción de naufragio, el exilio o la soledad, rastreados en la obra de un destacado número de novelistas, poetas, filósofos y cineastas. Rosa Falcón, Ian Watt, Gustav Württemberger, Arturo Úslar Pietri, Miguel de Unamuno, Vicente Huidobro, Luis Álvarez Cruz, José Saramago, José Ortega y Gasset, Hans Blumenberg, Enrique Molina y de nuevo Rosa Falcón, son los autores de las reflexiones que conforman la parte literaria del programa.
Entre los muy atractivos textos os dejo con una serie de canciones vinculadas también al universo robinsoniano, bien directamente, con menciones expresas a la creación de Defoe, o de un modo indirecto, a través de referencias de carácter simbólico y que hablan de islas desiertas, paraísos perdidos o soñados y, en general, naufragios más o menos existenciales, buscados o impuestos. Sus intérpretes, Luis Eduardo Aute, Paul McCartney & Wings, Samuele Bersani, Jikäelle, James Taylor, The Magnetic Fields, Zé Rodrix, Bing Crosby, Josh Ritter, Gilbert Montagné, Laurie Anderson y Joaquín Sabina, legítimamente incluido en la serie a partir de la episódica mención que hace a Robinson Crusoe en uno de sus títulos clásicos: Vacío como una isla sin Robinsón, así estoy yo sin ti.
Escribía el poeta inglés W.H. Auden que el héroe característico de la poesía no es el gran hombre ni el rebelde romántico, sino el hombre o la mujer de cualquier clase social que, a pesar de las presiones de la sociedad, logra forjarse un rostro propio y conservarlo. A Robinson Crusoe, nuestro héroe humanizado, podemos atribuirle esta observación, y quizás por esta razón su figura se muestra tan próxima a nuestro tiempo. Nuestra heroína o héroe de hoy, de algún modo, podemos reconocerlos en mil caras cotidianas. Conductores solos sentados frente al volante de su vehículo en las horas punta de entrada y salida de las grandes ciudades. Multitudes de individuos aislados en sus vehículos de soledad. Mujeres y hombres solos en el metro o en los autobuses. Paseantes solitarios en las ciudades o ancianos aislados en sus casas. Jóvenes conectados en la red desde su ordenador y, sin embargo, aislados de la célula familiar que les rodea e incapaces de mantener una relación de proximidad con el “otro” si no es a través de la comunicación de la pantalla del móvil o del ordenador gracias a una conexión virtual sin base real que la consolide. Robinsones y héroes solos en la isla de la sociedad contemporánea. Rosa Falcón
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martes, 11 de junio de 2019
ROBINSON YA NO ESTÁ SOLO
Buscando leones en las nubes os ofrecer esta semana la segunda edición de la serie de tres que desde el lunes pasado estamos dedicando a Robinson Crusoe con ocasión de la celebración del tercer centenario de su publicación, festejada aquí con un inevitable retraso achacable a las dificultades que siempre lleva consigo el ajuste de la “parrilla” de programación de nuestras emisiones.
Buscando leones en las nubes os ofrecer esta semana la segunda edición de la serie de tres que desde el lunes pasado estamos dedicando a Robinson Crusoe con ocasión de la celebración del tercer centenario de su publicación, festejada aquí con un inevitable retraso achacable a las dificultades que siempre lleva consigo el ajuste de la “parrilla” de programación de nuestras emisiones.
Tras el programa de hace siete días, centrado en un interesante libro, titulado Robinsón, con su pronunciación a la española, que presentó en 2004 la editorial Fernando Villaverde, en su colección El jardín ameno, en el que se recogen textos sobre el personaje de Daniel Defoe escritos por muy relevantes nombres de la literatura universal, hoy le llega el turno a otro libro, en concreto a la reciente edición del clásico ofrecida en 2015 por la editorial Siruela en una actualizada traducción de Carlos Pujol.
He de decir que yo ya no puedo leer Robinson Crusoe en otras palabras que las de Amando Lázaro Ros, el más reconocible de los traductores de las aventuras del industrioso náufrago. Con trece o catorce años me adentré entusiasmado en uno de los libritos de la colección Crisol -mi padre había comprado los cien de la serie completa, junto con un pequeño mueble para guardarlos-, en el que el escritor navarro vertió al español la obra maestra de Defoe, un acogedor volumen de tamaño mínimo, muy manejable, con letra hoy inaccesible para mí, salpicado de sugerentes y bellísimos grabados, que avivaban la imaginación del lector, ya desatada por la maravilla del texto.
La reciente publicación de Siruela cuenta con un prólogo del ilustrado erudito Alberto Manguel, cuyo texto íntegro completa la vertiente literaria del programa, junto con un fragmento, que se lee al cierre de la emisión, de Ética para Amador, el longseller internacional de Fernando Savater, en el que analiza con la perspicacia y profundidad habituales en el filósofo vasco, alguna de las dimensiones morales del arquetipo robinsoniano.
Entre los textos, once estupendas canciones con el protagonismo directo del propio Robinson Crusoe o el indirecto con la presencia de naufragios -reales o metafóricos- en sus letras, interpretadas por Fito y los Fitipaldis, Leonie Meijer, Woody Guthrie, Agnetha Fältskog, Van Dyke Parks, Gordon Lightfoot, Rupert Holmes, Bryan Ferry, Gabriela Anders, Jim O'Rourke y The Manhattan Transfer.
Robinsón Crusoe pasea por una de las playas de la isla en la que una inoportuna tormenta con su correspondiente naufragio le ha confinado. Lleva su loro al hombro y se protege del sol gracias a la sombrilla fabricada con hojas de palmera que le tiene justificadamente orgulloso de su habilidad. (...) De pronto, se detiene con sobresalto. Allí, en la arena blanca, se dibuja una marca que va a revolucionar toda su pacífica existencia: la huella de un pie humano. (...)
Mientras está solo, Robinsón se enfrenta a cuestiones técnicas, mecánicas, higiénicas, incluso científicas, si me apuras. De lo que se trata es de salvar la vida en un medio hostil y desconocido. Pero cuando encuentra la huella de Viernes en la arena de la playa empiezan sus problemas éticos. Ya no se trata solamente de sobrevivir, como una fiera o como una alcachofa, perdido en la naturaleza; ahora tiene que empezar a vivir humanamente, es decir, con otros o contra otros hombres, pero entre hombres. Lo que hace "humana" a la vida es el transcurrir en compañía de humanos, hablando con ellos, pactando o mintiendo, siendo respetado o traicionado, amando, haciendo proyectos y recordando el pasado, desafiándose, organizando juntos las cosas comunes, jugando, intercambiando símbolos... La ética no se ocupa de cómo alimentarse mejor o de cuál es la manera más recomendable de protegerse del frío ni de qué hay que hacer para vadear un río sin ahogarse, cuestiones todas ellas importantes para sobrevivir en determinadas circunstancias; lo que a la ética le interesa, es cómo vivir bien la vida humana, la vida que transcurre entre humanos. Si uno no sabe cómo arreglárselas para sobrevivir en los peligros naturales, pierde la vida, lo cual es sin duda un fastidio grande; pero si uno no tiene ni idea de ética, lo que pierde o malgasta es lo humano de su vida y eso, francamente, tampoco tiene ninguna gracia. Fernando Savater.
martes, 4 de junio de 2019
LA MELANCOLÍA DE ROBINSON CRUSOE
El pasado 25 de abril, hace ahora mes y medio, se cumplieron los trescientos años de la publicación de un libro que, me atrevo a asegurar, todos hemos leído, en una u otra versión. Se trata de Robinson Crusoe, un título clásico, cuyo redondo aniversario quiero celebrar ahora, si bien con un cierto retraso debido a la imposibilidad de “encajarlo” en su momento por necesidades de programación.
En la emisión de esta semana, la primera de una serie de tres dedicadas a la obra de Daniel Defoe, os ofrezco, en su vertiente literaria, diversos textos sobre la figura del famoso náufrago y sobre su muy fecundo valor metafórico, la mayor parte de los cuales pertenece a un breve librito de título Robinsón, así, con su grafía y su pronunciación en castellano, que el sello Fernando Villaverde Ediciones publicó en 2004 en su estupenda colección El jardín ameno.
Con presentación de Fernando Savater y selección de obras -literarias y artísticas- de Ana Álvarez López, el libro recoge fragmentos de muy variados autores, entre los que he seleccionado, por orden de aparición en el programa, al propio Daniel Defoe, Carlos García Gual -en un texto, ajeno, recogido de su prólogo a otro libro espléndido, Robinson y la isla infinita. Lecturas de un mito, de la profesora Rosa Falcón, que protagonizará el tercer espacio de la serie-, James Joyce, Jean Jacques Rousseau, Michel Tournier, William Cowper, Manuel Vázquez Montalbán, Gilles Deleuze, John Maxwell Coetzee y el mencionado Fernando Savater que presenta la edición, entre otros variados autores.
Para acompañar musicalmente la lectura de los textos robinsonianos, se presenta una decena de canciones en las que o bien se cita expresamente a Crusoe o bien se habla de hundimientos y naufragios tanto en su sentido literal como metafórico, tanto en su dimensión real como simbólica, pues la figura de los solitarios sobrevivientes en una isla desierta se presta a infinidad de recreaciones de toda índole. Sus intérpretes son Al Jolson, Blind Willie Johnson, Dulce Pontes, Bessie Smith, Ella Fitzgerald, Woody Guthrie, Sonny Cole, Neil Diamond, Shirley Carvalhaes (con un militante y algo fanatizado cántico de índole religiosa, alusivo a un naufragio espiritual) y la italiana Ornella Vanoni, que cierra este primer programa del ciclo con la bellísima Naufragio, concordante por vía metafórica con la peripecia de Robinson, pues alude al enamoramiento y el deseo, al dulce perderse en la soledad del cuerpo amado, esa placentera isla que muchas veces es el único refugio frente a la hostilidad del mundo.
Naufragio
Me despierto en tu cuerpo
como el viento que acaricia
un océano sin orillas
Mis manos en tu cuerpo
deslizándose suavemente
acompañan las olas
Sobre tu cuerpo
cada derrota es
una victoria
y a cada momento me pierdo
en el abismo que esconde
Respirando tu aliento que me encanta
regreso a ti
naufragando en tu cuerpo
en una paz infinita
tu ritmo me arrastra
me respiras en el pensamiento
Te detienes en mi corazón
como la única reina
y como el rojo del coral en el fondo del mar
me basta el blanco de tu pecho para entender
Soy un corsario que reposa sobre tu cuerpo
Naufragando en tu cuerpo
en una paz infinita
tu calma me arrastra
giras en mis venas
después descansas en mi corazón
dulcísima reina
Y como el coral rojo en el fondo del mar
el blanco de tu pecho me basta para entender
Soy un corsario que reposa en tu corazón
Y me entrego a tu boca para entender
qué dulce es naufragar en este mar
Soy un corsario que descansa en su puerto
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